Posts from septiembre 2009.

POR PALABRA. Foto y texto de Julio García (Septiembre, 2009).

por-palabra

Para un fotógrafo, modesto o no, profesional o aficionado, artista o comercial; los derechos que se derivan de su trabajo son claros y son generados por la utilización de la imagen creada.

Ahora bien, ¿el fotógrafo también está sujeto a los derechos particulares de aquello que fotografía? Seguramente es así, pues actualmente ya se pagan cánones sobre los derechos intelectuales en los soportes electrónicos así como en el aparato que graba la información; ya sea de forma privada y personal o por parte de una empresa. Es decir, pagamos por usar una información que generamos nosotros mismos.

De este modo, la administración ya me concede, nos concede, naturaleza subversiva y manilarga, y pone la venda antes que la herida. ¿Debería pagar un canon sobre la servilleta en la que estoy escribiendo? ¿Quizá mi bolígrafo publicitario ha pagado su derecho a escribir?

Estas dudas me asaltan. ¿Estaré acaso mermando los derechos legales de algún pobre dirigente de la industria? Es este afán contracultural mío una herramienta del mal, destinada a privar al presidente de Sony o Virgin de volar en su jet privado. ¡Oh dioses! Cuánta maldad.

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EL DESPERTAR. Por Enrique Martín Ferrera (Mayo de 2009).

 

«La influencia no crea nada, ella despierta».(André Gide)

Munkacsi
Lago Tanganika (1930). Martin Munkacsi

Abrir los ojos y comenzar a ver.

Cuentan quienes le conocieron que en las paredes del estudio de Henri Cartier-Bresson resultaba imposible encontrar alguna foto suya, y sin embargo, siempre mantuvo enmarcada y colgada una instantánea del fotógrafo húngaro Martin Munkacsi. Siendo un veinteañero, se produjo el encuentro, el despertar: Cartier-Bresson descubre precisamente esa fotografía en las páginas de la revista “Photographies”. En 1930, Munkacsi había inmortalizado en el ámbar de su foto a tres niños africanos de espalda, corriendo desnudos por la orilla hacia una ola, a punto de zambullirse en las aguas del lago Tanganyika. Aquel joven Henri, que luego sería llamado “el ojo del siglo”, escribiría después en relación a esa foto de su colega húngaro: << Entendí de pronto que la fotografía puede fijar la eternidad en un instante. Es la única foto que me ha influido. Esa imagen posee tanta intensidad y espontaneidad, tanta alegría de vivir, que aún hoy me deslumbra. La perfección de la forma, el sentido de la vida, un escalofrío insólito… Me dije: ¡Madre mía, así que con una cámara se puede hacer eso! >>

Fue así, en 1932, poco después de sentirse fascinado por aquella obra de Munkacsi, cuando H.C.B. compra una “Leica” en Marsella y se lanza a las calles del mundo para capturar << el instante decisivo >>.

No es raro este género de confesiones en quienes un día sintieron de este modo, con semejante fuerza y por primera vez, la llamada del arte: alguien que siente la necesidad de escribir poemas después de ser iluminado o lacerado por el rayo de unos versos; alguien que toma vehementemente los pinceles después de contemplar con asombro una obra pictórica; alguien que, tras escuchar una melodía milagrosa, decide que en adelante no habrá más camino para él en la vida que el de la composición musical…

Cartier-Bresson
Un joven Henri Cartier-Bresson.

Monet
Montón de heno (1891). Monet

 

Abrir los ojos y comenzar a ver.

Wassily Kandinsky estudió Derecho y Economía, obtuvo su licenciatura en Derecho en 1892, y trabajó en la Universidad de Moscú. Con treinta años abandona por completo el seguro porvenir de ese mundo académico, tan alejado del arte, para dedicarse exclusivamente a pintar. ¿Qué le hizo dar un giro tan radical en su vida? En 1913, el propio Kandinsky, en unos apuntes biográficos titulados “Rückblicke” (“Miradas retrospectivas”), nos hace partícipes de su íntimo despertar al arte, propiciado por dos acontecimientos: una ópera de Wagner, “Lohengrin”, representada en el Teatro Imperial; y la contemplación de un cuadro de Monet, “La meule de foin”, en el marco de una exposición de pintura impresionista francesa celebrada en 1895 en la capital rusa.

