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LAS ABARCAS DESIERTAS. Cuando la víspera de los Reyes Magos, a propósito de un homenaje de «CARMINA» al poeta MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942)

 

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Juguetería

[Foto: Manuel Verpi (Carmona 04/01/2015)]

 

   Por el cinco de enero,

cada enero ponía

mi calzado cabrero

a la ventana fría.

 

   Y encontraban los días,

que derriban las puertas,

mis abarcas vacías,

mis abarcas desiertas.

 

   Nunca tuve zapatos,

ni trajes, ni palabras:

siempre tuve regatos,

siempre penas y cabras.

 

   Me vistió la pobreza,

me lamió el cuerpo el río,

y del pie a la cabeza

pasto fui del rocío.

 

   Por el cinco de enero,

para el seis, yo quería

que fuera el mundo entero

una juguetería.

 

   Y al andar la alborada

removiendo las huertas,

mis abarcas sin nada,

mis abarcas desiertas.

 

   Ningún rey coronado

tuvo pie, tuvo gana

para ver el calzado

de mi pobre ventana.

 

   Toda la gente de trono,

toda gente de botas

se rió con encono

de mis abarcas rotas.

 

   Rabié de llanto, hasta

cubrir de sal mi piel,

por un mundo de pasta

y un mundo de miel.

 

   Por el cinco de enero,

de la majada mía

mi calzado cabrero

a la escarcha salía.

 

   Y hacia el seis, mis miradas

hallaban en sus puertas

mis abarcas heladas,

mis abarcas desiertas.

[Miguel Hernández (1910-1942)]

 

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LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS. Mateo 2, 1-12

VIAJE DE LOS MAGOS. T. S. Eliot (1888-1965)

EL CAMELLO. Por Gloria Fuertes

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ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME. Centenario de un nacimiento: 1910-2010. Por Enrique Martín Ferrera (Julio de 2010)

«ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME» AHORA EN PAPEL

 

LA VIEJA CIUDAD ASOMADA AL ESCARPE. Poema de Lauro Gandul Verdún (Carmona 2001)

 CARMONA (VISTA PANORÁMICA)

Fotomontaje de Luis Caro, 2007

 

Reina ante la vega

La vieja ciudad asomada al escarpe

Adonde hemos llegado una noche invernal

 

Llueve sobre la tierra dura

Donde nos conocimos antes

Y ahora regresamos después de un largo viaje

Para celebrar una fiesta pequeña

Con un fuego

 

Las calles empedradas

Las blancas casas de viejas tapias

 Sin zócalo en sus fachadas.

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CARMONA EN «CARMINA»:

COLOQUIOS (33). Gabi Mendoza Ugalde
A PROPÓSITO DE LUIS CARO. Fotografías de Olga Duarte Piña. Carmona, 2009
CARMONA. Colección «Nadie» por Lauro Gandul Verdún 2008

HIERBAS EN LAS CORNISAS DE CARMONA. Fotografía de Manuel Verpi 2013

 

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CARMONA EN «CARMINA»:

 

COLOQUIOS (33). Gabi Mendoza Ugalde

 

A PROPÓSITO DE LUIS CARO. Fotografías de Olga Duarte Piña. Carmona, 2009

 

CARMONA. Colección «Nadie» por Lauro Gandul Verdún 2008

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El fotógrafo Manuel Verpi en «CARMINA»

 

BLANCOS DE CARMONA. Fotografía de Manuel Verpi 2013

 

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CARMONA EN «CARMINA»:

 

COLOQUIOS (33). Gabi Mendoza Ugalde

 

A PROPÓSITO DE LUIS CARO. Fotografías de Olga Duarte Piña. Carmona, 2009

 

CARMONA. Colección «Nadie» por Lauro Gandul Verdún 2008

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El fotógrafo Manuel Verpi en «CARMINA»

 

 

CARMONA UN DÍA DE PRIMAVERA. Fotografía de Manuel Verpi 2013

 

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El fotógrafo Manuel Verpi en «CARMINA»

 

CARMONA (VISTA PANORÁMICA). Fotomontaje de Luis Caro, 2007

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CARMONA EN «CARMINA»:
COLOQUIOS (33). Gabi Mendoza Ugalde
A PROPÓSITO DE LUIS CARO. Fotografías de Olga Duarte Piña. Carmona, 2009
CARMONA. Colección «Nadie» por Lauro Gandul Verdún 2008

JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona (Fragmento 2). Por Enrique González Arias

EL COLECCIONISTA

Bonsor, es conocido básicamente por su faceta desarrollada como arqueólogo, algo que habría que discutir. Personalmente, me inclinaría por definirlo de curioso integral. Fue en realidad un coleccionista autosuficiente, que se fascinaba por todo y que sin solución de continuidad, era capaz al mismo tiempo, de interesarse por unas excavaciones arqueológicas y por una colección de postales. De acumular elementos textiles, al tiempo que acapara alfarería tradicional. De la compra compulsiva de artesanía, a la obtención de una colección de monedas visigodas o árabes. De la adquisición-por ejemplo- en una taberna de la calle Argote de Molina de Sevilla, de dos apliques de madera dorada y un botellero con ornamentación también dorada, que le han gustado -y hasta un vestío de torear-, a iniciar una colección de muestras de papel, que fueron utilizados en el Siglo de Oro. Y evidentemente a la adquisición de cuadros.

            Entre 1899 y 1923, Bonsor, llevó a cabo  operaciones de compra de obras pictóricas por valor de 12.865.50 pesetas. Las inversiones en pintura, representan un monto monetario superior al  que  destinó en sufragar excavaciones arqueológicas o a la compra de antigüedades.

