«Emma se mostró estoica al día siguiente, cuando el licenciado Hareng, el algualcil, se presentó en su casa para levantar el acta del embargo. El procurador se impacienta. Las conversaciones junto al portal de la vivienda mientan a los bancos y arremeten contra sus malas prácticas. “Siempre pagan los mismos”, masculla uno de los asistentes. Más lemas: “¡Ninguna casa sin gente, ninguna gente sin casa!”. La policía impide el acceso para evitar el enfrentamiento entre los manifestantes y la comisión judicial, que a esas horas ya está al completo: el procurador, el funcionario del juzgado, su auxiliar y dos cerrajeros. Empezaron por el despacho de Bovary, y dejaron fuera del inventario la cabeza frenológica, por ser considerada “instrumento de trabajo”; pero no ocurrió lo mismo en la cocina, ya que allí tomaron nota minuciosamente de los platos, de las ollas, de las sillas, de los candelabros…Y su existencia quedó expuesta ante la mirada de aquellos tres hombres como un cadáver al que se le practica la autopsia».
[G. Flaubert, Madame Bovary, tercera parte, VII, 1857 (traducción de Juan Bravo Castillo, 2001) /”Seré tu desahuciador”, El País (Domingo), 12 febrero de 2012]
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