Respecto a la música wagneriana, Wassily llega a referirse a esos sonidos del siguiente modo: << podía ver mentalmente todos aquellos maravillosos colores, desfilaban ante mis ojos. Salvajes, maravillosas líneas que se dibujaban ante mí. >>

El cuadro de Monet que alumbró a este nuevo pintor, responsable del futuro salto hacia la abstracción pura, fue una de aquellas sucesivas parvas de heno que insistente y repetidamente, en horas diferentes y con luz cambiante, pintó en 1891 el artista francés en Giverny.

Kandinsky narra así su encuentro con ese lienzo: << Yo sólo conocía el arte realista, casi exclusivamente el ruso; a menudo me quedaba largo rato contemplando la mano de Frank Listz en el retrato de Iliá Repin y cosas por el estilo. De repente vi por primera vez un “cuadro”. El catálogo me aclaró que se trataba de un montón de heno. Me molestó no haberlo reconocido. Además me parecía que un pintor no tenía ningún derecho a pintar de una manera tan imprecisa. Sentía oscuramente que el cuadro no tenía objeto y notaba asombrado y confuso que no sólo me cautivaba, sino que se marcaba indeleblemente en mi memoria y que flotaba, inesperadamente, hasta el último detalle, ante mis ojos. Todo me resultaba incomprensible y era incapaz de adivinar las consecuencias de aquella experiencia. Sin embargo, lo que me resultaba claro era la fuerza insospechada, hasta entonces desconocida para mí, de los colores, que iba más allá de todos mis sueños. De pronto, la pintura cobró para mí una fuerza y una grandeza fabulosas. >>

Kandinsky
Kandinsky en su taller de Neuili sur Seine (1936)

Gabriel Fauré (1845-1924)

 

Abrir los ojos y comenzar a ver.

Es siempre una revelación a la que se es sensible, un despertar propiciado por el destello de un espíritu afín. Todo artista parece tener un íntimo resorte que requiriese, para ser accionado, el encuentro con la obra adecuada de otro creador; como si se tratara de una precisa maquinaria de relojería que esperase un determinado momento, predestinado, para entrar en funcionamiento ayudada por una mano amiga. El artista se nos revela así como una sensibilidad adormecida e insular, que aguarda para enviar sus señales al resto del mundo el mensaje en una botella que otro náufrago lanzara tiempo atrás al océano. El artista en ciernes es esa tierra fértil donde germinará la semilla que hacia él arrastra el poderoso viento del destino o el azar.

Federico Mompou, que, como muchos otros jovencitos de clase acomodada, tomaba lecciones de piano, escuchó a los dieciséis años la pieza decisiva, la música en la que se le revelaría una nueva aspiración, el irrefrenable deseo de ser compositor en lugar de un simple instrumentista o intérprete de las partituras de otros. Con el paso del tiempo, ese hombre nos iba a regalar la calma, el laconismo y la pureza de su << Música Callada >>, ese decir tanto con tan poco, esos sonidos que serían << la voz misma del silencio >>, como escribió el propio Mompou al frente del Primer Cuaderno, tras citar los hermosos versos de San Juan de la Cruz: << La música callada, / la soledad sonora… >>.

Aquel imprescindible encuentro con su vocación ocurre en 1909, en la “Sala Mozart” de Barcelona; donde Gabriel Fauré daba un concierto, interpretando al piano sus propias obras. No olvidaría el músico catalán que a aquella función llegó tarde, que tuvo que oír toda la primera parte de pie, en el pasillo; y sobre todo, que el Quinteto op. 89 del compositor francés le impresionó tanto que ese mismo día se dijo a sí mismo que, en adelante, todos sus esfuerzos estarían encaminados a la composición. Refiriéndose a la citada experiencia, diría luego Mompou: << Sin saberlo, debían de existir en mí unas fuerzas latentes que sólo esperaban un pretexto para despertar. Fauré fue este pretexto… >>

Mompou
Federico Mompou (1893-1987) al piano en su casa.

 

Rubén Darío (1867-1916)

 

Abrir los ojos y comenzar a ver.

