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VICENTE NÚÑEZ, II: Plaza Octogonal, I y Homenaje a Juan Vicente Gutiérrez de Salamanca y Fernández de Córdoba. Antonio Luis Albás, (2014)

V.N.II from revistacarmina on Vimeo.

 

                             I

 

A Carmen Romero

       NO definen sus formaciones

   sotabancos ni pináculos;

   no abarcan en la cal lo estricto.

   Se deliberan en sí mismos

   como inducidos por las tejas:

   última escoda antes de un cielo

   que los conmina a ser más ágiles.

   Surgen ya recurridos; burlan,

   en el carril del friso, un ralo

   jaramago que no se atiene

   al disoluto canon jónico.

   Manchas enfoscan mapas húmedos;

   arqueología y aporía

   en el mental plano de arranque.

   El recorrido se convierte

   ahora en recta y gruesa faja,

   por donde asoman como hebras

   de leve gasa las cornisas:

   ramal que los dispersa y hunde

   hasta los dovelajes bajos.

   ¿Enuncian un patrón, se rinden

   al propio desarrollo entero?

   ¿Saltan a otro despliegue, logran

   cualquier formulación de esquema

   y se entreabren, pugnan, muerden

   el escuadrón de las barandas?

   Ya sólo apuntan a un exceso,

   a una febril idea métrica.

   Ya sólo tienen una insólita

   meta radial: equivocarse.

 

[Vicente Núñez, Poesía (1954-1990).

Edita Excma. Diputación Provincial de Córdoba.

Pág. 244.

Córdoba 1994]

 

LO FUNDAMENTAL DE CÓRDOBA ES SU DETERIORO (CON DIBUJO DEL AUTOR). Vicente Núñez

La poesía en Córdoba no es un quehacer, es un destino. Y esto por dos razones aparentemente contradictorias: la atracción del pasado y la repulsión del futuro. Ni hay, ni ha habido, ni habrá literatura cordobesa. Lo fundamental de Córdoba es su deterioro, su humedad, sus calles rotas, nunca habitada, su circulación endeble –y, sin embargo, misteriosa-, su sinsentido de nada, su piña de religiones y culturas, su estrechez urbana. Córdoba es la poesía del futuro. Cernuda creía, el pobrecito, que el espacio de la carne era el espacio de la poematicidad. Leve error: en las ciudades está el cuerpo de nuestro ser, el deterioro de nuestra existencia, el estercolero de nuestra poesía.

 

DE «LA ANDALUCÍA DE VALERA». Por Rafael Porlán (Córdoba, 1899-Jaén, 1945)

(…)

…………«Pero ¿y los Toros? Hemos visto correrse uno de cuerda tras la procesión del Sábado de Gloria y otro en la madrugada de Santo Domingo; hemos escuchado ponderar a unos vaqueros, en noche de tormenta, rodeando la lumbre, lo bravo del ganado que criaban, profetizando los apuros en que había de poner a Lagartijo y a Frascuelo; esto, tan poco, es lo que se trasluce de la fiesta castiza en toda la castiza y veraz Andalucía que paso a paso hemos ido mirando.


…………Los Toros, sin embargo, no eran poco visibles en la vida de entonces. Al contrario, como hasta ahora poco, determinaban la condición y traza de los hombres, los juegos de los niños, los sueños y refranes y disputas de todos; desde su manantial resplandeciente llegaban  a meterse por las entrañas de las cosas como venas y canalillos que decisivamente las coloreaban e influían e igualmente la totalidad de las circunstancias se reflejaban y entrañaban en los Toros. El mismo año en que nació Valera, toreando en Madrid Juan León y el Sombrerero, concluyó la corrida en reyerta campal al dividirse el público en dos bandos: el que aplaudía a Juan León como miliciano nacional y el que aclamaba al Sombrerero como acendrado absolutista. Siempre hemos visto un ardor combatiente, movido allá en su fondo por los más inesperados y distantes resortes, latiendo y llameando en torno de los Toros; siempre se dividieron los tendidos en frascuelistas y lagartijistas, esparteristas y guerristas, bombistas y machaquistas, belmontistas y gallistas. No queremos decir que ello arranque estrictamente de la pasioncilla política, que para estos efectos es de poca monta; el caso recordado no es más que un ejemplo de infiltración en la fiebre taurina de las tantas y tantas pasiones, intuiciones, ensueños, vislumbres, arranques y corazonadas del alma,  y el color del cuerpo, y del modo de andar, y la forma de la boca y las manos, y las mil otras fuerzas y fuercecillas que obligan a cada cual a hacerse partidario de Roma o de Judea, de Sicilia o de Cartago, de Racine o de Tirso. La cuestión de los Toros está en saber si han de mirarse con ojos anteriores o posteriores de la Era Cristiana, si son cosa para ser cantada por Píndaro o voceada por Goya. Y cada firmación de uno y otro bando se funda en el misterio y la pasión.»


(…)

LA HAZAÑA EN ALCALÁ DE UN CÓRDOBA QUE ES DE SEVILLA. Compilaciones de Rafael Rodríguez González

X

VICENTE NÚÑEZ. Lámpara de la saleta. Olga Duarte Piña, Aguilar de la Frontera (Cordoba), 2004.

 

 

 

 

VICENTE NÚÑEZ. La saleta. Olga Duarte Piña, Aguilar de la Frontera (Cordoba), 2004.

