LA LIBERTAD DE NO VOTAR. María del Águila Barrios

Porque estamos en campaña, traemos a colación cinco citas sobre la libertad, cada una correspondiente a un autor distinto y todas traducidas del latín por José Manuel Colubi Falcó, y leídas por mí en un artículo suyo publicado en esta Voz de Alcalá.

En la primera de ellas no puedo evitar la emoción que me provoca la belleza sencilla de su enunciación: «¡Oh nombre dulce, el de libertad!» (Cicerón). En estos tiempos, sin embargo, viene esta emoción no sólo portando lo agradable, sino también lo penoso. Pienso que no todo el mundo está preparado para hablar de libertad. Yo misma no sé si lo estoy. Créanme, es una cuestión que me resulta difícil, porque tratar sobre ella es tan delicado, que cuando escucho a esos pendejos y mequetrefes con su cháchara, amplificada por los altavoces, sobre la dulce libertad siempre me quedo espantada.

Sí «La naturaleza a todos los pare libres» (Plauto), pero, en verdad, «La libertad la quieren pocos, una gran parte quiere amos justos» (Salustio). ¡Qué amos más injustos a horcajadas sobre nuestros lomos! ¡Cómo nos azotan para que como caballos de circo hagamos cabriolas y así creamos que somos libres!, mientras ellos ríen, porque seguro que les resulta gracioso, con nuestras volteretas. Porque saben que conducirnos a las urnas es cuestión de entretenernos un poco, quince o veinte días, no más. Claro «No hay servidumbre más torpe que la voluntaria» (Séneca).

En verdad, esta democracia no conduce a la libertad. Cuando una, creyéndose libre le dice a alguien que no va a votar el 20-N, ese alguien exclama «¡Con el sacrificio que supuso conseguir la democracia!» Y una se pregunta «¿y el sacrificio que supone lo carísimos que nos salen estos amos?» Y le acaba replicando a su interlocutor: «Precisamente por el sacrificio, querido amigo.»

Degenerada en partitocracia, que es sinónimo de podredumbre cuando se refiere a la democracia, vivimos bajo los atentados perennes de los políticos contra nuestra seguridad, patrimonio, salud, educación, justicia, empleo…, es decir, contra nuestra libertad. El político ya no es tal, sino un profesional que ofrece sus servicios bien remunerados a esas entidades con personalidad jurídica propia, en que han devenido hoy en día y desde hace demasiado tiempo los partidos, pero liberadas, ellas sí, de cualquier responsabilidad, y que en el diseño constitucional actual no tienen que rendir cuentas a nadie, mucho menos a los ciudadanos. Y lo peor de todo es que podré no saber definir lo que sea la actividad de los políticos, pero lo que sí puedo declarar sin dudas es que no se trata de una profesión.

Y vamos con nuestra última cita: «El libertinaje, que los necios llamaban libertad» (Tácito). ¿Imaginan que en las elecciones generales ustedes, como yo ya tengo decidido, no votaran a ninguno de esos amos injustos, que se nos presentan como candidatos campaña tras campaña,  y que recibieran claramente el mensaje de que ni siquiera acudimos a sus urnas a comulgar con sus ruedas de molino?

2 comments.

  1. Magnífico artículo. Los clásicos encuentran siempre lo universal. En la España actual la Libertad y la Democracia están secuestradas por una casta política que se siente cómoda con las listas cerradas y está hecha a las prebendas. Como dijo Émile Zola en su obra “Germinal”, “siempre habrá personas que vivan a costa del trabajo de los demás”

  2. Gracias Javier,

    Es para mí un verdadero placer que este artículo te haya gustado. Aparecerá en mi sección PEATÓN POR LA OTRA ACERA de LA VOZ DE ALCALÁ.

    Mª del Águila Barrios

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