«Uno de los deportes predilectos de la época era el ejercicio de la caza, de regio y antiguo abolengo, y, por su índole, diversión de reyes, príncipes y magnates, únicos a quienes era posible poseer terrenos adecuados para tal expansión, o ser admitidos por sus poseedores en alegre camaradería cinegética. Al parecer, no pasa nada cuando se van de caza ciertos personajes menores próximos a la izquierda, y, sin embargo, la misma actividad es objeto de descalificación absoluta en este caso concreto, como si los eventuales derechos de los animales fueran diferentes según quién sea el cazador. Maravilla al montero mayor la resistencia del soberano: “Ocurría –dice- que en mis tiempos andábamos todo el día de caza…y a la noche, llegando cansados…y ver que el rey está despachando hasta las dos o tres de la mañana, sin dormir (y esto toda la vida), y el otro día salir a cazar, como si hubiera dormido toda la noche”. De tal observación, evidentemente exagerada, saca la ingenua consecuencia de ser los reyes superiores a los demás mortales. En plena sintonía con la abrumadora mayoría social, ABC desea transmitir al Rey de todos los españoles los mejores deseos de una pronta y completa recuperación. Pero los súbditos, ya que padecieron un rey mediocre, se consolaron pensando que al menos, era lo que diríamos hoy un distinguido sportman»
[J. Deleito y Piñuela, El rey se divierte, Madrid, 1988, pags. 269,275 y 278 (1ª ed. 1935) / Editorial de ABC, 15 de abril de 2012]