CESÁREO ESTÉBANEZ (fragmento) («Historias de vidas» Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2004)

 

Cesáreo Estébanez
Foto ODP
2004

 

Desde niño con el teatro

Cuenta que en su familia no hay ninguna relación con el teatro, sin embargo ello no ha impedido que a él le haya gustado el teatro desde que era un niño. Desde que en un grupo, de estos de mayores, hice el niño de una obra de Miller, a los 9 años. Me cogieron, no sé porqué. Luego hizo teatro durante el bachillerato y en la universidad de Salamanca y, finalmente, se fue a Madrid un año, a probarlo. «Porque no quiero que me den los sesenta, que ya tengo, y me haya quedado el gusanillo.»

            Y ya no regresó a Palencia. Cesáreo marchó a Madrid para convertirse en actor dramático después de haber casi concluido la licenciatura de Medicina, carrera de la que sólo le faltan por aprobar algunas asignaturas. «Tengo la orla pero no terminé.» Se fue a la capital con el consentimiento de su padre, que siempre lo apoyó en aquella decisión suya, no así su madre que nunca aceptó que su primogénito, que iba para premio extraordinario, rompiera con siete generaciones de médicos en la familia. «Mi padre fue a Madrid a verme encantado, varias veces, como si yo fuera Lawrence Olivier. Yo digo a mis sobrinos lo que me dijo él: si eliges un trabajo vas a tener que estar un tercio de tu vida en él: ¡que te guste, por favor!»

 

Una hora con…

En la universidad de Salamanca, cada quince días, durante los primeros años de la década de los sesenta, Cesáreo Estébanez leía y recitaba textos y poemas de los autores en aquella época comprometidos políticamente y otros, ya muertos, cuya palabra literaria era considerada contraria al régimen dictatorial instaurado por Franco en aquella España: León Felipe, Blas de Otero, Pablo Neruda, Gabriel Celaya, Miguel Hernández , César Vallejo… Pues Cesáreo precisamente perseguía como fin difundir la literatura comprometida en aquellos actos sucesivos llamados «Una hora con…» ante un nutrido público de estudiantes y profesores universitarios. Entonces conoció a D. Fernando Lázaro Carreter que era rector de la universidad de Salamanca y con quien tenía que mantener frecuentes contactos, por razón de la organización del programa. «Lázaro iba a todos los recitales míos. Después de hacer Una hora con… León Felipe un señor del público me regaló la colección entera de León Felipe, para mí un regalo maravilloso. La tuve yo en mi habitación del colegio mayor un tiempo, pero un día vino la policía, me la quitó, y hasta hoy, sin decirme nada ¡eh!… Cogieron la colección y se la llevaron.»

 

El teatro en el K.T., Bordes Resplandecientes 2000

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