El poeta sevillano Vicente Aleixandre decía haber nacido a la luz y a los libros en Málaga, y que ese era << otro modo de nacer, porque allí aprendí a leer, que es el segundo nacimiento >>. A los diecinueve años, cuando pasaba el verano de 1917 en el pueblo de Las Navas del Marqués, conoce a Dámaso Alonso, y de manos de éste recibe prestado un libro que resultará trascendental para aquel que, andando el tiempo, recibirá el Premio Nobel de Literatura: una antología poética de Rubén Darío. Más tarde vendrían los poemarios de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, pero del nicaragüense escribiría años después Aleixandre, << fue para mí no sólo la lectura de un gran poeta, sino la revelación de la poesía >>.

Muchos pasaron por la exposición, y miraron el lienzo; o tomaron el libro en sus manos, y leyeron el poema; o fueron al teatro y escucharon, con mayor o menor atención, aquella música; y sin embargo, no vieron, ni sintieron, ni oyeron ese arrebato absoluto, esa llamada. Sólo eran anónimos consumidores de arte. Carecían de la íntima predisposición del futuro artista. Aquel lienzo, aquellos versos, la partitura de aquel concierto; aguardaban otros ojos, otro corazón, otros oídos…

Aleixandre
Vicente Aleixandre visitando la tumba de Miguel Hernández (Alicante, 1952)

 

Dostoievski
Fiódor Dostoievski (1821-1881).

 

El 27 de Enero de 1904, el joven estudiante de Derecho Franz Kafka escribe en una carta contestando a su amigo Oskar Pollak, uno de los pocos compañeros con los que entabló amistad durante los estudios de bachillerato: << Creo que sólo deberían leerse aquellos libros que nos muerden o nos punzan. Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, entonces ¿para qué leer? ¿para que nos haga felices, como tú me escribes? Vaya, nosotros seríamos igualmente felices si no tuviéramos libros, y los libros que nos hacen felices podríamos, de ser necesario, escribirlos nosotros mismos. Tenemos, al contrario, necesidad de libros que obren en nosotros como una desgracia con la que sufriéramos mucho, como la muerte de alguien a quien amáramos más que a nosotros mismos, como si estuviéramos proscritos, condenados a vivir en los bosques, lejos de los hombres, como un suicidio; un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado que llevamos dentro. >>

¿Habría leído ya el joven Kafka a Dostoyevski? Yo creo que sí, y que su desgarradora lectura despertó en gran medida al escritor que llevaba dentro. El hacha del que nos habla en esa carta el futuro autor de “La Metamorfosis” y “El Proceso”, ¿no es el mismo hacha que empuñó el atormentado Raskólnikov contra la vieja usurera de San Petersburgo? “Prestuplenie i Nakazanie”, una obra que marca si se lee muy joven, pero también << un placer extraordinario >> si se lee por primera vez en la edad madura, como en general señala Italo Calvino respecto a la lectura de los grandes libros del pasado en su “Por qué leer los clásicos”. Hace algunos años tuve la oportunidad y el acierto de asistir a una conferencia del ya entonces nonagenario Ernesto Sábato. A pesar de su avanzada edad y su fragilidad física, a lo largo de toda la charla aquel anciano demostró conservar una pasmosa lucidez. Aquella tarde, el escritor argentino, que dejó una prometedora carrera científica en favor de la literatura, confesó no haber salido indemne de la primera y lejana lectura de “Crimen y Castigo”: << ¡Cómo ser igual después de leer a Dostoyevski! >>.

Kafka
Kafka en su época de estudiante.

Abrir los ojos y comenzar a ver.

EL MISMO TIOVIVO (CUADERNO DE ROTA). Dos fotos de Lauro Gandul Verdún (2009).

tiovivo rota 2

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SOL CONTRA NUBE SOBRE EL MAR DE LA BAHÍA DE CÁDIZ (CUADERNO DE ROTA). Fotografía de Lauro Gandul Verdún (2009).

 

 

CAMINO A DRIEBES. Fotografía de Olga Duarte Piña (Guadalajara, 2008).

A A.L.A. y Amarie.

Dedicada a...

NIÑO ELÍAS, MÚSICO («Historias de vidas»). Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2004

Manos de N. Elías

Manos de Niño Elías

Foto: ODP

2004

 

En su casa siempre ha escuchado flamenco. Dice el artista: -En el aspecto del flamenco, a mi padre yo se lo debo todo-. Su abuelo era una persona muy flamenca, de dos y tres días de fiesta. Su padre, también. Los discos de pizarra giraban cotidianamente reproduciendo los cantes y los toques antiguos dentro de su casa familiar.

