¡FUERA DISFRACES!. Antonio Medina de Haro (1936-1997). Con dibujo de Zsolt Tibor

 

SON demasiadas las veces que tomamos el rábano por las hojas. Es decir que nos cuesta trabajo distinguir las jerarquías de valores o, simplemente, clasificar los sentimientos con acierto.

             Por ejemplo, la demagogia es fácil, y sin embargo, son muchas las veces que no la diferenciamos de la verdad.

             La realidad de los hechos, muchas veces, nos gusta convertirla en espejismo o virtualidad y eso ocurre cuando nos engañamos sin piedad.

             Las emociones y sentimientos de paternalismo son tan engañosos que traicionan, a buen seguro, las actitudes de este sutil autoritarismo.

             A mí me gustaría ser respetado por mis afectos humanitarios y no ser confundido con la crueldad cuando no sea capaz de revelar mis buenas intenciones a tope.

             Es bueno quedarse siempre, con lo mejor de cada uno…

             Ahora bien, estas distinciones por las que yo abogo son dificilísimas de conseguir.

             Funciona más la paradoja que la clara contradicción o que la antítesis.

             La sociedad ha creado ahora más que nunca, los suficientes alucinógenos como para no diferenciar el mundo del sueño –como acto físico- y el del ensueño. Alguien ha inventado un nuevo Pilatos que no compromete.

             Finalmente, creo que esta inseguridad produce un desequilibrio y agresividad explicable en las sufridas psicologías de este último tercio del siglo XX.

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