Posts from abril 2011.

MÁS ALLÁ DE TI. Lauro Gandul Verdún

 

Fotos: LGV

JOSÉ DE ARIMATEA LIBERADO POR JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

 

José de Arimatea

por Pietro Perugino

1448-1523

 

Un pasaje de las Actas de Pilato (Los evangelios apócrifos, B.A.C. nº 148), que traduzco, cuenta el diálogo de José de Arimatea y los sacerdotes y levitas sobre el encierro y liberación de aquél por Jesús. Dice así:

   «Y le dijeron: «Sentimos gran inquietud porque pediste el cuerpo de Jesús, lo envolviste en una sábana limpia y lo depositaste en el sepulcro. Por esa razón te encerramos en una casa donde no había ventana, pusimos llaves y sellos en las puertas y unos custodios vigilaban (el sitio) donde estabas encerrado. Y cuando la abrimos, en la primera del sábado, no te encontramos y nos afligimos mucho… Y ahora cuéntanos qué ha sido de ti.»

   »Y dijo José: «El viernes, alrededor de la hora décima, me encerrasteis, y permanecí (allí) todo el sábado. Y a medianoche, estando yo de pie rezando, la casa donde me encerrasteis se quedó colgante de los cuatro ángulos y vi como un relámpago de luz ante mis ojos. Presa del miedo caí en tierra, y alguien me cogió de la mano y me sacó del sitio donde yo estaba caído, un reguero de agua corrió desde mi cabeza hasta los pies y una fragancia de ungüento llegó alrededor de mis narices. Y habiéndome secado la cara, me besó y dijo: «No temas, José, abre tus ojos y mira quién es el que te habla.» Yo, habiendo levantado la vista, vi a Jesús; tembloroso, me pareció que era un fantasma y empecé a recitar los mandamientos. Y también él los recitaba conmigo. Y como no ignoráis, un fantasma, si se aparece a uno y oye los mandamientos, huye en fuga, y yo, en habiendo visto que los decía conmigo, le dije: «Rabino Elías.» Él me dijo: «No soy Elías.» Y yo le dije: «¿Quién eres, Señor?» Y él me dijo: «Yo soy Jesús, cuyo cuerpo pediste a Pilato, y me envolviste en una sábana limpia, me pusiste un sudario sobre mi cabeza, y me pusiste en tu cueva nueva, e hiciste correr una piedra grande delante de la puerta de la cueva.» Y dije a quien me hablaba: «Muéstrame el lugar donde te puse.» Y me llevó y señaló el lugar donde yo le puse, y la sábana yacía en él, y el sudario (que estaba) en su cabeza. Yo reconocí que era Jesús. Y me cogió de la mano y me puso en medio de mi casa, aún estando cerradas las puertas; y me llevó mi lecho y dijo: «La paz sea contigo.» Y me besó y dijo: «En cuarenta días no salgas de tu casa; pues he aquí que me voy junto a mis hermanos, a Galilea.»

   »Habiendo oído estas palabras de José, los archisinagogos, sacerdotes y levitas se quedaron como muertos y cayeron en tierra.»

 

REALIDAD DESPERDIGADA. Por Urbano Uribe de Urvando

 

Buceando en el maremágnum de papeles de Alberto González Cáceres he tropezado con un segundo relatillo de su gran amigo Urbano. Yo, después de leer varias veces el texto, no he dado con la realidad, «desperdigada» o no, que se supone contiene. Será que la torpeza es ya en mí lo preponderante. (Mario Cortés)

 

La ronda de noche
Rembrandt
1606-1669

 

Dábamos otra vuelta por donde tantas veces. Joaquín, como siempre, cabizbajo y con gesto compungido. Moreno, con carreras y piruetas impropias de nuestra edad según me decía mi abuelo. Gómez tentándolo todo, plantas, árboles, rocas, como si reuniera en sí una horda de ciegos inquietos queriendo reconocerlo todo a su paso. Vicente andando como si lo hiciera en solitario, como si no oyera lo que decíamos los demás, como si los demás fuésemos no más que hojas que cayeran levemente a su lado. Para mí era tan cargante pero yo conseguía, o casi, que él también se convirtiera para mí en hojarasca, mientras me divertía con los otros. Y Ricardo, con su lengua imparable, gracioso las más de las veces.