            Bonsor, se decanta por la pintura española de los siglos XVI y XVII, de  la que siente admirador, posiblemente, desde el año 1880, durante su primera estancia en Madrid y donde por mediación del padre del compositor Isaac Albéniz obtiene un permiso para copiar y pintar en El Prado. (2)

 

EL  «MORALES»

Bonsor, debuta a lo grande en su faceta de comprador de pinturas. La primera adquisición importante de la que tenemos constancia, la lleva a cabo, el 20 de Mayo de 1899. En la «Libreta de Compras y Ventas Gastos de Excavaciones 1894-1929», un documento de consulta  esencial a la hora de acometer este trabajo,   aparece la siguiente anotación literal: «Compra a la viuda de D. Francisco Carrión del cuadro cuyo autor probablemente (esta última palabra se tacha) de Morales el Divino titulado la Natividad –la Virgen y el Niño San José y otros personajes aportando ofrendas. Total 225.00 pesetas». (3) Tras la compra, es  posible, que el cuadro fuera restaurado por Bonsor.

            Las siguientes noticias sobre la obra tras su adquisición, las tenemos el día 20 de Agosto de 1903.  Archer M. Huntington fundador de la Hispanic Society of America,  que  mantiene con Bonsor una buena amistad, desde por lo menos 1898 y fruto de ella, unas mas que lucrativas relaciones comerciales y abundante correspondencia cruzada, le escribe comentando  que «Le envidio por los Morales. Algún día debería dejarme verles». (4) Entendemos, que debía conocer de oídas, que Bonsor -evidentemente por boca de éste-,  poseía un ejemplar de este pintor pacense (Badajoz 1515-1586). Nos extraña, que el americano hable de los Morales. En la documentación que hemos podido trabajar, solamente, tenemos constancia de la compra de un ejemplar. Pudiera tratarse de una confusión entre los interlocutores.

            El día 19 de Noviembre de 1904, Bonsor escribe a Huntington, insistiendo, en el contenido de una misiva anterior, en la que le hacía saber, de la más que urgente implantación de una nueva ley  que restringirá, sacar del país objetos artísticos. Le participa, «que precisa vender fuera de España» y que tendrá que sacar sus «incunables», antes de que entre en vigor. (5) La Ley se quedó en agua de borrajas.

            Bonsor, volverá a escribir a Huntington el día 18 de Febrero de 1905 para hacerle saber que; «Por el momento no puedo decirle nada sobre el Morales, pues no dudo que su desaparición de mi estudio causaría un escándalo. Esperemos una mejor ocasión». (6) Creemos por un lado, que es del dominio público especializado, que la pintura obra en poder de Bonsor y por otro,  que  ya se ha ofrecido el cuadro y producido alguna propuesta de compra, pero la pieza, es demasiado importante. Huntington contesta el día 01 de Marzo de 1905; «Hablaremos del Morales cuando Vd., lo crea oportuno». (7) Es obvio, que ambos personajes, ya están de acuerdo, o quizás, han establecido un principio de ello.

            Pero Bonsor, quiere llevar a cabo la operación  lo antes posible y el día 07 de Marzo de 1906 y escribe de nuevo a Huntington: «Como puede que tarde Vd., en venir de nuevo a España, me gustaría enviarle a Vd., si lo aprueba un cuadro del Divino Morales. Se lo embalaré sin el marco en un buen tubo de hojalata y se lo enviaré junto con una serie de fotografías que he reunido de las mejores obras de Morales en España. ¿Le importaría hacerse cargo de los costes del transporte y seguros por valor de 1200 libras?» (8)

            El cuadro será entregado en mano en París, creemos que entre los meses de Agosto y Septiembre  de 1906, cerrándose la operación en Octubre y pagándose por él en estas fechas, la cantidad de 30.000 pesetas junto con un importante lote de antigüedades. El monto del negocio asciende en total a 45.000 pesetas, que son desembolsadas en dos plazos. El primero de 20.000 pesetas y el segundo de 25.000 pesetas. (9) Huntington escribe a Bonsor el día 21 de Septiembre de 1906 para decirle: «Me alegro mucho ahora de que no hubiera Vd., enviado el Morales a América porque como Vd., puede comprobar no hubiera tenido la oportunidad de verlo.» (10) Y el 03 de Octubre, miércoles, le cita mediante escrito, que le será entregado en mano, para el viernes próximo (05/10/1906)  a las 10.00 horas de la mañana. Creemos, que en esta fecha se produce el cierre de los últimos flecos de la operación en la capital francesa. (11)

            El 27 de Octubre de 1906, con la pintura ya vendida, Huntington escribe a Bonsor y tras hacer una referencia a Pablo Bosh –miembro del patronato de El Prado y benefactor de esta institución y a su enfermedad-, le indica: «Me alegro de que no dijera nada sobre el Morales y no creo que sea conveniente hacerlo por el momento, a no ser, que Vd., prefiera hacerlo personalmente». (12) Es claro, que por el momento, la Operación Morales conviene mantenerla en un  segundo o tercer plano, lo mas discreto posible. Al fin y a la postre, estamos ante el hecho consumado de una-digámoslo  suavemente-transacción alegal, por no emplear un adjetivo mas contundente 

            En esta misma carta, hay un párrafo, que pudiera resultar esclarecedor, en futuras operaciones mercantiles, y que dice: «Aquí hay un Valdés Leal. Este puede ser sustituido por el que tiene Vd., en mente, así, si tuviera Vd., alguna oportunidad, sería mejor que me escribiera lo antes posible, lo cual prefiero antes de llegar a una decisión definitiva». ¿Había puesto ya  Bonsor proa a los cuadros del convento de Santa Clara de Carmona?

            La última referencia a la obra exportada, la encontramos en una carta de Bonsor a Huntington, del día 18  de Junio de 1910 para referirle la impresión tan agradable, que la Sta. Batley, un familiar directo del primero, se llevó de la Hispanic Society of America. Tras cantar las excelencias de la Institución y sus colecciones, dice; «El Morales enmarcado en un magnífico marco de marfil rodeado de valiosas obras estaba espléndido».  (13)

            Se ha querido justificar esta venta junto con otras, como una manera de acaparar fondos para poder acometer las obras de restauración del Castillo de Luna en Mairena, nuevas expediciones arqueológicas  e incluso de su próximo enlace matrimonial (04 de Marzo de 1907). No creemos que estos fueran los  motivos. Bonsor en esta época vive de rentas y muy bien por cierto. Solamente, hemos de repasar la correspondencia de Vivian &Grey and Company (14), banco que gestiona sus intereses y su bienes, o sus Cuadernos de Gastos Diarios correspondientes a estos períodos. Bonsor no baja su tren de vida y no necesita llevar a cabo estas operaciones, para vivir del modo al que está acostumbrado. Nos inclinamos a pensar como detonante de estas acciones comerciales,  las tentadoras  ofertas que recibe  de la Hispanic Society of America, que en estos momentos, está en pleno proceso de  configuración de  sus colecciones.

