LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA. Por José Manuel Colubi Falcó

 

SACRIFICIO DE JOAQUÍNGiottoSacrificio de San Joaquín

Giotto

1267-1337

 

En los Evangelios apócrifos, en el Libro sobre la natividad de María, se lee: «I. 1. Pues bien, la feliz y gloriosa siempre virgen María, que traía su origen de estirpe regia y de la familia de David, nacida en la ciudad de Nazaret, fue educada en Jerusalén, en el templo del Señor. Su padre se llamaba Joaquín y su madre, Ana. La casa paterna era de Galilea y de la ciudad de Nazaret, mas el linaje materno, de Betleem. 2. La vida de éstos era sencilla y recta ante el Señor y ante los hombres, irremprensible y pía. Pues dividieron toda su fortuna en tres partes: una la consagraban al templo y a los servidores del templo, otra la gastaban entre los peregrinos y los pobres y la tercera la reservaban para los usos de su familia y para sí. 3. Así, éstos… durante cerca de veinte años vivían en su casa en virtuoso matrimonio sin procreación de hijos. Mas habían hecho voto de que, si por acaso Dios les donaba descendencia, ellos la darían al servicio del Señor, por lo que durante el año solían frecuentar el templo del Señor en las fiestas. II. 1. Y sucedió que se acercaba la festividad de la Dedicación y por eso subió a Jerusalén Joaquín junto con algunos de su tribu. (…) era pontífice Isacar, y viendo (…) a Joaquín con su ofrenda, lo despreció y rechazó sus presentes, preguntándole cómo él, un infecundo, se arrogaba estar entre los fecundos, diciendo que sus dones no podían ser vistos dignos por Dios (…) pues la Escritura llamaba maldito al que no hubiera engendrado varón en Israel. 2. (…) avergonzado Joaquín, se retiró junto a sus pastores (…) y no quiso volver a casa, no fuera que por sus compañeros de tribu fuese notado con el mismo oprobio.

        »III. 1. (…) cierto día, hallándose solo, se puso junto a él un ángel del Señor (…) diciéndole: “No temas, Joaquín, (…) pues soy un ángel del Señor (…) para anunciarte que tus preces han sido oídas y tus limosnas han ascendido a Su presencia (…) Porque Dios es vengador del pecado, no de la naturaleza, y por ello cuando cierra el útero de alguna, lo hace para abrirlo de nuevo más admirablemente y para que se sepa que lo que nace no es fruto de la libídine sino de un don divino (…) 3. Pues Ana, tu mujer, te parirá una hija y la llamarás María por nombre suyo; ésta será, como fue vuestro voto, consagrada desde su infancia al Señor y todavía en el útero de su madre será llena del Espíritu Santo (…) Y así, cuando avance su edad, del mismo modo que ella nacerá por maravilla de una estéril, así también sin parangón, aún virgen, engendrará un hijo del Altísimo, que será llamado Jesús: según la etimología de su nombre, será Salvador de todas las gentes.»

 

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