   Ya entrábamos en el trecho en que árboles, arbustos y matas altas y bajas y espesas nos hacían imaginar –por lo menos a Joaquín, a Moreno y a mí- que nos internábamos en una selva que nunca habíamos visto pero que no nos producía miedo. Tan sólo Vicente seguía su marcha tan derecho como una baqueta, sin observar a su alrededor, con la mirada puesta en un punto que yo imaginaba albergaría una gran selección de espejos de todas clases, también de los cóncavos y convexos, donde contemplarse él, el gran Vicente. ¡Bah!.

   Fue entonces cuando aquello apareció ante nosotros. También cabría decir nosotros ante aquello. Paramos en seco, las bocas abiertas salvo para tragar saliva. Yo, he de reconocerlo, era el más dotado para la observación, así que fui el único en darme cuenta de cuanto hacían los demás, de la actitud que tomaban, y todo eso en instantes de segundo y sin perder detalle de lo que nos habíamos encontrado. Todos dimos media vuelta, ya sin que Gómez lo tocara todo, Moreno sin correr pero andando que se las volaba, sin que Ricardo pronunciara palabra alguna, Joaquín con gesto también como siempre triste pero de una tristeza digamos que angustiada. Y Vicente marchando como si algo le quemara el trasero, aunque ni así abandonase su pose engallada, esta vez de pollo amenazado de cazuela.

   La abuela Araceli se quitó el delantal, se sacudió la ropa para no dejar ni una pelusilla sobre ella y salió. Su hija y el yerno la siguieron con la vista a través de la ventana, hasta que la esquina lo impidió, pasando inmediatamente a que si para qué, que si por qué, a cuento de qué y demás qués. Cuando la abuela Araceli volvió no dijo nada, se puso el delantal y se fué a la cocina, de donde salió enseguida para meterse en su cuarto. Su hija y el yerno movían las cabezas como peleles, mientras hablaban de lo caro que era el coche y todo lo demás y mirándome de vez en cuando, mientras yo fingía estar embobado con el televisor, con Franz Johan y Herta Frankel.

   La moto se le vino encima a Gaspar y los ay y los Dios mío se fundieron en el desvanecimiento aunque antes llegó a oír a alguien esto es grave, esto es grave, vamos a ver, y ya entonces Gaspar no veía nada.

   El padre de Gómez, Gómez padre, como le decía Moreno, fue un día a casa de Joaquín. Gómez padre mandó a Gómez a casa de su tía Rosa, a pedirle unas facturas. Cuando Gómez volvió encontró a su madre llorando y a Gómez padre que iba al cuarto de baño a lavarse la cara, en la que Gómez y Joaquín, que le había acompañado, advirtieron algo de sangre. Gómez cogió de nuevo los papeles que había soltado y se fue a casa de su tía Rosa a devolverlos, diciéndole que no eran esos los que quería su padre.

   La noche pasó. La mañana, la media mañana, el mediodía. Conrado se puso su único terno y fue al entierro, solo. Si la gente le miraba más o menos le importaba un pito. Y lo mismo a los otros no implicados. Toda la vida siguió naturalmente, corrientemente, con episodios fuera de lo corriente de tarde en tarde.

   Vi en el cine a Alfonso y González; pero no por eso, sino porque la película era malísima me salí al poco tiempo de haber empezado. El portero me dijo es malilla ¿eh?, o sea que no se extrañó de que a mi edad alguien se saliera del cine sin acabar la película porque no le gustara, y no porque tuviera que volver a su casa porque le apretara una necesidad y en el cine no se podía por las obras.

   Gómez padre, que iba con Gómez, paró en la calle a Gaspar y le preguntó sobre un montón de cosas que no pude oír; pero sí recuerdo que me puse terriblemente colorado, mientras observaba a Gómez que había logrado soltar su hombro de la mano de su padre e intentaba escurrirse sin que lo lograse porque en seguida Gómez padre le dio una voz llamándole, y Gaspar se fue y yo le seguí a cierta distancia.

   ¡La ocurrencia de Moreno de seguir por la derecha, sabiendo que podía ocurrir lo que fuera! Yo no, yo no, yo no. Pero al pobre hay que perdonárselo todo.

   ¿Qué es este sabor tan malo, tan amargo? Me estoy ahogando, me duele mucho entre la nariz por dentro y la garganta y veo corpúsculos rojos y azules y quiero que todo esto pase enseguida, enseguida.

