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LAS GALLINAS PICOTEAN EL SUELO. Poema de Carmen Mioara (con dibujos de Lauro Gandul Verdún)

7 Vadu Izei 2004

LAS gallinas picotean el suelo

De tierra bajo el manzano

Un hombre canijo tira de un carro

Cargado de leña

Con una niña sentada sobre la carga

Una parra acabará cubriendo la valla.

 

Poemas de Juan Enrique Espinosa en POEMAR Nº 3 – Cuaderno de poesía (con dibujo de Vicente Domínguez Cansino), 1984.

 

 

 

 

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Poemas de Lauro Gandul Verdún en POEMAR Nº 3 – Cuaderno de poesía (con dibujo de Francisco Nieto), 1984.

 

 

 

 

 

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Poemas de Oscar Vitaller en POEMAR Nº 3 – Cuaderno de poesía (con dibujo de Alfonso Dávila), 1984.

 

 

 

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Poemas de Juan Luis Martín en POEMAR nº 3 – Cuaderno de poesía (con dibujo del autor), 1984.

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Poemas de José Ramón Martín en POEMAR nº 3 – Cuaderno de poesía, 1984.

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Poema de Alberto Fernández Bañuls en POEMAR Nº 3 – Cuaderno de poesía, 1984.

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LA MUERTE SE LO VA A LLEVAR. Lauro Gandul Verdún, 1982

 

EL susurro lóbrego del viento

Me anuncia tu presencia

Noto las yemas de tus dedos

Recorrerme la espalda

En la sombra se repliega

Vestido de tinieblas

Tu cuerpo ausente

Tu olor calcinado

Tapona los huecos de mi pecho

Tu espectro incierto tirita

Cierro los ojos en esta noche

Sólo para morir.

TEXTO: (CUATRO DIBUJOS DE VICENTE NÚÑEZ. Antonio Luis Albás y de Langa, 2003)

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Crátera, 1991; V.N. (Tinta sobre papel 17,5×12,07). Texto Publicado en Ánfora Nova

                                                                                                                                                              La vida no. Es el Arte el que dió siempre un sí a la vida.

Así como la pleita se desata y abrocha hasta prolongar sus espirales más allá de sí misma, mordiendo el espacio donde Cernuda había extraído los cristales laminados de su verticalidad; Vicente Núñez lleva al extremo una de sus más firmes convicciones, la inestabilidad de la forma.

Advertido como estaba por los preludios parisinos, en los que Nijinski había encontrado el abrazo insondable de la muerte, por el hecho de haber relegado y llevado más allá lo movible; Vicente horada el sepia, y su corteza, como retorcida lava, se rastrea y hocina en la cotidianidad, donde siempre encontró el cetro de sus signos.

Cuando Vicente dibuja, reemplaza la persistencia de cualquier tipo de transcendencia por una modulación que arranca de la materia y extrae de ella su deterioro y sentido extensor. Los dibujos, estos dibujos se organizan entonces en función de sí mismos, respondiendo al dictado donde la pluma se rinde al papel y, anfractuosamente, lo transporta consigo.

Unos dibujos que no buscan su término, inconclusibles, que corren a su propio impulso y por eso exploran, rápidos, que devienen, sin estudio ni preparación previa. Unos dibujos propios de tabernas.

Vicente traslada el fenómeno pictórico a la atmósfera plausible que emana de todo ello. Su luz era la luz desolada de los encuentros con lo mínimo, la persuasión de que sólo en la transformatividad, en la pequeña inclinación o «clinamen», adquiriríamos el verdadero sentido de lo eterno.

Cuando la forma tiende a este estado de atrenzo, hay algo que escapa de ella misma. Los cristales están ya constituidos, pero la llama que los hizo posibles está ya, como siempre estuvo, en otra parte.

A.L.

SIN TÍTULO. Lauro Gandul Verdún 1986

 

ES la luz

¿Cantar a los dioses o a los héroes?

Inútil empeño

Rosas de luz

Sí rosas

De luz entre los dedos

Y un viento de luz

En los ojos

Y un fanal de luz

Para los muertos oscuros.