EPITAFIOS ROMANOS (I). Por José Manuel Colubi Falcó

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Epitafio portugués en el cementerio de Monsaraz
Foto: LGV 2012

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Es noviembre, mes noveno del calendario agrícola, que deja un espacio de sesenta días, el corazón del invierno, no aptos para las faenas de la tierra. Entre nosotros, es el mes de los difuntos, el de su recuerdo en familia; de ahí que, siguiendo la costumbre, hayamos elegido como tema su conmemoración como aparece en las inscripciones de los sepulcros adyacentes a las vías romanas. Porque los sepulcros se hallaban extra urbem, fuera de la urbe, junto a los caminos, y aquéllas advertían, por boca del difunto o ajena, a los viandantes de la brevedad de la vida, de la suerte del Hado, etc. Veamos algunas que ofrece el hermoso libro, ya citado, de don Ángel Pariente.

…………Algunas exigen el siempre debido respeto a los muertos, bajo amenaza de terribles penas para el infractor, como el que sigue: «D. M. [A los dioses Manes, almas de los difuntos divinizadas]. Tulio Héspero hizo para sí un ara donde yacieran sus huesos. Si alguien los violare o de allí los sustrajere, deseo que con dolor de cuerpo viva largo tiempo y, cuando muerto fuere, no lo reciban los [dioses] de allá abajo.» Otras dicen cuál ha sido la norma de su vida y piden venia para sus pecados por error; así éste: «Yo hice bien a todos los míos. Vosotros, a los que por error desdeñé, me perdonaréis.» O bien expresan los deseos y elogios de una madre: «Hijo mío, buen descanso hayas. Tu madre te ruega que la recibas junto a ti.» y «Un monumento erigió una madre afligida a su hija, que nunca hizo daño a su madre.» También las hay que recurren al hado para eliminar el dolor: «No te duelas, amigo, de mi muerte: hubo que morir. Así son los hados de los humanos. Al modo que las manzanas penden en el árbol, así nuestros cuerpos, inmaduros caen y maduros son recogidos.» Otras reflejan el excelente ejemplo que en vida dio el o la yacente, ajustado en todo a las normas romanas; abundan: «Aquí está enterrada Amyone, la [mujer] de Marco, muy buena y muy hermosa. Hiladora, pía, púdica, frugal, mujer de casa.»; o esta más larga, que habla al caminante: «Huésped, poco es lo que digo. Párate y lee. Aquí está el sepulcro no pulcro de una pulcra mujer. De nombre sus padres la llamaron Claudia. A su marido lo amó con [todo] su corazón, procreó dos nacidos: al uno lo deja en la tierra, al otro lo puso bajo tierra. Guardó la casa, hiló la lana. He dicho. Vete.» Y la que ensalza la sencillez y la humildad: «C. Gargilio Hemón, pedagogo, liberto, pío y virtuoso. Viví cuan largo tiempo pude, sin riña, sin controversia, sin deudas. Fui leal a los amigos, pobre de peculio, riquísimo de ánimo. Bien haya el que leído este título [sepulcral] mío.»

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