REQUIEM. Homenaje de «CARMINA» a José Hierro (1922-2002) y a España

 

 

Manuel del Río, natural

de España, ha fallecido el sábado

11 de mayo, a consecuencia

de un accidente. Su cadáver

está tendido en D’Agostino

Funeral Home. Haskell. New Jersey.

Se dirá una misa cantada

a las 9,30, en St. Francis.

 

Es una historia que comienza

con sol y piedra, y que termina

sobre una mesa, en D’Agostino,

con flores y cirios eléctricos.

Es un historia que comienza

en una orilla del Atlántico.

Continúa en un camarote

de tercera, sobre las olas

–sobre las nubes– de las tierras

sumergidas ante Platón.

Halla en América su término

con una grúa y una clínica,

con una esquela y una misa

cantada, en la iglesia de St. Francis.

 

Al fin y al cabo, cualquier sitio

da lo mismo para morir:

el que se aroma de romero,

el tallado en piedra o en nieve,

el empapado de petróleo.

Da lo mismo que un cuerpo se haga

piedra, petróleo, nieve, aroma.

Lo doloroso no es morir

acá o allá…

                  Requiem aeternam,

Manuel del Río. Sobre el mármol

en D’Agostino, pastan los toros

de España, Manuel, y las flores

(funeral de segunda, caja

que huele a abetos del invierno),

cuarenta dólares. Y han puesto

unas flores artificiales

entre las otras que arrancaron

al jardín… Liberame Domine

de morte aeterna… Cuando mueran

James o Jacob verán las flores

que pagaron Giulio o Manuel…

 

Ahora descienden a tus cumbres

garras de águila. Dies irae.

Lo doloroso no es morir

Dies illa acá o allá;

sino sin gloria…

                  Tus abuelos

fecundaron la tierra toda,

la empaparon de la aventura.

Cuando caía un español

se mutilaba el universo.

Los velaban no en D’Agostino

Funeral Home, sino entre hogueras,

entre caballos y armas. Héroes

para siempre. Estatuas de rostro

borrado. Vestidos aún

sus colores de papagayo,

de poder y de fantasía.

Él no ha caído así. No ha muerto

por ninguna locura hermosa.

(Hace mucho que el español

muere de anónimo y cordura,

o en locuras desgarradoras

entre hermanos: cuando acuchilla

pellejos de vino derrama

sangre fraterna.) Vino un día

porque su tierra es pobre. El mundo

Liberame Domine es patria.

Y ha muerto. No fundó ciudades.

No dio su nombre a un mar. No hizo

más que morir por diecisiete

dólares (él los pensaría

en pesetas) Requiem aeternam.

Y en D’Agostino lo visitan

los polacos, los irlandeses,

los españoles, los que mueren

en el week-end.

 

                  Requiem aeternam.

Definitivamente todo

ha terminado. Su cadáver

está tendido en D’Agostino

Funeral Home. Haskell. New Jersey.

Se dirá una misa cantada

por su alma.

 

                  Me he limitado

a reflejar aquí una esquela

de un periódico de New York.

Objetivamente. Sin vuelo

en el verso. Objetivamente.

Un español como millones

de españoles. No he dicho a nadie

que estuve a punto de llorar.

 

[De Cuanto sé de mí (1957),

incluido por Aurora de Albornoz, en su José Hierro. 

Ediciones Júcar (Colección los poetas).

Págs. 167 a 169.

 Madrid, 1982]

 

 

Post a comment.