1 Saleta

TRES AÑOS DESPUÉS:  EL IDEARIUM ESPAÑOL DE JUSTICIA. De la serie «APUNTES HISTÓRICOS PARA LA INTERINIDAD POLÍTICA ESPAÑOLA» (VI). Por Pablo Romero Gabella (principios de enero de 2023)

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Don Quijote
Aurelio Teno
Córdoba
1999

Hace poco más de tres años cerramos estos apuntes cuando se formalizó el gobierno de coalición PSOE-Podemos de Pedro Sánchez. Mucho ha pasado, y está pasando, en ese tiempo: una pandemia, inflación desaforada, degradación institucional, polarización política, giros imprevistos en la diplomacia e incluso una guerra internacional. Lo que podría haber sido una interinidad política se ha cronificado.

En las cinco aportaciones de los apuntes abrimos un diálogo histórico entre nuestro pasado político decimonónico y del 98 y la situación política española de antes de la pandemia. En honor a la verdad, el panorama patrio poco ha cambiado. De alguna manera seguimos inmersos en una suerte de interinidad política que parece anteceder al fin de un ciclo: el de la  Constitución de 1978.

Dentro de este proceso destituyente, en palabras de Ignacio Camacho, tiene una importancia esencial la aportación del independentismo catalán.  La sentencia del juicio en el Tribunal Supremo a los líderes del 1-O se hizo pública en octubre de 2019 y suponía penas de prisión por delitos de sedición, malversación de caudales públicos y desobediencia. Al poco, los reos pasaron a cárceles catalanas y en junio de 2021 el Gobierno de Sánchez los indultó. Pero no acababa aquí la historia, en enero de 2022 mediante un confuso y polémico procedimiento legislativo, que supuso además una crisis en el Tribunal Constitucional, se ha abolido el delito de sedición y  reformado ad hoc el delito de malversación. La razón está íntimamente relacionada con lo ya expresado en nuestro último apunte, cuando nos referimos a la «espada damocliana que empuña el independentismo vasco-catalán» sobre el Gobierno.

Todo lo expuesto anteriormente nos lleva a aquello que escribió Ángel Ganivet (1865-1898) en su  Idearium español .Con ese aquello me refiero  a lo que se entiende por justicia y legalidad en España. El Idearium es una obra breve pero muy densa en ideas, que anticipaba a toda la literatura del 98 y que ha sido por muchos criticada, como es el caso de Manuel Azaña. Ganivet la escribió siendo cónsul en Helsinki en 1896 y desde esas frías latitudes del imperio de los zares (Finlandia era por entonces parte de Rusia) el escritor granadino reflexionaba sobre la posible regeneración espiritual de España. Aunque la guerra en Cuba acababa de comenzar, aún faltaban dos años para la intervención estadounidense y la derrota. No obstante Ganivet ya se refería a la decadencia de España y a sus posibilidades de regenerarse, anticipando el Desastre de 1898 y que, en gran medida, le llevaría al suicidio al tirarse a las heladas aguas del Dvina.

Para nuestro autor el espíritu jurídico es la musculatura si hacemos la analogía (tan del 98) entre el cuerpo humano y el cuerpo colectivo nacional. En el caso de España el autor detecta un hecho: la concepción de la justicia viene dada por una dualidad. Por un lado, «la aspiración a la justicia pura», donde «las excepciones enfurecen» y donde se pide aplicarla de forma implacable, pura y sin dudas. Por otro lado, el español es tendente a la «piedad excesiva que pone en salvar al caído tanto o más empeño que el que puso para derribarlo».

d. quijote de mairena

Cervantes
Gavira
Mairena del Alcor
1961
[Foto ODP, 2009]

Para el autor esta degradación del concepto de la legalidad jurídica, que él experimentó como abogado y que le indujo a no proseguir su vida profesional por el camino del Derecho, hace inviable que en España  haya «hombres que tomen por oficio la persecución de la inmoralidad, la corrección de abusos, la regeneración de la patria». Y dónde ver mejor este carácter patrio que en El Quijote, en concreto en el episodio de la cuerda de presos. Veámoslo:

«Las razones que don Quijote da para liberar a los condenados a galeras son un compendio de las que alimentan la rebelión del espíritu español contra la justicia positiva. Hay, sí, que luchar porque la justicia impere en el mundo; pero no hay derecho estricto a castigar a un culpable mientras otros se escapan por las rendijas de la ley; que al fin la impunidad general se conforma con aspiraciones nobles y generosas, aunque contrarias a la vida regular de las sociedades, en tanto que el castigo de  los unos y la impunidad de los otros son un escarnio de los principios de justica y de los sentimientos de humanidad a la vez.»

Impunidad, escarnio,…palabras que aún siguen resonando en la España de nuestros días. El quijotismo jurídico o como dicen ahora, interpretación creativa del Derecho, ha vuelto a aparecer en todo lo relacionado con el independentismo catalán, que sigue marcando la agenda política del país. Esa supuesta creatividad viene de algo que señala con acierto el escritor granadino:  «no hay medio de que un juez se abstraiga por completo de la sociedad en que vive». El actual presidente del Tribunal Constitucional, cuando era Fiscal General del Estado, dijo que «el vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino».  De tal forma que si lo anterior se lleva al paroxismo se puede llegar a una anomalía que, por desgracia, podemos estar viviendo: la de un respeto formal a las normas y códigos pero a una aplicación práctica que lo contradice. Estas líneas del Idearium son bastantes clarificadoras:

«El castigo de los criminales está regulado en España aparentemente por un Código, en realidad por un Código y la aplicación sistemática del indulto…Es España se prefiere tener un Código muy rígido y anular después sus efectos por medio de la gracia…Castigamos con solemnidad y con rigor para satisfacer nuestro deseo de justicia, y luego, sin ruido ni voces, indultamos a los condenados para satisfacer nuestro deseo de perdón».

