CARTAS A OLGA (5). Por Mario Cortés (2009). Con «Nota Preliminar» a los «Tres avances fúnebres» de Alberto González Cáceres

 

Benjamín Franklin

 

Bueno, Olga, lo que te envío en esta y en las próximas entregas es lo último (que yo sepa en este momento) que Alberto escribió y que hasta ahora me he negado a descubrirte: unas necrológicas escritas por un moribundo y que serán póstumas. Es para reírse, que además creo yo que es para lo que las escribió Alberto. O no o sí y no. No es que la muerte le resultara indiferente, al contrario, es que la encontraba divertida; tomaba de ella sólo sus aportaciones positivas, si bien él no veía otra clase de aportaciones: tanto esto y lo otro, tantas alegrías y tantos sufrimientos, y a morirse, el que quiere y el que no quiere, de una manera o de otra, rabiando o más plácidamente que una mosca cuando llega el frío. Según me dijo, estaba preparando un tratado que hubiera titulado «La importancia de la muerte en la presunción de la vida». No sé si, de haberlos, podré encontrar los apuntes. «Todo lo que apunta, además de un brote, puede ser un final que, brotando indicante, sea al mismo tiempo un acicate inútil», decía Alberto, y cito de memoria, que le dijo James Franklin a su hermano Benjamin, después de leer los primeros poemas de éste.

 

  Periódico fundado por James Franklin

en 1721

 

          Afonso no ríe. Sólo llora. Ahora Alberto no podría decir sobre Afonso aquello de «es feliz». Está casi todo el día asomado a la parte posterior de la casa, mirando al campo, como si Alberto fuera a aparecer surgiendo de entre los sembrados.  

            Te envío en primer lugar la nota preliminar. Después irán una por una las tres necrológicas. Me pregunto cómo Alberto podía estar tan al tanto de algunas de las cosas de estos tres amigos, habiendo estado sin ir por Alcalá estos últimos años. Me lo pregunto, pero enseguida hallo la respuesta si tengo en cuenta que tenemos otro amigo que no ha dejado de estar en estrecho contacto con Alberto hasta hace muy poco. Delante de mí tengo algunas de sus cartas: me las llevaré a Alcalá para entregárselas (no tienen ni un cuarto de interés que las de Pablo a Fernando. Puedes decírselo si es que antes no ve él mismo todo esto en el ordenador, en el caso de que haya aprendido a manejarlo).

            Las necrológicas te las mando tal y como las ha dejado Alberto, con su título y los subtítulos y todo. No puedo dejar de decirte que al leer esas notas he advertido con más claridad que su inteligencia estaba ya un tanto, si no menguada, sí que desvariada; algo pirada, creo que es la palabra. Me parece que ni un elucidario nos ayudaría a poner en claro lo que quería decir en algunos pasajes. Pero cumplamos la voluntad de nuestro amigo.

            Nos vemos en Alcalá dentro de un mes, porque al final tendré que quedarme más tiempo para intentar arreglar algunas cosas, sobre todo las relacionadas con Afonso, que Alberto no pudo dejar zanjadas.

 

 

 

Desafiando a la muerte 

 

 

Tres avances fúnebres

                                                         

                      por Alberto González Cáceres

En Monsaraz, año 2009

 

 

 

 

 

Nota preliminar

 

El propósito que me ha llevado a redactar estas reseñas necrológicas no ha sido otro que el de hacer un gran favor a quienes las protagonizan. Trato, sencilla y cabalmente, de que tengan el privilegio de conocer algo de lo que habría de escribirse sobre ellos si más o menos en estos momentos hubiéramos de despedirlos para nunca más verlos en forma carnalmente animada. Es, pues, para ellos, una manera de recibir en vida ese tipo de recompensa siempre inhábil, por tardía, que es la exaltación fúnebre. Que sobre esto se pueden hacer mil comentarios, ingeniosos unos, torpes otros y casi todos impertinentes ya lo sé. Yo mismo podría verter aquí una cantidad considerable de ellos. Pero lo que tratamos es cosa seria; no me refiero a la muerte, que es sólo punto y final de todo, de lo serio y de lo vano, de lo risible y de lo profundo; sino que la seriedad de la necrología radica en que debe ser una retrospección sobre una determinada persona a la que se tiene en una consideración, favorable o no, de mayor relieve que la concedida a otras.

