PRESENTACIÓN DE UN CUADRO DE RAFAEL LUNA EN «EL BUI». 9 de noviembre de 2010

Estudio de Rafael Luna 2009
Foto: LGV
El pasado martes, 9 de noviembre, Rafael Marín, El Bui, en su bar El Resbalón convocó a un puñado de amigos a la presentación de un cuadro del artista Rafael Luna:

El pintor Luis Caro
y el poeta Juan Enrique Espinosa (al fondo a la izquierda)
entre el público del acto de 9 de noviembre de 2010

Dos ante los dos cuadros (el conocido y el por conocer)
Fotos: ODP

Un retrato colectivo de los habituales del bar del Bui que viene a continuar, con variaciones, el tema del que ya lleva un par de años en un rincón del establecimiento alcalareño, donde varias obras del pintor cuelgan de sus paredes desde hace mucho tiempo. Como estas tres:

1-Fafi, 2008

Gramófonos

3-Fafi, 2008 (La botella sonora)

La botella sonora
El billar-futbolín
La tela negra que cubría el cuadro no se descorrió hasta que no se hubo dado lectura a un artículo de Olga Duarte y Lauro Gandul,  publicado en La Voz de Alcalá en 2004 sobre el pintor.  Mientras la lectura del texto se desarrollaba, en una pantalla fueron proyectadas fotos de nuestro amado Rafael (del archivo familiar del Bui):
Fotos ODP de fotos del archivo del Bui
A continuación el público pudo ver el corto de Ángel Romero Pérez, ya publicado en «CARMINA» y que nos place reeditar en este post ahora mismo:

RAFAEL LUNA

Historias de vidas

Por Lauro Gandul Verdún y Olga Duarte Piña

Así como don Juan revela a Carlos Castaneda que es un cuervo, que aunque se le vea como don Juan, si se le sabe ver aparecerá como cuervo; le hemos preguntado a Rafael Luna si él puede decir como el indio yaqui, y si es algún pájaro lo que se vería de él sabiéndolo ver. Nos contesta que no, que él se siente más asociado a un pequeño felino; aunque su abuela tenía una lechuza con las alas cortadas por el patio de su casa, que tan pronto se la veía en la ventana del comedor como entre las macetas, se la alimentaba, se convivía con ella. Su abuelo, que tenía vacas en Torreblanca trajo la lechuza. Quizá pudiera tener en común con los pájaros su obsesión por el horizonte:

Imaginar que todos mis deseos más maravillosos están allí, pero sabiendo al mismo tiempo que es una ilusión, porque el horizonte no existe. Nunca voy a encontrarlo aunque siga eternamente dando la vuelta a la Tierra.

Fafi 2004

El pintor en su estudio de la calle Coracha
Foto O.D.P., 2004

Su primer dibujo lo hizo con seis o siete años. Recuerda que era una viñeta que trazó en la contraportada de un atlas donde se representaba a un legionario con su metralleta diciendo algo así como «¡Venga Pepe!», desde lo alto de la batea de una antigua furgoneta. Allá por el 68 y el 69 en la Universidad Laboral de Alcalá de Henares, en régimen de internado, realizó estudios en la rama de electrónica. Allí ya se podían ver los primeros hippies y escuchar el Sargent Pepper. Aquel adolescente se deja el pelo un poco largo, anda siempre con la cosa de la música, se siente atraído por los carteles (copia o se inspira en carteles de la contracultura americana) y, sobre todo:

Allí en Alcalá de Henares pierdo el miedo a faltar a la misa de los domingos.

Dos capellanes jesuitas le pretenden enseñar que Cristo fue el primer anarquista y se deja seducir por libros todavía prohibidos por Franco, que los neocristianos atesoraban en una biblioteca próxima a la Universidad Laboral:

Ahora leo menos porque prefiero observar a la gente. Sin embargo, en esa época yo leía mucho, devoraba todo, desde 18 Brumario hasta La concepción hindú de la vida, o Historia de las agitaciones campesinas andaluzas; leí a Bakunin, Kropotkin… Claro, es una época de descubrimientos. Se organizan huelgas en la Universidad Laboral y yo hago unos panfletos por mi cuenta, hago a mano cuatro o cinco copias, las pego solo, de noche, dentro de la misma universidad; nadie supo nunca nada, porque no me fiaba de nadie y había que tener cuidado con la Brigada de Investigación Social.

