Arquímedes
(287-212 a. C)
por José Ribera
(1591-1652)
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Estudiábamos «la palanca» en clase de ingreso en aquel bachillerato de siete cursos, tan lejano y añorado por armónico y completo, y el maestro, don Florencio, aprovechó la ocasión para hablarnos de Arquímedes de Siracusa (287-212 a.C.), de su célebre desafío («Dame donde yo me mantenga firme y yo muevo la Tierra»), de su conocido grito heúreka («Ya lo tengo») cuando descubre, estando en la bañera, su famoso principio, y de la memorable defensa que hizo de su patria frente a los romanos. Hoy haré memoria de él.
…………Discípulo de Euclides en Alejandría, regresado a la patria se dedica al estudio. Astrónomo, matemático, físico, geómetra, inventor, se le atribuyen las del tornillo sin fin, la polea compuesta, la rueda dentada… y unas máquinas que tuvieron en jaque al ejército y armada de Marcelo, el cónsul romano que consiguió Siracusa. Plutarco (Vida de Marcelo, XIII y sigs.) y Tito Livio (Historia de Roma desde su fundación, XXIV, 34) narran aquella defensa.
…………Marcelo atacaba Siracusa por tierra y por mar confiando en un rápido éxito. Y así hubiera sido de no ser por un varón singular, Arquímedes, quien, cuando los siracusanos, creyendo que nada podrían oponer a tan gran fuerza, manteníanse inmóviles, con sus máquinas enfrentóse a un tiempo al ejército y a la armada: con proyectiles de toda clase disparados desde las troneras que ha mandado abrir en la muralla y con piedras enormes lanzadas con gran celeridad destroza y aplasta las formaciones romanas; y en cuanto a las naves, con unos maderos que repentinamente aparecen por encima del muro hunde a unas a impulsos de un peso que se apoya en ellos, a otras las levanta en vilo mediante unas manos de hierro y las deja caer de popa, o las hace girar por medio de cables cruzados hasta estrellarlas contra las rocas; e incendia otras valiéndose de un sistema de espejos que concentran los rayos solares.
…………Arquímedes muere cuando cae Siracusa: absorto en la resolución de un problema, no responde a la orden de un soldado y éste, para aflicción de Marcelo, lo atraviesa con la espada. Dicen que había mandado colocar sobre su tumba un cilindro con una esfera inscrita y por inscripción «la proporción de superioridad del sólido continente respecto del contenido», o sea, 3 : 2.