DE AQUÍ A LA ETERNIDAD. Por Joaquín de Grado

grúacallelamina LGV 2013

(Foto: Grúa de la calle La Mina [Alcalá] LGV 2012)

Puedo escribir las cosas más tristes esta noche (es de noche). Escribir, por ejemplo, sobre Esperanza Aguirre y su hermanastro y ahijado, el superagente Carromero. O sobre el Montaje Real requeteemitido desde el 4 de enero. O de la subida de la luz, mejor dicho de la primera subida de la luz de este año, por si nos la cortan y hemos de decir, siguiendo al poeta: La noche está estrellada y ella no está conmigo (de los de tiritan los astros a lo lejos, nada: tiritaremos nosotros). Y así de tantas cosas. Pero no.

            Lo haré de algo que según todos los indicios perdurará más que el actual estado de cosas, estado que, como ya saben hasta los más estúpidos, no aspira a ser eterno, sino a empeorar eternamente. Se trata de una parte o elemento del paisaje alcalareño (habrá otros municipios con lo mismo, claro, pero la culpa de otros no condona la propia). Circulen por algunas calles con la cabeza alta, no por orgullo, que en lo colectivo no hay motivo para ello, sino para divisar unas moles a las que hace unos años se las conocía con el nombre de «grúas», y que permanecen ahí, sin cometido, como asombradas de sí mismas. «¿Qué hago yo aquí?», parecen decirse.

            Es muy posible que dentro de unos años (los que sean), ya no sigan ahí. No porque se hayan finalizado las obras, cosa improbable donde las haya, sino porque las haya hecho caer su propio e inevitable deterioro, o porque lo haya hecho el viento (remember Bazar España). O el deterioro o el viento (en cualquier caso con consecuencias terribles), porque ponerse a esperar algo de la autoridad competente…

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