Antonio Medina de Haro
Como siempre yo ando preguntándome cosas y lo último que me cuestiono es qué hago para conseguir, cuando hablo, que mi público me siga, y yo de paso me sienta estimulado, feliz y realizado como se dice hoy. No es que –por aquello de no tener abuela- me eche piropos… no. Es que siento sin falsa modestia y de forma legítima, la satisfacción diaria de ser oído y escuchado.
Al tratar de saber cuál es la razón de esta situación, lo único que pretendo es seguir la constante actitud de análisis, que considero imprescindible, para que cada día no resulte estéril. Posiblemente haya un factor físico y es, que yo me levanto muy temprano y «a quien madruga Dios le ayuda». Aunque también es cierto aquello de que «no por mucho madrugar amanece más temprano». Bueno, pues yo ando a horcajadas en esta dialéctica. Antes de que hayan puesto las calles…, dícese en el lenguaje coloquial, yo ya pongo mis ojos a pasear entre los surcos de un libro o actúo consonantemente con mi profesión. Estudio, investigo –mediocremente-, me paro en mi ignorancia y avanzo en mis necesidades intelectuales.
No sé si esto es lo que descubre que más que dar conocimientos lo que tenemos que conseguir es transformar y hacer conocimientos: Es decir, a mí cuando se me pregunta que de qué doy clase, respondo que no doy literatura o lengua sino que hago literatura y lengua española. ¿Que cómo se hace? No tengo reglas, sino una entrega algo egoísta e interesada… Bien, pues así y todo el eco es tan reconfortante que no renunciaré, por más que se me censure, a romper sistemas, saltarme la metodología a propósito y hacer de mi palabra un poema, si se tercia, o de mi expresión una intuitiva e instintiva gramática viva. Gracias por haberme escuchado. Siempre a vuestra disposición; éste que lo es…