LA ESTRUCTURA PRÁCTICA DE LA CREACIÓN LITERARIA 2 (Consideraciones filosóficas sobre poesía y democracia). Por Tomás Valladolid Bueno para «CARMINA LUSITANA»

Si bien es verdad, obvio por lo demás, que toda creación no puede ser considerada como literaria, sí podemos decir que todo acto literario es creador. Lo importante estriba en poder determinar en qué sentido podemos afirmar que lo es.

            Esta idea resulta bastante común entre los poetas, pero no suele ser tan simple a la hora de adjudicarle una explicación. Pensemos en lo siguiente: cualquiera que posea unos determinados medios podrá salir al campo con su máquina fotográfica y realizar una serie de fotografías; de todas las realizadas algunas formarán una mera colección y otras constituirán un magnífico documental, pero sólo de algunas diremos que, además, conforman una obra de arte. ¿Por qué? En la misma o parecida situación nos encontramos cuando un ramillete de cartas dirigidas a alguien lo recopilamos en un volumen; no bastaría un simple agregado para considerar que se trata de una obra literaria y, sin embargo, sería factible dar con un libro cuyo contenido fuese un conjunto de correspondencias postales y del cual todos estuviésemos dispuestos a reconocer su valor literario o su cualidad de obra de arte. ¿Resulta fácil dar razón de ello? La cosa puede llegar a complicarse: supongamos que logramos confeccionar un programa informático gracias al cual operaríamos de manera eficaz para construir poemas sin el más mínimo defecto en relación con la técnica poética; estaríamos dispuestos a admitir que se trata de un poema, pero la mayoría de los poetas no convendrán en considerarlo un verdadero poema, aun cuando no supiesen explicar con meridiana claridad y contundencia argumentativa lo que significa aquí verdadero. En este último caso no se trata de un arrebato de soberbia intelectual sino de una especie de intuición basada en una experiencia artística o estética.

            Podríamos seguir hilvanando una serie de ejemplos que nos ilustren en relación con una cuestión que se resuelve inevitable a cualquier ciencia social en general, y a la filosofía de la cultura, en particular: la distinción entre técnica y práctica. Bástenos, para nuestro propósito, con los tres someros apuntes ya referidos.

            Un poema o un relato literario es el fruto de un acto que calificamos de creativo y que está dotado de significación, lo cual quiere decir que la revelación que supone el acto creador de un poeta o de un narrador nos muestra algo de sí mismo (del acto). Si queremos dar razón del trasfondo de nuestros ejemplos y, por tanto, del concepto de creación literaria no tendremos más remedio que intentar resolver la cuestión que hace referencia a lo que revela la creación literaria en tanto creación que revela algo. Para llevar a término esta tarea resulta útil la distinción entre técnica y praxis.

            En la cultura clásica esta diferencia adquirió relevancia a la hora de dilucidar los problemas peculiares de un saber moral que no debía, sin más, quedar identificado con un saber teórico. Más tarde, ya en la modernidad, fue incorporada por quienes se preocuparon de cuestiones referentes a la hermenéutica jurídica. En la actualidad goza de importancia dentro del marco de la teoría política en conexión con lo que se ha dado en llamar ingeniería social. Aunque todos estos temas son lo suficientemente interesantes como para tratar de ver su alcance en el campo del arte, no me detendré en ello puesto que el uso que voy a hacer de tal distinción entre técnica y práctica parte de un enfoque diferente del adoptado en cada uno de estos casos.

            En lo que sigue, así como en lo dicho hasta el momento, está latiendo la siguiente opinión: la creación literaria, poética o narrativa, es primordialmente un acto de desviación o desplanificación. Frente a este modo de actuar se encontrarían la creación técnica y la creación divina, las cuales tiene en común el ser actos en consonancia con un plan previo de actuación que implica un conocimiento del objeto que tratan. De ahí que la creación literaria sea, a la par, un acto desconocedor. Que la creación divina mantenga invariable el plan de actuación y pueda variar las estrategias, mientras que la creación técnica varíe tanto el plan como las estrategias no afecta a nuestro planteamiento, puesto que lo importante es la existencia o no de una planificación, sufra o no modificaciones. Un crítico de arte, WALTER BENJAMIN, lo expresó de la siguiente manera: «¿No se alimentará la complacencia en el mundo de las imágenes de una obstinación sombría en contra del saber? Contemplo el paisaje: el mar está en su bahía terso como un espejo; los bosques suben como masas inmóviles, mudas, hasta la cumbre de las montañas; allá arriba, desmoronadas ruinas de castillos, tal y como ya lo estaban hace siglos; el cielo brilla sin nubes en un eterno azul. Así lo quiere el soñador. Que ese mar se alza y se hunde en miles, pero que miles de olas; que los bosques se estremecen a cada instante desde las raíces hasta la última hoja; que en las piedras de los castillos en ruinas imperan derrumbamientos y grietas constantes; que en el cielo, antes de que se formen nubes, hierven gases en luchas invisibles; todo esto tiene que olvidarlo para entregarse a las imágenes. En ellas tiene reposo, eternidad. Cada batir de alas de un pájaro que le roza, cada ráfaga de viento que le estremece, cada cercanía que le toca, es un mentís. Pero la lejanía reconstruye su sueño; se apoya en cada muro de nubes y se enardece de nuevo en cada ventana iluminada. Y lo que parece más perfecto es, si lo logra, tomarle al movimiento su aguijón, transformar la ráfaga de viento en un susurro y el deslizarse de los pájaros en un trazo en el cielo. El placer del soñador reside, por tanto, en poner un término a la naturaleza en el marco de desvaídas imágenes. Conjurarla bajo una llamada nueva es el don del poeta.»

            Hemos de añadir que la creación literaria, en tanto desviación, desplanificación y desconocimiento, entraña una situación de desgarro por la cual el acto creador del poeta posee en un referente práctico que a cualquier otro tipo de creación planificada le cae como una bocanada crítica. Hablamos de la referencia ético-política inscrita en el seno de la creación literaria y que se muestra de modo contrafáctico ante un mundo donde la ciencia y la técnica ocupan el lugar de los viejos dioses. Este referente práctico actúa, respecto del propio acto poético o narrativo, como un constitutivo que se nos revela como una exigencia de autorregulación.  

 «CARMINA» Nº 3

LA ESTRUCTURA PRÁCTICA DE LA CREACIÓN LITERARIA 1

LA ESTRUCTURA PRÁCTICA DE LA CREACIÓN LITERARIA, y 3

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