SHAKESPEARE, EL RUIDO Y LA FURIA. Por Enrique Martín Ferrera (abril, 2.009).

 

1 Shakespeare The First Folio 1623

Grabado principal del “Primer Infolio” o edición de las obras de Shakespeare, en 1623

 

SHAKESPEARE, EL RUIDO Y LA FURIA

Por Enrique Martín Ferrera

 

<< Tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing. >>

Macbeth (Acto Quinto, Escena V)

William Shakespeare.

 

¿Qué leemos de un escritor extranjero? No es una pregunta retórica, pues rara vez encontramos traducciones endógenas, elaboradas y ofrecidas por los propios autores. Indudablemente, salvo que el lector forme parte de esa minoría privilegiada de lectores políglotas, lo que leemos de cualquier creador extranjero pasa por ser una obra, más o menos parecida al original, escrita por un tercero que nos sirve de guía y que, al mismo tiempo, se interpone entre el público y el autor; un extraño que habrá elegido los giros, las expresiones y las palabras precisas de entre todas las que encierra el gran baúl de nuestro idioma. Curiosamente, en la mayoría de los casos no nos es posible, o no nos interesa, saber quién es ese valioso intermediario, que puede extraer todo el esplendor del libro que cae en sus manos, o herirlo de muerte con sus malas artes: su nombre habrá sido borrado o, aun estando presente, resultará para la mayoría deliberadamente invisible.

 

Pero todos deberíamos buscar, antes de adquirir cualquier libro traducido, esa identidad colocada en segundo plano. Es una sana costumbre. A mí, por ejemplo, no me resulta indiferente, al leer las “Memorias de Adriano” de la Yourcenar, que el traductor se llame Julio Iglesias en lugar de Julio Cortázar; o que, al elegir un tomo en lengua española de los poemas de Kavafis, el intérprete que debe hacerlos brillar se llame José María Iñigo en lugar de José María Álvarez…

 

Al fin y al cabo, traducir es hacer una adaptación; y en esta suerte juegan un papel decisivo la lucidez y las habilidades del que nos la despacha. En las adaptaciones cinematográficas, el alma de los libros suele salir muy mal parada, aunque siempre hay excepciones: Los “Dublineses” y “Moby Dick” de John Huston, adaptando “Los muertos” de Joyce y la famosa novela de Melville; la “Lolita” de Kubrick, sobre la novela de Nabokov; “Fahrenheit 451” de Truffaut, basado en la obra homónima de Ray Bradbury; “El Gatopardo” de Visconti, sobre el texto del gran Lampedusa; “Los Santos Inocentes” de Mario Camus, como adaptación al cine del libro de Delibes…

 

Cartel de la película <<Macbeth>> de Orson Welles (1948).

 

También me sigue pareciendo insuperable la versión cinematográfica de Orson Welles basada en el “MACBETH” shakespeariano, aunque fuera vilipendiada por la crítica y un fracaso de taquilla en 1.948, cuando se estrenó. Rodada en tan sólo 23 días, con un ridículo presupuesto de 75.000 dólares (Ciudadano Kane había costado 686.000 dólares siete años antes); constituye, con toda su pobreza de medios materiales, una prueba inequívoca de que, en cuestión de películas, el talento es más necesario que el dinero para crear una obra de arte.

 

Pero retomemos nuestro hilo originario, dejando el cine para otra ocasión; y pongamos música, algo de Purcell o, mejor incluso, la Suite Sinfónica de “Gloriana”, la ópera de Benjamín Britten. Ya suenan trompetas y timbales. Aspiremos su perfume isabelino y dejemos que vuele la imaginación. Ahora podemos abrir esas páginas escritas por su compatriota Shakespeare, y sentir en nuestra boca y en la pituitaria el sabor y el olor de la sangre, porque es “MACBETH” lo que estamos leyendo. Y prestemos la atención que merece, pues, no en vano, el Bardo compuso para nuestros oídos la más grande y trágica sinfonía épica dedicada a la ambición humana que se alcance a conocer.

 

2 MacbethPrimera página de <<Macbeth>> (1623).

 

Nos habla Macbeth, filosofando desde su trono amenazado. Es la voz de un hombre descreído, con el suelo hundiéndose a sus pies, ¡con tanta muerte y traición pesándole sobre la espalda!:

<< To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,

Creeps in this petty pace from day to day,

To the last syllable of recorded time;

And all our yesterdays have lighted fools

The way to dusty death. Out, out, brief candle!