 

 

Fragmento de Calle Mayor(1956)
Juan Antonio Bardem
1922-2002

 

POBLACIONES (POEMA III, con dibujo de Zsolt Tibor). Vicente Núñez

POBLACIONES (POEMA III, con dibujo de Zsolt Tibor y traducción al francés de Claude Dubois). Vicente Núñez

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«CARMINA» Nº 2

SOBRE EL MAR EL MISMO CIELO QUE SOBRE EL CAMPO. Lauro Gandul Verdún

Foto: ODP

 

   SOBRE el mar el mismo cielo que sobre el campo

Cielo de mañana azul

Puro

Celeste

Y vasto

   Toda la bóveda sin una nube sobre el mar

Sobre el campo

Basta para un universo

   Abro y cierro los ojos

Los pies siempre pisan arena cierta

   Cierro los ojos no importa cuánto

Y sin embargo ni es la noche ni la ceguera

   Abro los ojos el mismo día infinito

Azul

Puro celeste

Y vasto.

 

NUNCA AYER y VIENTO CLAVADO. Dos poemas de Martín Moreno con dibujo de Zsolt Tibor

«CARMINA» Nº 1

ERA EL MAR ANTE NOSOTROS. Lauro Gandul Verdún

Foto: LGV

 

6 POEMAS. Por Laila Escartín Hamarinen con dibujo de Xopi

«CARMINA» Nº 3

EL SOLDADO ARQUÍMEDES. Por José Manuel Colubi Falcó

Arquímedes
(287-212 a. C)
por José Ribera
(1591-1652)

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Estudiábamos «la palanca» en clase de ingreso en aquel bachillerato de siete cursos, tan lejano y añorado por armónico y completo, y el maestro, don Florencio, aprovechó la ocasión para hablarnos de Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.), de su célebre desafío («Dame donde yo me mantenga firme y yo muevo la Tierra»), de su conocido grito heúreka («Ya lo tengo») cuando descubre, estando en la bañera, su famoso principio, y de la memorable defensa que hizo de su patria frente a los romanos. Hoy haré memoria de él.

…………Discípulo de Euclides en Alejandría, regresado a la patria se dedica al estudio. Astrónomo, matemático, físico, geómetra, inventor, se le atribuyen las del tornillo sin fin, la polea compuesta, la rueda dentada… y unas máquinas que tuvieron en jaque al ejército y armada de Marcelo, el cónsul romano que consiguió Siracusa. Plutarco (Vida de Marcelo, XIII y sigs.) y Tito Livio (Historia de Roma desde su fundación, XXIV, 34) narran aquella defensa.

…………Marcelo atacaba Siracusa por tierra y por mar confiando en un rápido éxito. Y así hubiera sido de no ser por un varón singular, Arquímedes, quien, cuando los siracusanos, creyendo que nada podrían oponer a tan gran fuerza, manteníanse inmóviles, con sus máquinas enfrentóse a un tiempo al ejército y a la armada: con proyectiles de toda clase disparados desde las troneras que ha mandado abrir en la muralla y con piedras enormes lanzadas con gran celeridad destroza y aplasta las formaciones romanas; y en cuanto a las naves, con unos maderos que repentinamente aparecen por encima del muro hunde a unas a impulsos de un peso que se apoya en ellos, a otras las levanta en vilo mediante unas manos de hierro y las deja caer de popa, o las hace girar por medio de cables cruzados hasta estrellarlas contra las rocas; e incendia otras valiéndose de un sistema de espejos que concentran los rayos solares.

…………Arquímedes muere cuando cae Siracusa: absorto en la resolución de un problema, no responde a la orden de un soldado y éste, para aflicción de Marcelo, lo atraviesa con la espada. Dicen que había mandado colocar sobre su tumba un cilindro con una esfera inscrita y por inscripción «la proporción de superioridad del sólido continente respecto del contenido», o sea, 3 : 2.

COLOQUIOS (8). Gabi Mendoza Ugalde

 
 
 

Rota un uno de noviembre de dos mil once

[Foto: LGV 2011]

 
 
 

—Suele considerarse a la muerte como un ente y no como un hecho.

—Es por el miedo.

—¿A qué?

—A la muerte como hecho.