ANTÍGONA. Por José Manuel Colubi Falcó

AntígonayPolinices

Antígona delante del cadáver de Polinices

Nikiphoros Lytras

1832-1904

 

Hace casi un año y en estas mismas páginas describíamos el mito de Edipo, plasmado en el Edipo rey, la más conocida de las tragedias de Sófocles y la que más influencia ha ejercido en las literaturas europeas. Tragedia inmortal ésta, sí, pero no menos ha inmortalizado a su autor la Antígona, cuya representación (422-441 a.C.) le dio gran prestigio ya entonces, tanto que sus paisanos lo eligieron estratego o general. La obra, al igual que aquélla, ha inspirado a dramaturgos modernos, que han sabido recrear un tema siempre de actualidad: Alfieri (1783), J. Anouilh (1944), S. Espriu (1959).

         El drama tiene por escenario Tebas, donde dos hermanos, Etéocles y Polinices, se han dado muerte mutuamente en combate singular, el uno en defensa de la ciudad, que gobierna desde que su padre, Edipo, la abandonara, y el otro, mientras la ataca para alcanzar un poder que, por pacto entre hermanos, le corresponde. El regente y tío de ambos, Creonte, publica un bando por el que otorga honras fúnebres al primero, defensor de la patria, y niega, so pena de lapidación, sepultura al segundo, cuyo cuerpo será presa de perros y aves de rapiña. La orden es un ataque a la humanidad y a la piedad, pues impide que el muerto acceda al Hades, al mundo de los muertos, ya que el entierro no es más que la entrega del cuerpo a los dioses de abajo, lo que se les niega, y, a su vez, ofende a los de arriba, pues deshonra su reino con el cadáver. Y Antígona, hermana de ambos, quebranta esa prohibición.

         Llevada ante su tío, en acalorada discusión, el déspota, convencido de que encarna el poder sin límites del Estado y es su ley, ciego de una soberbia que pretende ser autoridad, no atiende a las razones que la heroína, enérgica, opone: «Las leyes no escritas y firmes de los dioses, que no son de hoy ni de ayer, sino que viven siempre y nadie sabe cuándo aparecieron». Y Antígona, que nació «no para compartir odio, sino para compartir amor (verso 523), hace frente a su destino «sin bodas, sin hijos», el mayor anhelo de una mujer; encerrada en una caverna hasta que los dioses decidan su suerte, se ahorca, y su suicidio arrastra el de su prometido, Hemón, hijo de Creonte, y el de la madre, Eurídice; tres cadáveres que caen, a una, sobre el tirano.

 

One comment.

  1. Profesor Columbí: Mucho he apreciado desde siempre sus lecciones interpretativas de la Mitología griega. Hoy me llama la atención el heróico atrevimiento de Antígona que se opone “a las leyes no escritas y firmes de los dioses, que no son de hoy ni de ayer, sino que viven siempre y nadie sabe cuándo aparecieron.” Cordial saludo.

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