«ALLONS ENFANTS DE LA PATRIE, “MI HERMANO”!». De la serie «RECORTES», Nº 55. Por Pablo Romero Gabella

Escultura de soldados Arad 2001 LGV
Escultura de soldados
(Foto: LGV 2001 en Arad)

«La Revolución ocasionó un cambio radical en las fuerzas armadas: diezmó los viejos cuerpos de oficiales, abrió nuevas vías de promoción y provocó el amotinamiento de muchas unidades. Los ejércitos no existen simplemente para combatir guerras extranjeras. La fuerza armada sería necesaria para mantener la paz. La Revolución comenzó a juntar y entrenar una nueva fuerza con la intención de mantener el orden público y promocionar la participación ciudadana: la Milicia Bolivariana, ejército personal del líder que recibe instrucción militar y tiene algunas unidades bien equipadas. Probablemente no cuenta con más de 30.000 efectivos, pero se pretende aumentar la dotación a 100.000, con una guardia territorial dividida en 300 brigadas, llamadas “cuerpos especiales de resistencia”. Desde abril de 2012 existe asimismo un comando-antigolpe que manda el general Clíver Alcalá, formado por miembros de élite de las milicias. Pero no por ello dejan de montar guardia las Fuerzas Armadas, cuya alta oficialidad ha sido formada o persuadida por el chavismo, que ya ocupa puestos de alta responsabilidad en la dirección del Estado. En cierto sentido, esta transformación de las fuerzas armadas estaba rompiendo las barreras entre la vida “militar” y la vida civil. La Guardia Nacional, se estaba convirtiendo en el símbolo  más visible del cambio político. Y al fondo aparece el contingente cubano, entre civiles y militares unos 60.000 expedicionarios, que representa el vital interés de La Habana en seguir recibiendo petróleo de ocasión así como consolidar en Caracas un presidente a la vez financiador y discípulo del castrismo. Si la oposición llegara a la presidencia, podría en teoría, poner firmes, desmantelar, purgar y renovar todo ese nutrido establecimiento, para lo que contaría con el apoyo de oficiales retirados que han emitido un manifiesto protestando por la presencia de unidades militares cubanas en el país. Pero ahí está esa incrustación chavista en el Estado, cuando menos a guisa de advertencia. La guerra, subrayó Robespierre, “acostumbraría a los soldados a la obediencia pasiva, los separaría del pueblo” y provocaría “la idolatría hacia el jefe supremo del ejército. Nadie quiere a los misioneros armados.»

[M.A. Banister, «El hombre del fantasma», El País, 9 de enero de 2012 / David A. Bell, La primera guerra total. La Europa de Napoleón y el nacimiento de la guerra moderna, Madrid, 2012, páginas 155 y 164-167 (traducción de Alvaro Santana), 1ª ed. norteamericana, 2007]

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