En este caso las cosas han ido más allá. Y este ciervo ha perdido no sólo una batalla sino la guerra. Se ha tronchado una cuerna y la pata delantera izquierda está destrozada, aun así no se da por vencido.
No obstante, los buitres vienen desde muy lejos a levantar acta. Saben que algunos de estos bramidos son cartas de despedida, lamentos y testamentos en las plazas públicas de los ciervos enamorados.
Nuestro ciervo derrotado dobla. Aunque embistiendo al suelo que lo vio nacer hace varias décadas. Los rabilargos, siguiendo la ley de la vida, echan su mirada de nuevo al rey y su esplendorosa manada…
– ¿Pienso luego estorbo?
– Siempre hay un roto para un descosido.