JENÓCRATES. Por José Manuel Colubi Falcó

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Jenócrates
Gottlieb Friedrich Riedel
(1724–1784)

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En 347 a. C. muere Aristocles, el hijo de Aristón y Perictíone, más conocido entre nosotros por su alias —Platón—, y deja abierta la sucesión en la dirección de la Academia, que desempeñarán, primero, su sobrino Espeusipo —hasta el 339 a. C.— y, luego, Jenócrates —hasta el 314 a. C.—.

…………Este Jenócrates, cuya biografía nos ofrece Diógenes Laercio, era natural de Calcedonia, «la ciudad de los ciegos», en la parte asiática del Bósforo, frente a Estambul, de la que hoy es un barrio, y fue a instalarse en Atenas para frecuentar la Academia y hacerse discípulo de Platón; según su biógrafo, vivía como meteco en esta ciudad y cierta vez, como no pudiera pagar el impuesto que le correspondía, fue subastado y comprado por Demetrio de Falero, varón ilustre, filósofo y hombre de estado, quien le devolvió la libertad y satisfizo el importe del tributo. Hombre de extraordinaria probidad, a pesar de ser extranjero fue enviado en calidad de embajador por los atenienses a diversas cortes para tratar de asuntos de estado, como refiere el relato, en latín, que traduzco y que aparece en el Ludus Latinus de don Ángel Pariente, un libro excelente para el aprendizaje de esa hermosa lengua. Dice así:

…………«El filósofo Jenócrates, varón sapientísimo, que había sido enviado por los atenienses a la corte de Filipo, rey de Macedonia, a fin de que tratara con éste de cosas importantes, gozaba de gran autoridad entre los atenienses. Así, Alejandro [Magno, hijo de Filipo], para conciliarse su ánimo, envióle en don cincuenta talentos, que en aquellos tiempos sobre todo era, entre los atenienses, una cantidad de dinero muy grande. Jenócrates llevó a los legados de Alejandro a la Academia, para una cena, y allí sólo les puso [lo bastante] para que satisficieran el hambre y la sed. Como al día siguiente le preguntasen a quién entregaran el dinero que el rey Alejandro había dado en don a Jenócrates, “¿Qué sucede? —dijo— ¿Es que no habéis entendido, por la cena de ayer, con cuán pocas cosas me contento? Yo no necesito dinero; devolved el oro al rey.” Como los legados se pusieron tristes, aceptó treinta minas, para que no pareciera despreciar la liberalidad del rey.

…………»Jenócrates, en cierta ocasión, hallándose presente en la conversación de unos amigos, él nada decía. Habiéndose preguntado por qué sólo él guardaba silencio, “Callo —dijo— porque muy a menudo me he dolido de haber hablado, pero nunca de haber callado”».

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