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JORGE BONSOR POR ENRIQUE GONZÁLEZ ARIAS EN «CARMINA»:

«JORGE BONSOR Y GANDUL»

«JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona [fragmentos]»:

            Fragmento 1: Introito y unos breves datos biográficos

 

JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona (Fragmento 1). Por Enrique González Arias

 

CUANDO se aborda la vida, obras y milagros de Jorge Bonsor, no hay términos medios. Se le canoniza y se le sube a los altares, o, se le condena sin remisión a lo más profundo de los  infiernos del Dante. No importa si afrontamos su faceta de arqueólogo o coleccionista. Siempre aparecerá esa dualidad.

            Hoy acometeremos, uno de los episodios mas controvertidos en la vida del propietario del Castillo de Luna de Mairena del Alcor y que no es otro, que la de comprador y vendedor de pinturas.

            Desarrollaremos en estas líneas, las adquisiciones llevadas a cabo por nuestro personaje en materia pictórica, las formas de conseguir los cuadros, los precios pagados y  por los que fueron vendidos, las operaciones fallidas y hasta los engaños de los que fue objeto, que de todo hubo en la viña del Señor.

 

JORGE BONSOR

 UNOS  BREVES DATOS BIOGRÁFICOS

 

GEORGE EDWARD Bonsor Saint Martin,  nació en Lille (Francia) el 30 de Marzo de 1855, hijo de padre inglés y madre francesa, la cual falleció a poco de nacer nuestro protagonista. Por la profesión de su progenitor-ingeniero-, viajó por diferentes países europeos, recibiendo una primera formación escolar muy cosmopolita. Tournair (Bélgica), Moscú (Rusia), Albí y Montauban (Francia) y Yorkshire (Reino Unido) entre otros lugares, conocerán la presencia del púber Bonsor. Dotado para el dibujo, cursa estudios superiores de Bellas Artes en la Escuela de Arte de South Kensington y en la Real Academia de Bellas Artes de Bruselas, finalizando su formación  en 1880. Viaja a España, en donde lo encontramos en Septiembre de ese mismo año, con vista a una larga estancia, que pretende dedicar a pintar.  Burgos, donde contacta por primera vez con la realidad de España (visita una taberna y conoce a un pintor local). Madrid, ciudad que por cierto no le gusta, excepto El Prado. Toledo, en donde permanece aproximadamente cuatro meses y Sevilla serán lugares al abasto de sus pinceles.

            Inducido por su padre visita Carmona, ciudad en la que se establecerá-tras una corta estancia previa- el 04 de Marzo de1881, prolongando su estadía, hasta el 19 de Diciembre del mismo año y en donde mas tarde, se asentará de forma definitiva. En la ciudad palmera se hace pronto famoso el pintor inglés, al mismo tiempo, que establece contactos con lo mas florido y granado de la sociedad del lugar.

            Sebastián Gómez Muñiz, vicario de la iglesia de Santa María, Manuel Delgado y Malvido arquitecto encargado de la restauración del templo antes citado y José Vaga Peláez un aficionado al coleccionismos de antigüedades, serán sus primeros contactos encargados de allanarle el camino, hacia la tertulia de rebotica del farmacéutico Juan Fernández López, en donde se reúnen los ya anteriormente citados junto con, Manuel Fernández López, médico, hermano del oficinal, historiador local y coleccionista, Manuel Calvo Cassini, historiador perteneciente a la Comisión Provincial de Monumentos y correspondientes de la Real Academia de la Historia y Manuel Pelayo del Pozo, cirujano aficionado a la prehistoria y coleccionista, que entre otros y en palabras de Antonio García Baeza, son el paradigma de las tertulias de anticuarios. Centran los coloquios en el análisis numismático, epigráfico y de las piezas que adquieren e invitan a investigadores cercanos del ámbito académico para que les ilustren en sus comentarios. (1)

          Bonsor, que tiene una tendencia innata al coleccionismo rozando muchas veces el Síndrome de Diógenes intelectual, se integra en  de hoz y coz en este grupo y en un corto espacio de tiempo, se llega  a convertir en la figura mas representativa de tan heterogénea  agrupación. De esta relación surgirán proyectos en el campo de la arqueología, que tendrán su resultados mas palmarios, en la excavación de la Necrópolis Romana de Carmona y el la creación de la Sociedad Arqueológica de la ciudad. Con posterioridad, Bonsor volará en solitario, dedicándose explotar el potencial arqueológico  de los Alcores y que dará lugar, a una  mas que notable colección de piezas y en algunos casos, a unos jugosos beneficios.

Comprará el Castillo de Luna en Mairena del Alcor, lo reconstruirá y hará de él, junto con sus esposas,-se casó dos veces-, su base de operaciones, lugar de residencia y depósito de sus colecciones hasta su muerte el día 15 de Agosto de 1930.

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JORGE BONSOR POR ENRIQUE GONZÁLEZ ARIAS EN «CARMINA»:

«JORGE BONSOR Y GANDUL»

«JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona [fragmentos]»:

            Fragmento 2: El coleccionista. El «Morales».

JOAQUÍN RUEDA MUÑOZ. SEMBLANZA DE UN HOMBRE DE ACCIÓN (1934-2018). De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún (Mayo de 2019)

 
 
 

Joaquín Rueda Muñoz

 
 
 

   «Las condiciones en que se desliza la vida actual hacen a la mayoría de la gente opaca y sin interés. Hoy, a casi nadie le ocurre algo digno de ser contado. La generalidad de los hombres nadamos en el océano de la vulgaridad. Ni nuestros amores, ni nuestras aventuras, ni nuestros pensamientos tienen bastante interés para ser comunicados a los demás, a no ser que se exageren y se transformen. La sociedad va transformando la vida, las ideas, las aspiraciones de todos.»

