LA RELIGIÓN DEL VOTO. Por Joaquín de Grado

Iba a escribir sobre la subida del IBI, pero como es casi inmaterial, prácticamente etérea de tan tenue, diré algo sobre una de las religiones más arraigadas en la sociedad, cual es la del voto. Lo que sigue no es un alegato contra el voto en general (¡válgame Lenin!), sino un apunte de retruécano a favor de no votar en estas circunstancias, en esta realidad concreta, aquí y ahora.

             Siempre han circulado sobre el hecho de votar algunos preceptos que todavía mantienen muchas personas, inocente o tendenciosamente. Hace días oí a dos muchachas asegurar que la abstención «se la lleva el que tiene la mayoría». No sé en qué estarán tituladas, pero en Despiste sacarían sobresaliente. «Hay que votar , porque si no votas no tienes derecho a quejarte». O sea, que el que no vota pero trabaja y paga impuestos no tiene derecho a quejarse. ¡Qué bonito!, ¡qué simpleza más subnormal! Un amigo contestó así a tamaña idiotez: «El que no tiene derecho a quejarse es el que vota». ¿No lo cogen? Pues está clarísimo: quien vota entrega un cheque en blanco, y puede que hasta su conciencia, al votado, ese que en ningún momento y bajo ningún concepto consultará al votante, ni le informará verazmente, ni intentará cumplir sus compromisos.

             Mejor piensa, antes de entregarte, que cómo vamos a forzar a cambiar de verdad las cosas si se sigue contribuyendo a mantener este infernal tinglado, que eso es lo que se hace si se vota en estas circunstancias, en esta realidad concreta, aquí y ahora. 

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  2. […] consciente y altiva, señaladora  de que votar, tanto en las generales como en las regionales —«aquí y ahora, en estas circunstancias», decíamos— era hacerlo por el mantenimiento de la dictadura. Eso es, de la dictadura. «A la […]

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