1832-1899
1863-1923
Es cosa común referirse a Emilio Castelar como el mejor orador que pisó la Carrera de San Jerónimo. Tal fue así en su famoso discurso del 2 de enero de 1874 ante las Cortes de la I República. En dicho momento ponía a disposición del legislativo su cargo de Presidente de la República, que durante varios meses había sido investido, por las mismas Cortes, de poderes dictatoriales debido a la situación de caos en la cual vivía España. Como si fuera un Cincinato decimonónico dijo a sus señorías: «Lo necesario, lo urgente es crear lo estable…, llamar a la eficacia a todos los partidos liberales a su seno, desposeerse del egoísmo que acompaña al poder para tornar la expansión infinita que ha menester la democracia, atraer a todas las clases, demostrando a unas que en ella el progreso es seguro, aunque pacífico, y a otras que en ella la necesidad de la conservación se impone con la más incontrastable de las fuerzas, con las fuerzas de toda la sociedad». Cuán diferentes son estas palabras a las de otro gran orador parlamentario, según palabras de Francisco Umbral, que disfrutando de la mayor mayoría absoluta de las posibles le dice al líder de la oposición: «No vuelva usted aquí a hacer y decir nada. Ha sido patético». El presidente Mariano Rajoy no ha podido evitar que el tic le haya salido, ese tic autoritario y que mira desde las alturas a los contrarios, que de adversarios pasan a ser enemigos, a los cuales se les niega el pan y la sal. Mariano se ha podemizado, ha adquirido ese tono eclesial (de Iglesias, me refiero) que nos recuerda a todo lo peor que se ha parido en la Carrera de San Jerónimo y cercanías.
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