EL MAESTRO Y EL NIÑO ALBERT CAMUS. En el aniversario de su nacimiento.

 

albert-camus2Albert Camus

1913-1960

 

«Después venía la clase. Con el señor Bernard era siempre interesante por la sencilla razón de que él amaba apasionadamente su trabajo. Fuera el sol podía aullar en paredes leonadas mientras el calor crepitaba incluso dentro de la sala, a pesar de que estaba sumida en la sombra de unos estores de gruesas rayas amarillas y blancas. También podía caer la lluvia, como suele ocurrir en Argelia, en cataratas interminables, convirtiendo la calle en un pozo sombrío y húmedo: la clase apenas se distraía. (…) Siempre sacaba del armario, en el momento oportuno, los tesoros de la colección de minerales, el herbario, las mariposas y los insectos disecados, los mapas o…que despertaban el interés languideciente de sus alumnos. Era el único en la escuela que había conseguido una linterna mágica y dos veces por mes hacía proyecciones sobre temas de historia natural y geografía. En aritmética había instituido un concurso de cálculo mental que obligaba al alumno a ejercitar su rapidez intelectual. Lanzaba a la clase, donde todos debían de estar con brazos cruzados, los términos de una división, una multiplicación o, a veces, una suma un poco complicada. «¿Cuánto suman 1.267 y 691?» El primero que acertaba con el resultado justo ganaba un punto que lo acreditaba en la clasificación mensual. Para lo demás utilizaba los manuales con competencia y precisión… Los manuales eran los que se empleaban en la metrópoli. Y aquellos niños que sólo conocían el siroco, el polvo, los chaparrones prodigiosos y breves, la arena de las playas y el mar llameante bajo el sol, leían aplicadamente, marcando los puntos y las comas, unos relatos para ellos míticos en que unos niños con gorro y bufanda de lana, calzados con zuecos, volvían a casa con un frío glacial arrastrando haces de leña por caminos cubiertos de nieve, (…).»

[Camus, A. (2009) El primer hombre. Barcelona: Tusquets Editores; págs. 126-127]

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