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LOS TALENTOS: EL ‘PATCHWORK’. Olga Duarte Piña (2009)

 

 

Paisaje alcalareño desde La Retama

Foto: LGV/MHM

2009

  

La canícula ya se ha retirado de esta orilla del río. El paseante ha decidido dejar su casa y refrescarse por los antiguos caminos que, afortunadamente, han sido recuperados. Mientras camina se pregunta sobre lo que ve: la combinación de los elementos en el paisaje. Ahí está, pensativo. En su mente cual estampas quedan grabados un castillo con casas desparramadas sin orden ni concierto por sus laderas, un dragón (según el diccionario de la RAE: «animal fabuloso al que se atribuye forma de serpiente muy corpulenta, con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad») que a éste le parece, más bien, una serpiente de agua. Además, encuentra, un voluminoso edificio que será destinado ¿a teatro?, ¿a auditorio?; también, abandonadas construcciones y, quizás, algo más que no quiera guardar en su memoria. Se pregunta para sí, apesadumbrado, quién habrá diseñado todo esto, qué personas se han encargado de tener en cuenta la armonía como elemento del paisaje. A sabiendas de que vive en la «Ciudad de los Pintores» y la «Ciudad de la Cultura» (es eso lo que leyó en internet antes de trasladarse a vivir a este lugar) no alcanza a comprender cómo una ciudad con tales calificativos puede acabar resultando tan kitsch; o, más bien, resultar una inmensa colcha patchwork, es decir, una colcha hecha a base de retales. 

            En la colcha alcalareña está el retal de la avenida Santa Lucía que nada tiene que ver con los retales que forman los barrios aledaños y menos aún con la hórrida reforma de la calle Silos, aunque ésta sí haya seguido la estética rompedora del entorno del puente del Dragón, pero ninguno tiene nada en común con la calle Mairena o con la plaza de la Almazara y ya veremos los retales que se añadirán tras la reforma de la avenida Antonio Mairena o de la calle Duquesa Talavera; sin decir nada de todo el conjunto de farolas y bancos para cada trozo. Le avergüenza y le da rabia que, después de treinta años, con un mismo gobierno en el poder éste sólo haya sido capaz de hacer una colcha patchwork.

            Desgraciadamente transitar por Alcalá, a pie o en vehículo, provoca desazón. A este pueblo lo único que lo salva es aquello que, afortunadamente, los gobernantes han decidido mantener como el parque, los molinos, los caminos (aunque las más de las veces se encuentren en ellos bastantes basuras, incluyendo en éstas a las pintadas).

            El paseante se queja para sus adentros y piensa que en Alcalá impera lo nuevo, que los elementos del pasado son reductos, souvenirs, algo que decora la suma final de los retales; que aquí, desgraciadamente, no se ha tendido a una coherencia entre el pasado y el presente.

            El paseante ha conocido en una revista llamada «Escaparate» que por aquí pasaron y vivieron artistas e intelectuales. Recuerda algunos nombres: Claudio Guerin Hill, José Becerril, Luis Cotán, Ignacio del Río, … y querría conocer a los que hoy en día hacen arte y sobre los que ha leído o visto algún trabajo: pintores, fotógrafos, escritores, cineastas…; piensa que Alcalá ha tenido y tiene de sobra para eclosionar culturalmente y concluye que, aquí, a los creadores e intelectuales, se los tiene tapados bajo la colcha. Qué desaprovechamiento!

            Saliendo ya de las reflexiones del paseante, me permito elegir uno de los artistas, al azar, que ha recordado: Claudio Guerin Hill, por el cual existe una calle y un cine-club municipal, pero sobre el que no existe mayor interés más allá del uso de su nombre. ¿Se han intentado recuperar sus películas, hoy en día descatalogadas, remasterizarlas y volverlas a sacar al mercado? ¿Qué se sabe sobre esos intelectuales, aquéllos que dedicaron su labor a Alcalá? ¿Y de los actuales? ¿Qué saben nuestros escolares y bachilleres de la historia local, de los personajes imbricados en la cultura, el arte o la política de nuestro pueblo? ¿Alcalá-Educa? ¡ja, ja!

            Sería interesante que a cada pintor, escultor, fotógrafo, escritor, actor o cineasta, de los que residen en Alcalá, bajo el patchwork, se le animara para que indagase sobre los que le precedieron, y se organizaran jornadas culturales dedicadas a la labor de uno y otro, y a establecer relaciones entre ambas cosmovisiones.

            Creo que fue León Tolstói quien dijo algo así como «describe tu aldea y la harás universal», con esta idea termino.

 

 

FERNANDA DE UTRERA. Por Rafael Rodríguez González, 2003

3 Fernanda de Utrera

Fernanda de Utrera

«El texto que sigue corresponde a la carta que Rafael Rodríguez dirigió a su amigo Patricio argumentando su negativa a escribir sobre Fernanda de Utrera. Pero se le pudo convencer de publicar, tras no pocos intentos, precisamente dicha carta.»

Fernanda de Utrera y Diego del Gastor

Fernanda de Utrera y Diego del Gastor

Amigo Patricio:

Seguramente habrá sido cosa del editor de la revista de Feria lo de que me propusieras escribir; y tú, tan ocurrente siempre, el que habrá tenido la brillante idea de que lo haga sobre Fernanda. Digo brillante por la elegida, pero no por la idea. Porque lo que no se puede hacer, al menos para quien no tiene por qué, es volver una y otra vez sobre las cosas mil veces dichas, aun siendo verdades tantas de ellas. Querer escribir sobre Fernanda es como querer hacerlo de los sonidos de la noche -y del día- en la Amazonia.

Escribir sobre Fernanda…, casi ná. No será porque no tenga cosas que decir de esa mi emperatriz, sino porque nunca, ni ahora ni aunque pasaran mil años, me atrevería yo a intentar reflejar lo que Fernanda es en el cante gitano, o llámalo mejor, en este caso, Arte gitano. Si algunos otros osan escribir, relatar y hasta poetizar sobre lo que mana de Fernanda, pues muy bien. Aunque fíjate que en todos los artículos que he leído estos días atrás, al hilo de su ochenta cumpleaños, se vuelve al tópico -basado en una verdad que es absoluta- de Fernanda como la reina del cante por soleá. Pues claro que sí, pero es que aún más es la Diosa de la bulería. Nadie ha podido llegar -y ya nadie llegará- adonde Fernanda. Ella hace en la bulería todos los cantes y de un modo ni siquiera sujeto a imitación. O fíjate lo que escribió un ya longevo periodista «la voz opaca…» ¿¡Cómo que opaca, si a su través se ven las delicias!? Ya se dice lo que sea sin saber las palabras que se emplean.

Bernarda y Fernanda de Utrera

Antonio Mairena, Juan Talega, Bernarda, Fernanda de Utrera, Manolito María, Platero de Alcalá y Diego del Gastor

Además, Patri, tú sabes, porque tú eres uno de esos, que habrá quienes digan ¿y qué tiene que ver la Fernanda con Alcalá como para dedicarle espacio en la revista de nuestra Feria? Y no sabrán o no tendrán en cuenta que Fernanda ha estado viniendo a Alcalá con más frecuencia que algunos va a Sevilla. Las fiestas y reuniones en el Derribo y en la calle Ángel con Manolito María, otras con Antoñito el del Bar España, su presencia en un puñado de festivales, en otros locales y en reuniones familiares… Pero escribir de eso sería ponerse a hacer un anecdotario, que a lo mejor no me atrae ni considero importante porque no estoy capacitado para ello.

El Platero de Alcalá

¿Cómo explicar lo inexplicable? Cómo dar a entender desde un papel la expresión que sale de lo racial y se conjuga con la suma de todas las esencias, llegando a la máxima cumbre; eso sí que es un problema irresoluble. ¿Cómo se puede hablar o escribir tanto, tantísimo, del llamado Arte flamenco, que sólo llega a Arte en contadas ocasiones? Así que, Patricio, díle a monsieur Ordóñez que escribir sobre Fernanda puede hacerlo mucha gente, y si es sobre el cante en general, aún más, pero que yo no me meto en una misión imposible.

Antonio Mairena

Antonio Mairena

Tú sí sabes desde hace tiempo lo que hay que hacer. La espléndida tecnología de la que hoy gozamos nos lo hace posible. Hoy podemos escuchar a Fernanda cuando mejor y más bellamente ha cantado: en las fiestas en Morón, con Diego del Gastor, Manolito, Perrate, Joselero, Fernandillo, Juan Talega, la niña Amparo y otros; pero también en algún que otro festival, como en aquel de Ronda en el que metió por bulerías una bella canción canaria que jamás hubiera podido soñar nadie que se pudiera cantar de esa manera tan fiel al original y a la vez tan elevada al quinto cielo. Tú tienes, Patri, bastantes de esas grabaciones (la que hizo la Diputación es magnífica), al menos las suficientes para que no puedas discutirme que sobre Fernanda no se puede escribir, salvo de la forma que te decía al principio de esta carta de la que ya me estoy cansando (cuando la termine voy a poner la cinta donde está esa canción canaria), es decir, de forma anecdótica. Sí, se podría hablar de su belleza concretada en su personalidad irresistible, en su educación, no ya fina sino exquisita, en su memoria, en su ser agradecido, en su ausencia de servilismo, pero eso lo sabe cualquiera que la mire o la haya mirado a la cara. La única forma de conocer a Fernanda, a esa mujer de 80 años que ya no vamos a ver más de fiesta ni en ningún escenario, es escucharla, que no sólo oírla. Pero la verdad es que tampoco todo el mundo tiene acceso interior a ello. Y cosas como ésta no se pueden escribir, Patricio, porque en seguida saltan diciendo que si uno se cree un elegido de Dios y cosas de esas. Ojalá que sean muchas las personas con capacidad para escucharla. Y entonces conocerán la conjunción, o mejor, la fusión, del Arte y la Naturaleza. Escucharla en esas grabaciones, aunque en los discos también, escucharla y comparar. No encontrarán nada mejor, ni igual. Y todo ésto ¿cómo se dice por escrito? Que la escuchen y ustedes dejarse de tonterías.

Tu amigo a pesar de todo,

Rafael.

LA CÁRCEL QUE PISÓ CERVANTES. Por Pablo Romero Gabella (2015)

 
 
 

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Don Quijote
Aurelio Teno
Córdoba
1999

 
 
 

Conferencia dada en las jornadas celebradas en el IES Cristóbal de Monroy de Alcalá de Guadaira
con motivo del IV Centenario de la publicación de la Segunda Parte de El Quijote.

(Abril-Mayo de 2015)

 
 
 

NOTA PRELIMINAR

 

El tema de esta conferencia proviene de un trabajo de fin de carrera en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, allá por el año 1996, titulado «Pecado, marginalidad y delincuencia en la Sevilla barroca. El Padre León y Sevilla (1578-1616)». Este trabajo se basaba en el estudio de la obra del jesuita jerezano Padre León, que ejerció como Confesor en la Real Cárcel de Sevilla justamente en el periodo que Cervantes estuvo allí preso.  Además el autor ha analizado diversas obras de la literatura picaresca de la época y de la obra del abogado sevillano Cristóbal de Chaves titulada «Relación de la cárcel de Sevilla», que también escribió en esta época, y que complementa, desde una visión mundana, la visión que el religioso tenía de la cárcel sevillana.

 
 
 

   Miguel de Cervantes no solo fue escritor, fue también soldado, recaudador de impuestos, pícaro, aventurero y preso, tanto en Árgel con los berberiscos, como en España. Fue, por tanto, un personaje histórico polifacético, como la época que le tocó vivir: el final del Renacimiento.

   Aquí me centraré en su etapa como preso en Sevilla. Cervantes estuvo en la cárcel 4 veces en los años 1592, 1597 y 1602. Los motivos fueron en su mayoría económicos, ya que, al parecer, sustrajo caudales públicos cuando ejercía el oficio de recaudador de impuestos del rey. Para algún erudito de la obra cervantina, Cervantes comenzó El Quijote en la cárcel de Sevilla basándose en lo que el autor escribió en el prólogo de la primera parte:

   «Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?»

   Actualmente muy pocos especialistas siguen manteniendo esta idea. Aún así, creo que algo de su experiencia carcelaria quedaría reflejado en El Quijote, lo veremos al final…

   Veamos cómo fue la Cárcel de Sevilla que pisó Cervantes, y qué personajes encontraría allí.  De seguro que esta experiencia le serviría para sus ficciones, porque la Real Cárcel de Sevilla más pareciere una ficción que una realidad.

   En la novela picaresca Guzmán de Alfarache del sevillano Mateo Alemán se describía de esta forma la cárcel de Sevilla:

   «paradero de necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, enfermedad breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos».

   La fama, la mala fama, de la Cárcel sevillana tendría eco en la mismísima Santa Teresa de Jesús, que en una carta fechada en 1576 a la Madre María Bautista definía a la cárcel como «el infierno». El propio Cervantes, más mundano, la llamaría la «Universidad de los pícaros».

   Las cárceles del Antiguo Régimen no eran como las actuales, ni en su forma ni en su fondo. En absoluto se consideraban una institución rehabilitadora en beneficio de la sociedad, como actualmente dicen las leyes. No, en aquellos tiempos la cárcel era un lugar de tránsito, de espera a los castigos que debían dictar los jueces del Rey: la muerte, el desmembramiento, el destierro, los azotes, etc…

 
 
 

CERVANTES-Y-ALCALÁ-2

D. Quijote
[Foto: ODP Alcalá de Guadaíra 2009]

 
 
 

   El edificio de la Real Cárcel de Sevilla actualmente no existe. Sólo una placa en la sede de La Caixa en la calle Sierpes, que era el solar que ocupaba, hasta aproximadamente la plaza del Salvador. La construcción era de origen medieval (siglo XIII) y a principios del siglo XV estaba en ruinas, siendo reconstruida a costa de la noble sevillana doña Guiomar Manuel. En 1563 el alcalde Don Francisco Chacón decide remozarla y ampliarla (en base a unos terrenos aledaños propiedad de la Iglesia). Comenzaron las obras sin permiso de ésta y el alcalde acabó siendo excomulgado por el Papa. Al final se llegaría a un acuerdo y en 1569 fue reconstruida por el arquitecto Hernán Ruiz II (importante artista renacentista al cual debemos el remate de la Giralda). Sin embargo murió a los pocos meses y las obras las terminó el italiano Benvenuto Tortello.

   Su ubicación en el centro de la ciudad (al lado del Ayuntamiento, de la Real Audiencia y de la Catedral) es decir de los poderes mundanos y sagrados, tenía por objeto hacer ver el poder real y simbólico de la Corona, que castiga inmisericorde a los que subvierten las normas. Esto lo podernos observar en la puerta de entrada, donde las Armas Reales y el escudo de la ciudad están bajo la gran figura alegórica de la Justicia acompañada por las de la Fortaleza y la Templanza, virtudes ambas de todo buen gobernante.

 
 
 

d. quijote de mairena

Cervantes
Gavira
Mairena del Alcor
1961
[Foto ODP, 2009]

 
 
 

   Cuando Cervantes fue uno de sus inquilinos, su número nunca bajaba de 1000 presos, la mayoría por deudas, robos y estafas. La Cárcel vivía su momento de esplendor. Nada extraño porque Sevilla era por entonces, gracias a ser el único puerto hacia las Indias, una ciudad rica y opulenta, imán de pícaros y ladrones, tales como Cervantes los describió en su conocida obra Rinconete y Cortadillo.

   La cárcel era un edificio de tres plantas construido de sillares en su zócalo y toda la portada, siendo el resto de sus muros de ladrillo.

