LAS HIJAS DE PANDIÓN. Por José Manuel Colubi Falcó

Filomela y Progne
Elizabeth Jane Gardner
1837-1922

«Una sola golondrina no hace primavera», dice un refrán griego que, entre otros, nos ha transmitido Aristóteles. Una, no, pero más, sí: siempre se ha tenido a estos simpáticos pajarillos por nuncios o mensajeros de aquélla. Lo son, ciertamente, y a menudo los poetas los han saludado llamándolos «hijas de Pandión». Poético nombre, sí, pero fruto de una trágica historia que Ovidio (Metamorfosis VI, 426 s.) relata con tintes sombríos.

El tracio Tereo, hijo de Ares, dios de la guerra, se casa con Progne, hija de Pandión, rey de Atenas. En mala hora, porque, según nos cuenta, ni Juno, protectora del matrimonio, ni Himeneo ni Gracia prestan asistencia a su lecho, y las Euménides –también Erinias o Furias- lo preparan portando antorchas robadas de un entierro; además, un nefasto búho pone sus reales en el techo del tálamo nupcial. Pésimos presagios, pues, para esas bodas.

Pasados cinco años y nacido ya un hijo, Itys, Progne suplica al marido que le permita visitar a su hermana Filomela o que éste se llegue a su corte. Tereo accede y, tras dura navegación, a vela y a remo, toca por fin las playas del Pireo. Llegado a palacio, cuando está exponiendo al suegro el motivo de su viaje llega a presencia de ambos Filomela, rica por su atavío y más aún por su belleza, que cautiva a Tereo. Presa de irresistible pasión, ardiente como cuando «se pone fuego bajo las canas espigas o se quema el follaje y las yerbas almacenadas en los heniles», éste consigue, con vanas promesas, el viaje de aquélla. Mas una vez llegado a sus playas, el rey viola a la joven y la encierra en un caserío, no sin haberle cortado la lengua para impedir que contara su suerte a Progne. Pero la astucia femenina no cesa: Filomela teje una tela con marcas que son la denuncia del hecho y por medio de su sierva la envía a Progne, entonces abatida por la desgracia que, según Tereo, acabó con la vida de su hermana. Sabedora ya de lo sucedido, ésta, como bacante en las fiestas de Baco, va en busca de Filomela y junto con las demás ménades la libera. Y se urde la venganza: matan a Itys y en una cena se lo sirven al rey, quien, una vez saciado, pide que le traigan al hijo. «Dentro tienes a quien pides», responde la madre y Filomela muéstrale la cabeza del niño. Enfurecido, Tereo quiere matarlas pero los dioses las metamorfosean, a una, Filomela, en ruiseñor, que en el bosque llora su desgracia con triste canto, y a Progne en golondrina, de plumas manchadas del sangre; también a Tereo, en abubilla, cuya cresta parece el casco de un guerrero y el pico su lanza.

Banquete de Tereo
Peter Paul Rubens
1577-1640

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