            -En mi padre siempre he tenido al mayor crítico. Afortunadamente me ha puesto en el camino del sacrificio porque entiende de arte, porque lo ha vivido también, porque en esas fiestas de dos y tres días él ha escuchado a una serie de artistas de la época de oro del flamenco (La Niña de los Peines, Vallejo, Tomás Pavón, Manolo Caracol, Canalejas, Sevillano, Antonio Mairena…), los ha escuchado en vida y cuando todavía todos estos grandísimos artistas estaban en su apogeo. Así que, yo he tenido una gran escuela a través del conocimiento propio de mi padre, que ha sido mi guía en el cante, más que en la guitarra, porque sin el cante no habría ni guitarra ni baile en el flamenco. El cante es el mensaje en sí. A mí me gusta más el cante que la guitarra. A mí me cuesta trabajo tocar, pero a mí lo que me importa es transmitir. Transmitir directamente lo que siento. Si no transmito con mi música, no vale para nada, lo haga más rápido o más lento; si transmite es que es buena. La necesidad de transmitir arranca del miedo y del dolor, de donde me llega una energía que transfigura algo que está en mi mente y que se transforma en arte, en algo bueno. Sentir es amar y a la vez protestar. En esa pelea, al final, yo tengo que acabar con el mando; y cuando rompo empiezo a respirar, y ahí va ese mensaje abstracto a través del sonido de la guitarra, que yo sé que no es sólo sonido sino, también, amor-.

            En el barrio sevillano de Torreblanca Niño Elías era un niño que además de jugar a la pelota, montar en bicicleta o corretear imparable por las calles, además de hacer lo propio del niño de diez u once años que era, además, tenía facilidad para la guitarra y tiempo, y ganas, para juntarse con los viejos aficionados de ese barrio que le ponían el flamenco que sabían y le contaban de Niño Ricardo, de Montoya, de Manolo Badajoz, de Sabicas, de la Alameda antigua cuando el emporio del cante, de la Triana de los corrales… -Porque en Torreblanca había mucho de la Triana de la cava de los gitanos, de la cava de los civiles, de la calle Pagés del Corro, de la calle Castilla…-.

            Aprendió mucho de aquellos viejos: – Ellos me instruyeron, gente casi analfabeta en lo que es la cultura de los libros, pero catedráticos con plaza fija en lo que es la vida, en lo que es pasar fatiga, hambre, necesidad; y me hablaron de los artistas, y de tanta muerte diaria de aquellos hombres y mujeres de una época, que ya no es ésta, afortunadamente, en ese aspecto de tanto sufrimiento para comer y poder sobrevivir, que padecieron aquellos talentos del cante de todos los tiempos-.

            Durante dos veranos, una vez por semana y para recibir enseñanzas, iba a la casa de Eduardo el de la Malena, discípulo directo de Niño Ricardo, guitarrista flamenco que vivía en la Alameda, sobrino de la bailaora La Malena: -De ahí me viene mi forma de tocar de los tocaores antiguos-.

            Con 17 años su primo Juan le presentó al maestro Mato y él recuerda que conocer a aquella figura señera, a aquel artista, le permitió ver que el camino de la música era el que tenía que seguir. En la memoria le ha quedado a Niño Elías la imagen de aquel adolescente boquiabierto que, tan atentamente, escuchaba lo que el maestro le contaba sobre la América de Frank Sinatra o María Callas. Con el maestro Mato aprendió sobre la grandeza de lo que puede llegar a ser una persona en el mundo de la música con el conocimiento y con la afición, y que, al mismo tiempo, para llegar a expresar en el arte un mensaje han de tenerse unas cualidades específicas para lo musical.

            Niño Elías sólo le tiene miedo al camino de perdición que lleva a los seres humanos a la sinrazón de tener para ser. Afirma no alabar la materialidad y que sólo coge de la vida lo que le sea necesario. Y nosotros le creemos.

            -Yo en medio del campo me siento fuera de las leyes de los hombres, porque la ley de la naturaleza es la transparencia, ésta es mi conclusión. A los que tenemos los sentidos abiertos para sentir nos llena tanto el viento, el sol, el agua o las estrellas del firmamento como un cante por seguiriyas o un poema. A mí lo que me gusta es la naturalidad y la pureza. Siento la necesidad del arte porque es una de las vías puras de las abiertas por el hombre para llegar a su libertad en este mundo, mientras viva en él-.

