ROCÍO HERMOSÍN MIRANDA, RESTAURADORA DEL PAPEL («Historias de vidas» Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2007)

Molino de papel del siglo XVI
(de un grabado de la época, por Jost Amman)
Fuente: Espasa-Calpe

El invento del papel se debe a los chinos (siglo II a. de C.). A partir de desechos de la seda, el cáñamo, el algodón, el bambú o la cascarilla del arroz, los chinos desarrollaron una nueva técnica que permitía fabricar una hoja flexible en la que podían escribir, dibujar, leer… Hasta el siglo VII d. de C. no se propaga el invento fuera de China. Primero en Corea (al parecer, dos sacerdotes coreanos, enviados a China por el rey de su país, aprendieron la técnica de la fabricación de la hoja de papel y fueron sus primeros difusores) y en Japón. Desde mediados del siglo VIII el invento ya es conocido entre los musulmanes. En Samarcanda se empezaron a usar como materia prima los trapos, dejando en desuso los demás materiales de fibra. En la Espasa-Calpe viene escrito que la primera fábrica de papel que se montó en Bagdad fue entre 794 y 795 y que floreció esta industria hasta el siglo XV. En Damasco, en el siglo X, se elaboraba el papel llamado charta damascena, que se exportaba a Occidente. Los musulmanes de Játiva fabricaban papel de algodón en el siglo XI, pero en la Península el papel era conocido desde mucho antes, probablemente desde la llegada de los primeros árabes a Iberia.

 


 

 

La Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales.

            Rocío Hermosín Miranda es restauradora del papel. Cuando cursaba tercero de bachillerato en el instituto Albero, durante una visita que organizó su profesor de Historia, Pedro Meléndez, al Archivo Provincial de Sevilla, la que era entonces directora, y también alcalareña, Ana Melero, en una charla que dirigió a los alumnos se refirió a la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Rocío que andaba por allí tomando notas, apuntó el nombre. Luego sabría que se trataba de la única institución existente entonces en España donde podría formarse quien quisiera dedicarse profesionalmente a la restauración de libros, documentos, papeles… En cierto modo, aquella visita y las explicaciones de Ana Melero determinaron que tres años después, en 1993, en Madrid, se matriculara en esa Escuela, especializándose en restauración de documentos gráficos.

            Nos habla de Vicente Viñas Torner (Valencia, 1936- Madrid, 2003), pionero de la restauración del papel en nuestro país, de quien se dice que sus estudios difundidos por la UNESCO son la base internacional para la conservación del patrimonio bibliográfico mundial. La Escuela fue fundada en 1973, y él formó parte del grupo de personas que la pusieron en marcha, ejerciendo en ella durante unos años de profesor y secretario. Vicente Viñas dejó fijados los fundamentos científicos y los principios metodológicos por los que se ha venido rigiendo la institución hasta hoy.

            Para hacernos ver la trascendencia histórica de la invención del papel, Rocío nos explica que el pergamino no resolvía las necesidades humanas de registro y archivo de textos o dibujos, porque era muy costoso. Nos pone un gracioso ejemplo cuando nos dice que para cuatro folios se necesitaba matar una vaca y para dos una cabra y, además, nunca se resolvió satisfactoriamente la cuestión del agarre de las tintas o de otro tipo de pigmentos. Y del papiro, que es una planta extendida por los humedales mediterráneos, asegura que es químicamente muy inestable, que se conserva mal y que es muy susceptible de que se lo coman los hongos. En cambio, el papel vencía todos estos problemas y ahí sigue sirviéndonos después de más dos mil años.

            Refiriéndose a los libros, aunque no a todo tipo de libros como los de bolsillo que todos tenemos en nuestras bibliotecas hoy en día, cuenta que son objetos estructuralmente muy complejos. Afirma que un libro tiene mucho de arquitectura, dejando a salvo las dimensiones de los objetos de la arquitectura. Si se pretenden solucionar los problemas de conservación de un libro, el profesional que tenga encomendada su restauración debe primero abordar la cuestión de conocer la concreta estructura del libro que tiene entre sus manos. Por otro lado, un libro no sólo es papel, también son telas, cueros, hilos e, incluso, maderas o metales. Además, en la creación de un solo libro intervienen una diversidad de oficios: desde el artesano que fabrica el papel o el cartón hasta el encuadernador de las hojas ya impresas. A Rocío Hermosín le apasiona el concreto mundo de la encuadernación. Si se quiere restaurar un libro hay que saber cómo encuadernarlo. Y cómo desencuadernarlo.

 

 

La importancia de las ciencias naturales y la experiencia profesional.

             La química es fundamental para comprender qué le pasa al papel, qué pasa ahí dentro, qué es ese papel deteriorado. Y la biología es otra ciencia en la que debe manejarse quien restaura un protocolo real o un grabado con varios siglos. Esa investigación para descubrir las respuestas a las preguntas anteriores permite establecer un plan de tratamiento para resolver los problemas que presentan los materiales. Ahí Rocío percibe directamente una suerte de creatividad donde asume riesgos, porque luego hay que aplicar ese plan. Nos explica que todo papel se puede lavar pero ¿y si las tintas son solubles? ¿no se lava la hoja? ¿no se hace nada?, la recuperación de la humedad de un papel es fundamental para que no se deshaga, eliminar la acidez que el papel genera por su envejecimiento natural es esencial para su restauración, siendo los procedimientos para ello a base de agua; saber de qué tipo de fibra se compone, especialmente distinguir si esa fibra vegetal es madera o es otra cosa: para despejar las diversas cuestiones, la restauradora del papel ha de servirse de las ciencias naturales.

 

            Después de diplomarse fue contratada por una empresa privada madrileña que había sido fundada por uno de los más inmediatos colaboradores de Vicente Viñas. Sólo duró unos meses, porque tuvo que venirse a Sevilla para una entrevista relacionada con una beca del Instituto Andaluz de Patrimonio que había solicitado y que le fue concedida. Finalizado el tiempo de duración de la beca, entró a trabajar en el Archivo de Indias. Reconoce que, si bien los periodos de trabajo en Madrid y en el Archivo de Indias han sido los más cortos de su currículo profesional, también le permitieron aprender intensamente, y con mucho provecho para su experiencia, y han seguido dando fruto mucho tiempo después.

            Desde 1999 Rocío es una profesional autónoma, es su propia empresa, cuyo primer cliente fue el Archivo Histórico Provincial de Cádiz donde desenvolvió durante casi seis años trabajos tan interesante como la restauración de los privilegios rodados de Tarifa, otorgados por diferentes monarcas desde la Reconquista, o los planos de la catedral de Cádiz. En la actualidad continúa su labor en el Instituto de Patrimonio Andaluz.

 

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