PROSTITUCIÓN SAGRADA. Por José Manuel Colubi Falcó

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Vividoras del amor (1906)
Julio Romero de Torres
1874-1930

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Otra vez recurrimos a Heródoto, hoy para la exposición de un fenómeno que podrá parecer chocante, sin serlo. Hay que prescindir de determinados prejuicios y ver en él la expresión de una religiosidad internacional que se manifiesta en el culto a esa diosa universal que es Afrodita, deidad del Amor, y del servicio que como hierodula o sierva sagrada debe prestar toda mujer para el mantenimiento de su culto y santuario. El relato (I, 199) dice:

…………«Y toda la costumbre más vergonzosa que tienen los babilonios es la que sigue: Toda mujer del país, sentándose en el santuario de Afrodita, debe ayuntarse a un extranjero una vez en la vida; pero muchas de ellas, como, orgullosas de su riqueza, juzgan indigno mezclarse con las demás, conducidas sobre carrozas cubiertas se sitúan cerca del santuario y detrás de ellas sigue una servidumbre numerosa. Sin embargo, las más obran así: muchas mujeres se sientan en el recinto sagrado de Afrodita con una corona de cuerda alrededor de la cabeza, y mientras unas se acercan, otras se alejan; unos pasillos largos hechos de cordeles tensos marcan toda suerte de direcciones entre las mujeres y por ellos pasan los extranjeros y hacen elección. Cuando allí se haya arrojado dinero en sus rodillas y se haya ayuntado a ella fuera del santuario: una vez que ha echado el dinero tan sólo debe decir: “Yo te reclamo por la diosa Milita.” (Los asirios llaman Milita a la diosa Afrodita). Y en cuanto al dinero, la cantidad puede ser cuanta se quiera, porque no la rechazará, pues no le es de ley dado que ese dinero es sagrado; sigue al primero que lo arroja y no desestima a ninguno, y cuando ya se haya ayuntado, después de haber cumplido religiosamente para con la diosa, se retira a sus moradas, y desde ese momento no podrás darle una cantidad tan grande que puedas deslumbrarla. Cuantas está dotadas de hermosura y esbeltez se van rápidamente, mas cuantas de ellas son feas esperan durante mucho tiempo porque no pueden cumplir la ley, e incluso algunas llegan a esperar tres y cuatro años. En algunos sitios de Chipre hay una costumbre muy semejante a ésta.»

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