Frente a esta situación Ganivet encuentra como reverso la justicia de Sancho Panza cuando era gobernador de la Ínsula Barataria. Sin embargo, muchos autores han visto en estos episodios un ejercicio jurisdiccional improvisado y falto de garantías. Quizás es, y contrariamente a lo que piensa Ganivet, una representación de esa justicia pronta y pura que alberga el alma popular. No obstante, aquella ínsula era una utopía, un no lugar, y bien lo sabía Cervantes cuando lo escribió. En las actuales circunstancias lo que parece utópico es encontrar un compromiso serio entre las instituciones de nuestra nación, zarandeadas por las luchas banderizas que hacen que la Justicia y el Derecho sufran una erosión de la cual tengamos que lamentarnos en el futuro.

d. quijote de mairena 2

D. Quijote y Rocinante contra un molino de viento
y junto a ellos Sancho y su asno

(Mairena del Alcor)
[Foto ODP, 2009]

EN ESTE 28 DE FEBRERO DE 2020 EN QUE SE CELEBRA EL DÍA DE ANDALUCÍA LA REVISTA «CARMINA» HOMENAJEA A JOSÉ BENÍTEZ GUILLÉN, INVENTOR Y EMPRESARIO ALCALAREÑO. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún [artículo publicado en «Escaparate» en 2014]

 
 
 

José Benítez Guillén
(Foto: ODP)

 
 
 

En aquellos almacenes de aceitunas, donde se escogía, aderezaba, deshuesaba o rellenaba de pepinillos o de pimientos y se envasaban las aceitunas de mesa, trabajaban, normalmente, más de doscientas mujeres y no pocos hombres. Después de cocidas las aceitunas en la nave, cubo a cubo, los faeneros llenaban el bocoy, los toneleros lo tapaban con el fondo y era volcado entre tres o cuatro hombres que lo rodaban durante un largo trecho de varios cientos de metros hasta la puerta de la nave donde lo estibaban, es decir, los ponían derechos con la boca para arriba. El bocoy tenía mucha mano de obra. De tanto rodarlos por el patio de labor del almacén las duelas se quebraban y había que sustituirlas. El viento de solano, cuando soplaba frecuentemente en Alcalá, además, secaba y resquebrajaba la madera, por lo que había que tapar los salideros con anea. Además, había que requerirlos todos los días uno por uno, es decir, con una regadera había que colmarlos de salmuera por la boca hasta que rebosara. Todos los días incluía sábados, domingos y festivos. Si no se hacía, la aceituna de la boca se ponía negra, se estropeaba. La sustitución de los bocoyes de madera por las bombonas de plástico mejoró la conservación del continente, pero rellenarlos de la aceituna cocida, volcarlos, rodarlos y requerirlos seguían siendo tareas necesarias. Ya fuera el bocoy de madera o la bombona de plástico –que en Sevilla se comercializaba por la empresa Reyembas– la manipulación de los cuatrocientos o quinientos kilos que pesaban necesitaba mucha mano de obra. La industria del aderezo y envasado de aceitunas estaba muy desarrollada en Alcalá. Iba a ser un alcalareño quien adaptase el carro hidráulico transportador y elevador de palés a la manipulación de bocoyes y bombonas, para trasladarlos y para voltearlos, sin daño alguno. José Benítez Guillén inventó la carretilla hidráulica para bocoyes y bombonas.

 
 
 

Su padre Eduardo Benítez Moreno

 
 
 

            Sus padres, Concha y Eduardo tuvieron siete hijos. José fue el penúltimo y el más pequeño de los varones: Concepción, Manuela, Eduardo, Joaquín, Dolores, José y Feliciana. Él nació en la calle Ancha (hoy San Fernando) en 1928. Su padre tenía un camión y se dedicaba a dar portes. Además, era concejal por el Partido Republicano Democrático Federal y amigo de Cristóbal Moreno Soto, a quien ayudó para que fuera Secretario del ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra. A por éste y otros fueron un día cuando la rebelión de los militares contra la República y ya no volvieron a verlos, aunque a Eduardo Benítez Moreno se lo llevó de esta vida una apendicitis mal curada, cuando José sólo contaba con seis años. Su tía Eloísa se hizo cargo del pequeño José y se lo llevó a vivir a la casa que había nada más empezar los escalones de la Cuesta del Águila, debajo de la torre de Santiago. Como su tío era panadero y por aquel entonces lo ganaba bien, José no pasó hambre, pero sus hermanos tuvieron más dificultades.

            Estuvo muy poco tiempo en el colegio. Su primera clase estuvo en la parte alta del hospital, hoy ayuntamiento, con don Matías que era el maestro y luego en la plaza del Duque, donde está hoy la Casa de Socorro. José dejó pronto la escuela y, con trece años, entró como aprendiz en el Corralón de Matías, años antes de que éste levantara el conocido almacén de aceitunas. Su hermano Eduardo, que tenía diez años más que él, trabajaba como mecánico y conductor de camiones para el empresario Matías Casado.

