EL HIJO BASTARDO DEL CENTRO POLÍTICO. Por Julio García, 2009 (con fotos y su pie de Lauro Gandul Verdún).

<< ¿Qué hacen un alcalde y sus concejales entre tantos trabajadores? >> (Manifestación en Alcalá de Guadaíra de los trabajadores de ROCA el 17 de octubre de 2009).

En determinados aspectos de la vida se da la circunstancia, no exenta de ironía, de que cuando más se sabe, más se ahonda, más conocimiento se adquiere, menor es el interés de aquello que motivó el entusiasta compromiso con el conocimiento.

Es el caso de la política, y, no sé en qué medida, de los ideales. Pero sí sé que el verdadero culpable de la desilusión hay que buscarlo en el político (por cierto, no esperen que sea “políticamente correcto” y comience con -ítico/-ítica o similar). Decía, que es el que ejerce la política el que la corrompe, del mismo modo que la religión en sí no tiene demasiada culpa de las sandeces que pueden llegar a decir sus practicantes para justificarla.

Son las personas y no las ideas las que varían, las que se pudren al contacto con el poder del mismo modo que el aire oxida la superficie del metal. El motivo de toda esa desilusión y pérdida de interés hay que buscarlo en la propia esencia de los partidos políticos.

Podemos afirmar que siempre ha habido partidos, corrientes de pensamiento, escuelas filosóficas…, o como queramos llamarlo. En principio los seguidores de unos ideales, fueran los que fueran, se agrupan e intentan transmitir y aplicar esos ideales a sus vidas.

Luego, piensan que porqué ha de limitarse a sus vidas cuando puede beneficiarse toda la comunidad, e incluso todo el mundo. Claro que para las personas de que estamos hablando, el mundo eran ellos mismos, es decir, los que ya dirigían la vida de los demás. Esto continúa así hasta que con las revoluciones del siglo XVIII nacen las semillas de los primeros partidos políticos. El mundo comienza a cambiar rápidamente, luego se ralentiza hasta que parece parado, pero aún hay cosas por las que luchar, una gran parte de la sociedad sigue reprimida bajo el poder de los dirigentes, el dinero, la religión y tantas otras cosas. Es necesaria una nueva insurrección, otra vuelta de tuerca que nos conduce a las revoluciones, guerras y sublevaciones del siglo XX.

Dos guerras mas tarde, el mundo se da cuenta de que todavía queda por hacer, la gente se lanza a la calle, mientras que el poder atemorizado intenta callar a la masa que grita…, y no lo consigue. Aún es tiempo de ideales. Hasta ahora, los partidos políticos se basan en la forma en que sus miembros quieren conducir a la sociedad en base a unos ideales: una determinada manera de entender la economía, la propiedad, la libertad individual, el trabajo, y todos y cada uno de los aspectos del ser humano.

En unos pocos años el verdadero interés de los partidos políticos ha pasado de qué hacer con el poder a tener poder, a ejercer el poder. Como consecuencia de esto, los partidos de masas que surgen en los primeros años del siglo pasado se van transformando en partidos de electores, opciones políticas que varían su mensaje político en función de las posibilidades de ganar unas elecciones. Y nace el centro político: la panacea, idea que permite al mismo tiempo ser conservador y revolucionario, social y capitalista, ateo y creyente.

Naturalmente, modelar una ideología para que se adapte a esta tendencia no es fácil, hay que renunciar a algunos principios, aceptar otras opciones… Está claro que es un camino más fácil para las ideologías liberales o conservadoras. Y no tanto para las opciones de izquierda de tal modo que, prácticamente, sólo los partidos de orientación socialista han entrado en esta dinámica, que conduce finalmente a la muerte de las ideologías por inanición.

Pero, ¿cómo se consigue crear una corriente filosófico-política en la que casi todo el mundo esté de acuerdo con sus líneas generales?

La respuesta está en el hijo bastardo del centro político: el pensamiento único. Del que hablaremos otro día y que invito a definir.

One comment.

  1. Julio:
    Nos “pides” una defición de Centro Político y ésta es la mía,:
    “Centro Político”,- “Desvergonzado paradigma del a mí que me registren”

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