Pío Baroja

 
 
 

  «Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o, bien, callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz, pese a la muerte?»

Gabriel Celaya

 
 
 

Joaquín Rueda con san Juan Bosco

 
 
 

Hemos querido que las dos citas que encabezan esta semblanza de la vida de un hombre como Joaquín Rueda Muñoz también las podamos ofrecer a la lectura junto con lo que vamos a contar, a la manera de grandes trazos, apuntes, como si la vida pudiera expresarse de modo impresionista, diciendo mucho más de lo que se dice porque los autores cuentan con la participación de los que se van a asomar a estos párrafos para aproximarse a Joaquín, que desde luego se alzó durante toda su vida contra lo que Baroja denuncia allá por los principios del siglo XX, y fue de los que no nadó en el «océano de la vulgaridad», porque él tuvo el don de hacer consistir su existencia en un mundo lleno de acontecimientos dignos de ser contados. La otra cita es un fragmento de un poema de otro vasco, Celaya, que nos llenó de amor y amistad la literatura española. Sin el cultivo radical de la amistad no habría habido causa de tanta acción cultural, musical, folklórica, docente… de este andaluz de Carmona que irradió desde la capital histórica de los Alcores una luz para ser modelo de los que buscan construir su felicidad contribuyendo a que la alcancen los demás.

   Lo que, a continuación, escribimos tiene su origen en una llamada de teléfono a la librería ‘Término’ de Alcalá de Guadaíra. Uno de los libreros, el escritor Mariano Cruz, le facilita a Matilde Rueda, hija de Joaquín, nuestros números telefónicos. Ella había leído la semblanza del pintor carmonense, Manuel Fernández García, que habíamos publicado en la revista alcalareña Escaparate en 2013 y que también estaba editada en internet en nuestra revista literaria «CARMINA». Matilde deseaba que nosotros hiciéramos una semblanza de su padre. El 16 de julio de 2018 nos desplazamos a Carmona para visitarla y nos entrevistamos con ella. El texto que sigue es fruto de aquella conversación en memoria de su padre.

 
 
 

Con sus hermanos

 
 
 

Joaquín Rueda Muñoz nace en Carmona el 30 de enero de 1934. Es el mayor de seis hermanos. Sus padres, Matilde y Joaquín, se casaron en 1932. Su padre era un carpintero muy humilde sin trabajo entonces para mantener a su familia. En Madrid tenía unos parientes que le habían buscado un empleo en un taller donde se fabricaban cajas de madera. El joven matrimonio emigró a Madrid, aunque Matilde cada vez que iba a parir regresaba a Carmona para el nacimiento de los hijos. Así estuvo unos años yendo y viniendo de Carmona a Madrid, y de Madrid a Carmona, donde habían nacido ya dos de los seis hijos. Cuando estalla la Guerra Civil en 1936 están en Madrid y durante los años de aquella tragedia entre españoles no pueden salir de la capital. Madrid ha quedado dentro del territorio de la República y Carmona en el bando nacional. El padre, sin ser un hombre de ideas políticas, tuvo que adherirse al bando republicano. El niño Joaquín nunca olvidaría los bombardeos, las carreras desesperadas a los refugios donde habían de guarecerse de las bombas y las cartillas de racionamiento. Cuando finalizó la contienda al padre lo condenaron a trabajos forzados en un campo de concentración cercano al Valle de los Caídos y luego lo trasladaron a otro en los Pirineos. Su oficio de carpintero le sirvió para sobrevivir en aquellos duros años de sufrimiento y privación de libertad. La madre regresó a Carmona con los dos hijos, buscando el amparo de la familia. Tres largos años duró el cautiverio del padre.

   Durante ese tiempo Matilde tuvo que sobrevivir ella sola con sus tres hijos. Joaquín tenía cinco años y ya sabía leer y escribir, aunque no había pisado aún ninguna escuela. Ella estaba empeñada en que Joaquín pudiera matricularse en alguno de los colegios de Carmona. Y si a través de amistades tuvo algunos maestros, a los pocos meses de pasar por las llamadas popularmente migas, que eran las casas particulares de los propios maestros, donde se preparaba a los niños para la escolarización en los colegios oficiales. Los maestros le decían a la madre que Joaquín ya sabía todo lo que ellos podían enseñarle, así que era necesario matricularlo en un colegio. Por aquel entonces el mejor de Carmona era el que regentaban los padres Salesianos. La madre consigue meter al niño en los Salesianos y se las avía para pagar, cada vez que corresponde, la matrícula y las mensualidades. Al padre le conceden la libertad y regresa a Carmona. A Joaquín consiguen mantenerlo en los Salesianos hasta los once años. Pero a esa edad, a pesar de que los sacerdotes salesianos insistían en la necesidad de que pasara al bachillerato, la madre no podía sufragar el gasto, y ponen al niño a trabajar en la tienda de comestibles de un tío materno. Siempre reconocería a lo largo de su vida lo agradecido que estaba a los maestros salesianos porque con ellos aprendió dos cuestiones fundamentales: la capacidad de observación y el amor por la lectura, que le sirvieron como dos herramientas esenciales de las que echar mano para emprender cualquiera de los proyectos en los que se embarcó.