            -El arte tiene que llevarse siempre por el buen camino, porque por el mal camino a dónde se llega no es a la libertad sino a la tiranía, aunque yo, desde luego, nunca he conocido un artista que lo sea de verdad y que sea un tirano-.

 

Niño Elías

El guitarrista

Foto ODP

2004

POEMA PARA GUITARRA SOLA (A NIÑO ELÍAS). Lauro Gandul Verdún (Buenos Aires, 2006).

poemas para guitarra sola (lectura) 25-9-09 Foto J.G.Declamación de ‘Poema para guitarra sola’ por Ángela, Jaqueline, Moisés, Esperanza y Lauro; acompañados por Alberto a la guitarra (Foto: Julio García, 25-09-09)

 

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SIEMPRE al crepúsculo
Tal vez por las laderas del Cerro de Villalba
Su andar ya es música

Ya es música su hablar
Su voz
Sus maneras
Su mirar

Ya es música su estar
Hasta su última fibra
Todo su grande ser
Su estatura
Sus silencios

Por lo flamenco
Y por lo fino.

2

COMO la tempestad o el viento mismo
Como las montañas
Como la generosidad del planeta

Así su música

Pura acción entre los árboles
Retama
Romero
Rocío

Su guitarra es un bosque
Una memoria
Todo un pueblo de seres divinos

Así su música

Como la luz de algunos sueños.

3

SUS manos en la guitarra
Aman

Es simplemente el amor
Que suena

Belleza cierta
Las cuerdas te suscitan.

4

A menudo es un río joven a saltos sobre las rocas
Un río apenas nacido lleno de la inocencia
Recién brotado
Un río limpio

Mucho después cruza ciudades que en el llano extienden sus
suburbios

En la desembocadura
Nos hablará de la muerte

Mas en el mar
Vuelve a nacer
Y todo es inmenso.

5

COMO el agua clara y fría de la cumbre
Entonces no tenías porqué llorar

Mucho después
Sin perder la gracia nunca
Tal vez

Así nos contarás sobre lo perdido
Sobre el tiempo de nuestro pasar por la vida
Con la realidad y el deseo en las manos
Para saber también de la alegría
De soñar escuchando tu son

Guitarra
Llores o rías
Te abres y te anchas
Más que el horizonte

Tú puedes en el cielo del día ser el sol
Y en la noche todos los astros.

6

NO llora
Somos nosotros

Ella es tiempo

No ríe
No sufre
No goza
No muere
Somos nosotros

Ella es tiempo

Alma mía
Colmada por su son
De eternidad.

7

DULCE y firmemente prendidos
El son de las cuerdas nos lleva
A un continente nuevo

Nos cantan al toque de unos dedos
Y nos cuentan
Sin palabras
Historias
Qué milagro

Luego el descubrimiento
Se desvanece
Como los sueños al despertar
Pero
No hay olvido para el alma

Queda la memoria
Y la fantástica impronta
De la risa y del llanto.

8

PARA nada me sirven los ojos
Los tenga abiertos o cerrados los tenga
Nada ven

Porque sólo soy alma

Sin piel
Sin carne
Sin huesos

Sólo soy alma
Derramada en la tierra
Disuelta
En el aire

Alma
No sé

Cuando tu guitarra suena
En la madrugada…

9

AHORA la lluvia de invierno
Fuera
Mojando el mundo
De agua fría y nostalgia

Llórala un cielo gris
Que todo lo llena de melancolía

Ahora tu guitarra suena como esta lluvia

Notas o gotas
Es lo mismo en estos conciertos.

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OH la voz de hombres y mujeres
Afines a su toque

Como el vuelo de graves pájaros así la voz
Sigue como luz en la noche
Como destino
El son de su guitarra
Transida de ritmo y de sangre.

Niño Elías y Lauro Gandul. Dibujo a tinta de Luis Caro, 1998.

ATARDECER EN PUNTA CANDOR. Fotografías de Olga Duarte Piña (Rota, 2009)

 

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FOTOS SOBRE FOTOS DE PORTUGUESES (CUADERNO DE CONDEIXA-”SERIE CARAS”). Lauro Gandul Verdún (2009).

 

 

BUZONES CON MUJER DE NEGRO (SERIE ‘BUZONES’). Fotografías de Lauro Gandul Verdún (Coimbra, 2009).

buzones pt. 6

 

buzones pt. 7