– Te vi y sólo quiero preguntarte… –por un momento creyó que no continuaría, sobre todo ante la posibilidad de que todo pudiese volver a la normalidad –. ¿Por qué me estás engañando?
Elena acentuó en su mirada un marcado gesto de preocupación.
– ¿Cómo que te estoy engañando?
– En todo –explotó Arturo sollozando –, me estás engañando. En nuestra vida, en ti, hasta a mí, a mis padres, a los tuyos… nuestro propio hijo –rompió a llorar.
– Te repito que estuve con unos compañeros. Por Dios, Arturo, ¿qué estás diciendo?
Volvió en esto su cuerpo y se puso en pie, haciendo que ella confrontase su rostro lleno de lágrimas.
– Sé a lo que te dedicas. No me digas que no eres una prostituta porque no lo creeré. Te he visto. Te odio y deberías morir, ahora mismo debería matarte si no fuera por… –hizo una pausa –. Mañana te irás de aquí y espero no verte más.