 
 
 

Con sus condiscípulos en los salesianos de Carmona

 
 
 

   Por un plato de comida y una peseta al día trabajaba Joaquín de ocho de la mañana a diez de la noche, ininterrumpidamente. A los once años Joaquín lloraba desconsoladamente por no poder seguir estudiando. Pero esa peseta diaria que le iban a pagar era imprescindible para su familia. Por ser pequeño de estatura, tenían que ponerle una lata de pimienta para que a ella se pudiera subir y se le viera tras el mostrador. No se achantaba en su afán de aprender y, ya entonces ese niño empezó a comprar libros con el poquísimo dinero que alcanzaba a ahorrar para poder leer, y no paraba de escribir y de dibujar. Se las ingeniaba para ir haciéndose con una biblioteca, que va engrosándose con todos los libros que caen en sus manos y que lee y relee. Unos los compra, otros se los prestan. Ocupantes provisionales y sucesivos en su biblioteca que implicaban las relaciones que él establecía con amigos curiosos e inquietos como él, personas que encontraba y que compartían el entusiasmo por aprender porque creían firmemente que los libros son tesoros. Leía literalmente de todo: Física y Química, Música o Gramática… Los diccionarios los devoraba como si fueran novelas, leyéndoselos desde la primera hasta la última página, y a las tantas de la noche… Logró su firme propósito de ser un estudiante. Aunque autodidacta, no por ello se aisló de los demás, sino al contrario, con los conocimientos que adquiría por su cuenta, conforme iba aprendiendo y educándose, ponía a disposición de los otros lo que sabía, con ese don que tenía de propiciar los encuentros.

   Así, él mismo va construyendo su propio plan de estudios, que incluye las Bellas Artes, por las que tenía una apetencia natural y en las que se va introduciendo de manera espontánea e intuitiva. Se prestaba como ayudante del maestro de pintores José Arpa Perea o del escultor Joaquín Daza Burgos y de otro ilustre carmonense, Juan Rodríguez Jaldón, entonces director de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. También fue compañero en la Peña Giraldilla del pintor Manuel Fernández García, y amigo suyo. Se hacía con cualquier cosa que fuera de papel. No tenía empacho en aprovechar los restos de papel de envolver, o unos trozos inservibles de papel de estraza. Sobre estos soportes dibujaba sus primeras figuras o paisajes con un lápiz, una plumilla o un carboncillo. En su plan de estudios Joaquín también incluye la Música. Conoce a un músico que decide darle clases en las pocas horas que aquel niño entusiasta tenía libres de la tienda. Necesariamente, debían ser los domingos y fiestas, no los sábados, que también eran tiempo de trabajo de Joaquín. Era capaz de encontrar siempre los momentos para recibir aquellas clases que para él eran una fortuna. Aprendió solfeo y a tocar la bandurria. No tardó en aplicar parte de lo aprendido cuando organizó una rondalla de cantores que se acompañaban de bandurrias. Más tarde dirigiría una tuna.

   Hasta cumplir los dieciocho años Joaquín trabajó en la tienda de comestibles como mozo de mostrador. Fueron siete años durante los que trabajó, efectivamente, no como el niño que era sino como un mozo capaz de bregar duramente durante aquel desproporcionado horario y, no obstante, no perdió la ilusión de ser un niño y un muchacho de vocación humanista, guiado por una inspiración existencial que le acompañaría toda su vida y una capacidad de transmitir su fuerza a los que iban formando parte de su mundo, de su vecindad y de su afecto.

   Con diecinueve años se presenta a un concurso de Bellas Artes para una exposición que por entonces organizaba el Ayuntamiento de Carmona y le premian un dibujo suyo. En años posteriores siguió recibiendo menciones y reconocimientos en este concurso al que se presentaban artistas reconocidos no sólo de Carmona sino de los otros pueblos de la comarca. Por esta misma época de juventud, además, fue entrenador de fútbol de varios equipos juveniles; se atrevía con montajes de teatro y con papeles de actor. Era tal su generosidad y su compromiso para que el saber y el conocimiento fueran un patrimonio compartido por todos, sobre todo, y especialmente, por los más humildes, que, incluso, saca tiempo para dar clases nocturnas a hortelanos y otras personas del campo.  A principios de los cincuenta el Ayuntamiento de Carmona había cedido unos salones de la planta alta del edificio municipal para que los pudieran usar los jóvenes del pueblo. Una parte importante de aquellos jóvenes estaba formada por un grupo de condiscípulos salesianos de los que formaba parte Joaquín. Poco tiempo después, a principios de los sesenta, funda una peña cultural a la que nombran La amistad. Las peñas surgen como alternativas populares a los dos casinos existentes, El Casino Viejo y El Casino Nuevo, que frecuentaban las personas más pudientes. Fueron dos las peñas que se crearon en los años cuarenta y cincuenta, la primera llamada La Giraldilla y la segunda Los tranquilotes. Pero los jóvenes no tenían acogida en estas asociaciones. Joaquín supo ver que era necesario que la juventud de Carmona, de la que él formaba parte, tuviera su propio espacio para el encuentro de los que tenían deseos de actuar y participar, de encajarse en el devenir de un pueblo lleno de historia y de cultura como Carmona. Así nace la peña La amistad, que se creó con la inspiración de Joaquín, pues era propio de él, entusiasmar a otros jóvenes para dar realidad a la peña de la juventud de Carmona, entonces.

   Después de hacer el servicio militar, con veintidós años, aprende a reparar bicicletas, a montar antenas de televisión  y a reparar electrodomésticos. Una de las primeras antenas de televisión de Carmona la montó él. Estudia, por libre, electrónica y  peritaje mercantil.  A fines de la década de los cincuenta, con sus amigos funda la primera emisora de radio de Carmona a la que denominaron Radio Juventud y que emitía desde uno de aquellos salones de la planta alta del Ayuntamiento. Joaquín se encargó de montar todos los aparatos para que la emisora funcionara. Con sus conocimientos de electrónica averiguó qué piezas y artilugios precisaba y dónde los podría obtener. Gestionó la compra de los componentes en Barcelona y consiguió montarlos y que la emisora pudiera funcionar. Estos años son también los de la revista Estela. Son años en los que Joaquín trata con todas las capas sociales de Carmona. En realidad Estela era una mezcla de revista y de periódico. Los contenidos de la publicación iban a ser el resultado de toda una labor de sus promotores en cada rincón de Carmona, en cada monumento, calle, o tradición popular o religiosa, lo que suponía estar con quienes tenían algo que contar, visitarlos, hablar con hombres y mujeres. Y en toda esta actividad Joaquín suponía un impulso esencial, porque era un hombre de acción.