            El Corralón de Matías estaba al final de la que hoy conocemos como calle Rafael Beca, a un lado y otro de la calle, en él clasificaban y envasaban garbanzos y alpiste. Un poco más arriba del Barrero, tenía Matías Casado un molino de aceite donde el aceite se envasaba en bidones de chapa. En la empresa había varios camiones para traer la aceituna al molino, desde fincas de Alcalá como Quintillo y Cartuja, y llevar los sacos de garbanzos a la estación de El Punto para su transporte, desde Sevilla, a Madrid o Bilbao. Su hermano Eduardo era el encargado de la reparación de los camiones que, al utilizar gasógeno como combustible, siempre tenían dos o tres motores en reparación porque se desgastaban y estropeaban frecuentemente. Fue de Eduardo de quien José aprendió los primeros conocimientos sobre mecánica de vehículos y quien le enseñó a conducirlos. José lampaba por conducir los camiones y para que Eduardo le dejara algunos días, la pringá que su tía Eloísa le preparaba dentro de un bollo prefería dársela, y éste le permitía coger los camiones, siendo apenas un adolescente. José aprendía rápido y pronto se ganó el afecto de Matías Casado. A José entonces lo conocían como el «niño de Matías». Sin carné de conducir y con catorce o quince años era capaz de coger el camión, acarreando muchas veces materiales para la construcción de la casa de Matías en la calle de la Mina, e ir al Arahal para traerse el camión cargado de aceitunas. Él ponía sacos sobre el asiento para poder llegar al volante. Lo multaban siempre que lo veían, unos motoristas que todavía no eran de la guardia civil, por no llevar carné, aunque no le preguntaban ni por la edad. Matías pagaba las multas, y más tarde también le pagó el carné de segunda, de primera y el especial.Para la clasificación de los garbanzos tenían, en el corralón de Matías, unas máquinas formadas por unos rulos que daban vueltas en un sentido. Los operarios debían estar pendientes de la máquina en funcionamiento porque se atascaba y tenían que pararla, quitar el tablero, darle con la tablilla al cilindro, poner el tablero y arrancar de nuevo la máquina. Y él pensó que si la máquina daba vueltas en el sentido contrario no había que parar la máquina, ni quitar el tablero consiguiendo que no se salieran los garbanzos. Matías comunicó a los fabricantes de la máquina que «el niño» ya había solucionado el problema, y éstos hicieron la mejora. Cuando José fue a Bilbao conduciendo un camión para traerse dos máquinas más, que había comprado Matías con la mejora incorporada, querían que se quedara con ellos, pero José les dijo que ni hablar y se vino para Alcalá.

            También, en Matías había una lavadora de aceitunas de molino que se rompía mucho. José modificó el cojinete de la lavadora que era muy pequeño para el tamaño de la máquina y por ello se inclinaba, habiéndose de parar en medio de la faena. Alargó el cojinete y consiguió que no se detuviera durante la limpieza de las aceitunas. Por aquel entonces, de Córdoba vinieron unos ingenieros de la empresa La Cordobesa donde se fabricaban piezas para los molinos (rulos, prensas, …), venían a visitar la fábrica de Aceites y Cereales de Matías Casado y cuando vieron la mejora de la lavadora de aceitunas, le preguntaron a Matías en qué fábrica se había hecho tal arreglo. Matías contestó que había sido «el niño» y los ingenieros tomaron sus notas y también modificaron sus lavadoras de aceitunas.

            En los almacenes las mujeres tenían que cortar los pepinillos en una tablilla para luego rellenar las aceitunas. José ideó una máquina para cortar el pepinillo. Entraba el pepinillo y la máquina tenía unos discos que lo cortaba a la medida que se necesitase.

            Con su hermano Eduardo tocaba en bodas y bautizos, en los parabienes, Eduardo el acordeón y él la batería. Tenían los dos una jazz band. Eduardo, al mismo tiempo, fue músico de la banda municipal donde tocaba el clarinete.

            Cuando a su hermano Eduardo le salió una colocación en Florencio Ordóñez se fue de Matías, y éste le preguntó a José si se sentía capaz de quedarse a cargo de la mecánica de los 6 u 8 camiones que había en la empresa, y claro que se sentía capaz. Tendría 16 ó 17 años y el oficio aprendido. Trabajaba muchas horas en Matías Casado, tanto en el Corralón como en la fábrica de Aceites y Cereales y después en el almacén de aceitunas que Matías Casado construyó en lo que se conocía como la huerta de la Tapada, hoy Radio Luz. Nos dice con humor que trabajaba más que un mulo arrendado. Cuando era aprendiz ganaba en Matías 3 ó 4 pesetas, y cuando se casó 5 duros –con los que se aviaba uno mejor entonces que hoy con mucho más, nos asegura– aunque cuando terminaba su jornada se ponía a otras cosas, como hacer, a mano, un motor de cuatro tiempos con válvulas en cabeza y que instaló en una bicicleta. Tenía un amigo, Ramón Casal, que trabajaba en Maestranza de Aviación y le consiguió una magneto y el carburador de un motorino, que servía de puesta en marcha para arrancar el motor de un avión. El mosquito que luego vino de Italia, ya lo había inventado él en Alcalá y andaba estupendamente.

            En una empresa de Sevilla, adonde él llevaba mucho trabajo de Matías para rectificar cigüeñales, fue en una ocasión para ver la máquina deshuesadora de aceitunas que habían inventado. José dijo a Matías que la máquina no servía porque aunque la máquina deshuesara muy bien no podía hacerlo más rápido que una mujer, que lo hacía muy rápido, no necesitaba ni mirar, harían falta doscientas máquinas para hacer el trabajo de las doscientas mujeres que Matías tenía en el almacén.

