RAMIRO RUIZ GANTERO EN CUATRO PARTES (4ª). De la serie «Personajes imaginables en hechos reales». Por Raúl Roca Gales, Delegado en Sevilla de Caja Luna Lunera, Sociedad Filantrópica Global. Compilación de Rafael Rodríguez González, 2010

Gato
Foto ODP
2001

CUARTA PARTE

En mi casa, desde que murió mi mujer hace ya nueve años, no ha habido animales. Ella tenía un gato, al que llamaba Renato. Decía que si los gatos tienen siete vidas es que renacen, de ahí que bautizara al suyo Renato: re-nato. Renato desapareció una noche por tejados y azoteas, y hasta hoy. No sabemos por cuál vida irá. Me he acordado de lo del gato porque Ramiro peleó un día, en medio de la calle, con uno de nuestros vecinos, José Iglesias Montero (universalmente conocido como Pepe Iglesias), a cuenta de los gatos a los que Pepe da de comer. Los gatos acuden todos los días a Casa Pepe con puntualidad taurina. A cuenta de los gatos, he dicho, pero también de las lagartijas. Porque Ramiro es un acérrimo defensor de las lagartijas, a las que considera unos animalitos beneficiosos para los humanos. Ramiro insiste en que las lagartijas no producen ningún mal, que lo que hay son chochales que antes servían para atemorizar a los chiquillos y que se las sigue persiguiendo porque, asegura, en la televisión se las ignora, promocionándose en cambio a las iguanas, sus primas lejanas, que, traídas de países extraños, son convertidas en mascotas, mientras que las lagartijas, como son de aquí y no hay que pagar por ellas, no son apreciadas. Ramiro siempre ha sido partidario de las lagartijas, le resultan simpáticas, a mí también, pero ese sentimiento se le ha encendido aún más desde que tiene el problema de los bichos, porque las lagartijas se alimentan de insectos. La pelea se produjo porque Ramiro le echó en cara a Pepe Iglesias que sobrealimente a los gatos, ayudando con ello a que los felinos se reproduzcan más fácilmente (yo creía que era al contrario). Todo es porque los gatos cazan lagartijas, no para comérselas, sino para jugar haciendo daño. Existen, pues, más parecidos entre el gato y el hombre de lo que normalmente se cree. Pepe Iglesias tenía toda la razón del mundo al molestarse con las invectivas de Ramiro, pero creo que se excedió cuando le dijo: «¡Venga ya y vete ya a la casa de los bichos, hombre!», y «¡Vaya tela con el nota este, tío!». Fue una situación muy violenta que ni los bichos, ni las lagartijas, ni los gatos, y mucho menos los vecinos merecíamos.

Los bichos serán pronto cosa del pasado. Después de tantas batidas, de tanto manotazo de tanto pisotón, de tanto insecticida, y aunque todo ello haya ayudado a la casi cantada victoria sobre esos energúmenos, ha sido otra arma la que más ha contribuido a la tarea. No es la rama de laurel en la ventana, ni un vaso lleno de gasolina, ni unas velas encendidas toda la noche, ni otros remedios propios del Vudú. Se trata de esas cuadrículas que se reparten por el suelo y hacen enfermar a los bichos, contagiándose entre ellos. Las hay mejores y peores. En privado sí puedo recomendar la mejor marca, pero no desde aquí.

Contaría más cosas de Ramiro, pero el otro día me dejó tan sorprendido que he optado por no seguir, no sea que se cierna sobre todos nosotros alguna amenaza que nos deje desmorecidos. Es que dice que le hubiera gustado ser olivo. “¿Para qué?”, le dije. “Para ser útil a quien quiera ahorcarse”. Además, me ha asegurado que va a hablar con Servicios Urbanos del Ayuntamiento para que hagan un descaste de gatos en Alcalá. No me extrañaría que lo consiguiera.

Salamanquesa
Foto ODP
2010

PRIMERA PARTE

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