Pescadores en el Danubio
Braila
[Foto L.G.V. Rumanía 2001]
La obra del escritor austríaco Alexander Lernet-Holenia fue prolífica (110 libros propios, sin contar sus colaboraciones con otros autores como Stefan Zweig) en el campo de la novela, el ensayo, el teatro, la poesía y la biografía (destaca una de Greta Garbo). De su obra ya hemos reseñado El Estandarte (1934), ahora traemos una de sus novelas más conocidas y que fue lectura de referencia en institutos y universidades de lengua germana. Nos referimos a El barón Bagge, que comenzó siendo una obra por entregas titulada El puente de oro y publicada en abril de 1936 en el popular semanario gráfico Berliner Illustriestre Zeitung. Poco después pasaría a editarse como libro, con el título que ya conocemos, por una editorial berlinesa.
El comienzo repite el modelo de gran parte de sus novelas: el recuerdo, el flash-back del protagonista sobre acontecimientos pasados. En este caso, nuestro protagonista vuelve a ser otro joven oficial, el barón Bagge, que con la ocasión de una recepción oficial de postguerra recuerda cuando sirvió en el Regimiento de Dragones del Marqués y Conde Von Gondola en la campaña de los Cárpatos de 1915. Bagge, como también ocurría en El Estandarte, aparece como trasunto del autor, ya que éste sirvió con 18 años como voluntario en el 9º Regimiento de Dragones e hizo toda la Gran Guerra en el Frente Oriental.
A pesar de la naturaleza fantástica del relato, el contexto histórico y las localizaciones geográficas son reales ya que el autor participó en dicha campaña, conocida por los historiadores como la batalla de los Cárpatos. Ésta fue una larga batalla invernal que transcurrió entre febrero y marzo de 1915 y que enfrentó a los ejércitos austro-húngaros y ruso al mando respectivamente de Franz Conrad Von Hotzendorf y del Gran Duque Nicolai. La operación fue la respuesta austríaca al arrollador avance ruso de comienzos de la guerra y que los había llevado a la llanura húngara. El resultado final fue un desastre para el Imperio, que no tenía ni la preparación ni el equipamiento necesarios para una operación de tal envergadura; fue todo un anticipo de lo que ocurriría tres años después y que llevaría al hundimiento de la Corona bicéfala de los Hasbsburgo. En la narración hay algo de ese fatalismo, de esa ilusión de victoria que encubría la dura realidad.
Bagge formaba parte de un estrafalario escuadrón de reconocimiento al mando de un capitán loco y borracho (Von Semler de Wessernemburg) y compuesto por una tropa variopinta, reflejo del Imperio multinacional: polacos de Galitzia, rumanos de Transilvania y alemanes de la Bucovina; y para rematar, se les unió un oficial norteamericano de Kentucky. Una troupe de «jinetes fantasmales» que parecen empujados «hacia delante por algo invisible». Como en el relato de Washington Irving sobre el «jinete sin cabeza», se adentrarán en un territorio de sombras, de frondosos bosques y llanuras heladas, envueltos en un permanente «estado de ensueño».
No obstante, como antes dijimos, este territorio era real y así lo demuestran sus claras indicaciones geográficas: Tokai, Nyireygháza, Urgáv o Kassa (en la actual Eslovaquia y lugar de nacimiento del escritor Sandor Marai, del que también hablaremos en otra ocasión). Estas localidades se encuentran en el linde de la llanura húngara y las estribaciones de los Cárpatos. A medida que se internan en territorio enemigo el espacio geográfico pasa de real a mítico, confundiéndose realidad y ensueño. Es lo que se ha denominado «realismo fantástico; para Héctor Orestes (traductor de esta obra para la edición de 2007 de la UNAM) Lernet-Holenia es partícipe del particular estilo del escritor checo Leo Perutz, del que fue amigo y discípulo.
Las peripecias entre bélicas y oníricas nos llevarán a un pueblo húngaro que es una especie de oasis de paz en medio de la guerra y que nos recuerda a ese «último valle» de la película homónima de 1970 dirigida por James Clavell. Allí Bagge se (re)encontrará con una prometida, que nunca lo fue en realidad, y él con ella. El tema que subyace a toda la obra: la añoranza del viejo Imperio. En esa ciudad, que parece un parque temático imperial, las veladas son eternas (tal como las describió, el ya conocido por nosotros, Miklos Banffy) y los bailes de máscaras son el reflejo esperpéntico de un mundo pasado, fantasmagórico, pero por el cual Bagge y los suyos siguen luchando. Vestidos y uniformes que son sudarios, «como si toda aquella gente sencillamente hubiera sacado de los armarios los trajes de sus abuelos y bisabuelos y se hubieran vestidos como ellos». Si hubiera una música que pudiera acompañar a la lectura sería, sin duda, el «Vals triste» de Sibelius escrita en 1903 y que formaba parte de la música incidental de la obra de teatro Kuolema (Muerte en finlandés).
Bagge se encontrará sumido en el mismo estado de estupefacción del enamorado imposible que James Stewart en la película Vértigo (1958) que en España se subtitularía como De entre los muertos. El baile de máscaras que se celebra en honor de los soldados libertadores nos lleva literariamente a otro baile: el del relato de Poe La máscara de la muerte roja. Bagge envuelto en el confeti de la fiesta se nos parece a la efigie del Príncipe de Salina, cubierto por el polvo del tiempo, en la Iglesia de Donnafugata.
Todas estas referencias que se me vienen al pensamiento me dicen que algo hay de este libro en la obra de Aménabar, o de lo que es lo mismo, en nuestra conciencia colectiva actual donde «vivimos en ese tiempo y en ese espacio que se extienden entre el morir y el verdadero estado de muerte».
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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella