(1897-1944)
«Yo era eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria». De esta manera se describía a sí mismo el periodista y escritor sevillano Manuel Chaves Nogales (1877-1944) en 1937, en su prólogo a a su libro A sangre y fuego. En su breve autorretrato vemos su estilo: directo, sin las florituras que pudiéramos prever de su ascendiente andaluz.
Descubierto desde no hace mucho por el público lector, Chaves Nogales es uno de los principales periodistas españoles del siglo XX. De su mano salieron además de multitud de artículos y reportajes, libros tales como Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas (1934), El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934) y la obra que hoy referimos: La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (1929).
Este libro recogía y ampliaba una serie de reportajes, escritos en 1928 para el periódico madrileño Heraldo de Madrid, que supusieron una gran novedad para la época ya que el medio de transporte utilizado fue el aéreo. Nuestro autor recorrió más de 16.000 kilómetros por toda Europa, destacando su periplo por la URSS que estaba moldeando Stalin. La importancia de su experiencia soviética, explica el subtítulo que le dio a su libro en 1929.
Kafka
(Pintura sobre un muro en una calle de Praga)
[Foto: LGV Checoslovaquia 1991]
Pero pasemos a lo que nos interesa. A su vuelta a España tuvo dos breves paradas en tierras del extinto imperio austro-húngaro: Praga y Viena. En este artículo nos dedicaremos a la primera, y la ciudad imperial la dejaremos para otro siguiente.
Lo primero que le llama la atención al sevillano es el contraste entre las tierras checas y las alemanas, donde dominaba un paisaje imperialista e industrial. Ya en 1929, Chaves Nogales intuía algo que él mismo corroboraría en sus espléndidas crónicas sobre los primeros meses de la Alemania nazi cuatro años después.
Frente a lo alemán se encontró, al cruzar la frontera, el localismo y el ruralismo de la joven Checoslovaquia, esa república creada por honrados profesores. A nuestro paisano les eran simpáticos estos democráticos y pequeñoburgueses eslavos, pero no ocultaba su escepticismo frente a la ideología en la cual se basaba la nueva república: el nacionalismo checo, de un «irredentismo rencoroso y cerril». No obstante este nacionalismo eslavo se contrapesaba por «las minorías nacionales, que a su vez se contienen unas a otras, dando este feliz resultado de un estado democrático, liberal, culto y europeo, a pesar de que en el fondo no hay más que unos fermentos nacionalistas, unas primitivas e inciviles diferencias étnicas».
Músicos en el puente de Carlos(1)
[Foto: LGV Checoslovaquia 1991]
El mal del nacionalismo, que destruyó al imperio Habsburgo, estaba en el acervo de las nuevas repúblicas que salieron de las nuevas naciones austro-húngaras. El autor siempre se declaró contrario al nacionalismo bárbaro, que como un veneno destruiría desde dentro a las nuevas naciones. Aunque aparentemente en Checoslovaquia se respiraba todo lo contrario. Leamos como describía una de las plazas de Praga donde… «una muchedumbre abigarrada de campesinos, provincianos y pequeños comerciantes de todas las razas, checos, eslovacos, alemanes, magyares, ruthenos, judíos y polacos (…) discuten y regatean cada cual en su lengua, todos pobres, todos laboriosos, todos buenos ciudadanos».
Una imagen que nos recuerda la que vimos en la obrita de Sandor Marai cuando éste describe la vida de una ciudad de provincias, donde bajo el aparente multiculturalismo, como hoy lo llamaríamos, se amasaba el rencor tribal.
Pero para Chaves Nogales, aun aceptando el trasfondo cerril, Checoslovaquia representaba, de alguna manera, esa herencia integradora y diletante del viejo imperio. Como una especie de mini-imperio-austrohúngaro, la valiente república era todo lo contrario al modelo austroalemán del Anschluss (que llegaría nueve años después). Nuestro autor hace hincapié en que el estado checoslovaco «postulaba la unión económica de todos los pueblos de la antigua monarquía austro-húngara sin daño de su independencia política». Muestra de ello fue la implantación en su sistema educativo (recodemos que fueron profesores los padres de la patria) del plurilinguismo. Los niños estudiaban además del checo, el eslovaco, el alemán y el inglés o el francés.
Músicos en el puente de Carlos(3)
[Foto: LGV Checoslovaquia 1991]
Diez años después de lo escrito por Chaves Nogales todo esto quedó en nada, en cenizas de la historia, y la amable república de profesores ya no existiría. En sus plazas ya no se respiraría jamás el espíritu imperial y a la vez republicano. En 1939 gobernaría con brutalidad el Reichprotektor de Bohemia y Moravia, Heinrich Heydrich, el segundo al mando de las SS. Desde el castillo de Praga, el mismo en que vivieron los alquimista del emperador Rodolfo, se impondría otro imperio, el imperio racial e industrial nazi que aplastaría a sangre y fuego a la que Chaves Nogales llamó como «la patria de los trotamundos».
Músicos en el puente de Carlos(6)
[Foto: LGV Checoslovaquia 1991]
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SIEMPRE NOS QUEDARÁ VIENA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 8). Por Pablo Romero Gabella
EL VALS INFINITO. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 11). Por Pablo Romero Gabella