 
 
 

En 1960 se constituye MOBESÁN, S.L., y se instalan en la calle Rosita nº 6, esquina con la calle Bailén (Tléf. 541) como estación de servicios para engrase y reparaciones de vehículos (agencia oficial de Mercedes, D.K.W. y Land Rover) aunque en la publicidad de 1966 ya aparece en la fotografía del local, en la puerta, un carro transportador y elevador de bocoyes, hasta la revista de 1969 no aparece en la publicidad que además de estación de servicios se dedicaban a fabricar «transportadores y elevadores de bocoyes y mercancias», y las siglas TYE (Transportador y Elevador).
[Revistas de Feria de Alcalá de Guadaira de 1966 a 1969]

 
 
 

                Cuando a Matías Casado el infarto le dio un aviso, tenía seis o siete chóferes y dejó parados a la mitad. Y José aspiraba a algo más. Su compadre el panadero José Mora tenía una panadería en la calle Herreros y acababa de comprar la huerta de Barneto con la idea de trasladar allí la panadería. Mora le propuso hacer un taller en la esquina que quedaba de la calle Rosita con Bailén. José pidió una excedencia en Matías Casado. Empezaron con el taller primero los dos, José Mora y José Benítez. Como tenían amistad con José Santaella que estaba en Caracas, y de cuando en cuando venía por el taller, Santaella se interesó en entrar como socio.

            En 1960 en la calle Rosita nº 6 se estableció José Benítez regentando un taller para la reparación, engrase y lavado de vehículos. Eran agencia oficial de Mercedes, D.K.W. y Land Rover aunque hasta 1962 no se ideó y fabricó el primer transportador y elevador de bocoyes y mercancías. Por entonces las carretillas elevadoras que existían eran de pala para transportar y elevar palés, pero no estaba creada la específica para bocoyes. Para éstos las uñas habían de entrar por debajo del bocoy, que tenía que ser cogido derecho, y portar un garfio de tal manera que asegurase el bocoy para que no se cayera. Las otras carretillas no valían para bocoyes.

 
 
 

 
 
 

            José inventa la adaptación de la carretilla elevadora de palas, al transporte, y elevación de bocoyes. Él adapta la máquina a las necesidades materiales existentes en los almacenes de aceitunas. Antes no existía ni en España ni en ningún país. Ellos patentaron en su momento el invento pero a éste han seguido otros adaptados a los tiempos como el volteador, que permitía girar 360º el bocoy y la bombona, la transpaleta que es una máquina independiente de la carretilla que se usa para el agrarre y transportes de bombonas en espacios más reducidos. A partir de 1995, se adaptaron las carretillas a los nuevos sistemas electrónicos.

            Había un gerente en ATECO, conocido como el almacén del Cuerno por estar al lado de la popular Venta de «El Cuerno», que era muy amigo de Matías y tenía una DKW, una furgoneta de dos tiempos. Estando todavía José con Matías, cuando le pasaba algo a la furgoneta no quería que nadie le arreglara la DKW como no fuera José. El gerente era un malagueño llamado Félix Gómez de la Cruz y cuando José se estableció en la calle Rosita, le daba mucho trabajo y no le faltaba la faena gracias a don Félix que tuvo ver con la idea de construir una máquina elevadora para bocoyes pues José tenía que ir mucho al almacén de ATECO y veía las necesidades. Así que pensó: «yo voy a hacer una máquina para esto». De noche ideaba la carretilla, la iba construyendo en su imaginación y en el taller por la mañana la fabricaba. No tenía que dibujarla. Ni croquis, ni esquema, ni nada. En el taller se ponía directamente a montarla según lo que había pensado.

 
 
 

Modelo 500, con volteador, cargado con un bocoy de madera en vertical

 
 
 

            Los materiales con los que se hacían las primeras máquinas, sobre todo las cajas de cambio, eran de Ford 17 caballos y los diferenciales eran de los coches sin uso de los americanos que había en Morón. Se compraba lo que había, porque no entraban materiales de fuera. Cuando se acababan las cajas de cambio por aquí, José se iba al rastro de Madrid y cuando encontraba cajas de cambios las compraba todas. Y, nos cuenta, que había una chatarrería muy importante antes de llegar al aeropuerto de Barajas donde había muchísimos coches de los americanos y allí buscaba los diferenciales que necesitaba y todos los que había los compraba, contratando un camión cargado para traerlos a Alcalá. Para estos negocios él tomaba aviones. El conocimiento de la existencia de materiales en Madrid lo tenía de los propios chatarreros sevillanos. Cuando notó que la carretilla se estaba quedando antigua diseñó la actual, este diseño es de mediados de los años 80, en el que se cambia el chasis y otros elementos.

            Los empresarios de los almacenes de aceituna se van enterando de la invención por los camioneros. El primer almacén que le compra una carretilla es ATECO. Las máquinas se fabricaban generalmente por encargo, aunque también se fabricaban para ponerlas a la venta. Llegaban a fabricarse hasta cinco o seis al mes.

 
 
 

Modelo 502 cargado con bocoy de madera en horizontal. En la publicidad de MOBESÁN en la Revista de Feria de 1973 sólo se hace mención a la «Construcción del Carro Montacarga Hidráulico (TYE)»

 
 
 

            Como a ellos se les quedó chico el taller de calle Rosita, en 1970, adquieren el local que dejaba Juan Alarcón en la calle Arahal donde, hasta hoy, continúan. Y aunque instalaron el primer túnel de lavado automático de Alcalá ya dejaron de dedicarse a taller de coches, aunque el túnel de lavado estuvo alquilado un tiempo a terceros.

