CON ISAAC BASHEVIS SINGER. Tomás Valladolid Bueno

 

 

Carro de cartonero

Buenos Aires, 2006

 LGV

 

Todos ellos fueron llegando y, sin embargo, me quedé paralizado, sombrío, triste y adormecido. Otra vez ese fatal hundimiento bajo los cimientos de un mundo nuevo que, a la vez, muere velozmente lejano. El presente se resistía a verse desfigurado por los intensos ecos del pasado. Y éste se afanaba, beodo de rebeldía y coraje, en mostrar la ilusión de ser resucitado. Lo ya sido no se resignaba al fracaso total. Me incomodaba con un algo que casi me forzó a retroceder hasta el comienzo del gastado camino. Pero renacer se me antojó morir. La desilusión o el desaliento se impusieron antes de que pudiese, tan siquiera, conocer las causas de tanto descalabro. A mayor pasión y entusiasmo, menor claridad sobre lo sepultado en el tiempo. Todo se volvía oscuro: un negro nubarrón nos palmeó sobre la cabeza. Surgieron la pena y la tristeza más desconsoladoras, esas que nos impiden llorar, anudan la garganta y hacen cristalizar la saliva. En esos instantes eternos cualquier trago me habría sabido a un buen trago de sangre. En aquellas condiciones me arriesgué a pasar «un día de placer» con Isaac Bashevis Singer. A la vuelta, antes de atreverme con la «escoria», le robé algunas de sus preguntas. Hoy quisiera dejarlas, en depósito, aquí en «CARMINA». Si alguien se siente movido a realizar un nuevo latrocinio, deberá aventurarse con su personal «día de placer»:

 

 

Isaac Bashevis Singer

1904-1991

 

 

 

«¿Qué ocurriría si un pájaro volara en línea recta eternamente? ¿Qué ocurriría si se construyera una escalera que llegara desde la tierra hasta el cielo? ¿Qué había antes de que el mundo fuera creado? ¿Tuvo el tiempo un inicio? ¿Cómo es posible que el tiempo tenga un principio? ¿Tenía el espacio un límite? ¿Cómo es posible que el espacio tenga un límite? ¿Qué hacen las almas en el Paraíso? ¿Cómo es el Paraíso? Si los judíos vivían piadosamente, vendría el Mesías, pero, ¿cómo podríamos tener la seguridad de que todos los judíos obedecerían la ley de Dios? ¿Cómo cabía destronar al Zar, cuando contaba con tantos soldados armados con espadas y fusiles? ¿Cómo era posible que no hubiera ricos ni pobres? ¿Qué es esto? ¿Qué es aquello? ¿Por qué las vacas comen hierba? ¿Por qué de esta chimenea sale humo? ¿Por qué los pájaros tienen alas y las vacas no las tienen? ¿Por qué hay gente que va a pie y otra en carro? ¿Por qué el Vístula que pasa por el puente de Praga es el mismo río que discurre junto a Radzymin? ¿Qué puede significar un chicuelo en aquel mundo tan vasto y tumultuoso? ¿Cómo nos arreglamos para encontrar a quien buscamos? ¿Cuánto puede durar la tristeza? ¿Es el cochero un ladrón que me lleva a una negra cueva? ¿Por qué había salido aquel claro allí, precisamente en aquel instante? ¿Por qué chillan los gansos muertos? ¿Hasta dónde va el Vístula? ¿Dónde está el Leviatán? ¿El final de la Tierra? ¿Qué hacer si te muerde un pez? ¿Cómo estudiar la Torah y cómo ser un buen judío, cuando falta la comida propia de la celebración del Sábado? ¿Qué es lo que envidian en mí? Si yo he pecado en contra de mis amigos, ¿por qué no me dicen cuál es su queja? Si yo no fui quien comenzó, ¿por qué he de ser yo quien ahora pida la paz? ¿Quiénes eran los autores de libros como aquél, y quiénes eran los que comprendían aquellos libros? ¿Por qué razón mis amigos habían acudido a mí? ¿Llegaría verdaderamente el tiempo en que todo sería un eterno Sábado?»

 

 

Un hombre joven que vive de recoger papeles y cartones

Buenos Aires, 2006

LGV

 

 

 

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