   Tenía dos puertas, la de entrada (conocida como la de «oro») y la que daba propiamente a los corredores de las celdas (o de «plata»). Por lo que respecta a las puertas, todas eran de hierro, ya que las primitivas de madera eran vulnerables a los golpes y a los incendios que provocaban los presos para intentar huir.

   Nada más entrar nos encontraríamos con un pasillo que nos llevaba al patio central, que era el que organizaba los calabozos y al lado, las estancias del escribano y la cárcel de mujeres. Estaba esta dependencia incomunicada de la de los hombres, excepto por una verja que daba al patio de los hombres, por donde se lanzaban piropos, coplillas y blasfemias. Tal jaleo provocaban las reclusas que (tal como describe Juan de Mal-Lara) el rey Felipe II, de visita en Sevilla en 1570, hizo detener a su cortejo a su paso por la cárcel por el griterío de las presas que le pedían misericordia.

   El patio era el centro del edificio, en torno a él se encontraban los calabozos. Contaba con una fuente, abastecida por el agua de Alcalá que llegaba a Sevilla a través de los Caños de Carmona (nombre debido a la puerta de Sevilla por donde entraba, y no por  el origen del líquido elemento).

   En el patio existían cuatro tabernas y una tienda de frutas y aceite, que estaban arrendadas por particulares al alcaide (o director de la cárcel) que no era otro que el Duque de Alcalá, Don Fernando Enríquez, que había comprado en 1589 el cargo a la Corona.

   Al fondo del patio (que daba la calle Sierpes) se encontraba la capilla.

   Alrededor del patio existían 15 calabozos comunes. Estos se arrendaban (todo costaba dinero en la cárcel como podréis comprobar) a razón de 15 reales mensuales. Esto sólo lo podían disfrutar los presos con mayores caudales, el resto (unos 400) se hacinaban en los calabozos restantes que dividían interiormente con viejas mantas sujetas por cordeles; a estas divisiones se les llamaban «ranchos». En el mismo patio los presos más peligrosos y conflictivos, los llamados «matantes», «delitos» y «malas lenguas» eran recluidos en la Cámara de Hierro, una especie de celda de aislamiento.

   Sobre la planta baja había un entresuelo, del cual sólo conocemos los nombres de los ranchos, unos nombres tan poco edificantes como «pestilencia», «miserable», «lima sorda», «Ginebra» y un aposentillo llamado «Casa Meca».

 
 
 
d. quijote de mairena 2

D. Quijote y Rocinante contra un molino de viento
y junto a ellos Sancho y su asno

(Mairena del Alcor)
[Foto ODP, 2009]

 
 
 
   En el primer piso o Galería Vieja se hospedaban los presos distinguidos o nobles, que tenían habitaciones que daban a dos calles.

   En el segundo piso o Galería Alta o Nueva, además de calabozos para gente bien, tenía su habitación el alcaide, estancia en la cual también podían alojarse los presos nobles, podemos decir que era la zona «Vip». Sobre dicha estancia había una azotea para que el alcaide y sus invitados pudieran disfrutar de las procesiones y las fiestas de «toros y cañas» (precedente de la corridas de toros) que se celebraban en la cercana Plaza de San Francisco.

   Por último, en el segundo piso estaba la enfermería atendida por un enfermero o barbero, pero que también servía de almacén y confesionario.

   En lo que respecta a la higiene podemos decir que el hacinamiento y la multitud de recovecos hacía que imperase la suciedad y la inmundicia. Ya en el exterior, el recinto estaba rodeado de basuras y estiércol procedente de las innumerables caballerías.

   Dentro de la cárcel existía una inmensa letrina o «servidumbre», a la sazón una gran alberca profunda, donde cada 4 meses se retiraban los desechos. Es impensable imaginar el olor insalubre y nauseabundo de este inmenso retrete, que necesitaba para limpiarlo más de cien bestias.

   Cuenta el abogado Cristóbal de Chaves que esta letrina servía de refugio de los que huían de la pena de azotes, al huir «se meten en la inmundicia hasta la garganta» y atacaban a sus perseguidores tirándoles «pelladas de aquel sucio barro».

   Era frecuente que entraran en la cárcel las mujeres de los presos en la noche, como también las queridas, amantes y prostitutas. El ya mencionado abogado Chaves decía que «suelen dormir de noche en la cárcel ciento y más de mujeres».

   Cuenta el caso de un preso que enamoró a una mujer casada que pasaba todos los días por la puerta de la cárcel. Se citaban en la misma cárcel, más concretamente en su mismo «rancho», al calor del mísero catre. Ella, mujer de recursos, se hacía acompañar de criada y escudero que encubrían en su aventura al llevarla a una cercana iglesia a cambiarse de ropa y ponerse otras de inferior categoría para así entrar en la cárcel. Este curioso romance duró hasta que un funcionario de la prisión los halló en el ejercicio de su pasión.

   Además de amantes, solían entrar en la cárcel prófugos de la justicia. Uno de ellos, al ser descubierto por el confesor, el jesuita jerezano Pedro León, le dijo con gracia: «pues,  dígame padre, por su vida, ¿en qué seso cabe que se había de venir a buscar a la cárcel?»

   Y a todo esto ¿qué tipo de presos pudo conocer Cervantes? Intentemos hacer una clasificación:

  • Los aristócratas: los bastoneros y porteros: Estos presos eran a la vez reclusos  y guardianes a sueldo del alcaide. Sabemos de uno de ellos, un morisco que era portero de la puerta de plata  y que además vendía de tapadillo calzas y otros tejidos, y llegó a amasar una pequeña fortuna de 1.300 escudos de plata.

  • Los confidentes o «porquerones»: Disfrutaban, como los anteriores, de mayor libertad y poder. Por diez o doce reales dejaban huir a los presos que podía pagárselo. Todo tenía un precio en la cárcel, también la libertad.

  • Los presos novatos: Eran el blanco perfecto de las mofas, robos y abusos por parte de los «presos viejos». Éstos por el módico precio de dos o tres ducados intercedían ante los bastoneros y porteros para que no sufrieran malos tratos o abusos.

  • Los presos más peligrosos, llamados «valentones», «guzmanes» o «jácaros».  Eran los jefes de las bandas de delincuentes, tipos bragados en pendencias y peleas y que se vanagloriaban en sus «hazañas» tales como asesinatos y demás crímenes. Solían llevar calzas y jubón acuchillado como los soldados de los tercios y tatuado en su mano o en el brazo un corazón. Como vemos las modas carcelarias no han cambiado tanto.

  • Los pícaros y los ingeniosos: Tal era el caso de un falsificador vizcaíno que aún dentro de la cárcel seguía falsificando firmas y suplantando a negociantes en sus negocios con Flandes e Italia. También se conoce el caso de un falso inquisidor, de falsos curas y de incluso poetas que escribían cartas de amor a los presos y que además las decoraban con dibujos, como si fueran comics. Una de estas cartas se la escribieron a un galeote llamado Juan Molina para su amada Ana, en realidad una prostituta, y se decía en ella «Las saetas de Ana son/Y de Juan el corazón». También existían una pléyade de falsos abogados que salían y entraban de la cárcel para asesorar legalmente a los detenidos. En muchas ocasiones eran estos mismos picapleitos los que llevaban a sus futuros clientes a la cárcel para así luego autonombrase sus defensores.

  • Los presos homosexuales. En Castilla la homosexualidad o «pecado nefando», al contrario que en Aragón, no era la Inquisición la que se encargaba de reprimirla sino la justicia del Rey. Estos presos eran marginados por sus compañeros y en muchas ocasiones maltratados o directamente asesinados.

  • Los galeotes, así se conocían a los condenados a servir en las galeras del Rey. En la Cárcel Real esperaban ser trasladados al puerto de Bonanza en Sanlúcar de Barrameda, donde radicaba la Armada o encerrados en el invierno cuando las galeras remontaban el Guadalquivir en invierno para aprovisionarse. Muchos de estos (los llamados «potrosos») para librarse de ir a las galeras se aplicaban cierta hierba en sus partes pudendas con lo cual se producían tal hinchazón que los incapacitaba para el servicio. Eso sí eran castigados con la pena de azotes o el destierro.

   Por todo ello, no era de extrañar que Cervantes en el capitulo XXII de la I Parte del Quijote, hiciera que su héroe manchego libertara a un grupo de presos. De tal forma decía el ingenioso hidalgo:

   «De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad; y que podría ser que el poco ánimo que aquél tuvo en el tormento, la falta de dineros d’éste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades. Todo lo cual se me representa a mí ahora en la memoria de manera que me está diciendo, persuadiendo y aun forzando que muestre con vosotros el efeto para que el cielo me arrojó al mundo, y me hizo profesar en él la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores. Pero, porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones; porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas –añadió don Quijote–, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza.»

 
 
 

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui (c. 1600).

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui

(1600)

 
 
 
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DON MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA EN LA REVISTA «CARMINA»

400 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE CERVANTES, 2016. Antonio Luis Albás

CONOCER MADRID ES CAPITAL 2: CERVANTES, TAUROMAQUIA Y JAMONERÍAS. Fotografía de Manuel Verpi

CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA. Por Rafael Rodríguez González (Septiembre de 2009)

EN UN LUGAR DE LA MANCHA. De la serie «RECORTES», Nº 76. Por Pablo Romero Gabella (con pintura de Rafael Luna)
 
 
 

EL ÓRGANO DE LA IGLESIA DE SANTIAGO EL MAYOR DE ALCALÁ DE GUADAÍRA (CRÓNICA DE UN VIAJE). Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún (2015)

 

La Riverside Methodist Church de Blairgowrie La Riverside Methodist Church de Blairgowrie

 

…y maese Pérez puso sus crispadas manos sobre las teclas del órgano.

 

   Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado, que se perdió poco a poco, como si una ráfaga de aire hubiese arrebatado sus últimos ecos.

 

   A este primer acorde, que parecía una voz que se elevaba desde la tierra al cielo, respondió otro lejano y suave, que fue creciendo, creciendo, hasta convertirse en un torrente de atronadora armonía. Era la voz de los ángeles que, atravesando los espacios, llegaba al mundo.

 

   Después comenzaron a oírse como unos himnos distantes que entonaban las jerarquías de serafines. Mil himnos a la vez, que al confundirse formaban uno solo que, no obstante, sólo era el acompañamiento de una extraña melodía, que parecía flotar sobre aquel océano de acordes misteriosos, como un jirón de niebla sobre las olas del mar.

«Maese Pérez el organista»

Leyendas

Gustavo Adolfo Bécquer

(1836-1870)

 

El órgano en la Riverside Methodist Church de BlairgowrieEl órgano en la Riverside Methodist Church de Blairgowrie

 

La crónica empieza en Alcalá de Guadaíra a fines del invierno pasado. Fue en el mes de febrero cuando Joaquín Bono Caraballo tuvo noticia de un órgano que se vendía en una iglesia metodista de Escocia, al norte de Edimburgo. Antes había intentado la compra de uno cerca de París pero no se hallaba en buen estado y su restauración la suponía muy costosa. Fue en Blairgowrie, en el condado de Perth, donde la iglesia metodista de Riverside vendía el edificio y el órgano instalado en su presbiterio. Contactó con el reverendo, pues parecía una buena oportunidad para conseguir un órgano para Alcalá, teniendo en cuenta su tamaño, características y su aparente buen estado de conservación. Preguntó por el precio y considerándolo muy asequible inmediatamente señaló la compra para asegurarse de no perder esta oportunidad única, aun a riesgo de que cuando fuera a inspeccionarlo realmente no estuviera tan bien conservado como parecía.

   El Sábado de Pasión viajó al pueblo escocés a orillas del río Ericht acompañado de un experimentado organero. Una vez allí había dos posibilidades, o daba marcha atrás a la compra, aunque perdiera la señal, o seguía para adelante con el proyecto, como así fue, al comprobar que el órgano se encontraba en un magnífico estado de conservación, ya que se había mantenido en uso diario hasta el tiempo de la inspección. Sólo hacía falta desmontarlo y traérselo para Alcalá. Con tal fin, organizó un viaje que hizo coincidir con un permiso laboral por los días de feria de Sevilla y se fue a Escocia con sus hermanos Francisco y Antonio, su primo Rogelio Caraballo, su buen amigo José Antonio Rico y, de nuevo el mismo organero. Previamente había construido unas cajas de madera que sirvieran para guardar las distintas piezas, que tenían que embalarse cuidadosamente para el viaje del órgano desde Blairgowrie, y para llevar las no pocas herramientas necesarias que no podían portar consigo como pasajeros del avión. Gracias al desinteresado ofrecimiento de Jesús Mª Hermosín, antiguo colaborador de AFAR, se pudo enviar  un tráiler desde Alcalá con las cajas y las herramientas que utilizarían para desmontar el órgano y preparar su transporte a la iglesia de Santiago el Mayor, donde su párroco y en especial su coadjutor Manuel Ángel Cano habían acogido con entusiasmo el proyecto y ya los estaban esperando, rezando por ellos.

   En Málaga tomaron el avión que los llevó a Edimburgo, donde llegaron a las tantas de la madrugada por lo que hicieron noche en un hotel cercano al propio aeropuerto. Ya el miércoles, desde muy temprano, estaban en Blairgowrie para iniciar el desmontaje del órgano. En la iglesia se había ofrecido el sábado anterior a la llegada de los alcalareños un último concierto para despedir a su órgano, después de cien años con ellos, durante el cual, su organista titular Christine Aston y Austin Wilkie interpretaron un programa musical con distintas piezas que se cerró con ¡…qué viva España!

 

Sacando piezas de la iglesia para su carga en el trailerSacando piezas de la iglesia metodista para su carga en el camión

 

   La historia del órgano empieza en el propio Blairgowrie, un municipio del condado de Perth, a orillas del río Ericht y para cuyo templo de Hill Church, Peter Conacher afamado organero, construyó en 1870 un órgano romántico que en 1915 fue restaurado y trasladado  por Albert Keates a la Riverside Church de la misma localidad. Cien años después ha llegado a Alcalá de Guadaíra.

   «En latín, organum, designa cualquier instrumento; como nombre propio señala el instrumento por excelencia de la música, en el cual, mediante un mecanismo que los ponga en la mano de un solo hombre, se reúnen o tratan de reunirse todos los instrumentos (órganos) ó su imitación. En ese sentido, el órgano es un instrumento sintético en el que el hombre ha tenido y tiene siempre por fin acumular, en cuanto le es posible, el timbre y extensión de todos los instrumentos, ó sea el número y variedad de todos los conocidos, según la época. Su construcción no tiene otra limitación que la posibilidad dicha de abarcar todos los instrumentos, quedando fuera de su alcance los de percusión, y no todos, y los de punteo.

[…]

   »Es, pues, el órgano una reunión de muchos y variados sistemas de tubos sonoros de diversa materia, extensión y timbre que se hacen sonar por la impulsión del aire en ellos y que mediante un mecanismo adecuado coloca en las manos de un solo ejecutante la facultad de hacerlo sonar.» (Espasa Calpe, tomo XL, 1985, 326)

   En el órgano de la iglesia metodista de Riverside todo estaba atornillado y nuestros viajeros alcalareños fueron desmontando y embalando tubo por tubo, uno a uno, y todas las muchas y muy variadas piezas, en una tarea muy delicada que incluía la clasificación y numeración de los componentes del instrumento. Desmontar la fachada fue especialmente complicado porque los tornillos estaban oxidados y hubo que romperlos para sacarlos. Todo se fue embalando cuidadosamente y cargando en el tráiler de acuerdo con un orden de colocación muy preciso para que el transporte no perjudicara ningún elemento. Fueron cuatro días desde las siete de la mañana a la una de la madrugada pues el camión tenía que salir el sábado por la noche. Y ocurrió que el tráiler partió de Blairgowrie a las nueve de la noche del sábado 25 de abril con destino a Alcalá de Guadaíra a donde llegó a última hora del martes 28.