            Actualmente los socios son los hijos de José (Eduardo y José) y un hijo de Mora (José Antonio). No sabe contestarnos quién hizo el diseño del logo de MOBESAN (creemos que fue en la Imprenta Guadaira). Los asientos de los carros, al principio, los tapizaban los Piñas, sobre un molde de madera que se hacía en MOBESAN y los techos de los carros de lona también. El máximo de trabajadores que MOBESAN ha tenido han sido 12 ó 13. Actualmente hay 7. En la provincia de Sevilla, casi todos los almacenes de aceituna tienen carretillas elevadoras de MOBESAN. Han distribuido tradicionalmente en Andalucía, Extremadura, Murcia y Valencia. Las carretillas las hacen actualmente de acero inoxidable para evitar la corrosión de la salmuera. El país más lejano donde han llegado carretillas ha sido en Argentina, aunque también se envió una a Mauritania. En Francia y Portugal también hay carretillas de MOBESAN.

            Su especialización en un sector, el de la aceituna de mesa, y su continua evolución, les ayuda a seguir siendo reconocidos como una marca de prestigio y calidad. Y ahí continua MOBESAN fabricando carretillas elevadoras y transportadoras, diesel y electrónicas, después de más de medio siglo.

 
 
 

LA CÁRCEL QUE PISÓ CERVANTES. Por Pablo Romero Gabella (2015)

 
 
 

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Don Quijote
Aurelio Teno
Córdoba
1999

 
 
 

Conferencia dada en las jornadas celebradas en el IES Cristóbal de Monroy de Alcalá de Guadaira
con motivo del IV Centenario de la publicación de la Segunda Parte de El Quijote.

(Abril-Mayo de 2015)

 
 
 

NOTA PRELIMINAR

 

El tema de esta conferencia proviene de un trabajo de fin de carrera en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, allá por el año 1996, titulado «Pecado, marginalidad y delincuencia en la Sevilla barroca. El Padre León y Sevilla (1578-1616)». Este trabajo se basaba en el estudio de la obra del jesuita jerezano Padre León, que ejerció como Confesor en la Real Cárcel de Sevilla justamente en el periodo que Cervantes estuvo allí preso.  Además el autor ha analizado diversas obras de la literatura picaresca de la época y de la obra del abogado sevillano Cristóbal de Chaves titulada «Relación de la cárcel de Sevilla», que también escribió en esta época, y que complementa, desde una visión mundana, la visión que el religioso tenía de la cárcel sevillana.

 
 
 

   Miguel de Cervantes no solo fue escritor, fue también soldado, recaudador de impuestos, pícaro, aventurero y preso, tanto en Árgel con los berberiscos, como en España. Fue, por tanto, un personaje histórico polifacético, como la época que le tocó vivir: el final del Renacimiento.

   Aquí me centraré en su etapa como preso en Sevilla. Cervantes estuvo en la cárcel 4 veces en los años 1592, 1597 y 1602. Los motivos fueron en su mayoría económicos, ya que, al parecer, sustrajo caudales públicos cuando ejercía el oficio de recaudador de impuestos del rey. Para algún erudito de la obra cervantina, Cervantes comenzó El Quijote en la cárcel de Sevilla basándose en lo que el autor escribió en el prólogo de la primera parte:

   «Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?»

   Actualmente muy pocos especialistas siguen manteniendo esta idea. Aún así, creo que algo de su experiencia carcelaria quedaría reflejado en El Quijote, lo veremos al final…

   Veamos cómo fue la Cárcel de Sevilla que pisó Cervantes, y qué personajes encontraría allí.  De seguro que esta experiencia le serviría para sus ficciones, porque la Real Cárcel de Sevilla más pareciere una ficción que una realidad.

   En la novela picaresca Guzmán de Alfarache del sevillano Mateo Alemán se describía de esta forma la cárcel de Sevilla:

   «paradero de necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, enfermedad breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos».

   La fama, la mala fama, de la Cárcel sevillana tendría eco en la mismísima Santa Teresa de Jesús, que en una carta fechada en 1576 a la Madre María Bautista definía a la cárcel como «el infierno». El propio Cervantes, más mundano, la llamaría la «Universidad de los pícaros».

   Las cárceles del Antiguo Régimen no eran como las actuales, ni en su forma ni en su fondo. En absoluto se consideraban una institución rehabilitadora en beneficio de la sociedad, como actualmente dicen las leyes. No, en aquellos tiempos la cárcel era un lugar de tránsito, de espera a los castigos que debían dictar los jueces del Rey: la muerte, el desmembramiento, el destierro, los azotes, etc…

 
 
 

CERVANTES-Y-ALCALÁ-2

D. Quijote
[Foto: ODP Alcalá de Guadaíra 2009]

 
 
 

   El edificio de la Real Cárcel de Sevilla actualmente no existe. Sólo una placa en la sede de La Caixa en la calle Sierpes, que era el solar que ocupaba, hasta aproximadamente la plaza del Salvador. La construcción era de origen medieval (siglo XIII) y a principios del siglo XV estaba en ruinas, siendo reconstruida a costa de la noble sevillana doña Guiomar Manuel. En 1563 el alcalde Don Francisco Chacón decide remozarla y ampliarla (en base a unos terrenos aledaños propiedad de la Iglesia). Comenzaron las obras sin permiso de ésta y el alcalde acabó siendo excomulgado por el Papa. Al final se llegaría a un acuerdo y en 1569 fue reconstruida por el arquitecto Hernán Ruiz II (importante artista renacentista al cual debemos el remate de la Giralda). Sin embargo murió a los pocos meses y las obras las terminó el italiano Benvenuto Tortello.

