LA TERMAS ROMANAS. Por José Manuel Colubi Falcó

Baño en Pompeya
Giuseppe Barbaglia
1872
(Fuente: The Archeology)

 

Séneca (epístola 86, 12) cuenta que los romanos de dos siglos y medio antes limpiaban a diario sus brazos y piernas de la suciedad del trabajo y lavaban todo su cuerpo los días de mercado (o sea, cada nueve), y que desde la invención de los baños limpios la gente era más puerca: «Bucilo huele a pastillas». Esos baños limpios, elegantes, son las termas.

             La palabra terma es griega (thermà loutrá, baños calientes), pero fueron los romanos quienes le dieron celebridad. Hay que citar las inauguradas por Trajano, y, sobre todo, las de Caracala, con capacidad para 3 000 personas y con 1 600 asientos en el caldarium. Veamos, pues, qué eran las termas.

             Había baños privados, algunos explotados como negocio, pero los más importantes eran estatales, las termas, que solían ser arrendadas a un particular, que cobraba una módica cantidad como entrada, aunque a veces un rico o un magistrado pagaba al arrendatario una cantidad global y obsequiaba al pueblo con entrada gratuita durante cierto tiempo. Abiertas a mediodía y cerradas al oscurecer, podía tener dos secciones, masculina y femenina, y, en caso contrario, se recurría al doble horario.

             El edificio del balneario o termal constaba de: horno subterráneo, llamado hypocausis, que calentaba el agua y difundía aire caliente por tubos situados bajo el pavimento y por cavidades de las paredes; vestuario, con bancos y nichos para objetos personales (apodyterium); frigidarium (sala de baños de agua fría, con piscina); tepidarium (estancia con bancos, preparatoria del baño caliente, de temperatura tibia); caldarium (sala de baño caliente, con bañeras o piscinas) y, aunque no en todos, los assa, sudatorios (laconicum, assa sudatio), la sauna, con disco de bronce en la cúpula que permitía graduar la abertura y la temperatura. Y como anexos, el sphaeristerium (local para la práctica de gimnasia o juego de pelota), el unctorium (sala para ungir el cuerpo), el destrictorium (para la limpieza corporal después del deporte y la unción del masajista) y, al aire libre, las tiendas de comidas y bebidas. La gente, naturalmente, llevaba a las termas aceites, cremas, toallas, etc.

             Como se ve, nihil nouum sub sole, no hay nada nuevo bajo el sol.

 

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