CRÓNICA DE VENECIA. Lauro Gandul Verdún, 1988-1998. Poema con foto

1 venecia 1989

De «Libro de viajes»

1998

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  1. Venecia es una vieja dama envuelta en un agradable perfume de olor a puerto.

  2. Duele, Lauro, tu desoladora interpretación de la Serenísima. Pero ella es algo más que el carnaval, las góndolas, los turistas zopencos y el ladrillo desmigajado. Ella es <<Venecia querida en la nada sobre bosques hundidos en el fondo>>. Nos lo dijo RILKE. Fue él quien me enseñó, acompañándome en una mesa del Café Quadri, que lo que Venecia propone no es un goce, sino un ejemplo de voluntad tan exigente y tan severo como no cabe encontrar en ninguna otra parte. Tardé más en comprender que no se puede escribir nada sobre un lugar tan inefable. Tal vez por esa revelación guardo hace años una novela en el fondo de un cajón. Palabras, pintura, fotografía… Todo igualmente inútil frente a Venecia. Mejor limitarse a mirarla, a leer una y otra vez su historia, a pasear sin prisa junto a sus canales y su arquitectura palafítica, del Cannaregio al Dorsoduro, de San Marco a San Polo, de Santa Croce al Castelo; a echar unas horas con Bellini y los demás maestros en la Academia; y, sobre todo, a celebrar el don de la luz veneciana reflejada por el agua y la piedra de Istria, esa luz única que casi logra plasmar el gran Turner en sus lienzos y acuarelas.

  3. Claro que estoy de acuerdo con los dos ‘Enriques’…, pero el Lenguaje o, tal vez la inspiración, o…, no sé, el poema así quedó. Así os lo he entregado.

  4. “Con la ciudad ocurre lo mismo que con todas las cosas sometidas a un proceso irresistible de mezcla y contaminación: pierden su expresión esencial y lo ambiguo pasa a ocupar en ellas el lugar auténtico.” (W. Benjamin. Dirección única)

    “Esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir?… Entonces, intente, como el primer hombre, decir lo que ve y lo que experimenta y ama y pierde.” (R.M. Rilke. Cartas a un joven poeta).

    Gracias querido Lauro, gracias por entregarnos un poético escribir por donde surca un dictum sobre lo ambiguo.

  5. Poeta: Me has recordado una tarde de invierno, en uno de los bellos y decadentes salones del Hotel Danieli, acompañado de un café a medio beber,el libro de Emmanuel Roblè “Venise en hiver” entreabierto y la música de “il preto rosso”.Gracias.

  6. Enrique: ¿A qué podría sonar Venecia si no es a Vivaldi? En Castello, muy cerca del Danieli, en esa plaza llamada hoy Campo Bandiera e Moro, nació el genial violista. Pero moriría bajo un cielo que no era el veneciano, pobre, solo y olvidado. Como pasa con Mozart, aún hoy se sigue especulando sobre la ubicación de su tumba. Nos queda su música, y el Gran Canal, que son parte del mismo milagro.

  7. A E. Martín y a E. González, sólo tengo gratitud por lo mucho que me están permitiendo aprender, no sólo a mí sino a los que lean <<CARMINA>>, sobre la maravillosa y divina Venecia. He realizado tres viajes a esa ciudad (1988, 1989 y 1998). Con catorce años leí, por primera vez, <<Al otro lado del río y entre los árboles>> (E. Hemingway) y poco después <<Muerte en Venecia>> de T. Mann. El ‘Casanova’ de Fellini también suponía para mí un conocimiento de Venecia. También sabía que Marco Polo era veneciano. En vísperas del viaje de 1998 releí las dos novelas anteriores y leí <<La Tempestad>> (J. M. de Prada), que me gustó. Pero poco más sabía, y sé, sobre esa ciudad; desde luego un conocimiento pobre. Las dos primeras veces llegué en tren y la última en avión. No recuerdo los nombres de las calles ni de las plazas, ni de los palacios, ni de los puentes, ni de las iglesias…, pero estuve allí y anduve sin norte, por placer, embriagado extrañamente por todo. No conozco un lugar parecido. Es única, incluso en su eterna decadencia. Sobre el poema, yo al menos, no debo decir nada, porque no es necesario, pero creo recordar que en cuanto al contenido llegué a creer que sí era necesario que lo que se debía cantar era su antibelleza y marchar contra la irradiación de su tópico. Por supuesto, también mi gratitud a mi querido amigo, T. Valladolid, a quien me permito contestar robando a Pedro Salinas de su ‘Poética’ enviada a Gerardo Diego para la antología <<Poesía española contemporánea (1901-1934)>> lo siguiente: <<La poesía existe o no existe; eso es todo. Si es, es con tal evidencia, con tan imperial y desafectada seguridad, que se me pone por encima de toda posible defensa, innecesaria. Su delicadeza, su delgadez suma, es su grande invencible corporeidad, su resistencia y su victoria. (…) La poesía se explica sola; si no, no se explica. (…)>>

  8. …”La poesía se explica sola; si no, no se explica”. Y tú “explicación” ha sido certera. Me reitero. Gracias Poeta.

  9. A lomos de tu poema, querido amigo Lauro, te sigo con P.Salinas: “Por eso considero la poesía como algo esencialmente indefendible. Y, claro es, en justa correlación, esencialmente inatacable. La poesía se explica sola; si no, no se explica. (…) No quiere decir eso que la poesía no sepa 1o que quiere; toda poesía sabe, más o menos, lo que se quiere; pero no sabe tanto 1o que se hace. Hay que contar, en poesía más que en nada, con esa fuerza latente y misteriosa, acumulada en la palabra debajo, disfrazada de palabra, contenida, pero explosiva. Hay que contar, sobre todo, con esa forma superior de interpretación que es le malentendu. Cuando una poesía está escrita se termina, pero no acaba; empieza, busca otra en sí misma, en el autor, en el lector, en el silencio. Muchas veces una poesía se revela a sí misma, se descubre de pronto dentro de sí una intención no sospechada. Iluminación, todo iluminaciones. Que no es lo mismo que claridad, esa claridad que desean tantos honrados lectores de poesías.” (P. Salinas)

  10. En cuestión de aprendizaje, Lauro, creo que todos aprendemos en <<Carmina>>. Como decía Canetti en esa conversación mantenida en torno a “el viaje”: <<Lo más hermoso de aprender es que multiplica los enigmas.>> Lo que nos empobrece es la laxitud, el creernos de vuelta, y no al inicio de un largo camino de ida. Tus versos venecianos se defienden por sí solos. No pares, sigue buscando, aspirando al poema perfecto. Y digo aspirando, porque opino, como Robert Graves, que un poema perfecto resulta imposible, pues una vez escrito el mundo se terminaría.

  11. … Pero quedará en poema, querido Enrique

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