            Para los quedado vivos, no para los idos, es la pena, la nostalgia, el vacío que no es vacío sino hueco sin fondo por el que va pasando todo lo que no podemos retener y ya nos resulta impalpable, algo así como si desde lo alto de un hueco de escalera viésemos bajar, vertiginosamente, niños y viejos, nueras y sobrinos, policías y delincuentes gritando alegremente mientras a saltos salvan dos o tres escalones a la vez. Quiero decir, no obstante, que estos tres reseñados no deben sentirse asomados a ese hueco sin fondo por el que contemplarían pasar lo que acabo de decir en el párrafo anterior, aunque si quieren pueden hacerlo: están vivos y estarán muertos, pero aún les resultan palpables sus vidas y las de los demás. Eso sí, retener, lo que se dice retener, no creo que puedan. Es un poco lioso esto pero tan preclaras cabezas no tendrán dificultad para entenderlo, cómo dudarlo. 

            Forzosamente he tenido que omitir las causas del fallecimiento de cada uno de estos futuros finados, aunque hasta cierto punto pueda preverlas. De la misma forma he tenido que obrar respecto de la fecha de cada óbito, cosa ésta casi imposible de anticipar, por más que sepamos que cada día que pasa más cerca está. Un día de estos, diría un indelicado.

            En todos los casos aparecen con un suave camuflaje los nombres de estos aún no finitos; me ha parecido conveniente deformarlos, los nombres, porque, al no estar sobre aviso los reseñados ni sus familiares, la contemplación de sus verdaderos nombres en estas necrológicas pudiera causar algún disgusto entre los más allegados, quién sabe si también algún alborozo en quienes no lo son tanto.

            No ignoro que esto de las necrológicas dará pábulo para especular sobre mi estado mental, pero sé que al final (no al final del todo) se darán cuenta de que lo que hago es lo más razonable del mundo. Fíjense si estoy bien de la cabeza, yo, que miro a la muerte cara a cara, incluso a la de los otros, cuya vida aprecio más que la mía, porque ¿a qué vivir sin los demás? (sin que en el «los demás» tenga que incluirse todo el mundo). Hay para quien la vida no es más que una esfera plana en la que estamos zangoloteando hasta que ya ni hablamos ni paulamos. No comparto esa apreciación. Tampoco diré cuál es la mía: no encuentro a nadie que esté preparado para oírla.

            Antes de entrar en materia he de manifestar que si los que ahora van a verse en las notas fúnebres no se sienten satisfechos con lo que en ellas se desliza, afirma o sugiere, lo que pueden hacer es, en el tiempo que les quede, procurar mejorarse. Sin dormirse, que nunca se sabe. Por mi parte, estoy seguro de haberme excedido en lo laudatorio.

            De otra cosa quisiera que ellos estuvieran tan seguros como lo estoy yo: de que no seré, por serme de todo punto imposible, quien les haga las definitivas. Ya lo verán. Yo es como si lo estuviera viendo.

 

 

CARTAS A OLGA (4). Por Mario Cortés (2009)

PRIMER AVANCE: LA LEJANÍA DEL PODER. Alberto González Cáceres (2009). Publicación «post mortem». Texto cedido por Mario Cortés (2010)

2 comments.

  1. […] […]

  2. […] de Alberto la he hallado recientemente ¡debajo del frigorífico! Y eso gracias a que el mulato Afonso se prestó, por fin, a retirar el aparato para limpiar. Data del año 2008. Mario […]

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