 
 
 

 
 
 

   De 1961 a 1975 formó parte de la corporación municipal y promovió la declaración de Carmona como conjunto histórico-artístico conseguida en 1964. Declarándose, además, como monumentos nacionales las ermitas de San Mateo, San Antón, la iglesia de San Antón y el convento de la Concepción. En este mismo año, argumenta y defiende la construcción del parador nacional en el Alcázar del Rey don Pedro. Pero su labor por el patrimonio cultural de Carmona, en una visión adelantada a su época, no se va circunscribir al patrimonio material sino que concibe la salvaguarda de los bienes inmateriales de la localidad.

   Dejó de trabajar en la tienda de comestibles y llegó a enfermar de no descansar porque su tío, aprovechando las ideas y cualidades del sobrino, le montó un taller de bicicletas y una tienda de pequeños electrodomésticos, donde siguió siendo su empleado con un horario que sólo dejaba para poder consagrar las horas nocturnas a los estudios que emprendía. Con veintisiete años se casa con Rosario. Un tiempo después el tío le traspasa la tienda de electrodomésticos, aunque con sus deudas. A partir de este momento Joaquín va a poder dar rienda suelta a una mayor actividad pública, con una mayor proyección social.

 
 
 

Con la Hermandad del Santo Entierro de Carmona

 
 
 

   En 1971 funda la hermandad del Santo Entierro de la que fue hermano mayor durante siete años. Ese mismo año lo nombran pregonero de la Semana Santa de Carmona. A principios de los 80 es uno de los encargados de recuperar el Carnaval promoviendo la agrupación carnavalera «Pitos y cañas». Y a mediados de la década, animado por sus hijos, decide iniciar los estudios de Magisterio que concluye en 1987, obteniendo inmediatamente la plaza de maestro de escuela para Adultos.

   Siguen cabiendo iniciativas y proyectos en la vida de Joaquín y se dedica de pleno a la institución educativa. Llega a ser coordinador de diferentes zonas de la provincia de Sevilla; La Campiña, Vega Alta, Vega Baja durante nueve años desde 1988 hasta 1996, integrado en el Equipo Técnico provincial de la Delegación Territorial de Educación de Sevilla. Desde 1988 hasta 2004 desempeñó el cargo de director-coordinador del Centro de Adultos de Carmona. Ya jubilado, se matricula en la Universidad de Sevilla en el Aula de la Experiencia, completando dos cursos.

   Una de sus últimas dedicaciones fueron los mosaicos de inspiración romana. Hay uno que nos recibe en la casa de la familia de su hija Matilde. El relato sobre su padre, su memoria, algunos de sus hitos biográficos nos los ofreció aquel día en el que nuestro encuentro con ella fue tratar sobre él: un hombre de acción, en el sentido humanista. Su familia, sus aventuras, sus descubrimientos, sus amigos constituyen otro mosaico existencial a lo largo de toda una vida fecunda, que estuvo llena de sentido porque fue un hombre de libertad para el encuentro o, dicho también, un comprometido y rebelde, pues sin rebeldía no es posible una vida creativa como la que acabamos de narrar. Sea por su memoria esta semblanza.

 
 
 

Con su familia

 
 
 

LA CÁRCEL QUE PISÓ CERVANTES. Por Pablo Romero Gabella (2015)

 
 
 

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Don Quijote
Aurelio Teno
Córdoba
1999

 
 
 

Conferencia dada en las jornadas celebradas en el IES Cristóbal de Monroy de Alcalá de Guadaira
con motivo del IV Centenario de la publicación de la Segunda Parte de El Quijote.

(Abril-Mayo de 2015)

 
 
 

NOTA PRELIMINAR

 

El tema de esta conferencia proviene de un trabajo de fin de carrera en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, allá por el año 1996, titulado «Pecado, marginalidad y delincuencia en la Sevilla barroca. El Padre León y Sevilla (1578-1616)». Este trabajo se basaba en el estudio de la obra del jesuita jerezano Padre León, que ejerció como Confesor en la Real Cárcel de Sevilla justamente en el periodo que Cervantes estuvo allí preso.  Además el autor ha analizado diversas obras de la literatura picaresca de la época y de la obra del abogado sevillano Cristóbal de Chaves titulada «Relación de la cárcel de Sevilla», que también escribió en esta época, y que complementa, desde una visión mundana, la visión que el religioso tenía de la cárcel sevillana.

 
 
 

   Miguel de Cervantes no solo fue escritor, fue también soldado, recaudador de impuestos, pícaro, aventurero y preso, tanto en Árgel con los berberiscos, como en España. Fue, por tanto, un personaje histórico polifacético, como la época que le tocó vivir: el final del Renacimiento.

   Aquí me centraré en su etapa como preso en Sevilla. Cervantes estuvo en la cárcel 4 veces en los años 1592, 1597 y 1602. Los motivos fueron en su mayoría económicos, ya que, al parecer, sustrajo caudales públicos cuando ejercía el oficio de recaudador de impuestos del rey. Para algún erudito de la obra cervantina, Cervantes comenzó El Quijote en la cárcel de Sevilla basándose en lo que el autor escribió en el prólogo de la primera parte:

   «Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?»

   Actualmente muy pocos especialistas siguen manteniendo esta idea. Aún así, creo que algo de su experiencia carcelaria quedaría reflejado en El Quijote, lo veremos al final…

   Veamos cómo fue la Cárcel de Sevilla que pisó Cervantes, y qué personajes encontraría allí.  De seguro que esta experiencia le serviría para sus ficciones, porque la Real Cárcel de Sevilla más pareciere una ficción que una realidad.

   En la novela picaresca Guzmán de Alfarache del sevillano Mateo Alemán se describía de esta forma la cárcel de Sevilla:

   «paradero de necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, enfermedad breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos».

   La fama, la mala fama, de la Cárcel sevillana tendría eco en la mismísima Santa Teresa de Jesús, que en una carta fechada en 1576 a la Madre María Bautista definía a la cárcel como «el infierno». El propio Cervantes, más mundano, la llamaría la «Universidad de los pícaros».