   Su ubicación en el centro de la ciudad (al lado del Ayuntamiento, de la Real Audiencia y de la Catedral) es decir de los poderes mundanos y sagrados, tenía por objeto hacer ver el poder real y simbólico de la Corona, que castiga inmisericorde a los que subvierten las normas. Esto lo podernos observar en la puerta de entrada, donde las Armas Reales y el escudo de la ciudad están bajo la gran figura alegórica de la Justicia acompañada por las de la Fortaleza y la Templanza, virtudes ambas de todo buen gobernante.

 
 
 

d. quijote de mairena

Cervantes
Gavira
Mairena del Alcor
1961
[Foto ODP, 2009]

 
 
 

   Cuando Cervantes fue uno de sus inquilinos, su número nunca bajaba de 1000 presos, la mayoría por deudas, robos y estafas. La Cárcel vivía su momento de esplendor. Nada extraño porque Sevilla era por entonces, gracias a ser el único puerto hacia las Indias, una ciudad rica y opulenta, imán de pícaros y ladrones, tales como Cervantes los describió en su conocida obra Rinconete y Cortadillo.

   La cárcel era un edificio de tres plantas construido de sillares en su zócalo y toda la portada, siendo el resto de sus muros de ladrillo.

   Tenía dos puertas, la de entrada (conocida como la de «oro») y la que daba propiamente a los corredores de las celdas (o de «plata»). Por lo que respecta a las puertas, todas eran de hierro, ya que las primitivas de madera eran vulnerables a los golpes y a los incendios que provocaban los presos para intentar huir.

   Nada más entrar nos encontraríamos con un pasillo que nos llevaba al patio central, que era el que organizaba los calabozos y al lado, las estancias del escribano y la cárcel de mujeres. Estaba esta dependencia incomunicada de la de los hombres, excepto por una verja que daba al patio de los hombres, por donde se lanzaban piropos, coplillas y blasfemias. Tal jaleo provocaban las reclusas que (tal como describe Juan de Mal-Lara) el rey Felipe II, de visita en Sevilla en 1570, hizo detener a su cortejo a su paso por la cárcel por el griterío de las presas que le pedían misericordia.

   El patio era el centro del edificio, en torno a él se encontraban los calabozos. Contaba con una fuente, abastecida por el agua de Alcalá que llegaba a Sevilla a través de los Caños de Carmona (nombre debido a la puerta de Sevilla por donde entraba, y no por  el origen del líquido elemento).

   En el patio existían cuatro tabernas y una tienda de frutas y aceite, que estaban arrendadas por particulares al alcaide (o director de la cárcel) que no era otro que el Duque de Alcalá, Don Fernando Enríquez, que había comprado en 1589 el cargo a la Corona.

   Al fondo del patio (que daba la calle Sierpes) se encontraba la capilla.

   Alrededor del patio existían 15 calabozos comunes. Estos se arrendaban (todo costaba dinero en la cárcel como podréis comprobar) a razón de 15 reales mensuales. Esto sólo lo podían disfrutar los presos con mayores caudales, el resto (unos 400) se hacinaban en los calabozos restantes que dividían interiormente con viejas mantas sujetas por cordeles; a estas divisiones se les llamaban «ranchos». En el mismo patio los presos más peligrosos y conflictivos, los llamados «matantes», «delitos» y «malas lenguas» eran recluidos en la Cámara de Hierro, una especie de celda de aislamiento.

   Sobre la planta baja había un entresuelo, del cual sólo conocemos los nombres de los ranchos, unos nombres tan poco edificantes como «pestilencia», «miserable», «lima sorda», «Ginebra» y un aposentillo llamado «Casa Meca».

 
 
 
d. quijote de mairena 2

D. Quijote y Rocinante contra un molino de viento
y junto a ellos Sancho y su asno

(Mairena del Alcor)
[Foto ODP, 2009]

 
 
 
   En el primer piso o Galería Vieja se hospedaban los presos distinguidos o nobles, que tenían habitaciones que daban a dos calles.

   En el segundo piso o Galería Alta o Nueva, además de calabozos para gente bien, tenía su habitación el alcaide, estancia en la cual también podían alojarse los presos nobles, podemos decir que era la zona «Vip». Sobre dicha estancia había una azotea para que el alcaide y sus invitados pudieran disfrutar de las procesiones y las fiestas de «toros y cañas» (precedente de la corridas de toros) que se celebraban en la cercana Plaza de San Francisco.

   Por último, en el segundo piso estaba la enfermería atendida por un enfermero o barbero, pero que también servía de almacén y confesionario.

   En lo que respecta a la higiene podemos decir que el hacinamiento y la multitud de recovecos hacía que imperase la suciedad y la inmundicia. Ya en el exterior, el recinto estaba rodeado de basuras y estiércol procedente de las innumerables caballerías.

   Dentro de la cárcel existía una inmensa letrina o «servidumbre», a la sazón una gran alberca profunda, donde cada 4 meses se retiraban los desechos. Es impensable imaginar el olor insalubre y nauseabundo de este inmenso retrete, que necesitaba para limpiarlo más de cien bestias.

   Cuenta el abogado Cristóbal de Chaves que esta letrina servía de refugio de los que huían de la pena de azotes, al huir «se meten en la inmundicia hasta la garganta» y atacaban a sus perseguidores tirándoles «pelladas de aquel sucio barro».