   En la mañana del segundo día del mes de mayo, sábado, se descargó el contenido del tráiler y se dejó todo almacenado en el coro bajo de la iglesia de Santiago. A partir de entonces, se fue llevando toda la mecánica y la estructura a la antigua fábrica de harinas de la calle Mairena, para poder restaurar los mecanismos y montar los componentes esenciales del instrumento. Las piezas que estaban oxidadas (ejes y tornillos) hubo que sustituirlas y una parte de la transmisión neumática hubo que repararla, ya que el cuero de las válvulas se encontraba resquebrajado. Todo esto ha sido renovado. Para ello, en Alemania, consiguió piel de un tipo de canguro llamado ualabí, muy fina y flexible, ideal para la fabricación de estas válvulas neumáticas.

 

Llegada del trailer a la parroquia para la descarga

Llegada del trailer a la parroquia para la descarga

 

   A la carpintería de los hermanos Pineda se le encargó una tarima con estructura de pino recubierta de madera de iroko con una doble función: por un lado, aislar el instrumento de la humedad del suelo y, por otro, repartir uniformemente la carga de todo el órgano sobre el suelo del coro alto. En el mes de agosto se instaló la tarima y desde primeros de septiembre se ha venido montando la estructura del instrumento, caja expresiva, fuelles, secretos, mecánicas, tubos, etc.… y se ha barnizado la carpintería exterior, contando para ello con la entusiasta colaboración de Antonio Pineda, trabajando los fines de semana de viernes a domingo con sus hermanos y otros incondicionales del órgano alcalareño. Dado que no se disponía de fondos para poder hacer frente al coste de mano de obra profesional especializada optaron por acometer ellos mismos los trabajos como única manera para que el proyecto pudiera llegar a término.

   Para Joaquín Bono los conciertos en la catedral de Sevilla, en la de México D.F. y en otros templos han sido acontecimientos maravillosos en su vida y en su condición de ingeniero siempre le ha atraído la componente tecnológica del órgano, y por ello quiso conocer por dentro el funcionamiento de este instrumento. Coincide con don Manuel Ángel Cano en la pasión por la música, pues éste estudió música en Córdoba y Santa Cecilia de Roma, fue organista en el santuario de Ntra. Sra. de la Cabeza y dirige la Coral Polifónica de Ntro. Padre Jesús Nazareno que él mismo fundó hace ya más de veinticinco años, y un buen día del  pasado año, se preguntaron: ¿Por qué no un órgano en Santiago?

   Se tiene noticia documentada de que en 1732 se construyó un nuevo órgano para la parroquia de Santiago y referencia a que antes existió otro cuyos materiales se aprovecharon para el nuevo. También se tiene noticia de que en 1936 había un órgano en la iglesia, sin que pueda afirmarse que este fuese aquél del XVIII, aunque probablemente lo fuera, pero desde luego sí sabemos que lo había y que ardió cuando el templo fue incendiado en julio de aquel aciago año.

 

Las piezas ya están en Santiago

Las piezas en la iglesia de Santiago el Mayor de Alcalá de Guadaíra

 

   El nuevo órgano para Santiago supone una forma de recuperación de parte del patrimonio perdido en Alcalá y es un acontecimiento cultural importantísimo para nuestro pueblo, para su futuro y su Historia. Va a ser, en primer lugar, instrumento de apoyo musical a la Liturgia, pero también de difusión cultural. Se trata de un órgano singular y único en Sevilla porque es un instrumento romántico británico, muy distinto de los órganos barrocos ibéricos, los cuales normalmente carecen de pedal. El órgano de Santiago tiene doble teclado (Gran órgano y Expresivo) de cincuenta y seis notas y un pedal con treinta. Dispone de un total de veinte registros, siendo el principal de ocho pies. Las maderas del órgano son roble, cedro, caoba y principalmente pino para la estructura y la fachada. Los tubos metálicos son de una aleación de estaño y plomo. Otros son de madera de pino o cedro. En la fachada son de zinc aunque no todos suenan y tienen una función meramente ornamental. Son los conocidos como tubos «canónigos».

   Francisco Miguel Ruiz Cabello organista, oriundo de Pilas y casado con una alcalareña, se ha ofrecido para tocar el órgano en actos litúrgicos de la parroquia. Además, el espacio del coro alto se ha preparado para acoger también a la Coral Polifónica. Sólo falta que la feligresía y los alcalareños en general empiecen a sentir y oír el órgano y para este fin, la crónica del viaje, que concluimos pretende ser, particularmente, una invitación a formar parte de la «Asociación de amigos del órgano de Alcalá de Guadaíra» que acaba de constituirse bajo la presidencia de don Manuel Ángel Cano y que, necesitada de fondos precisa de la contribución económica del mayor número de instituciones y vecinos, pues hasta el momento los numerosos costes incurridos (los billetes de avión, el alojamiento y los coches de alquiler en Escocia, el transporte de cajas y herramientas, la tarima de iroko, la compra de materiales y repuestos, etc.) han sido financiados privadamente por particulares, siendo la Fundación Virgen del Águila la primera institución que ha apoyado económicamente este ilusionante proyecto.

   El órgano ha sido cedido gratuitamente a la parroquia para su uso por tiempo indefinido, siendo la asociación quien se encargará del mantenimiento de dicho elemento patrimonial, instalado ya en el coro de la iglesia de Santiago el Mayor, que con tenacidad y entusiasmo ha llegado hasta nosotros desde Escocia.

 

EL RITO DE LA JUDEA DE ALCALÁ. Fotografías de «Cuerpo de Cámara» y Texto de la Asociación Cultural Amigos de la Historia «Padre Flores», 2007

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LA JUDEA DE ALCALÁ

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En el imaginario de los alcalareños, los judíos gozan de un protagonismo excepcional.

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Los orígenes de los judíos no están claros. Diversas fuentes demuestran su existencia en el siglo XIX. Pero no se citan en ningún documento de los siglos anteriores. Por su composición la judea recuerda a las milicias reclutadas en las ciudades y pueblos del reino de Castilla durante la Baja Edad Moderna y acaso el revoleo de la bandera puede ser una derivación de los alardes militares, tan del gusto de la soldadesca del Antiguo Régimen. Tradicionalmente la judea la componían ocho hombres y un niño. Vestidos de soldados romanos: cuatro hombres, que forman la soldadesca, el capitán y el pajineta -que es un niño judío-. Y vestidos de judíos: el abanderao y dos músicos, el calamillo y el tambor. En la actualidad la soldadesca ha aumentado a nueve miembros, que con el capitán constituyen una decuria completa. La soldadesca tiene su momento de mayor protagonismo en el Puente cuando prenden a Jesús, para custodiar el paso desde ese momento.    

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El abanderao, es el portador de la bandera, se encarga del revoleo de la bandera, al son del calamillo y el tambor, y después de recogerla en torno a su cuerpo (la recogía)deja la bandera en el suelo extendida (la bandera tirá)mientras el pajineta hace sonar una música tocando con un palillo la tablilla (la sentencia) que lleva, la que supuestamente será clavada en la cruz con la inscripción Iesus NazarenusRexIudaeorum, mientras danza. El vocablo pajineta posiblemente sea una contracción de la expresión paje de jineta, que en el Antiguo Régimen aludía al paje que llevaba la lancilla del capitán.

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A principios del siglo XIX el Padre Flores alude en sus Memorias históricas (1833-1834) a jóvenes vestidos de armados que custodiaban el Monumento (el Cuerpo de Cristo expuesto en los sagrarios) los Jueves y los Viernes Santo. La existencia de piquetes o centurias de armados en la Semana Santa de Sevilla o de otras localidades de nuestro entorno está ampliamente documentada. Pero en Alcalá a los soldados romanos que custodiaron a Jesús durante la Pasión y dieron guardia al Santo Sepulcro se les denomina judíos. Esta curiosa confusión tal vez se deba al antisemitismo popular que identificaría a los judíos como responsables no sólo de la condena sino también del escarnio y las vejaciones sufridas por Jesús. Los judíos representan una burla: el revoleo lo es y la tirá de la bandera un desprecio a Jesús.

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Los judíos, por su carácter profano, siempre han estado vinculados a la calle, desfilando la mayor parte del tiempo a una distancia prudencial del cortejo procesional. Inician su jornada la mañana del Jueves Santo tras vestirse y salir de la Casa de Hermandad. El rito establece la búsqueda de Jesús, al que tienen que detener. Se dirigen a la puerta de la parroquia de Santiago donde hacen su primera parada (una pará). Allí un saetero canta a los judíos (“Decir cuánto vais ganando/ judíos de mala fe/ que tanto vais disfrutando/ por hacerlo paesé/ que en pura sangre va manando”)y el bandera hace el primer revoleo al son del calamillo y el tambor. Desde allí emprenden un recorrido por las principales calles de Alcalá: La Cañada, La Mina, Mairena, El Barrero, El Bajondillo, la calle San Sebastián, El Paraíso… De cuando en cuando, sobre todo delante de la casa de alguna persona vinculada a la Hermandad o a la judea,hacen una pará para un revoleo. Se forma entonces un corrillo de curiosos que contemplan el vuelo de la bandera al viento. A principios del siglo XX, una de las parás que no podía faltar era la de la Casa de los Negros.

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Ya de madrugada, poco antes de las dos, un piquete de la judea llama a la puerta de la iglesia de Santiago, dando comienzo la procesión de Jesús Nazareno, San Juan Evangelista y María Santísima del Socorro. Desde entonces y hasta llegar al Puente, poco antes del amanecer, los judíos marchan delante de la cruz de guía de la cofradía. En el Perejil, el abanderao espera el paso de Jesús para mofarse de él haciendo un movimiento horizontal y bajo de la bandera. Poco después, ya en el Puente, se lleva a cabo el prendimiento, al grito de “¡Prenderlo ahí!”,repetido tres veces. A partir de este momento, los judíos van a escoltar a Jesús hasta la entrada del paso en el templo.

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De antiguo los judíos eran gente muy humilde, que residía en las cuevas del Castillo o en las casas de vecinos del Duque o del Bajondillo. Dado el origen social de sus componentes, la judea tuvo siempre una impronta castiza, vinculada al aguardiente y a la picadura de tabaco. A finales del siglo XIX, la Hermandad de Jesús pagaba tres pesetas a cada uno de los judíos y un duro al capitán. Esta gratificación se completaba con las monedas que los espectadores arrojaban sobre la bandera tirá tras ver el revoleo. Con este dinero en el bolsillo, no tardaban en entrar en la taberna más cercana para refrescarse si esa Semana Santa era cálida o calentarse si había venido con frío. No pocos miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad consideraban que el comportamiento de la judea era escandaloso y, por ello, debía ser suprimida. Sin embargo, hoy en día, a la actual judea, refundada en el año 1992, sus miembros no llegan de ningún barrio alcalareño en particular, sino que la compone un grupo de hombres comprometidos con esta tradición, sin los cuales probablemente se habría perdido. El compromiso es también social porque destinan el dinero que se recauda de la bandera para un fin benéfico.

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Partiendo de su origen impreciso, como le ocurre a las tradiciones sólidamente arraigadas, que van ganando en riqueza de contenido con el paso de una generación a otra, los judíos de la Hermandad de Jesús Nazareno han venido a formar parte del más genuino patrimonio cultural de esta localidad. Para los alcalareños de comienzos del siglo XXI son una ventana abierta de par en par, que les hace llegar el aire fresco de un pasado con el que nuestra ciudad no conserva demasiado buenas relaciones.

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Esa es la razón por la que, desde la mañana del Jueves Santo, familias o grupos de amigos recorren las calles del centro siguiendo el rastro de los judíos. Lo hacen como si buscaran un encuentro franco y emotivo con lo que fuimos y ya hemos dejado de ser, aunque no se haya borrado completamente la huella. Las gentes de Alcalá se identifican a sí mismas como miembros de la comunidad local, cuando contemplan los rostros y los gestos de los que encarnan a los populares personajes.

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Un dato definitivo, para hablar con propiedad de la nueva carga simbólica que han experimentado los judíos en tiempos recientes, lo constituye el reconocimiento del público que le arroja monedas y el destino de las mismas. No hace tanto, nadie podía imaginarse el caso de que un joven médico alcalareño tuviera a gala haber formado parte de la cohorte que busca a Jesús callejeando por la ciudad y lo prende en el Puente al rayar el día de la parasceve.  

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UNA FOTO DEL “PAJINETA” POR JOSÉ ANTONIO GARCÍA CORDERO (2013) CON «POEMA A LA JUDEA» DE LAURO GANDUL VERDÚN (2003)

 

DOY FE DE QUE HA EXISTIDO. Ramón Núñez Vaces

En Madrid, primeros años sesenta:
Manolito María, Anzonini y Paco del Gastor

 

A Miguel Cruz Clarambo, gitano cósmico

 Yo, ya desde el primer momento, había decidido ir en el coche de Dionisio. No es que José Luis condujera mal; no, qué va, pero a mí me lo parecía tanto, tanto tanto, que me resultaba imposible creer lo contrario, por más que me esforzara en ello. Alguna que otra experiencia me había deparado haber ido en aquel Ford Fiesta de nuestro entrañable amigo: el bordillo que se acercaba a la rueda derecha delantera hasta el punto de golpearla; la raya continua que de improviso dejaba de serlo; el ruido que producía el coche que estaba aparcado al chocar contra el de José Luis cuando éste, de manera impecable, estaba estacionando; el retrovisor que se rompía porque una señal o una esquina había arremetido contra el espejuelo; el despiadado frenazo porque una calle había cambiado de sitio; una farola que, quizás carente de luces, se atravesaba, imprudente y dañina…

            De manera que, después de varios intentos de Dionisio por desbloquear las puertas de su Renault14, subimos a bordo del flamante coche Julio, Jorge, Rafael y yo, mientras nuestro admirado maestro de adultos, a la vez que sacaba limpiamente el vehículo para ponerlo en la vía, se desvivía en explicarnos el mecanismo de las puertas de su nuevo automóvil, sin que ninguno de los receptores de sus aclaraciones nos enteráramos de lo más mínimo.

            En el otro vehículo, el de José Luis —así mismo maestro de adultos, como todo el mundo sabe—, acometieron la aventura Diógenes, Antonio Ríos («el Carmona»), Rafael Benítez («el Marqués de las Corachas») y Mario Cortés.

            «Ea, ya na más que falta ‘La Niña’», dijo el Marqués antes de poder cerrar la casi desvencijada puerta del Ford Fiesta.

            Y así fue como las dos «carabelas» emprendieron el viaje nada menos que a Morón de la Frontera. (Enseguida se verá que otra nao, ocupada en solitario por nuestro inolvidable Tomás, había llegado al destino antes que la capitana y su segunda).

            Los dos coches y sus diez ocupantes llegaron —llegamos— sin ningún percance digno de  reseñarse, si bien el retraso del Ford Fiesta —tres cuartos de hora sobre el horario previsto— nos alarmó a los ocupantes de la Santa María, digo del coche de Dionisio. Después supimos que José Luis, en un despiste extraordinariamente extraño y del todo increíble en él, había tomado la carretera que lleva a El Coronil, en vez de seguir directamente hacia Morón. «¿Qué quieres, si era casi de noche?», fue la respuesta que le dio a Rafael al preguntarle éste sobre cómo diablos había sucedido el extravío.

