RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (3ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

Doña María de las Mercedes de Borbón Dos Sicilias
1910-2000

TERCERA PARTE

Un día supe que andaba contando que su madre lo había tenido en el hospital de la Cruz Roja, donde hubieron de hacerle la cesárea. Resulta que en esos días estaba en Sevilla doña María de las Mercedes de Borbón,esposa de don Juan de Borbón y madre de nuestro anciano rey Juan Carlos. La señora, que vivía en Portugal, o alternativamente en Portugal y Suiza, había ido a Sevilla a ver a su padre, ya moribundo. Total, que doña María de las Mercedes visitó también el hospital de la Cruz Roja. Una vez en él, de entre todos los recién nacidos sólo cogió en brazos a uno, precisamente a Ramirito. Y Ramiro va haciendo gracias por ahí diciendo que es «hermano de brazos» de Juan Carlos, porque si hay hermanos de leche, de sangre, de cría, etcétera, también los hay de brazos. Y que él y Juan Carlos lo son. La cosa tendrá gracia o no la tendrá, lo que pasa es que el niño protagonista de hecho, que ocurrió el 24 de Marzo de 1955, dos días después de haber sido extraído por cesárea, no fue Ramiro Ruiz Gantero, sino un servidor, Raúl Roca Gales, que había nacido en las circunstancias descritas. Soy yo, por tanto, quien ostentaría el título de hermano de brazos de Juan Carlos I. Que Ramiro se apropiara de esa forma de lo que me había sucedido vino a demostrarme con rotundidad que lo que hace Ramiro no es escuchar y discernir, sino que lo suyo es absorber lo que flote, circule o vibre por el aire, convirtiéndola en una más de las cosas de Ramiro, que, dicho sea de paso, nació en la misma casa donde vive, en 1949 y sin distocia de ninguna clase.

Recuerdo ahora cuando lo jubilaron anticipadamente en la fábrica de vidrio en la que estuvo durante veinticinco años. Hace de eso unos diez. Fuí a recogerlo con el coche porque después íbamos a Sevilla. En la puerta estaban el gerente, todos los de la oficina (donde trabajaba) y los encargados de los talleres, observando al prejubilado mientras se alejaba de la factoría. No sé si lo que hacían era despedirse de un querido compañero o si comprobaban su partida por parecerles increíble. Ya en Sevilla, y yendo los dos por una casi desierta calle Trajano en busca de la gestoría en la que Ramiro tramitaba un asunto, dos jovenzuelos se cruzaron con nosotros, casi a la carrera, preguntándonos en ese momento: «¿Sabe usted cómo va España?». «¡España va bien!», gritó Ramiro. Los chavales echaron a reír con estrépito. Era el día, y la hora, en que la selección española de fútbol se las veía con la de Dinamarca. Esas ocurrencias, que de todas formas prodiga poco, son las que hacen que a veces merezca la pena estar a su lado.

A Ramiro le exasperan las molestias impuestas e innecesarias. Leonardo me contó que una tarde, serían las tres y media, sonó el teléfono. Lo cogió Teresa. Era una de esas odiosas llamadas comerciales y la hermana de Leonardo, disculpándose, colgó de inmediato. A las cuatro volvieron a llamar. Esta vez, al ver que de nuevo aparecía en el reconocedor la leyenda «NÚMERO PRIVADO», nadie cogió el aparato. A las cuatro y diez sonó de nuevo el repiqueteo y esta vez fue Ramiro a contestar, haciéndolo de esta manera: «Señorita, ¿está su jefe ahí cerca?». Parece que la señorita siguió con su trascendental tarea informativa sin hacer caso de la pregunta de Ramiro. «Pues mándelo usted a la mierda de mi parte, señorita». Pero la tal vez atada al desesperante parloteo siguió perorando sin desmayo, de modo que Ramiro, sin alterarse demasiado, le soltó, colgando después: «Pues vaya usted a la misma mierda que su jefe, señorita». Totalmente excesivo, y, por desgracia, tan inútil como querer detener el oleaje del mar. Antes podremos acabar con el mar que con su oleaje.

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SEGUNDA PARTE


CUARTA PARTE

3 comments.

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