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Puerta de Istar de Babilonia
(575 a. C.)
Museo Pérgamo de Berlín
Foto: ODP 2004
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Desde los primeros tiempos, todas las comunidades han tenido un interés especial en la familia, considerándola célula base de la sociedad y del Estado por cuanto afecta a uno de sus tres elementos constitutivos, la población, y de ahí que hayan regulado minuciosamente el matrimonio y velado porque todos sus componentes lo contraigan. Así en todas las legislaciones antiguas, mas un relato de Heródoto (I, 196) es curioso por lo que leemos y porque, además, refleja una legislación no escrita, usando un término nómos, que de costumbre pasará a significar ley «pues las costumbres se hacen leyes». Dice así:
…………«Su costumbre más sabia a nuestro parecer –y sé que también la observan los vénetos de Iliria- es ésta: En cada aldea, una vez al año se hacía lo siguiente: Cuando las muchachas ya eran casaderas, para reunirlas a todas las conducían en grupo a un sitio y alrededor se situaba una multitud de varones, y un pregonero, haciéndolas levantar una por una, las ponía a la venta, a la más agraciada de todas primero y luego, cuando ya ésta había sido vendida por un buen precio, subastaba otra, la que después de ella era la más hermosa. Eran vendidas bajo condición de matrimoniarlas, y de esta manera cuantos babilonios ricos eran casaderos pujaban entre sí y compraban a las sobresalientes en belleza, mientras que los plebeyos que se hallaban en edad de casarse, como no tenían necesidad ninguna de una hermosa figura, recibían dinero y las jóvenes más feas. En efecto, cuando el heraldo había terminado de subastar a las doncellas más hermosas, hacía levantar a la más fea, y si había alguna de ellas lisiada también a ésta subastaba, preguntando en alta voz quien quería matrimoniarla por menos precio, hasta que era adjudicada al que se conformaba con la suma menor. El dinero se obtenía de las muchachas más agraciadas y de este modo las hermosas casaban a las feas y lisiadas. Por otro lado, nadie podía dar en matrimonio su propia hija a quien quisiera, ni tampoco era lícito llevarse sin fiador a la chica que compraba, sino que había que constituir fiadores de que iba a casarse con ella y así llevársela; si no lograban avenirse, era costumbre devolver el dinero. Y también era lícito que el llegado de otra aldea comprara, si quería».
Muchísimas gracias D. José Manuel.
Posted by Enrique González Arias on mayo 9th, 2011.
Amigo Enrique,
A ti precisamente no te van a faltar reservas de agradecimiento al Prof. Colubi, maestro de filólogos, y discípulo de sus maestros, pues es tanta la generosidad de nuestro catedrático de griego que ha autorizado a CARMINA para ir publicando en el Blog literario todo lo que ha editado LA VOZ DE ALCALÁ (a cuyos responsables, aprovecho para como tú a José Manuel con nosotros siempre, damos desde esta revista de literatura, también, las gracias enormemente) en Mitos e historias, que no es sino un verdadero potosí de textos.
L.
Posted by L on mayo 14th, 2011.