 Encuentro con Tomás y entrada a la fiesta

 Aguardamos a José Luis y sus intrépidos acompañantes en Casa Pepe, el lugar convenido. Dionisio, durante tan inquietante espera, nos ilustró sobre las reuniones que allí se habían celebrado con Diego del Gastor y tantos otros personajes —el propio Dionisio entre ellos—, protagonistas de tantas fiestas en las que el flamenco más auténtico resplandecía en toda su esencia.

            Una vez reunida la expedición, marchamos todos a pie hacia la calle en que según Dionisio se encontraba la casa donde se desarrollaría la grabación para TVE. Menos mal —¡menos mal!— que en algún momento de nuestro deambular por aquellas apacibles calles de Morón, alguna de ellas más de dos veces transitada en poco menos de quince minutos, nos topamos con Tomás. «Si es por aquí, hombre, si es por aquí», nos dijo, con su sorna amable y comprensiva, riendo a pequeños borbotones. La mayoría miramos de reojo a Dionisio, sin poder explicarnos cómo hombre tan versado, eficiente y confiable a bordo de un automóvil se convertía, echado a tierra —¡y en tierra tan andada por él!— en náufrago recién llegado a una isla. (Supe después, por confidencia de Rafael, del gusto de Dionisio por complicar las cosas, bien entendido que sólo las fáciles de desenredar).

              Pues llegamos, no sin antes haber estado en tres tabernas (una de ellas tan pequeña que no pudimos entrar los once de una vez) en las que Dionisio y Tomás conocían desde muchos años antes a sus dueños, o a algún parroquiano. Afortunadamente, Antonio el Carmona y Rafael se encargaron de abreviar cada una de las estancias, porque de haber sido por el propio Dionisio y por el otro Rafael —el Marqués— hubiéramos llegado a la casa de la fiesta ya finalizada ésta. Y no lo digo porque los dos citados bebieran más que los demás; de ninguna manera, lo que ocurría es que el tiempo, para estos amigos, es algo que parece poder detenerse al antojo de cada cual. No sería malo, pero no es posible.

El guitarrista Juan del Gastor, en una de sus facetas

            Ya en la puerta de aquella enorme y señorial casona, vimos salir a Juan del Gastor, que se fue derecho para Dionisio y Tomás, amigos, casi hermanos, desde tanto tiempo atrás.

            «Se habrá queáo Alcalá vacía», observó el guitarrista, sobrino del gran Diego, ante la nutrida «delegación» que tenía ante sus ojos. «Venga, vamos pa’entro, que esto va a empezar ya». Y allí fuimos aposentándonos, siempre detrás de las cámaras, mientras íbamos reconociendo a Paco del Gastor, Paco Valdepeñas, Fernanda de Utrera, su hermana Bernarda, la Pepa, Joselero… Ya estaban todos convenientemente colocados para iniciar la actuación. Todo bajo la dirección del entonces —y antes y después— industrioso productor Ricardo Pachón.

            Yo, asentado en Alcalá desde mi llegada a Sevilla procedente de mi Segovia natal, no había tenido la oportunidad hasta ese momento de asistir a una reunión tan numerosa y excelsa de artistas flamencos, siendo todos ellos, además, de los que a mí me gustaron desde un principio (ya para entonces había desaparecido la mayoría). Pero comprobé enseguida que la emoción embargaba por igual, si no en mayor intensidad, a todos los demás integrantes de aquella «delegación alcalareña», algunos de cuyos miembros habían conocido a verdaderas glorias del flamenco (insisto: algunas de ellas, pocas, todavía presentes allí mismo). Esa noche me ocurrió lo que años antes al escuchar aquellas grabaciones tomadas en reunión de Manolito María, Juan Talega, Tomás Torres, Fernanda, el Borrico, Joselero, Bernarda, Perrate y algunos más: una sensación de refrescante pureza a la vez que de viaje a un tiempo tan grato como inabarcable.

 El Andorrano, Paco Valdepeñas… 

 Aunque se trataba, lógicamente, de algo preparado y previsto, lo que vimos, oímos y sentimos aquella noche fue producto de la conjunción de varios factores. En primerísimo lugar, de la calidad sanguínea de los artistas. En segundo, del ambiente tan favorable que reinaba entre todos los allí reunidos; y en tercero, y a gran distancia, de la capacidad del director de aquella puesta en escena, porque con aquel material humano hubiese sido un crimen no sacar algo bueno. Un crimen imposible, la verdad.

 

            Como se me parta el palo/este torito miura/que va a acabá que con mi caballo, cantaba el Andorrano, volviendo del revés los versos de Villalón, y enseguida su baile, disímil, lento, deslizante y ahora atlético para volver a la parsimonia y acabar en una explosión ralentizada: Soy la gitana Caireles/zahorí de nacimiento/que adivina los quereles/y también los pensamientos. El mayor de los hijos varones de Luis Torres Cádiz (Joselero) parece que baila hacia atrás. Y en parte es así: baila hacia atrás en el tiempo; y vuelve, es un gitano que nos trae lo que el tiempo transmite, sencillamente porque Andorrano tiene disposición para ello. Una disposición que viene de dos elementos fundidos: sangre y sapiencia. A lo que habría que añadir, en el caso de que no estuviese ya contenido en la sangre, el respeto a sí mismo y a su gente. En 1984 (y afortunadamente bastantes años después) aún nos fue otorgado contemplar ese baile p’atrás en los dos sentidos de este Torres Amaya. Magnífico.

 

            Dinero y más dinero/Yo nunca te he peío ná/sino que vengas a verme/de tu propia voluntá, cantaba aún sentado Paco Valdepeñas (que nació en Linares), con su voz distinguible entre los miles de millones de seres humanos, antes de levantarse para hacer un recorrido lleno de letras: Como el carbón que se quema/sin echar humo ninguno/así se estaban quemando/los corazones de algunos; las más, sacadas de canciones de no tengo ni idea de cuándo y dónde, en medio de un baile tan disímil como el de Andorrano, sólo que de una compostura que transita desde la majestuosidad a la sencillez hecha gesto sublime, y viceversa. El que viva en el año dos mil/verá con asombro los tiempos cambiaos/porque no habrá ningún albañil/no habrá goteras en ningún tejao./Las niñeras serán suprimías/porque los chiquillos ya vendrán criaos/y en los parques y en las avenías/ya no las veremos con tantos soldaos… Un Óle gigante, agradecido y eterno para Paco.

            …Y Fernanda.

De vuelta a Alcalá

Hacía un fresco muy agradable cuando abordamos la calle, aunque para Dionisio (¡el más friolero del mundo!) pareciera que nos encontrásemos en plena estepa siberiana. Pero el calorcito de la taberna más próxima nos reconfortó a todos, frioleros y no. Al contrario de lo esperado por algunos —Dionisio y Rafael— y deseado por todos, ni Paco ni Juan del Gastor nos acompañaron: sus obligaciones, tanto familiares como profesionales, no se lo permitían. Ese día, claro, porque dos meses después estuvimos algunos casi veinticuatro horas con Paco y algunos amigos norteamericanos —sin relación alguna con la base USA—, una alemana y también un australiano, todos admiradores y discípulos directos de Diego del Gastor. Optamos por irnos de Morón. Aún era temprano y podíamos ponernos de acuerdo para parar en alguna venta.

            Antes de introducirnos en los coches, que ahora ya eran tres tras la incorporación de la «carabela» de Tomás, estuvimos en dos bares. En ninguno de ellos se superaron las dos rondas, creo recordar. Comentamos el cante, el baile y el toque que habíamos tenido el privilegio de contemplar. Nos acordamos, inevitable y repetidamente, de Agustín, que de haber estado allí hubiera disfrutado como sería imposible describir. Llevaba dos días sin aparecer por el Duque, ni por el Derribo. «Mañana habrá que llegarse a su casa», dijeron José Luis y Rafael al unísono.

            Todos convenimos, por fin, en reunirnos en la Venta Hispalis (abierta toda la noche), a relativamente poca distancia de Alcalá, en la carretera de Málaga (la A-92 estaba todavía en los forros de alguna carpeta). Entonces se operó la redistribución de ocupantes en los coches. Fuese por efecto del vino —que, repito, no era tanto el libado en ese momento—, fuese por el relajamiento que produce un goce como el que habíamos vivido, lo cierto es que las distintas tripulaciones quedaron como sigue. Primer coche: Dionisio, Jorge, el Marqués y Mario. Coche de Tomás: el mismo, Antonio el Carmona y Diógenes. ¿Quiénes quedábamos para ocupar el de José Luis, además del titular?: Julio, Rafael y yo. Cualquiera de los tres hubiésemos podido agregarnos a uno de los otros dos coches, pero de los cobardes nunca se ha escrito nada. Aparte de que, en caso de ocurrir cualquier malajada, más valía ir cuatro que dos: alguno sobreviviría para dar el aviso.

Joselero (padre de Andorrano) y Diego del Gastor,
con Chris Carnes

            En esta ocasión fue el coche de José Luis el primero en emprender la marcha, convirtiéndose, aunque por poco tiempo, en la Santa María del regreso. Tomás y Dionisio nos adelantaron enseguida, porque, eso sí, José Luis, de correr, nada, por mucho que mis palabras iniciales les hayan podido hacer creer lo contrario. No hay que descartar, ahora que lo pienso, que la poca velocidad de crucero fuese la que pusiera tantas veces al coche de José Luis en algunos aprietos. Quién sabe.

            Pero esta vez fue el coche de Dionisio, no obstante habernos sobrepasado antes, el que se demoró, y no poco. La tardanza fue debida a que una liebre atravesó la carretera y fue golpeada por el coche. Y ¡hala!, sus cuatro ocupantes a buscar la liebre en un barbecho, en una noche de luna nueva. Ninguno era lo que se dice largo de vista, y mucho menos en aquellas circunstancias. Si los linces tuvieran el alcance visual de estos cuatro hace tiempo que se hubieran extinguido. Ni que decir tiene que, de la liebre, ni rastro.

            Una vez todos llegados y reunidos en la Venta Hispalis, tardó poco para que Julio hiciera que Dionisio sacara la guitarra del coche y comenzara a tocar —me refiero a Julio— como sólo él sabe hacerlo. Y al decir esto no me aparto ni un ápice de la verdad. Sólo Julio sabe hacer lo que hace y cómo lo hace. Que nadie dude de que a la guitarra es un caso único. E inimitable, que es aún más importante.

            Pasó el tiempo entre bromas, recuerdos, recitaciones del Marqués, cantes de Rafael por soleá y por tangos (de Joselero), «jaleamientos» y amagos de baile de Jorge, hasta que, después de mucha insistencia por parte de todos, tomó Dionisio la guitarra y pudimos escucharle, tras varios intentos por afinar y vueltas y más vueltas —como en las calles de Morón— un toque por seguiriyas que no se me borra de la memoria.

            Iba a seguir tocando, ahora por soleá, pero en ese momento apareció por la puerta la mala potra, la fatalidad más insoportable, el signo de Satán, la mala ventura, la peor de las chambas, el hado maligno, la papeleta maldita de la Tómbola del Mal, el bicharraco perverso, lo más malo que podrían enviarnos nuestras respectivas estrellas si nos odiaran. Yo, hasta ese momento, no había tenido el disgusto de conocer al archiominoso, y ojalá hubiera seguido así por el resto de mis días. Observé en todos mis amigos, sin excepción, que el disgusto afloraba en sus caras, y que, unos más rápidamente que otros, iniciaban movimientos de retirada, si no de fuga. Debido a que el bribón tiene familia en Alcalá, no voy a decir su nombre. Efectivamente, no hizo más que traspasar la puerta la bestia cuando ya estaba metiendo la pezuña. Acabamos por levantarnos, se pagó lo que se debía y salimos. Camino de los coches, casi todos iban diciendo que menos mal que Agustín no había estado allí, porque seguramente habría intentado que alguna silla hubiera dado en la cabeza del bulto molestoso.

            Hubo nuevamente cambio de tripulaciones y esta vez coincidimos Rafael, el Marqués y yo en el coche de José Luis. Los dos Rafaeles fueron lanzando durante todo el trayecto tal cantidad de improperios para el cretino que nos había hecho abandonar la Venta Hispalis que es imposible que los recuerde todos. Pero sí que quedé seguro de uno de los significados de esa expresión que tanto he oído desde mi llegada a Sevilla: ser «un tío mierda». Según me explicaron y después pude comprobar dos o tres veces más, el que apareció aquella noche para estropear esa reunión (como ha hecho con cientos) era y es eso: un tío mierda. También recuerdo que los calificativos más finos que le dedicó uno de los Rafaeles fueron los de «hijo de madre distraída» y «buey coceante».

            Aunque no era muy tarde ya no había lugar de encuentro posible, al menos deseable, así que… cada mochuelo a su olivo. Pero vine a enterarme a los pocos días de que Dionisio condujo a los ocupantes de su coche (Jorge, Mario y Julio) hasta su casa, y ya dentro de ésta a la habitación donde tenía su gran colección de cintas magnetofónicas de cuatro pistas que contenían (uso el pretérito porque seguramente ya las habrá destruido en alguno de sus arrebatos) horas y horas y más horas de reunión y fiesta en Morón en los años sesenta. Y allí estuvieron hasta por la mañana escuchando una pequeña parte de aquellas maravillas que nunca jamás volverán a tomar carne, porque no eran golondrinas, sino seres de una nebulosa inalcanzable cuyos ecos resonarán, o no, por el Universo: los ya citados y Fernandillo, Anzonini del Puerto, Curro Mairena, su hermano Antonio, Miguel el Funi…

            Tres de los grandes: Fernanda, Curro Mairena y Joselero,
en Morón

            Es cosa que ustedes sabrán perdonarme el que me permita incluir (hay que estar a bien con todo el mundo) una composición que Mario Cortés hizo a resultas de tan opima noche —hasta la aparición del mal sujeto— y sin duda de otras más, y que tituló como yo lo he hecho con el presente texto: se refería —y yo me refiero— al arte puro.

 

Noche de juerga decente.

Vino, tapas, aguardiente.

La prisa no está presente.

 

Adviene un silencio agrupador:

en los chorlos del quelaor

—porte rancio, tez morena

el aire retrueca y suena.

De la raza, el baile es la enseña,

esplendor de una sangre

que no esconde lo que sueña.

 

Algunos sienten el riego

de una orquesta de venas

con un ritmo sin sosiego,

sin límites ni esquenas.

Pero en guitarra serena

y compás negado al lego

están marcados a fuego

los lindes de la faena.

 

Baila y canta el gitano.

Un lucero en cada mano.

El cante, pulsión fastuosa

que hace arte cualquier cosa.

Están en cada desplante

los mengues y el canguelo,

pero los oculta el Arte

al compás de este revuelo.

 

Sale del baile el quelaor.

Se alza un picote en terquelo

dedicado al tocaor:

«No sé que tienes mejor,

las baes o el corazón».

 

Mientras, el Tiempo, en la calle,

se cansa como un anciano.

Entra como en un valle

un viento total, diluviano.

¿Qué pasa? ¿Ya nos vamos?

¿Es que hay que despedirse?

Mas nadie quiere irse

con pétalos en las manos.

 

Ahora arrastras una cuita,

ansia, afán, anhelo:

¿cuándo, amigos, otra cita?

JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona (Fragmento 1). Por Enrique González Arias

 

CUANDO se aborda la vida, obras y milagros de Jorge Bonsor, no hay términos medios. Se le canoniza y se le sube a los altares, o, se le condena sin remisión a lo más profundo de los  infiernos del Dante. No importa si afrontamos su faceta de arqueólogo o coleccionista. Siempre aparecerá esa dualidad.

