– ¿No te parece curioso que te haya cambiado tanto?
– Sarna con gusto no pica.
– Lo entiendo, créeme –Ahora parecía que Mauro bajaba algunos escalones del pedestal de sabiduría en el que creía encontrarse -. Pero no me cabe en la cabeza que tú hayas aceptado ese cambio. Significaría que antes no te gustabas a ti mismo.
– Exacto. No me gustaba –dijo casi sin percatarse de lo que había afirmado.
Sonó otro chispazo en su mente. La duda estaba emergiendo. La disyuntiva concerniente a si quería cambiar o si fue ella la que hizo que quisiera cambiar.
– A veces se hacen cosas por amor –añadió Arturo.
– No te digo que no. ¿No sería que ella te creó la necesidad de cambiar?
– ¿Es eso lo que crees?