Después de su regreso a Alcalá de Guadaíra conoce a Luis Caro, uniéndoles una común pasión por los Beatles y por la pintura:

Luis Caro y yo compartimos un estudio en la calle Benavente. Allí intentábamos unirlo todo: música, pintura, alucinógenos… Experimentábamos con la pintura y con la vida. Buscábamos llenos de curiosidad para, en definitiva, llegar a mirar el cuadro como una posibilidad de entrar en otro estado que nos permitiera pintar los mundos que se nos pasaban por la cabeza. Estábamos aprendiendo a pintar. A través de Recacha conocimos a Pepe Márquez, quien nos influyó mucho en nuestros primeros tiempos. Él hacía una pintura de lo fantástico basada en una observación profunda de la naturaleza y en sus cuadros las plantas, por ejemplo, pueden transformarse en monstruos.

Con su gran amigo Luis Benítez descubre París a los veintitrés años. En esta ciudad se licencia en la Ècole Supérieure d´Arts Plastiques du Paris y vivirá hasta 1988. Según nos cuenta, París, más que nada, lo que le aporta es capacidad de análisis, de un análisis más intelectual de las obras de arte, en el sentido de más político, más ligado a la historia. También, me atraen los objetos, soy fetichista y París ha influido en eso. Deja de pintar con óleo y empieza a utilizar el acrílico, técnica que va a caracterizar su obra desde entonces. Uno de los motivos que da para explicarnos este cambio es que el acrílico le permite más rapidez en la ejecución y pintar de inmediato lo que se le va ocurriendo:

Yo empleo mucho tiempo en pensar cómo voy a resolver lo más rápidamente posible lo que quiero pintar, para pasar a pintar otra cosa que ya se me esté ocurriendo. Al ejecutar más rápidamente, evoluciono más rápidamente.

Su capacidad de observación y su curiosidad van marcando un estilo:

Saco mis historias de mi curiosidad, de los medios de información y de la calle, o de la misma historia de la pintura. Soy un voyeur. Encuentro una máxima y la repito, hago un reportaje, como con las máquinas de escribir, las sillas de barbero, las meninas o los laberintos de sábanas. No me preocupa tanto la técnica como a los pintores puros sino contar una historia, aunque sea absurda, y comunicar. Muchas veces yo pienso que soy más literato que pintor. No me considero un artista mártir porque aparte de la pintura me han gustado otras cosas. Si tenía un poco de dinero no era para comprar pinceles sino que prefería tomarme un café viendo a la gente pasar desde la terraza más elegante de París, aunque no me tomara otro en un año.

En París trabajó en diversas ocupaciones: en un taller de serigrafía, en otro de enmarcación, en un estudio de producción o en pisos de lujo haciendo chapuces principalmente de carpintería. También fue brocanteur (anticuario) en el mercado de las pulgas de Montreuil, desde 1976 hasta 1986, junto con Irene, su primera mujer, donde, además de vender objetos usados (viejas cuberterías de plata, vajillas rusas o libros), cada semana, siempre había alguien que se interesaba o compraba algún cuadro de los que pintaba y firmaba con pseudónimos. Eran cuadros que copiaban temas de distintos estilos pictóricos, desde el expresionismo alemán a la tradición de los bodegones del siglo XVII, o representaban, por ejemplo, a un aviador en una pista de aterrizaje:

También han robado y desaparecido muchos, porque teníamos un garaje donde guardábamos los objetos del rastro, los cuadros que firmaba con pseudónimos y mis cuadros, los que entonces yo firmaba como Rafael Álvarez, incluso desapareció obra mía hecha en Alcalá que yo me había llevado a París. Dejamos de ir por allí y cuando fuimos al mes y medio nos encontramos un mendigo alojado y aquello vacío, se lo habían llevado todo. Luego un amigo nuestro, también brocanteur, vio algunos cuadros míos en una casa de subastas, otro en un mercado …

En 1988 regresó a Alcalá de Guadaíra y desde su taller de la calle Coracha ha pintado giraldas, fábricas, botellas con mensajes, papeles que el viento se lleva, libros… firmando como Rafael Luna:

Ahora me estoy acostumbrando a pintar con luz de día desde que he cambiado de estudio. En un cuadro soy el dueño de un mundo en dos dimensiones, construyo a la velocidad que quiero un universo propio. Mi pintura va ligada a mi vida y va todo mezclado.

El pintor sosteniendo un puñado de libros
Foto: LGV

One comment.

  1. Te echamos de menos cada vez que vemos un cuadro tuyo. Esos montones de libros me recuerdan la casa de Gwen, un hotel para españoles, donde los libros crecían desde el suelo al techo. Tus pergaminos enrollados son más de lo mismo, un símbolo de la cultura en esos soportes. Te echamos de menos

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