            Hoy acometeremos, uno de los episodios mas controvertidos en la vida del propietario del Castillo de Luna de Mairena del Alcor y que no es otro, que la de comprador y vendedor de pinturas.

            Desarrollaremos en estas líneas, las adquisiciones llevadas a cabo por nuestro personaje en materia pictórica, las formas de conseguir los cuadros, los precios pagados y  por los que fueron vendidos, las operaciones fallidas y hasta los engaños de los que fue objeto, que de todo hubo en la viña del Señor.

 

JORGE BONSOR

 UNOS  BREVES DATOS BIOGRÁFICOS

 

GEORGE EDWARD Bonsor Saint Martin,  nació en Lille (Francia) el 30 de Marzo de 1855, hijo de padre inglés y madre francesa, la cual falleció a poco de nacer nuestro protagonista. Por la profesión de su progenitor-ingeniero-, viajó por diferentes países europeos, recibiendo una primera formación escolar muy cosmopolita. Tournair (Bélgica), Moscú (Rusia), Albí y Montauban (Francia) y Yorkshire (Reino Unido) entre otros lugares, conocerán la presencia del púber Bonsor. Dotado para el dibujo, cursa estudios superiores de Bellas Artes en la Escuela de Arte de South Kensington y en la Real Academia de Bellas Artes de Bruselas, finalizando su formación  en 1880. Viaja a España, en donde lo encontramos en Septiembre de ese mismo año, con vista a una larga estancia, que pretende dedicar a pintar.  Burgos, donde contacta por primera vez con la realidad de España (visita una taberna y conoce a un pintor local). Madrid, ciudad que por cierto no le gusta, excepto El Prado. Toledo, en donde permanece aproximadamente cuatro meses y Sevilla serán lugares al abasto de sus pinceles.

            Inducido por su padre visita Carmona, ciudad en la que se establecerá-tras una corta estancia previa- el 04 de Marzo de1881, prolongando su estadía, hasta el 19 de Diciembre del mismo año y en donde mas tarde, se asentará de forma definitiva. En la ciudad palmera se hace pronto famoso el pintor inglés, al mismo tiempo, que establece contactos con lo mas florido y granado de la sociedad del lugar.

            Sebastián Gómez Muñiz, vicario de la iglesia de Santa María, Manuel Delgado y Malvido arquitecto encargado de la restauración del templo antes citado y José Vaga Peláez un aficionado al coleccionismos de antigüedades, serán sus primeros contactos encargados de allanarle el camino, hacia la tertulia de rebotica del farmacéutico Juan Fernández López, en donde se reúnen los ya anteriormente citados junto con, Manuel Fernández López, médico, hermano del oficinal, historiador local y coleccionista, Manuel Calvo Cassini, historiador perteneciente a la Comisión Provincial de Monumentos y correspondientes de la Real Academia de la Historia y Manuel Pelayo del Pozo, cirujano aficionado a la prehistoria y coleccionista, que entre otros y en palabras de Antonio García Baeza, son el paradigma de las tertulias de anticuarios. Centran los coloquios en el análisis numismático, epigráfico y de las piezas que adquieren e invitan a investigadores cercanos del ámbito académico para que les ilustren en sus comentarios. (1)

          Bonsor, que tiene una tendencia innata al coleccionismo rozando muchas veces el Síndrome de Diógenes intelectual, se integra en  de hoz y coz en este grupo y en un corto espacio de tiempo, se llega  a convertir en la figura mas representativa de tan heterogénea  agrupación. De esta relación surgirán proyectos en el campo de la arqueología, que tendrán su resultados mas palmarios, en la excavación de la Necrópolis Romana de Carmona y el la creación de la Sociedad Arqueológica de la ciudad. Con posterioridad, Bonsor volará en solitario, dedicándose explotar el potencial arqueológico  de los Alcores y que dará lugar, a una  mas que notable colección de piezas y en algunos casos, a unos jugosos beneficios.

Comprará el Castillo de Luna en Mairena del Alcor, lo reconstruirá y hará de él, junto con sus esposas,-se casó dos veces-, su base de operaciones, lugar de residencia y depósito de sus colecciones hasta su muerte el día 15 de Agosto de 1930.

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JORGE BONSOR POR ENRIQUE GONZÁLEZ ARIAS EN «CARMINA»:

«JORGE BONSOR Y GANDUL»

«JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona [fragmentos]»:

            Fragmento 2: El coleccionista. El «Morales».

CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA. Por Rafael Rodríguez González (Septiembre de 2009).

D. Quijote. Foto: ODP Alcalá de Guadaíra, 2009

CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA

Contribución al rescate y resolución de una deuda

Pieza discursiva dirigida a los pobladores de los términos de Alcalá de Guadaíra y Mairena del Alcor, y a quienes gustaren de intervenir en el asunto de que se trata

Pedestal de la escultura alcalareña de D. Quijote

Ruego se me dispense si el tono de las consideraciones que someto a juicio de cuantas personas tengan la gentileza de examinarlas llega a parecer excesivamente personal. Si así fuera no crean que tal apariencia corresponde a que en ellas se albergue aspiración alguna en ese plano, sino que tal exceso será debido exclusivamente a que el planteamiento que presento no ha podido ser elaborado contando con el consejo y la revisión de personas que, sin ningún lugar a dudas, desde diversos ámbitos del conocimiento y de la relevancia social habrían realizado justas y enriquecedoras aportaciones, de tal manera y hasta el punto de que el texto que en este momento leen sería muy diferente, ni que decir tiene que en el sentido de contar con una fundamentación mucho mejor cimentada y en el de exponerse todo de una manera incomparablemente más clara, a la vez que culta, y más amena y agradable. Cabe, no obstante, no ya una innecesaria epitima, sino la satisfacción de que, con toda seguridad, dichas personas, y aunque en ello no quepa demandarles obligatoriedad alguna, desde ahora contribuirán a que el asunto que nos ocupa alcance el desarrollo y la presteza que en mi modesta pero afirmada opinión requiere.

Es el caso que en Alcalá, desde la institución municipal y desde cualquier otra instancia agrupadora de iniciativas y voluntades, nunca se ha dedicado la atención merecida a los mejores escritores que, no nacidos en ella, la han destacado en alguna de sus obras.

sender[1]
Escritor español nacido en Chalamera, Huesca,

el 3 de febrero de 1901,

y muerto en San Diego, California, Estados Unidos,

el 16 de enero de 1982.

(Fuente: Wikipedia)

Así sucede, entre otros, con Ramón J. Sender, que hizo que en Alcalá transcurriera gran parte de su celebrada y peculiarísima novela “La Tesis de Nancy”. Cierto es que en el barrio aledaño al instituto Cristóbal de Monroy una calle se halla honrada con el nombre de tan eximio aragonés, pero también lo es que poco o nada más se ha hecho o venido haciendo para extender y profundizar el conocimiento de la obra de don Ramón, al que debemos agradecer, además de su hacer literario al completo, el que nuestro pueblo ocupe, “in aeternum”, un lugar relevante en la literatura universal. Desconozco el tratamiento que se le habrá dado en Cartagena, ciudad histórica donde las haya y en la que tiene lugar la acción de “Mr. Witt en el Cantón”, al autor de obras tan inmarcesibles como “Los laureles de Anselmo” y “Carolus Rex”. No se trata de realizar parangón de ningún tipo, ni de plantearse una emulación simplemente imitadora de lo que de bien se haya hecho en otros lugares, pero sí de tener presente que no debiéramos quedar atrás respecto de otras villas y ciudades en esto de los justos reconocimientos.

Si tratamos de otra gran figura de la literatura, la de Max Aub, mejor será que nos abstengamos de calificar la actitud mostrada en nuestro pueblo hacia quien, aunque en forma más breve pero no menos intensa que Sender, también ha hecho llegar Alcalá de Guadaíra a muchos lectores de todo el mundo. Ni una calle siquiera sirve de recuerdo para el inconmensurable autor de retratos al fresco tan notables como “La calle de Valverde” y “Los pies por delante”, como también del elegante vapuleo a la verborrea presuntuosa y atónica que es “La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco”. En el libro segundo de los seis que componen su monumental obra “El laberinto mágico”, titulado “Campo abierto”, aparece el barbero Néstor Ramírez, de Alcalá de Guadaíra, cuando en las horas previas a la defensa de Madrid en Noviembre de 1936, el alcalareño se dispone a participar en tan crucial y prolongada lucha frente al temible ataque del poderoso enemigo (veáse “Campo abierto”, pág. 336 de la edición de 1983 de Alfaguara).

Permítaseme aprovechar esta oportunidad para hacer notar la importancia que “El laberinto mágico” debiera adquirir en estos tiempos en que tan traído y llevado es lo que se ha dado en llamar memoria histórica. Apoyémonos, para mejor explicarnos, en algunas de las afirmaciones que en el marco de la conferencia titulada “Intríngulis coincidentes en la epistemología de las ciencias apostémicas y epiyectivas” realizó el célebre especialista en harmalina, doctor en Capciosología y eminente criptólogo Sergi Visus Masveo (dicha conferencia fue ofrecida el 12 de junio de 2008 en la Universidad de Sevilla, ante un numeroso y entusiasta público):

“Lo que se viene denominando ‘memoria histórica’ debiera ser, fundamentalmente, conocimiento, mejor cuanto más profundo, serio y cierto, procurando evitar convertirlo en un feriante o romeriego aireamiento de esqueletos, e igualmente en una retahíla de anécdotas y sucesos que, resultando aislados por adquirir de prestado e impropiamente un protagonismo desmesurado, nada aportan al saber verdaderamente histórico, convirtiéndose, en cambio y todo lo más, en un revival mostrenco y limitativo, además de elemento diversionista de las esencialidades del verdadero asunto”.

Por su parte, y refiriéndose a la citada obra en una de las tantas ocasiones en que lo hizo, el gran historiador Manuel Peñón de Lasa aseguraba que:

“…de pocas obras literarias como ‘El laberinto mágico’ habrá podido el lector obtener tan vasto espacio cognoscitivo y abarcador de hechos tan penetrantes, estando imbricados en ellos los más variados sentimientos, inmunes a cualquier anestésico, (…) en ese espacio se hallan admirablemente expuestos, con una rigurosidad extrema, los principales senderos y vericuetos del laberinto de la guerra de España, prólogo que fue de la segunda guerra mundial, de la que también tornóse epílogo durante muchos años”.

Max Aub Mohrenwitz

(París, 2 de junio de 1903 – Ciudad de México, 22 de julio de 1972).

Fuente: Wikipedia.

Sin embargo, las indiscutidas excelencias literarias de esta obra de Max Aub no han bastado para poder ocupar el lugar cimero que le corresponde en la literatura relacionada con la contienda de 1936-39; eso ha sido así porque, sencillamente, la magnífica literatura de Aub no enmascara, vela ni deja al margen ni una sola de las condiciones en que se desarrolló la guerra ni en las que encontró su final. Todo ello tratado, por supuesto, muy literariamente, pero con lo “tuáutem”: la rigurosidad. Sin que rigurosidad equivalga en este caso a juicio sumarísimo de tal o cual actitud o comportamiento. “El laberinto mágico” es, como todo lo verdadero, molesto para algunos. Tanto en el plano político como en el literario. Resultó serlo cuando se fue publicando entre 1943 y 1968 y lo sigue siendo ahora precisamente para muchos que andan pendejeando, en un sentido o en otro, y hasta sin ningún sentido, con lo de la memoria histórica.

Retrato atribuido a Juan de Jáuregui (c. 1600).Retrato atribuido a Juan de Jáuregui (1600)

Fuente W.

Puedo asegurarles que en lo que resta de este escrito no encontrarán ya ninguna otra digresión (o al menos tan extensa) como la que a propósito de “El laberinto mágico” nos ha ocupado. Abordemos por fin nuestra deuda, más verdaderamente histórica que otras, con Miguel de Cervantes Saavedra. Como todo el mundo sabe, en nuestra ciudad ostentan (y eso sí que es ostentar) el apellido de don Miguel un colegio y una plaza. Recuérdese que también se proveyó de tan excelso nombre una sala de cine, tristemente desaparecida y gratísimamente recordada (primer refugio público canicular en Alcalá dotado de aire acondicionado). Cualquiera diría, y no sin razón, que nada de extraordinario hay, ni en el sentido de abundancia ni en el de escasez, en que esos elementos urbanos, ahora dos y antes tres, se honren llamándose “de Cervantes”: más o menos es el mismo número que en otras poblaciones. Lejos de mi intención, pues, el sugerir que el pago de la deuda que tenemos contraída con Cervantes sea saldada, o quiérase hacerlo, poniendo su nombre a más elementos urbanos, inmuebles por lo común. En el modo entraremos después, y hasta en la disquisición de si tal deuda puede o no ser saldada. De lo que se trata ahora es de dejar sentado y bien sentado en qué consiste la deuda.

Pero primero he de afirmar que no me tengo en el mérito de haber descubierto la existencia de la deuda, ni el motivo de ella, sino sólo en la satisfacción de señalarla, contribuyendo así, respetuosamente, a sacudir las conciencias e invitarlas a la atención del asunto. Y no es porque algunas de esas conciencias, las mejores, fuesen ajenas a la cuestión o la tuviesen en tan poco que se desinteresaran, no, sino que por fuerza han de ocuparse en cuestiones más perentorias, de todo punto inaplazables y cuyo tratamiento no es asequible al común de las gentes, por lo que, y esto hay que reconocer que también sucede a los mejor dotados, no han caído en la cuenta de que al menos una parte del poco tiempo libre que poseyeran pudieran dedicarlo a tratar el asunto de la deuda que con don Miguel tiene Alcalá. Como ya dije al principio, no debe caber duda de que desde ahora, y tras el presente alegato, esas personas dedicarán cuanto tiempo puedan a la dilucidación a que aspiramos, repito que no porque a ello estén obligadas ni nadie así lo pretenda, sino que la dedicación brotará naturalmente de su ser, como de todo el mundo sale espontáneo e irreprimible el impulso de ayudar al desvalido, al indefenso, al amenazado, al pusilánime. Al igual que anteriormente, les aseguro a los pacientes lectores que extremaré todos los cuidados para evitar más reiteraciones, que si se producen es debido a mi falta de habilidad narrativa y de exposición, cosas que llevan a quien las padece a excederse en el afán de claridad, hasta el punto de, en algunos casos, contribuir, paradójicamente, a su contraria, la obscuridad.

3 GandulAldea de Gandul bajo la luz de la luna llena

(Foto LGV)

Nada se sabe de si Cervantes visitó Alcalá, fuese en ocasión suelta o de forma hilada. Ni siquiera quienes fueron sus contemporáneos y más tenaces biógrafos, Pedro Antonio de Alcorcón, Benito Pérez de Dos y Mariano José de Parra, nos muestran indicios de relación localizable entre Cervantes y Alcalá. Pero de ningún modo hay que excluir que existiera, dado que la proximidad de Sevilla a Alcalá y las obligaciones profesionales de don Miguel muy probablemente le llevaran a poner en Alcalá sus pies (a los que entonces habrían de haberse puesto y ahora debiéramos ponernos sus habitantes). Pero de que conocía algunas de las excelencias de Alcalá y sus poblaciones aledañas no hay duda alguna: su pluma dejó constancia indeleble y eterna de la más principal de esas virtudes, seguramente porque imborrable fue también la huella que en su paladar dejó.

