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«Fiestas reales por el felice naci-
miento del Serenísimo Príncipe de las
Españas, don Baltasar Carlos de Aus-
tria, nuestro señor, gloriosamente he-
chas por la insigne ciudad de Gra-
nada.»
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A las doce del mediodía entró en la plaza el comisario don Mateo de Lisón, vestido a lo francés, con ocho lacayos en el mismo traje, todos de telas ricas, plumas y guarniciones vistosas, y con él el laureado Francisco Moreno Abarca, vestido de español, ferreruelo, calzón y ropilla bordados de plata, cabos y plumas blancas y ochos lacayos turcos negros, vestidos de tela encarnada y plata.
…………Tomó su asiento la ciudad, y habiéndole tomado el Tribunal de la Santa Inquisición y el señor cardenal Spínola (que no quiso faltar al festejo de su príncipe), ocuparon el suyo los señores oidores de la Real Chancillería; no bien sentados estuvieron, cuando salió escombrando la plaza un ferocísimo toro, que, por tener vinculado el viento en sus pies, los vaqueros le llamaban «Torbellino». Hirió y maltrató a muchos hombres, con escandalosa lozanía, pero duróle poco esta gloria, porque a un mesmo tiempo entraron en la plaza don Pedro Francisco de Alarcón y Venegas, caballero el Hábito de Santiago, esclarecida sangre de los reyes de Granada, con trece lacayos encarnado y plata, y otros tantos rejones. Y don Fernando de Espinosa, veinticuatro de Granada, y gloria de los caballeros de Xerez, tan galán en ambas sillas, que él solamente en la una, se puede competir en la otra, prevenido también de rejones; y ambos los rompieron tan airosamente y con tanta gallardía, que se llevaron los ojos del pueblo. Mataron éste y muchos toros, siendo el alma de sus generosas acciones, horror mortal en los brutos y gloriosa admiración en el lucido concurso.
…………El cuidado de los comisarios tenía prevenidas tras mulas con cubiertas y tocas plateadas, bien adornadas de penachos y testeras, y apenas había caído el toro en el suelo, cuando le tenían fuera de la plaza (importante circunstancia de la fiesta).
…………Llegó la esperada noche, y habiendo despejado la plaza, empezaron a entrar por la puerta de Bibarrambla, en caballos artificiales, cuatro atabales, y dos trompetas, y tras ellos marchando diez y seis hombres armados en los mismos caballos con danzas y adargas, dieron vuelta a la plaza, y en medio de ella hicieron un vistoso caracol; luego se puso una tela, y empezaron a justar con lanzas de fuego, arrojando los caballos y jinetes por viseras y testeras gran número de cohetes sordos y tronadores.
…………Acabado este acto, se puso fuego al castillo, y fué tanta la confusión de bombas, tronadores, voladores y alquitranes y otras invenciones, que se vieron acreditadas las fabulosas aventuras de don Belianis de Grecia; llena la plaza de luces, se despojaron las ventanas de las hermosas jerarquías que las ocupaban, quedando esperando la fiesta principal para el martes siguiente.
…………Quisiera yo nuevo aliento y aliento y espíritu levantado, para saber decir la grandeza y obstentación con que Granada se vió este día; mas yo confío que no será despreciado este natural lenguaje, donde sin afectar locuciones, ni arrastrar auroras y planetas, humildemente ofrezco este breve epítome.
…………Entraron los comisarios con diferentes vestidos, mucho más ricos y costosos que los primeros, y ambos con calza, capa y gorra. Empezaron a disponer las cosas de su fiesta; y habiendo tomado asiento los tribunales en la forma ordinaria, se corrieron dos ferocísimo toros, que agitados de las garrochas amenazaban aun a los más bien prevenidos en su defensa. Tras desto, al son de varios instrumentos, hicieron su entrada los caballeros del juego, que fué en esta forma:
…………Los padrinos de las cañas fueron don Luis Lasso de la Vega, caballero del Hábito de Calatrava, corregidor de Granada y mayordomo del Serenísimo Infante don Fernando; don Juan Luis Ponce de León, caballero del Hábito de Santiago, señor de la villa de Zueros, que primorosa y acertadamente cumplieron con las obligaciones de su ilustrísima sangre y oficios.
…………Los caballeros que jugaron fueron treinta y seis, divididos en dos cuadrillas de a diez y ocho, y cada una de éstas en tres de a seis.
[…]
Vista de la Plaza Mayor de Madrid en 1623
Juan de la Corte
(Museo Municipal de Madrid)
Los peones o lidiadores de a pie las hicieron tan extremadas (las suertes) que alguno de ellos mató dos toros con una daga, siendo ambos remunerante despojo de su destreza.
…………Jugáronse las cañas tan acertadamente, que en ellas y en la escaramuza partida, se vió un vivo retrato de las veras, Divididos por los padrinos, prolongaron la fiesta más toros, y tras de los toros, un hermoso caracol guiado por el marqués de Armuña, que lo hizo extremadamente. Faltó la luz, y amanecieron los fuegos, porque lo mismo fué entrar en la plaza un poderoso elefante con una gran torre en la espalda, cuatro dragones y seis gigantes esgrimiendo montantes de fuego, que fué tánto el que de sí todos arrojaron, que parecía acabarse el mundo.
…………Dióse con esto fin a la más lucida fiesta que jamás se ha visto. Tal fué la aprobación de muchos señores y tal la aclamación del público; pero no se esperaba menos de tan cuidadosos comisarios, ni yo es posible que deje de quedar corto en tanta grandeza. Será Dios servido que por las bodas del Serenísimo Príncipe, cuyo nacimiento se celebra, goce España de mayores regocijos, habiendo la majestad de Felipe IV, padre suyo y señor nuestro, dilatado sus imperios por los términos del mundo para coronarle en ellos.
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