   Las cárceles del Antiguo Régimen no eran como las actuales, ni en su forma ni en su fondo. En absoluto se consideraban una institución rehabilitadora en beneficio de la sociedad, como actualmente dicen las leyes. No, en aquellos tiempos la cárcel era un lugar de tránsito, de espera a los castigos que debían dictar los jueces del Rey: la muerte, el desmembramiento, el destierro, los azotes, etc…

 
 
 

CERVANTES-Y-ALCALÁ-2

D. Quijote
[Foto: ODP Alcalá de Guadaíra 2009]

 
 
 

   El edificio de la Real Cárcel de Sevilla actualmente no existe. Sólo una placa en la sede de La Caixa en la calle Sierpes, que era el solar que ocupaba, hasta aproximadamente la plaza del Salvador. La construcción era de origen medieval (siglo XIII) y a principios del siglo XV estaba en ruinas, siendo reconstruida a costa de la noble sevillana doña Guiomar Manuel. En 1563 el alcalde Don Francisco Chacón decide remozarla y ampliarla (en base a unos terrenos aledaños propiedad de la Iglesia). Comenzaron las obras sin permiso de ésta y el alcalde acabó siendo excomulgado por el Papa. Al final se llegaría a un acuerdo y en 1569 fue reconstruida por el arquitecto Hernán Ruiz II (importante artista renacentista al cual debemos el remate de la Giralda). Sin embargo murió a los pocos meses y las obras las terminó el italiano Benvenuto Tortello.

   Su ubicación en el centro de la ciudad (al lado del Ayuntamiento, de la Real Audiencia y de la Catedral) es decir de los poderes mundanos y sagrados, tenía por objeto hacer ver el poder real y simbólico de la Corona, que castiga inmisericorde a los que subvierten las normas. Esto lo podernos observar en la puerta de entrada, donde las Armas Reales y el escudo de la ciudad están bajo la gran figura alegórica de la Justicia acompañada por las de la Fortaleza y la Templanza, virtudes ambas de todo buen gobernante.

 
 
 

d. quijote de mairena

Cervantes
Gavira
Mairena del Alcor
1961
[Foto ODP, 2009]

 
 
 

   Cuando Cervantes fue uno de sus inquilinos, su número nunca bajaba de 1000 presos, la mayoría por deudas, robos y estafas. La Cárcel vivía su momento de esplendor. Nada extraño porque Sevilla era por entonces, gracias a ser el único puerto hacia las Indias, una ciudad rica y opulenta, imán de pícaros y ladrones, tales como Cervantes los describió en su conocida obra Rinconete y Cortadillo.

   La cárcel era un edificio de tres plantas construido de sillares en su zócalo y toda la portada, siendo el resto de sus muros de ladrillo.

   Tenía dos puertas, la de entrada (conocida como la de «oro») y la que daba propiamente a los corredores de las celdas (o de «plata»). Por lo que respecta a las puertas, todas eran de hierro, ya que las primitivas de madera eran vulnerables a los golpes y a los incendios que provocaban los presos para intentar huir.

   Nada más entrar nos encontraríamos con un pasillo que nos llevaba al patio central, que era el que organizaba los calabozos y al lado, las estancias del escribano y la cárcel de mujeres. Estaba esta dependencia incomunicada de la de los hombres, excepto por una verja que daba al patio de los hombres, por donde se lanzaban piropos, coplillas y blasfemias. Tal jaleo provocaban las reclusas que (tal como describe Juan de Mal-Lara) el rey Felipe II, de visita en Sevilla en 1570, hizo detener a su cortejo a su paso por la cárcel por el griterío de las presas que le pedían misericordia.

   El patio era el centro del edificio, en torno a él se encontraban los calabozos. Contaba con una fuente, abastecida por el agua de Alcalá que llegaba a Sevilla a través de los Caños de Carmona (nombre debido a la puerta de Sevilla por donde entraba, y no por  el origen del líquido elemento).

   En el patio existían cuatro tabernas y una tienda de frutas y aceite, que estaban arrendadas por particulares al alcaide (o director de la cárcel) que no era otro que el Duque de Alcalá, Don Fernando Enríquez, que había comprado en 1589 el cargo a la Corona.

   Al fondo del patio (que daba la calle Sierpes) se encontraba la capilla.

   Alrededor del patio existían 15 calabozos comunes. Estos se arrendaban (todo costaba dinero en la cárcel como podréis comprobar) a razón de 15 reales mensuales. Esto sólo lo podían disfrutar los presos con mayores caudales, el resto (unos 400) se hacinaban en los calabozos restantes que dividían interiormente con viejas mantas sujetas por cordeles; a estas divisiones se les llamaban «ranchos». En el mismo patio los presos más peligrosos y conflictivos, los llamados «matantes», «delitos» y «malas lenguas» eran recluidos en la Cámara de Hierro, una especie de celda de aislamiento.

   Sobre la planta baja había un entresuelo, del cual sólo conocemos los nombres de los ranchos, unos nombres tan poco edificantes como «pestilencia», «miserable», «lima sorda», «Ginebra» y un aposentillo llamado «Casa Meca».

 
 
 
d. quijote de mairena 2

D. Quijote y Rocinante contra un molino de viento
y junto a ellos Sancho y su asno

(Mairena del Alcor)
[Foto ODP, 2009]

 
 
 
   En el primer piso o Galería Vieja se hospedaban los presos distinguidos o nobles, que tenían habitaciones que daban a dos calles.

   En el segundo piso o Galería Alta o Nueva, además de calabozos para gente bien, tenía su habitación el alcaide, estancia en la cual también podían alojarse los presos nobles, podemos decir que era la zona «Vip». Sobre dicha estancia había una azotea para que el alcaide y sus invitados pudieran disfrutar de las procesiones y las fiestas de «toros y cañas» (precedente de la corridas de toros) que se celebraban en la cercana Plaza de San Francisco.

   Por último, en el segundo piso estaba la enfermería atendida por un enfermero o barbero, pero que también servía de almacén y confesionario.