Bien cierto es, y en este término podrán producirse alegaciones a lo que en definitiva estamos procurando, que en la su obra en que se ha de reconocer nuestra deuda no dejó escrita Cervantes la palabra Alcalá. Esa su obra es nada menos que una de las más celebradas de entre las doce que conforman las Novelas Ejemplares: “Rinconete y Cortadillo”. Pero el “pero” que seguramente alguien pondrá ante la ausencia de la palabra Alcalá en la novela en la que basamos la justificación de la deuda que tenemos con Cervantes no es el que más deba preocuparnos. No. Conociendo este nuestro pueblo, esta nuestra ciudad, estos nuestros convecinos, conociendo, en suma, el cotarro alcalareño, va brotando ante mi vista, y llenando mis oídos, lo que a muchos de los que aún siguen en la lectura de esto que no llega a ser ni esbozo de pre-manifiesto también les estará ya sonando. Me refiero, sí, a las quejas, a las insinuaciones, a las alusiones y sospechas que en cualquier sentido se formularán de inmediato acerca de la relación que “pretendemos” entre Alcalá y “Rinconete y Cortadillo”.

alcalá 1965
Alcalá 1965 (vista del Castillo)

Fuente “La voz de Alcalá”

Por eso tengo que asegurar, con toda la seriedad y ceremonia de que soy capaz, que ni por asomo, ni de lejos ni de cerca, ni por activa ni por pasiva, ni porque sí ni porque no, ni por arte del cuento de la buena pipa ni por el de las siete cabras, ni atrás ni delante, ni arriba ni abajo, ni de lado ni de frente ni de costado, debe parecer que en la Alcalá actual haya algo equiparable a lo que en hechos y personajes aparece en la novela de Cervantes. He de rectificar: ni en la Alcalá de hoy ni en la de ninguna otra época, reciente o remota. Porque ¿es que a personajes como Rinconete y Cortadillo, a los ladrones especialistas en diversas mañas y de variada jerarquía que eran Monipodio, Ganchuelo, Chiquiznaque, Maniferro, Silbatillo, el Renegado, Centopiés, Tagarete, Cabrillas, Repolido, Corcovado, Desmochado y el Narigueta pueden encontrárseles, ahora o en tiempos pasados, quienes se les asemejen en cualquier ámbito o reducto de la sociedad alcalareña? ¿Es que alguien puede afirmar que hay entre nosotros, o que los hubo, elementos parecidos al Tordillo y al Cernícalo, que en la novela son corchetes con graduación y mando?. (No sé si el nombre oficial de aquel cuerpo era el de “Corchetería Local”). ¿Cabe alguna comparación con aquella Sevilla que en sus carnes sufrió Cervantes, en la que imperaban la lenidad y la corrupción, mientras las personas decentes y laboriosas padecían la apretujante presión que de forma simultánea ejercían los de arriba y una parte de los de abajo? (De entonces viene el juego infantil, ya perdido, similar al del pídola, o “piola”, cuyo canto previo comenzaba así: “Hez arriba, hez abajo, vaya la hez al…”. La diferencia con el de “piola” es que el salto se producia no sobre un congénere sino sobre un cerdo, teniéndose que mantener el chaval el mayor tiempo posible sobre el gorrino). ¿Pueblan acaso nuestras calles, oficinas públicas o comerciales, centros de salud y de enseñanza, de gobierno o de hacer postura, mujeres de la catadura de la Pipota, la Escalanta, la Gananciosa y la Cariharta, que estaban más rodadas y habíanse rozado por más púas que las bolas de un billar romano? ¿Puede alguien, ni siquiera haciendo el esfuerzo más hercúleo que imaginarse pueda, señalar algún edificio, establecimiento o conjunto de éstos que concuerde en algo, siquiera sea aproximadamente, con la prisión que en Sevilla habitó Cervantes?, aquella que:

“…se convirtió en centro del crimen; [la cárcel] tiene cuatro tabernas, dos tiendas, un pabellón de mujeres y acceso libre para los visitantes: desde la propia prisión se mueven las redes de delincuentes que reciben en ella sus beneficios…”

(véase el prólogo de Francisco Alonso a su edición de las “Novelas ejemplares”, Edaf, 1990). La respuesta a tantas preguntas es sólo una: NO.

sevilla (mayo 2009)
Para la especulación de Giraldas

Sevilla, 2009

Foto LGV

 

Mas he de insistir porque sé de lo arraigada que están entre los alcalareños, sean de sedimento sean de riada, la mordacidad y la predisposición a comparar cualquier cosa con lo que a bien les venga, pronta e irreflexivamente, valiéndose de la sola apariencia e incluso sin la existencia objetiva de ésta. Y como conozco de qué manera se las gastan mis paisanos he de encontrar las palabras justas y las expresiones más adecuadas para que lo que quiero decir, que no es sino la verdad, sea comprendido sin dificultad hasta por el menos advertido de mis convecinos.

Imaginemos que la vida de esta ciudad se ve concentrada, por arte de benévola magia, en dos conventos, uno de frailes y otro de monjas. Si al de frailes vamos, estad bien seguros de que no encontraréis en él al hermano Apaño, ni quien responda al nombre de fray Cohecho. Al padre Derroche no se le conoce, tampoco a fray Cómplice, ni nunca jamás se ha logrado ver por aquí al hermano Dejadez. Otro que pasó de largo, sin entrar en el convento, fue un padre que dijeron venido de lejos, tal vez de las misiones con las que se está hermanado en Indonesia, el hermano Nuncaharto. Con fray Nicaso pasa lo que con el hermano Prometo: su existencia es tan vaga como lo son sus nombres; lo mismo hay que decir de fray Cochambre, del hermano Inmobilis y del padre Pegamiento. Al padre Rastrero no lo verán por más que busquen por los suelos. En la cocina del convento no hallarán al hermano Nepotismo, ni a fray Chantaje: ningún maleante juega en esta casa con las cosas de comer, mucho más si son ajenas.

En el convento de monjas no creáis que habréis de toparos con Sor Latrocinio, ni con la hermana Colocación, esa que algún malo, en un ataque visionario, querría relacionar con el también inexistente fray Enchufe. Sor Lentitud de las Obras es desconocida en este convento, e igual ocurre con la que, si alguna vez viviese y aquí viniese, al entregarse a la vida contemplativa tomaría, volcada totalmente al amor fraterno, que no al propio, el seráfico nombre de Sor Adjudicación Negociada. Si alguien pregunta por Sor Poltrona o por la madre Sor Suplicio de la Ocultación nadie le podrá dar norte de ellas; lo mismo sucederá si se inquiere por Sor Demora del Pago, desconocida por estos pagos. Sor Sobrante no aparece por ninguna parte. No está ni llegará la madre Sor María del Cargo Eterno. Y no se llamen a engaño con la novicia a la que, de existir, llamarían Sor Engañosa Apariencia. Y no es que Sor Tardanza se tarde, es que no ha venido ni vendrá. Lo mismo que las hermanas Sor Estampita del Timo y Sor Trilera, que estarán en cualquier sitio menos aquí.

Ya una vez fuera de centros de tanto recogimiento, veremos que no se pasean por nuestras calles Lenocinio ni sus íntimos Ninguneo, Urbanido y Desastroso. Si estará y ha estado libre de gente mala e inútil este pueblo, que enseguida comprobaremos que nadie que responda al nombre de Prevarico, Siso o Apando, tampoco al de Asténico, Extravío o Domeñado, ha optado nunca al sacrificado cargo de concejal. Al de alcalde, a qué decir.

10 ladrillosConstrucción de futuro e hipotecas

(Alcalá, 2008)

Foto LGV

Deséchese de una vez y por todas, por tanto, toda sospecha o volitiva malevolencia acerca de cualquier conexión, forzosamente imaginaria, entre la Alcalá de ahora o de cuando fuese con la Sevilla que Cervantes hace aparecer ante nosotros en “Rinconete y Cortadillo” y en otras de sus obras. Nada de lo malo, perverso o deleznable que hallamos en la novela puede extrapolarse a Alcalá. ¿Cómo si no habríamos de hablar de deuda con Cervantes? ¿Mantendríamos débito con quien diera pie a la calumnia, aunque fuese involuntariamente, al ser inducido a la maledicencia por una canallescamente inventada similitud? Entraríamos así en un terreno quijotesco en el peor sentido del término, que no cervantino.

Lejos de tan infames e infamantes propósitos, imaginemos a Cervantes paseando por nuestra villa (porque a cada paso estoy más convencido de que la conoció directamente), donde, con la aguda mirada y la inteligencia abarcadora que le caracterizaban, observaría, entre otras cosas tan propias, el trabajo de los molineros, la pesca en el Guadaíra, el trajinar de las mozas en los caudalosos lavaderos, el ir y venir de los hornieros… Veámoslo mirando con atención al castillo, el mismo que entonces se alzaba majestuoso y solo, libre de todo cerco, de toda cincha, de todo cilicio martirizador y deformante, cobijando bajo y dentro de sí nada más que las cuevas que ya habitaban, además de gitanos expulsados de Triana, gentes desposeídas y fugitivos de otros dominios y señoríos, lejanos o limítrofes. Cervantes y el río, Cervantes y los molinos, Cervantes y las huertas; Cervantes, después de cruzar el río, en animada charla con la vieja del puente. Cervantes en la Retama, bebiendo de la mejor agua que de la Tierra ha manado, aquella que por medio del acueducto llegaba a Sevilla para que al menos la que era el centro (o el desagüe) del Imperio español recibiese algo cristalino, sano y puro. Un acueducto, aquél, que fue construido cuando Julio César desempeñaba en Hispalis un cargo muy parecido al de alcalde (1). Por entonces, un rapsoda llamado José Cuevas del Río (Alcalá de Guadaíra, 1581- Mindanao, 1613), componía versos en los que predominaba un pesimismo que, vistas las cosas desde una perspectiva actual, no puede verse sustentado por base lógica alguna, salvo que tal cualidad le concedamos al proverbial catastrofismo local, que, como vemos, de muy lejos viene. Las extrañas y arrítmicas rimas que siguen son buena muestra de lo que decimos, compuestas por José en un tono que, si no supiéramos que se trataba de algo consustancial al Ser alcalareño, parecería causado por un rapto de melancólica belicosidad. (Que sepamos de José Cuevas del Río lo debemos a un hallazgo, según él fortuito, del profesor Visus Masveo).

El río Guadaíra por la azuda del molino de Benarosa

Foto LGV, 2009

De un río y un castillo toma el nombre la patria mía.

Torres de albero áureo y de argénteas aguas la ría.

Molinos que dan harinas que hasta Ocius amasara,

fauna, colinas y plantas que el Parnaso reclamara

a la vez que de sí el Edén manifiesta su autoría.

Pero un mal sueño avísame y alerta de que un peor día,

del castillo con engaños la envidiosa Mácula expulsaría

a la que de antiguo cuida de Alcalá y sus moradores,

la hija de Probo y Delebra, la confiada Primores.

¿Será esto el comienzo de una época de horrores?

¿Podrá el ponzoñoso Císcanos corromper las aguas de la ría

y acabar de tan pútrida manera con tanta y clara alegría?

Barbos y anguilas, ¿dejarán en nuestro río de apacentarse?

Carpas, cangrejos y albures, ¿tendrán con qué alimentarse?

Sin hipéricos ni caléndulas, ¿cómo habrá Alcalá de perfumarse?

Alguien en sueños veo que de un árbol la raíz explora y cuida,

mas sucede que a la vez la densa copa agrede, y así es caída.

Vencidas por extraños poderes que el vanidoso Urdicio envía,

¿veránse sin sus prístinas almenas las murallas algún día,

reducidas a tapiales que dejaren Alcalá desasistida?

Mas si desgracias tales se cernieren sobre la que es mi vida,

en hafiz de mi pueblo investido, mi espada en miles convertida,

desbocado el corazón, cercana de mí la epiplejía,

de tajos ciertos segaré la vida de cada ruin arpía

que destruir quiera lo que Munifio diéranos en regalía.

7 Rafael BarriosTorre del Homenaje del castillo de Alcalá de Guadaíra

Foto Rafael Barrios, 2008

Aquí se interrumpe el manuscrito hallado por Visus Masveo, aunque no obstante el profesor conserva fragmentos de otras composiciones de Cuevas del Río (2). A fe mía que de hafiz no sabemos cómo a José le iría, mas de poeta… quién lo diría. Que sobre poetas y escritores de aquella época y sus cualidades proféticas o premonitorias nada digan las crónicas no tendría que ser motivo de extrañeza, opine lo que opine nuestro admirado profesor.

“Pero”, podrá decirnos a estas alturas algún lector, “en Rinconete y Cortadillo no encuentro el castillo, ni el río, ni el agua ni los pescados, y no digamos la vieja del puente”. Diránlo sin yerro, salvo en uno de los mentados elementos, tan líquido y esencialísimo a los efectos de la raíz más primigenia de la deuda. Zambullámonos en las palabras que Cervantes nos concedió y por las que tanto le debemos:

“… Ida la vieja se sentaron todos alrededor de la estera, y la Gananciosa tendió la sábana por manteles. Y lo primero que sacó de la cesta fue un grande haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande, llena de tajadas de bacalao frito, manifestó luego medio queso de Flandes, y una olla de famosas aceitunas, y un plato de camarones, y gran cantidad de cangrejos con su llamativo de alcaparrones ahogados en pimientos, y tres hogazas blanquísimas de Gandul. Serían los del almuerzo hasta catorce…”.

A algunos de los que lean este párrafo les asaltará de inmediato, como aún me sucede a mí, el deseo de poder encontrarse junto a los catorce, sin importarles la catadura de éstos ni lo monipódico del lugar, con tal de dar cuenta del bacalao frito, de los alcaparrones y del queso de Flandes, que es cosa, la de comer con quien sea y hasta de quien sea, que hace mucha gente (y no siempre de manera episódica).

ayuntamiento de GandulAyuntamiento de Gandul

Foto LGV

“Tres hogazas blanquísimas de Gandul”. Cinco palabras que durante tantos años (en 2013 serán cuatrocientos los que se cumplan desde la primera edición de las “Novelas ejemplares”) han ido, por decirlo de algún modo, paseando a Gandul y a su pan, al pan y a Gandul, por la Tierra entera. Y salgo ahora al paso del “pero” cuya aparición anuncié antes, referido a que Cervantes nombró a Gandul y no a Alcalá. Es verdad que Gandul, de donde procedían las hogazas que fueron consumidas (¿cree alguien que pudo sobrar algo?) en el patio del rufián Monipodio era, en tiempos de Cervantes, una población que en nada dependía de Alcalá de Guadaíra en el aspecto administrativo ni de gobierno. Que entre las dos poblaciones existía una relación económica, y por tanto humana y familiar es innegable, como lo es que el señor que ejercía su dominio en Alcalá tenía en el de Gandul, como diríamos ahora, su homólogo o colega, y que ni el de Gandul rendía ante el de Alcalá ni a la inversa. Ahora bien, una vez extinto (por cierto: resulta extraño que Cervantes no hiciera mención del vino en aquel almuerzo), una vez extinto, digo, el señorío de Gandul y llegados a ser aquellos lugares ni sombra de lo que fueron, ¿no es irreprochablemente correcto que Gandul, y con ella su historia, sus bienes y su futuro, dependan de Alcalá? No me refiero sólo al aspecto administrativo, en el que lo es desde hace una enormidad de años, sino también en el de transcendencia, en el sentimental y emotivo. Por eso es que, estando Gandul a nuestro seno acogido, a nuestra protección dado y a nuestro empeño esperanzado, todo lo que en la Historia ha tenido y sido nos atañe tanto como si del pasado y del futuro del castillo se tratase (ni que decir tiene que si nos preocupamos de Gandul como lo hacemos del castillo no habrá de qué preocuparse, y no es juego de palabras). En cuanto a la meritoria tradición panadera, no debe olvidarse que ya en aquellos tiempos el pan de Alcalá era, muy justamente, tan apreciado como el de Gandul, y que, venido a menos éste, Alcalá llevó por mucho pero también fenecido tiempo un apelativo, el “de los panaderos”, que dejó el de Guadaíra impronunciado por los foráneos (de ahí que éstos nunca hayan pronunciado el nombre del río como nosotros, y ahora en el “nosotros” incluyo a los maireneros). Pero, disuelto ya ese “pero”, incidamos sobre ciertas particularidades que posee nuestra deuda con Cervantes.

d. quijote de mairena
Cervantes

(Mairena del Alcor,  busto de 1961)

Foto ODP, 2009

Es sabido que todos los alcalareños, los de un sexo y los del otro, hemos ido a Mairena muchas veces a lo largo de nuestras vidas y a lo luengo de los siglos. También lo es que no pocos alcalareños dicen haber ido o estar yendo a Mairena muchas más veces de las que son ciertas, pero es cosa ésta totalmente disculpable si tenemos en cuenta el enorme aprecio que en Alcalá se ha tenido siempre por Mairena y especialmente por ir a ella con la mayor frecuencia posible. (No deja de ser curiosa la afición de muchos alcalareños a una cierta figuración de tipo toponímico-geográfica: la expresión “Mirar para Gelves”, con sus variantes, es otro ejemplo de ello). Pues bien, gracias a tantas visitas a Mairena, todos conocemos el sobrio monumento que en una recoleta plaza de nuestra querida y admirada villa vecina el pueblo erigió en honor, honrándose él al tiempo, del Príncipe de los Ingenios. En el monolito puede leerse una frase, la única en toda la completa obra de Cervantes en que aparece Mairena. Entre la frase que podemos leer en el monumento y la que aparece en “El coloquio de los perros” hay dos leves diferencias, cosa sin importancia alguna. (Recuerdo que mi amigo Isidoro, mairenero de pro, decía al respecto: “Pa pueblo está bien”). Aquí reproducimos, lógicamente, la que el libro nos enseña:

“… y antes de que amaneciese me puse en Mairena, que es un lugar que está cuatro leguas de Sevilla”.

