[De autor anónimo para nosotros]
Debemos al historiador Dionisio de Halicarnaso una obra importante para el conocimiento de los primeros tiempos de Roma, la Romaïke Arkhaiología, que suele, regularmente, traducirse por Historia antigua de Roma y también por Antigüedades romanas. En ella, en libro III, 68, describe el circo —en griego, hipódromo, porque allí tenían lugar las carreras de carros tirados por caballos— que mandó construir el rey Tarquinio. Traduzco el texto del pasaje, que dice así:
«Construyó también Tarquinio el más grande de los hipódromos, el situado entre el Aventino y el Palatino, y fue el primero que hizo asientos a su alrededor bajo techado sobre gradas (pues hasta entonces contemplaban de pie los espectáculos), con tarimas de madera sobre vigas, y habiendo dividido los lugares en treinta fratrías [en Roma, curias], a cada una le atribuyó una parte, de suerte que cada uno contemplara el espectáculo sentado en el lugar correspondiente. Pues bien, con el tiempo esta obra iba a figurar entre los muy hermosos y admirables edificios de la ciudad. En efecto, la longitud del hipódromo es de tres estadios y medio [el estadio equivalía a seiscientos pies, 185 metros], la anchura, de cuatro pletros [el pletro equivalía a cien pies, unos 35 metros]. A su alrededor, siguiendo los lados mayores y uno de los menores, se ha cavado un canal para la recogida del agua de diez pies de profundidad y de anchura. Detrás del canal han sido construidos pórticos de tres pisos; de éstos, los que están a ras de suelo tienen, como en los teatros, asientos de piedra que sobresalen un poco unos de otros, y los superiores, de madera. Los mayores se unen en uno mismo y se enlazan uno a otro cerrándose mediante el más pequeño, que tiene forma de media luna, de suerte que de los tres se crea un pórtico anfiteatro de ocho estadios capaz de acoger a quince miríadas (150.000) de personas. El restante de los lados inferiores, que se extiende al aire libre, tiene barreras abovedadas que se abren todas a un mismo tiempo por medio de una cuerda. Hay también alrededor del hipódromo, por el exterior, otro pórtico de un solo piso que en su interior tiene tiendas y sobre éstas casas, por el cual, junto a cada tienda, hay entradas y subidas para quienes vienen a [presenciar] el espectáculo, de suerte que en nada se estorban tantas miríadas de personas cuando entran y sale.»