Life’s but a walking shadow; a poor player,

That struts and frets his hour upon the stage,

And then is heard no more: it is a tale

Told by an idiot, full of sound and fury,

Signifying nothing.  >>

Dejando a un lado el inevitable empobrecimiento que supone la perdida de la musicalidad del endecasílabo shakespeariano, lo que inquieta y desconcierta a este lector es comprobar que el resultado, más o menos prosaico, de las diversas traducciones al castellano pueda llegar a ser tan dispar.

 

Acerquémonos al texto y pongamos la lupa sobre ese teatral discurso de Macbeth, extraído de la quinta escena del último acto. Nuestro protagonista acaba de recibir la noticia de la súbita muerte de su esposa, la intrigante reina, y pronuncia su conocido soliloquio <<Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow…>>.

 

Escena de <<Macbeth>> en la que Orson Welles interpreta el soliloquio de Macbeth: “mañana, mañana, mañana…”.

 

Tomemos, por ejemplo, la versión de José María Valverde , que nos ofrece el pasaje de la siguiente guisa:

 << Mañana, y mañana y mañana, avanza a ese corto paso, de día a día, hasta la última sílaba del tiempo prescrito: ¡apágate, apágate, breve candela! La vida es sólo una sombra caminante, un mal actor que, durante su tiempo, se agita y se pavonea en la escena, y luego no se le oye más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada. >>

 

Echemos ahora una ojeada a una traducción de hace escasos años, fruto de la maestría en este difícil arte del poeta Enrique Moreno Castillo:

 

<< El mañana, el mañana y el mañana

se desliza con pasos sigilosos

un día y otro día,

hasta la sílaba final, escrita

sobre las páginas del tiempo. Y todos

nuestros ayeres han iluminado

a los locos la senda que conduce

al polvo de la muerte. Oh breve luz,

apágate, apágate. La vida

es tan sólo una sombra pasajera,

un pobre comediante que se agita

haciendo su papel sobre la escena

y no vuelve a salir. Es una historia

contada por un loco,

toda llena de estrépito y violencia,

mas sin ningún sentido. >>

4 El Macbeth de Orson Welles 1948

Orson Welles como Macbeth.

 

Comparemos lo leído con esta otra versión, más antigua, del mismo fragmento, quizá la más conocida. Don Luis Astrana Marín lo traduce así:

 << El mañana y el mañana y el mañana avanzan a pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable; y todos nuestros ayeres han alumbrado a los locos el camino hacia el polvo de la muerte… ¡Extínguete, extínguete, fugaz antorcha!… ¡La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena, y después no se acuerda más…; un cuento narrado por un idiota con gran aparato, y que nada significa… >>

 

Y por último, volvamos más atrás en el tiempo, y veamos como luce el mismo fragmento en manos de Don Marcelino Menéndez Pelayo:

<< Esa engañosa palabra mañana, mañana, mañana, nos va llevando por días al sepulcro, y la falaz lumbre del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa. ¡Apágate ya, luz de mi vida! ¿Qué es la vida sino una sombra, un histrión que pasa por el teatro, y a quien se olvida después, o la vana y ruidosa fábula de un necio?>>

 

No hacen falta doctorados en filología para constatar, acudiendo a la fuente original, que don Luis y don Marcelino, hombres que dedicaron mucho tiempo y páginas al poeta de Stratford, al dar forma a su versión castellana de “Macbeth” se desenvuelven con cierto desenfreno, e incluso, cabría decir, con cierto libertinaje; y con un cuestionable grado de lealtad al texto inglés que les sirve de modelo para esculpir el suyo, sin los escrúpulos o el reverencial respeto que inspira el quehacer de Valverde o Moreno Castillo al enfrentarse a los versos del más grande genio de la dramaturgia.

 

De tal naturaleza son las libertades y licencias que se toman determinados traductores que, de haber sido William Faulkner un lector de habla no inglesa, pongamos vecino de Cuenca, o Villanueva del Pardillo; con un ejemplar del “Macbeth” de Astrana Marín o Menéndez Pelayo en su biblioteca, y sin más posibilidades para conocer la obra de Shakespeare que esa; su gran obra “The Sound and the Fury” habría pasado a la historia de la literatura universal con el título de “Twilight”, es decir, “Crepúsculo”, con el que el sureño escritor norteamericano llegó a encabezar incluso su manuscrito, o con cualquier otro título; pero jamás con el acertado y definitivo, con ese que es más suyo: “El Ruido y la Furia”.

 

6 FAULKNER  (1947)  fotografiado por Cartier BressonFaulkner en 1947, fotografiado por el gran Henri Cartier Bresson.

 

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