Quien así habla no es otro que Berganza, un perro que Cervantes alimenta en más de una de sus obras y en cuya boca pone don Miguel uno de los discursos más lúcidos, y por ende necesariamente ácidos, de toda la historia de la literatura viviente y coleadora, o sea, de la redondamente útil por los siglos de los siglos.

(No podemos por menos que tratar entre paréntesis la pretensión que en los años ochenta del pasado siglo tomó cuerpo acerca de que la mención de Cervantes a Mairena no era referida a la del Alcor, sino a la del Aljarafe. Tan absurda como malintencionada suposición es fácilmente rebatible: sólo con saber la equivalencia de la legua en el sistema métrico décimal se despeja cualquier duda sobre la Mairena nombrada en “El coloquio de los perros”. Es más, ¿es que Mairena del Aljarafe ya existía en aquellos tiempos en que la nuestra vecina ya destacaba, como siguió y sigue haciéndolo, tanto en la comarca de la que tomó apellido como en la provincia, la Andalucía toda y la España entera?).

Si los maireneros levantaron en 1961 el referido monumento y hace muy pocos años han erigido otro en el que se nos muestra a Don Quijote y a Sancho en el hecho aislado en que se las tuvieron con los molinos, conjunto éste que hay que entender como prolongación del homenaje de Mairena a Cervantes, esta vez valiéndose de una obra en la que para nada aparece esa villa, ello se debe, digo, a esas diez y nueve palabras directamente referidas a Mairena. Viene esto que ni pintado para encontrarnos con uno de los motivos argumentales más profundos para sostener que Alcalá de Guadaíra mantiene una deuda con el Prócer mucho más honda y fundamentada que la que tiene Mairena.

la tesis de nancyPortada de una edición de “La tesis de Nancy”

de Ramón J. Sender

Como en el caso de Ramón J. Sender con Alcalá en su “Tesis de Nancy”, no es ocioso preguntarse por el motivo de la referencia de Cervantes a Mairena en “El coloquio de los perros”. Y ello, lo admito, para contraponer ese motivo con el que llevó a don Miguel a situar una de las más grandes dotes de Gandul-Alcalá en el patio de Monipodio. Las diferencias son muy importantes, tanto, que podemos afirmar, sin temor a exagerar, que las alusiones a uno y otro pueblo son de muy distinto carácter. Vemos que Sender, por el bien de su novela, tenía que encontrar un pueblo cercano a Sevilla que sirviese de base a las operaciones de la yankee Nancy. Don Ramón, que de tonto no tenía ni un pelo de la perilla, enseguida encontró esa localidad. De ninguna otra como de Alcalá podía nutrirse la novela para sus elementos mejores, facilitando al autor más facetas y hasta falsetas para vestir la estancia de la norteamericana. Vemos, por tanto, y aun a despecho de todo lo que de sí aportó Alcalá a la historia de Nancy, que la elección de Alcalá obedeció a un motivo “circunstancial”. Circunstancia acertadísima y casi con seguridad irreemplazable, pero circunstancia al fin. ¿Qué ocurre con Mairena y Cervantes? Pues que estamos también ante un hecho circunstancial: cuatro leguas de Sevilla a Mairena que Cervantes hace recorrer al perro-hombre Berganza como si de un paseo por la plaza más próxima se tratase, lo que admirablemente sirve al Genio para desplegar su Arte inigualable. Sin embargo, y aunque lo que sigue no me aparte de considerar la mención-elección de Mairena como circunstancial, no podemos dejar de considerar la posibilidad de que Cervantes, sin duda conocedor de las intensas relaciones de todo tipo que existían entre Mairena y Gandul (y que siguieron existiendo hasta la total desaparición de la Gandul habitada, a mediados del siglo XX), se valiera de lo que deberíamos considerar como “doble circunstancia” para conceder a Mairena la mención que ya todos conocemos, en lo que podría ser mención indirecta o interpuesta a Gandul. Es decir, que Cervantes, en vez de hacer que Berganza fuese a Gandul, tuvo la deferencia de hacerlo llegar hasta Mairena, como si ésta un apéndice de aquél fuese. (Cervantes erraba en este punto, pero viene a demostrarse una vez más que, algunas veces, de la equivocación surge la gloria, aunque nunca es bueno arriesgarse).

d. quijote de mairena 2D. Quijote y Rocinante contra un molino de viento

y junto a ellos Sancho y su asno

(Mairena del Alcor)

Foto ODP, 2009

Por el contrario, las cinco palabras dedicadas a Gandul (“tres hogazas blanquísimas de Gandul”) constituyen la Referencia a un Bien Intrínseco, a un elemento imprescindible y destacado en sí y por sí, a considerable distancia de los aspirantes a iguales. Esas “hogazas blanquísimas” son la representación gloriosa de las materias que se funden para lograr lo Supremo, es decir, el pan: el agua, la harina, el trabajo. Nada “circunstancial”, como vemos. No es lugar de paso ni en el que simplemente se desarrolle una acción más o menos destacada, sino que es Sustancia de Vida que vida otorga y que a veces hasta la vida cuesta. No es un pan cualquiera, no es una masa de cualquier forma sobada y hecha comestible a fuerza de prisa y agónico reparto; no es un pan llamado de munición, que era el dado a los presos y hoy también a los libres, sino EL PAN, ese que al otro Pan alimentara en otros tiempos en que por los senderos y recodos de Alcalá el hijo de Dríades haría de las suyas.

Igual que nunca ha habido disputa entre Cartagena y Alcalá acerca de a cuál de ellas Sender destacó o prefirió más (aunque por dentro cada uno mantenga sus convicciones), tampoco debe haberla entre las dos hermanas de Los Alcores, por mucho que la materia que de Gandul exalta Cervantes sea, efectivamente, … harina de otro costal. Unidas por tantos e importantes lazos, Mairena y Alcalá lo están también en calidad de ciudades cervantinas. Alcalá no tiene sino que ganar si se liga aún más a Mairena, que ha escogido como lema frontispicial el de “Mairena del Alcor, villa del Conocimiento y de las Artes”, lema, cómo ignorarlo, muy del Siglo de Oro, muy del Renacimiento, e incluso de la más floreciente Antigüedad.

Aquello de la piedra disputada con El Viso, y que éste arrebató por fin a Mairena, recibiendo ésta, naturalmente, el apoyo de muchos alcalareños, rememoró, por el contrario, una época que tal vez se desarrollase “en paralelo” al Paleolítico, antes incluso de la Edad de Piedra, dentro quizás de una fase oscura y desconocida hasta por los más reputados especialistas, ya que no se tienen noticias de peleas del tipo de la librada por la posesión de la piedra entre Mairena y El Viso en ninguna de las fases evolutivas del ser humano. Se trata, segura y tangencialmente, de una enriquecedora aportación que maireneros y visueños han hecho a la ciencia antropológica, aunque ésta no podrá vestirse de largo hasta que no dé pie con bola, o con piedra, en tan intrincado episodio. Yo creo que ni Carlos Marx, de haber podido conocer estos hechos, hubiera sido capaz de dar con las verdaderas motivaciones de lo que parece escapar a cualquier análisis, incluso si realizado fuese, como haría el de Tréveris, valiéndose de la dialéctica materialista y del materialismo histórico. Tampoco creo, por tanto, que le resultara fructífero indagar acerca de a qué tipo de relaciones sociales, modo de producción y función social de la propiedad (no de la tierra, sino de la piedra), respondía la pugna por esa pieza que hoy se exhibe, como si trofeo de heroica y justa guerra fuera, en una plaza principal de El Viso del Alcor. Ni siquiera el profesor Visus Masveo, por más que ha investigado y recurrido a todas las fuentes posibles, incluida la Fuente Gorda, ha logrado vislumbrar ni una débil luz al final del túnel sobre piedra tan angular y de escándalo. Desde una óptica pseudo tomista se la ha querido vincular con la tradición de la piedra sobre la que Pedro recibió su nombramiento. No ha faltado tampoco, desde una de las sectas minoritarias, la categórica afirmación de que la piedra no preciosa más disputada de la Historia es un adelanto de la gran pedrea que caerá sobre nosotros si no nos enmendamos. (Podemos darla por segura, pues). (Por otro lado, debe saberse que quienes esperaban que Mairena, en respuesta a la vanagloria de El Viso, colocara en alguna de sus plazas, no una, sino dos piedras, han visto frustrados sus tontos deseos. Mairena ha demostrado, tras la batalla, una mesura y un saber estar que a quienes bien la conocemos no nos ha sorprendido).

6.Recorrido del dólmen desde la cámara funararia
Dolmen de la Casilla, de Gandul

Foto Miguel Hermosín, 2008

Antes de proceder a la finalización de estas argumentaciones, que se habrá comprobado hemos centrado totalmente en la deuda que Alcalá mantiene con Cervantes, quiero añadir una tímida recomendación a todos cuantos en Mairena y en Alcalá valoran en su justo término la importancia del Ser cervantino de nuestras dos ciudades. Parta de donde parta su adopción, sean los mecanismos los que sean que condujeren a su puesta en marcha, aquí dejo caer la idea de constituir lo que podría denominarse el Eje Cervantino de los Alcores (ECA), constituido por Alcalá-Gandul-Mairena (o póngase a la inversa). Queda expresada, digo, y totalmente libre para ser recogida y usada con buen fin, cosa esta última que por estos lares es sobresabida, siendo ocioso decirlo. (Esto podría estar preparado para Septiembre de 2010, mes en que se cumple el IV Centenario de cuando probablemente Cervantes, una vez pasado el verano, comenzó a escribir “La historia de los trabajos de Persiles y Segismunda”).

Ataquemos ya, pues, la forma, si la hay, de saldar la Deuda. Como ya he dicho, no sustento que el nombre de Cervantes haya de darse a más inmuebles o calles de Alcalá de Guadaíra. Tampoco creo que deban tomarse en consideración las propuestas de los exaltados que, como en todo, aparecerán, y que seguramente irán dirigidas a que las construcciones y empresas que desde hace tiempo o más recientemente están enclavadas en terrenos de Gandul, e incluso a las que con toda seguridad se instalarán, se las denomine “de Cervantes”. Son esas, principal pero no únicamente, las siguientes: la cárcel de mujeres (seguro que Cervantes no querría conocer más cárceles ni de oídas), la fábrica de los llamados tanques (habiéndose destacado ésta por el cuido casi enfermizo que desde siempre ha prodigado al territorio todo de Gandul y con especial énfasis a cuantos bienes ancestrales allí tan pronto se encuentran como dejan de encontrarse), y una empresa de alto prestigio y mayor rendimiento cuyo emplazamiento ha de ser imprescindiblemente el de Gandul, ese lugar en el que parece que el pan, en las tórridas noches del extenuante verano, toma el cuerpo de los grillos gandules y canta chirriante y monótonamente para manifestar la pena del olvidado, del desplazado, del desaparecido o hecho desaparecer por los escuadrones de la muerte de la Historia, esa que, con voluntad, sin ella o contra ella es hecha por los hombres y se encarga de quitarnos de las manos lo querido para dejar sólo en la cabeza de los elegidos el recuerdo que debe pasar de mano en mano como lo hace el testigo en una carrera de relevos. (Cada vez es más raro oír el canto de esos grillos, porque ya casi ni grillos hay que pueblen Gandul; sí siguen abundando, por contra, las dañinas sabandijas cuya sola mención provoca repugnancia). ¿Podría saldar la deuda el intento de hacer de nuevo el pan como en la época de Cervantes, o, si no tan atrás, al menos como en los años cuarenta del pasado siglo? Sería intento tan romántico como vano. Todo nos falta para conseguirlo: aquélla agua, el trigo aquél, los medios de labor, el ritmo de vida. No hay que descartar que en algún caletre tan caliente como horno para bollos nazca la idea de fabricar un pan lo más aceptable posible y servirse luego para su venta de una publicidad que, engañosa, pudiera dar algún rédito aunque por poco tiempo. Porque trucos como el de llamar a una panadería “Horno San Monipodio”, u otro que sería el de rotular las furgonetas de reparto con leyendas tales como esta de “El pan de Rinconete y Cortadillo”; también el de procurar clientes con el subyugante reclamo de “En los despachos de Panificadora Gandul encontrará el mismo pan que comía Cervantes”, no creo que dieran el fruto apetecido.

7 had garbhía 2005
Foto ODP

(A este respecto, digamos que esto ya se intentó en Sevilla en el último cuarto del siglo XIX, cuando un aspirante a comerciante llamado Casiano Holgado Algaba, tan sagaz y despabilado como lo son todos los hijos de El Viso del Alcor, puso una panadería en Sevilla que tituló de esta manera: “Panadería Cervantina”. El subtítulo no era menos pretencioso que su mayor, y más que éste lo era en su falsía: “Auténtico pan fabricado por los herederos del Molino de la Mina”. Fue en 1910 cuando el catedrático Ramón Menéndez del Pilar, en el curso de sus investigaciones sobre los romances de bollos blancos, descubrió que esta panadería cesó en su actividad apenas un año después de haber abierto sus puertas. Se sabe que Casiano (3), cuya buena voluntad no cabe sino poner en duda, fue encontrado por la muerte en las inmediaciones de Carmona, en un enfrentamiento con la Guardia Civil a cuenta del robo de unas caballerías que después iba a intentar vender en la feria de Mairena. En su desquite, que no descargo, hay que alegar que él acabó dedicado a tareas parecidas a aquellas en que habían comenzado sus carreras grandes industriales panaderos, sólo que con mejor fortuna y sin que la Guardia Civil les molestara).

pan moro
Foto LGV

Tampoco me parecería adecuado que la deuda quisiérase solventar convocando un concurso de narraciones, o un certamen de teatro, u otro de artes plásticas que contuvieren elementos cervantinos y animaran, por medio del reconocimiento institucional y pecuniario, a los escolares de todas las edades a convertirse en émulos del Diestro sin Par. No sería partidario de cualquiera de estas cosas porque es sabido que en Alcalá ningún premio se deja desierto, con lo que cada año estaríamos ante un cuento, una representación o un cuadro que nos haría arrepentirnos de haber tomado la decisión, y hasta maldecir el día en que se tomó. Naturalmente, no hay que descartar que en alguna edición pudiéramos encontrarnos con alguna obra de mérito. E incluso con que algún año hubiera de quedar desierto el premio por el sencillo motivo de no haber concurrido autor alguno. En definitiva, que no hay que dejar que la deuda degenere en afrenta, como tantas veces ocurre cuando se quiere honrar la memoria de tal o cual Genio, Figura o Artífice.