   En lo que respecta a la higiene podemos decir que el hacinamiento y la multitud de recovecos hacía que imperase la suciedad y la inmundicia. Ya en el exterior, el recinto estaba rodeado de basuras y estiércol procedente de las innumerables caballerías.

   Dentro de la cárcel existía una inmensa letrina o «servidumbre», a la sazón una gran alberca profunda, donde cada 4 meses se retiraban los desechos. Es impensable imaginar el olor insalubre y nauseabundo de este inmenso retrete, que necesitaba para limpiarlo más de cien bestias.

   Cuenta el abogado Cristóbal de Chaves que esta letrina servía de refugio de los que huían de la pena de azotes, al huir «se meten en la inmundicia hasta la garganta» y atacaban a sus perseguidores tirándoles «pelladas de aquel sucio barro».

   Era frecuente que entraran en la cárcel las mujeres de los presos en la noche, como también las queridas, amantes y prostitutas. El ya mencionado abogado Chaves decía que «suelen dormir de noche en la cárcel ciento y más de mujeres».

   Cuenta el caso de un preso que enamoró a una mujer casada que pasaba todos los días por la puerta de la cárcel. Se citaban en la misma cárcel, más concretamente en su mismo «rancho», al calor del mísero catre. Ella, mujer de recursos, se hacía acompañar de criada y escudero que encubrían en su aventura al llevarla a una cercana iglesia a cambiarse de ropa y ponerse otras de inferior categoría para así entrar en la cárcel. Este curioso romance duró hasta que un funcionario de la prisión los halló en el ejercicio de su pasión.

   Además de amantes, solían entrar en la cárcel prófugos de la justicia. Uno de ellos, al ser descubierto por el confesor, el jesuita jerezano Pedro León, le dijo con gracia: «pues,  dígame padre, por su vida, ¿en qué seso cabe que se había de venir a buscar a la cárcel?»

   Y a todo esto ¿qué tipo de presos pudo conocer Cervantes? Intentemos hacer una clasificación:

  • Los aristócratas: los bastoneros y porteros: Estos presos eran a la vez reclusos  y guardianes a sueldo del alcaide. Sabemos de uno de ellos, un morisco que era portero de la puerta de plata  y que además vendía de tapadillo calzas y otros tejidos, y llegó a amasar una pequeña fortuna de 1.300 escudos de plata.

  • Los confidentes o «porquerones»: Disfrutaban, como los anteriores, de mayor libertad y poder. Por diez o doce reales dejaban huir a los presos que podía pagárselo. Todo tenía un precio en la cárcel, también la libertad.

  • Los presos novatos: Eran el blanco perfecto de las mofas, robos y abusos por parte de los «presos viejos». Éstos por el módico precio de dos o tres ducados intercedían ante los bastoneros y porteros para que no sufrieran malos tratos o abusos.

  • Los presos más peligrosos, llamados «valentones», «guzmanes» o «jácaros».  Eran los jefes de las bandas de delincuentes, tipos bragados en pendencias y peleas y que se vanagloriaban en sus «hazañas» tales como asesinatos y demás crímenes. Solían llevar calzas y jubón acuchillado como los soldados de los tercios y tatuado en su mano o en el brazo un corazón. Como vemos las modas carcelarias no han cambiado tanto.

  • Los pícaros y los ingeniosos: Tal era el caso de un falsificador vizcaíno que aún dentro de la cárcel seguía falsificando firmas y suplantando a negociantes en sus negocios con Flandes e Italia. También se conoce el caso de un falso inquisidor, de falsos curas y de incluso poetas que escribían cartas de amor a los presos y que además las decoraban con dibujos, como si fueran comics. Una de estas cartas se la escribieron a un galeote llamado Juan Molina para su amada Ana, en realidad una prostituta, y se decía en ella «Las saetas de Ana son/Y de Juan el corazón». También existían una pléyade de falsos abogados que salían y entraban de la cárcel para asesorar legalmente a los detenidos. En muchas ocasiones eran estos mismos picapleitos los que llevaban a sus futuros clientes a la cárcel para así luego autonombrase sus defensores.

  • Los presos homosexuales. En Castilla la homosexualidad o «pecado nefando», al contrario que en Aragón, no era la Inquisición la que se encargaba de reprimirla sino la justicia del Rey. Estos presos eran marginados por sus compañeros y en muchas ocasiones maltratados o directamente asesinados.

  • Los galeotes, así se conocían a los condenados a servir en las galeras del Rey. En la Cárcel Real esperaban ser trasladados al puerto de Bonanza en Sanlúcar de Barrameda, donde radicaba la Armada o encerrados en el invierno cuando las galeras remontaban el Guadalquivir en invierno para aprovisionarse. Muchos de estos (los llamados «potrosos») para librarse de ir a las galeras se aplicaban cierta hierba en sus partes pudendas con lo cual se producían tal hinchazón que los incapacitaba para el servicio. Eso sí eran castigados con la pena de azotes o el destierro.

   Por todo ello, no era de extrañar que Cervantes en el capitulo XXII de la I Parte del Quijote, hiciera que su héroe manchego libertara a un grupo de presos. De tal forma decía el ingenioso hidalgo:

   «De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad; y que podría ser que el poco ánimo que aquél tuvo en el tormento, la falta de dineros d’éste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades. Todo lo cual se me representa a mí ahora en la memoria de manera que me está diciendo, persuadiendo y aun forzando que muestre con vosotros el efeto para que el cielo me arrojó al mundo, y me hizo profesar en él la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores. Pero, porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones; porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas –añadió don Quijote–, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza.»

 
 
 

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui (c. 1600).

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui

(1600)

 
 
 
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DON MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA EN LA REVISTA «CARMINA»

400 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE CERVANTES, 2016. Antonio Luis Albás

CONOCER MADRID ES CAPITAL 2: CERVANTES, TAUROMAQUIA Y JAMONERÍAS. Fotografía de Manuel Verpi

CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA. Por Rafael Rodríguez González (Septiembre de 2009)

EN UN LUGAR DE LA MANCHA. De la serie «RECORTES», Nº 76. Por Pablo Romero Gabella (con pintura de Rafael Luna)