   Era frecuente que entraran en la cárcel las mujeres de los presos en la noche, como también las queridas, amantes y prostitutas. El ya mencionado abogado Chaves decía que «suelen dormir de noche en la cárcel ciento y más de mujeres».

   Cuenta el caso de un preso que enamoró a una mujer casada que pasaba todos los días por la puerta de la cárcel. Se citaban en la misma cárcel, más concretamente en su mismo «rancho», al calor del mísero catre. Ella, mujer de recursos, se hacía acompañar de criada y escudero que encubrían en su aventura al llevarla a una cercana iglesia a cambiarse de ropa y ponerse otras de inferior categoría para así entrar en la cárcel. Este curioso romance duró hasta que un funcionario de la prisión los halló en el ejercicio de su pasión.

   Además de amantes, solían entrar en la cárcel prófugos de la justicia. Uno de ellos, al ser descubierto por el confesor, el jesuita jerezano Pedro León, le dijo con gracia: «pues,  dígame padre, por su vida, ¿en qué seso cabe que se había de venir a buscar a la cárcel?»

   Y a todo esto ¿qué tipo de presos pudo conocer Cervantes? Intentemos hacer una clasificación:

  • Los aristócratas: los bastoneros y porteros: Estos presos eran a la vez reclusos  y guardianes a sueldo del alcaide. Sabemos de uno de ellos, un morisco que era portero de la puerta de plata  y que además vendía de tapadillo calzas y otros tejidos, y llegó a amasar una pequeña fortuna de 1.300 escudos de plata.

  • Los confidentes o «porquerones»: Disfrutaban, como los anteriores, de mayor libertad y poder. Por diez o doce reales dejaban huir a los presos que podía pagárselo. Todo tenía un precio en la cárcel, también la libertad.

  • Los presos novatos: Eran el blanco perfecto de las mofas, robos y abusos por parte de los «presos viejos». Éstos por el módico precio de dos o tres ducados intercedían ante los bastoneros y porteros para que no sufrieran malos tratos o abusos.

  • Los presos más peligrosos, llamados «valentones», «guzmanes» o «jácaros».  Eran los jefes de las bandas de delincuentes, tipos bragados en pendencias y peleas y que se vanagloriaban en sus «hazañas» tales como asesinatos y demás crímenes. Solían llevar calzas y jubón acuchillado como los soldados de los tercios y tatuado en su mano o en el brazo un corazón. Como vemos las modas carcelarias no han cambiado tanto.

  • Los pícaros y los ingeniosos: Tal era el caso de un falsificador vizcaíno que aún dentro de la cárcel seguía falsificando firmas y suplantando a negociantes en sus negocios con Flandes e Italia. También se conoce el caso de un falso inquisidor, de falsos curas y de incluso poetas que escribían cartas de amor a los presos y que además las decoraban con dibujos, como si fueran comics. Una de estas cartas se la escribieron a un galeote llamado Juan Molina para su amada Ana, en realidad una prostituta, y se decía en ella «Las saetas de Ana son/Y de Juan el corazón». También existían una pléyade de falsos abogados que salían y entraban de la cárcel para asesorar legalmente a los detenidos. En muchas ocasiones eran estos mismos picapleitos los que llevaban a sus futuros clientes a la cárcel para así luego autonombrase sus defensores.

  • Los presos homosexuales. En Castilla la homosexualidad o «pecado nefando», al contrario que en Aragón, no era la Inquisición la que se encargaba de reprimirla sino la justicia del Rey. Estos presos eran marginados por sus compañeros y en muchas ocasiones maltratados o directamente asesinados.

  • Los galeotes, así se conocían a los condenados a servir en las galeras del Rey. En la Cárcel Real esperaban ser trasladados al puerto de Bonanza en Sanlúcar de Barrameda, donde radicaba la Armada o encerrados en el invierno cuando las galeras remontaban el Guadalquivir en invierno para aprovisionarse. Muchos de estos (los llamados «potrosos») para librarse de ir a las galeras se aplicaban cierta hierba en sus partes pudendas con lo cual se producían tal hinchazón que los incapacitaba para el servicio. Eso sí eran castigados con la pena de azotes o el destierro.

   Por todo ello, no era de extrañar que Cervantes en el capitulo XXII de la I Parte del Quijote, hiciera que su héroe manchego libertara a un grupo de presos. De tal forma decía el ingenioso hidalgo:

   «De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad; y que podría ser que el poco ánimo que aquél tuvo en el tormento, la falta de dineros d’éste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades. Todo lo cual se me representa a mí ahora en la memoria de manera que me está diciendo, persuadiendo y aun forzando que muestre con vosotros el efeto para que el cielo me arrojó al mundo, y me hizo profesar en él la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores. Pero, porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones; porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas –añadió don Quijote–, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza.»

 
 
 

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui (c. 1600).

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui

(1600)

 
 
 
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DON MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA EN LA REVISTA «CARMINA»

400 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE CERVANTES, 2016. Antonio Luis Albás

CONOCER MADRID ES CAPITAL 2: CERVANTES, TAUROMAQUIA Y JAMONERÍAS. Fotografía de Manuel Verpi

CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA. Por Rafael Rodríguez González (Septiembre de 2009)

EN UN LUGAR DE LA MANCHA. De la serie «RECORTES», Nº 76. Por Pablo Romero Gabella (con pintura de Rafael Luna)
 
 
 

CANCIÓN DEL JINETE. Federico García Lorca

 
 
 

Federico García Lorca
(1898-1936)
[Foto: en Buenos Aires 1933]

 

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Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.
Lejana y sola.