«De pronto resonaron las notas de La Marseillaise. Hussonnet y Fréderic se asomaron a la rampa. Era el pueblo. Todas las caras estaban rojas, chorreando de sudor; Hussonnet hizo esta observación:
-¡ Los héroes no huelen bien!
-¡Ah!, está usted provocador – replicó Frédéric.
-¡Qué mito! –dijo Hussonnet-. Ahí tenemos al pueblo soberano.
– El de los indignados es un movimiento interesante. No son revolucionarios, son rebeldes que representan una contestación, una protesta.
-¡Vámonos de aquí! –dijo Hussonnet- este pueblo me da asco.
-¡No importa! – dijo Frédréric- yo encuentro al pueblo sublime.
– El problema es que carecen de un pensamiento, de una vía para el momento inmediatamente posterior. Es lo mismo que ha sucedido en España y otros lugares. Los indignados hacen críticas justas, denuncian pero no pueden enunciar.»
[Gustave Flaubert, La educación sentimental, Madrid, 2007, pág. 368-370 (traducción de Germán Palacios), 1ª edición, 1869/Entrevista de J.M. Ridao al filósofo Edar Morin, El País, 14 de marzo de 2012, pág. 37]