Naturaleza Muerta, 1949. V.N. (tinta sobre papel, 20×14,99). Texto Publicado en Revista Renacimiento)
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Vicente Núñez repasa e incide el mundo, y sus «corbeilles», como ríos de añiles se infunden a manera de prismas en composiciones de una grave y grande atracción.
Si en los dibujos que él inicia en la década de los cuarenta se apunta a alguna expuesta diana, ésta sería la de insinuar en el bloque mismo de sus maclas el atroz estado de desamparo y sospecha que establece sobre todo lenguaje constituido
Del andamiaje o predela, refinado y brutal, Vicente desustenta la forma; y su campo óptico se justifica en los agudos, secos y acerados cristales cubistas donde las vanguardias europeas habían ya de antemano advertido su Imagen y plectro.
Discípulo mudo del cine, lo que fascina a Vicente del arte de los grandes maestros es lo que Eisenstein había explicitado como montaje. La sistematización de los distintos e intangibles puntos de fuga, la deriva afásica por la que todos los discursos se teselan, abandonan y concitan por siempre en los conflictos múltiples e íntimos de su sintaxis.
Cruje la palabra y sus venas arden en un holocausto final para la oscuridad y la muerte.
A.L.