—El presentador del libro da un número de teléfono.
—Siempre quiso ser un niño de San Ildefonso.
—Desde luego con ese número no ganaremos el Niño.
*
—Y de pronto, en el escenario donde se acaban de sentar los músicos, apareció una concejal y leyó cuatro folios de nada.
—El público le silbaría.
—No, se quedaron quietos y callados como si los hubieran hipnotizado.
—¡Cuánto aprendió ella en su anterior vida de televidente!
*
—Duró tanto la presentación que no quedó tiempo ninguno para el conferenciante.
—¿Y en qué quedó la conferencia?
—Fue lo mejor.
Al decir CUATRO FOLIOS DE NADA, ¿qué dices, que no tenía o no había nada, que era la vacuidad “enfoliada”? (Aunque cuatro folios son cuatro folios). Y el del teléfono, ¿qué era, el teléfono de la esperanza? Respecto de la presentación… ¿no será que todo fue una representación en el mal sentido de la palabra?
Posted by R.R.G. on diciembre 28th, 2012.
El número era el del teléfono de un foro (subvencionado por los gerifaltes municipales para darle a su régimen una pretendida pátina de pseudocultura). Los cuatro folios, cuantitativamente, eran cuatro folios cuatro, no a las cinco de la tarde, sino a las diez de la noche, por lo menos. Y la presentación, sí, una representación en el peor de los sentidos de esa palabra. Respecto del libro, representado, no me han quedado ganas para leerlo, aunque lo compré, por representación…
Gabi
Posted by Gabi M. U. on diciembre 28th, 2012.