¿Qué cabe hacer, entonces? Mis fuerzas se han ido agotando a la par que he ido escribiendo: Fortispio y Celérito me han abandonado. A partir de este toque de atención serán las personas a las que por dos veces ya me he referido (y entre las que puede estar usted, amigo lector) las que aportarán ideas sin duda brillantes y de lo más adecuado para que podamos mirar de frente y sin remordimientos la deuda a Cervantes debida durante cuatro siglos.

Molino de la Aceña (río Guadaíra)

Foto LGV

No me queda ya sino aportar, dando un salto de dos siglos, la transcripción de un fragmento de la obra teatral “Fantasía cervantina a orillas del Guadaíra que los pies del castillo lame, molinos mueve que alimentan a poblaciones enteras y dejan admirados a quienes sus paisajes contemplan, nunca olvidándolos”, de la que es autor Jaime Luis Cuesta Carretilla (1780-Hacienda de Maestre; 1808-Bailén), personaje éste del que tampoco teníamos noticia, debiéndose este desconocimiento al que en general tenemos del género teatral. Jaime Luis Cuesta Carretilla está considerado precursor de José Zorrita, aunque creo que en lo que se refiere a la extensión dada a los títulos de sus obras no tienen nada que ver el uno con el otro. Cuesta Carretilla, sin embargo, fue muy criticado por su contemporáneo Leandro Fernández del Moratón, dado que éste se inclinaba por el teatro en prosa y alejado del barroquismo, siendo Cuesta Carretilla el máximo exponente de ese estilo por aquellos años.

“ (…) Varios del pueblo, de noche, a la luz de una candela, se encuentran reunidos junto al molino del Arrabal. Háblanle a las alturas:

A ti, ¡Oh gran Miguel de Cervantes!

A ti que tanto debemos

Alcalá, Gandul y sus habitantes

nuestra deuda pagar queremos.

Descúbrenos tú, gran Hilante,

porque nosotros no atinamos,

cómo lograr lo que anhelamos.

d. quijote viviente madrid 2009Foto LGV

“Cervantes no puede atenderles en esos momentos, está reunido. Con él participan en la reunión Luis de Góngora, Lope Félix de Vega Carpio y Calderón de la Barca. La reunión parece tornarse bronca y desabrida dadas las diferencias, literarias y no, que existen entre los presentes. En nombre del autor de aquellas cinco palabras que trastornados tienen a los alcalareños es Monipodio quien se dirige a los arrabalados. Monipodio, que vuelto ya hombre decente ha aprendido a leer, lee, aunque agregando de su cosecha, lo que su hoy protector, don Miguel, quiere contestar a los de la candela:

Que no os entre una prisa loca.

Oídme y haced lo que os digo.

Vuestra deuda no es conmigo,

hacedlo correr de boca en boca.

El pago que queréisme dar

a vosotros mismos os lo debéis,

mas nunca saldarlo podréis,

que es trampa de no acabar.

Pasará, si es que pasa, la eternidad,

mas la deuda vivirá en vosotros,

motivo de pena y felicidad,

sin que podáis pasarla a otros.

Sólo si todas mis obras leéis

y las de otros disfrutáis

del alivio gozar podréis,

y cuando todas y cada una leáis

decid a vuestros descendientes

que ahora a ellos les toca tratar

a Cervantes y otros escribientes

que al Mundo dotan de ambiente

y el sueño del Hombre hacen brillar.

“Admirados de la parla de Monipodio, salmodian así los del pueblo:

¡Loado seas, don Miguel!

Ante ti, ya esclarecidos,

por tu pluma bendecidos,

con emoción prometemos

que como de una hija

de la deuda cuidaremos.

Inmortal es nuestro débito

y eso lo agradecemos.

Que todos los que contraigamos

sean de origen y fin tan noble como este con que bregamos

y que ojalá fuera doble.

Para ahorrarme problemas con la Sociedad General de Autores Españoles o de España y los herederos de Jaime Luis Cuesta Carretilla he de limitarme a resumir lo que ocurre en la escena siguiente: aparece un grupo de maireneros que viene a unirse a los alcalareños. Éstos acaban de oír las palabras dictadas por Cervantes y lo están festejando con las pocas viandas de que disponen. Los de Mairena, que se han retrasado porque en la cuesta del Polvorón una partida ha intentado asaltarlos, no tienen ya más que unirse a la celebración. Traen jamón, vino y queso, que ni de eso los alcalareños tenían. Como los maireneros preguntan si Cervantes se ha referido a Mairena en sus palabras monipódicamente transmitidas, los de Alcalá les aseguran que será en la próxima ocasión, si es que traen más queso y más jamón.

Fin de

CERVANTES Y ALCALÁ DE GUADAÍRA

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Notas:

Bertolt-BrechtEugen Berthold (Bertolt) Friedrich Brechter (Brecht) Han Culen

(Augsburgo, 10 de febrero de 1898 – Berlín, 14 de agosto de 1956),

fue un dramaturgo y poeta alemán.

Fuente Wikipedia

(1) Las investigaciones del profesor Visus Masveo, basadas en gran parte en otras anteriores realizadas por Bertolt Brecht (ver “Los negocios del señor Julio César”), han confirmado que el mandatario romano, en connivencia con el constructor, defraudó gran parte de la cantidad destinada a financiar la obra del acueducto. (Como vemos, no hubo que esperar a los tiempos de Cervantes para asistir a ese tipo de cosas).

(2) El Instituto Cervantes se encuentra preparando la primera edición de las “Obras Fragmentarias” de José Cuevas del Río, que será publicada por la editorial “Al rescate” dentro de su colección “Poesía Desperdiciada”. En estos trabajos preparatorios se encuentra participando el profesor Visus Masveo.

(3) Según fuentes bien informadas procedentes de la Diputación Provincial, varios colectivos ciudadanos de El Viso del Alcor han concluido la elaboración de la propuesta por la que se insta al Ayuntamiento a levantar un monumento en honor de Casiano Holgado Algaba. En la propuesta se incluye la recomendación de que la estatua de Casiano ocupe un lugar al lado de La Piedra, o, mejor, que sea puesta sobre ella.

JORGE BONSOR Y GANDUL. Enrique González Arias

Jorge Bonsor

 

INTRODUCCIÓN

El día 12 de Junio de 1902 Juan Fernández López, socio de Jorge Bonsor, escribe en la página 109 de un libro de notas:”…Y que la estación prehistórica de la Dehesa de Gandul no solo es la mas importante de España y Europa, sino que por la abundancia de monumentos, de épocas posteriores hasta la España romana inclusive, es un libro abierto para estudiar la historia desde los primitivos pobladores hasta la caída del imperio romano” (se ha respetado la ortografía original).

            Gandul, la estrella de los yacimientos alcoreños, será el territorio de exploración al que Bonsor dedicará más tiempo, dinero y le proporcionará más beneficios, en el más amplio sentido de la palabra y en todos los órdenes. Es el yacimiento con el que cualquier arqueólogo sueña. Un territorio escasamente explotado en materia arqueológica. Casi ninguna impedimenta para excavar, si exceptuamos, las que presenta en algún momento el Marqués de Gandul, cuando exige, la mitad de todo lo que se recuperara, en una campaña programada junto con Engel en la Mesa y que tenía un presupuesto asignado de 1.000 pesetas de la época, lo que les hace desistir. Mano de obra barata. Una zona, en donde la presencia humana ininterrumpida sobre la misma, alcanza los casi cinco mil años y una estación de ferrocarril a menos de un kilómetro de los yacimientos más emblemáticos y a media hora en “faetón” o “manola” del Castillo de Luna.

 

Campamento ubicado en las proximidades de una excavación. Obsérvese, el cercado de alambre
F.0192 Legado Bonsor Archivo General de Andalucía

             Bonsor, al que no le duelen prendas denominar a los Alcores como “sus dominios arqueológicos”, verá siempre en Gandul la joya de todos ellos por las facilidades que encuentra, para llevar a cabo sus acciones extractoras. Algún propietario, le llegará a conceder venia hasta para talar olivos, si ello fuera necesario en aras de “la ciencia”.

            La actividad arqueológica, se acompaña generalmente con un componente aventurero y Gandul, también puede proporcionarlo. Pero menos. Se cocina y se come en el campo, pero nunca faltó el “té Lipton”. El polvo en los días de solano, se hace insoportable, pero en tren y en una hora, se puede estar en la Necrópolis de Carmona, en donde espera un reparador baño caliente. Existe un cierto grado de aislamiento en el campamento, pero no el suficiente como para impedir que se reciba la correspondencia de Sevilla, -que fue escrita el día anterior- a las 11 de la mañana. Se está, en definitiva, “lejos de la civilización”, pero se puede leer el “Noticiero Sevillano” publicado ese mismo día.

            Bonsor llevará a cabo en los pagos de Gandul, cuatro campañas y en casi todas ellas-excepto en la tercera-, sus descubrimientos, han quedado entre los más señeros de la arqueología española de todos los tiempos así como, también algunas de las piezas rescatadas. Muchas de ellas por desgracia, descansan y se exponen en vitrinas foráneas de mas “pa rriba” de Carmona, e incluso, del otro lado del “charco”.

 

CAMPAÑA DE 1895: LOS MARFILES DEL BENCARRÓN

El 31 de Marzo de 1895, Jorge Bonsor emprende su primera campaña en Gandul, concretamente en la zona del Bencarrón, en terrenos cedidos por D. Elías Méndez, un propietario agrícola y miembro destacado de la Sociedad Arqueológica de Carmona, que da licencia a nuestro personaje para, no solamente excavar, también, para talar árboles, si éstos pudieran representar una barrera para “la actividad científica” y que Bonsor, toma al pie de la letra, llegando a cortar, algunos olivos y pinos, que cubrían dos de los mas señalados túmulos.

            Esta primera expedición “gandulera”, se lleva a cabo en tres etapas. La primera, abarca desde el ya mencionado día 31 de Marzo de 1895 al 21 de Abril del mismo año, con un total de veintiún días de trabajo efectivo, no trabajándose el día 5 de Abril por causas del mal tiempo. En esta etapa, colaboran con Bonsor, Juan Sola un obrero de su confianza que trabaja todos los días y “otro hombre”, que lo hace durante once. Los salarios pagados ascienden a 50.50 pesetas. Los emolumentos diarios pagados a cada uno de los colaboradores, fueron de 1.75 pesetas para “el Sola” y 1.25 pesetas para el ayudante por día efectivo de labor.

            Los días 22, 23, 24 de Abril de 1895, coinciden con el Miércoles, Jueves y Viernes Santo. No se trabaja, pero los obreros, perciben sus salarios. Se reinician las labores de excavación, el día 25 de Abril-sábado-, interrumpiéndose el día 30 jueves. Un total de 6 días de trabajo, por los que se pagan 18 pesetas en concepto de salarios a los dos obreros antes mencionados. Bonsor, interrumpe los trabajos en Gandul, para fijar su atención durante unos días en Entremalo y Motilla de Ruiz Sánchez, reiniciándolos el día 20 de Mayo de 1895 y prolongándolos hasta el 30 del mismo mes, por un total de 11 días, por los cuales, sus obreros, percibirán la cantidad de 29.25 pesetas en concepto de salarios.

           En los documentos del Legado Bonsor, depositados en el Archivo General de Andalucía, no aparece ningún diario excavaciones de esta acción arqueológica (desconocemos si en poder de la familia se encuentra el documento correspondiente). Los resultados de esta campaña se conocen, por la obra “Colonies agricoles pre-romaines de la Valleé du Betis”, escrita en el año 1899. Nos indica nuestro personaje, que en el Bencarrón, se localiza un grupo de “una veintena de pequeñas elevaciones cuyas alturas oscilan entre un mínimo de un metro y un máximo de cuatro”. En realidad, se trataba de elementos tumulares de incineración simples. La cremación, se llevaba a cabo en una “fosa de incineración” y una vez consumidos los restos humanos y el combustible empleado, el conjunto se cubría con tierra.

            Sigue relatando Bonsor, que en la zona mas elevada del lugar, se ubicaban los túmulos más importantes del grupo. En número de tres, fueron explorados un par de ellos, “que casualmente, recubrían los dos tipos de sepulturas que conocemos: las de inhumación y las de incineración”. Describe a continuación, la morfología del túmulo de inhumación, complementándola, con un dibujo del “perfil” de la construcción y otro en “planta” en donde de una forma somera, se disponían la colocación de los restos óseos, entre los que identifica diez esqueletos en un deficiente estado de conservación, logrando, “salvar” algunos cráneos completos. Se trata en realidad, de una instalación de inhumación colectiva, en las que los cadáveres, se depositaron en una posición fetal unos al lado del otro. Al estar el contorno de deposición delimitado por unas losas verticales terminadas en punta, Bonsor “deduce”, que las mismas, señalaban el lugar de enterramiento. Constata, que algunos de los esqueletos, descansaban sus cabezas sobre unas piedras a modo de “almohada” y boca arriba, con lo que a medida que, retiraban las sucesivas capas de materiales, aparecían en primer lugar, la tibia y el peroné, después el fémur, los huesos de las costillas, el cráneo y una serie de vértebras. Las manos y brazos descansaban sobre el pecho. El ajuar funerario, se limitaba en la mayoría de los casos, a un plato plano ó pátera en pasta marrón o negruzca, modeladas de forma muy basta y cocida groseramente, que se ubicaban, cerca del cráneo. Los objetos antes citados, presentaban un número indeterminado de perforaciones, obturadas con unos pequeños tapones de arcilla. Se descubrió también, un pequeño recipiente con asas, que presentaba una base deprimida en forma circular.

            Sigue relatando Bonsor, que junto a un esqueleto de menor tamaño, que atribuye a una niña y que presenta sus extremidades superiores estiradas a lo largo del cuerpo, en su brazo izquierdo, se detectó la presencia de un brazalete de cobre abierto y con uno de sus extremos de mayor volumen que el otro. Así mismo, se recuperaron una serie de objetos de pequeño tamaño y que presentaban perforaciones de parte a parte. Se trataba, de las cuentas de un collar compuesto por tres conchas perforadas, una piedra aplastada de color negro, otra esférica, un fragmento de colmillo de jabalí, una espiral de cobre y, finalmente “una perla cilíndrica”. Se llevó a cabo, una operación consistente en cernir la tierra, encontrándose, amuletos de hueso y a mayor profundidad, un número indeterminado de hojas de sílex.

            El segundo de los túmulos y de acuerdo con la descripción que de él hace Bonsor tal y como nos indica un dibujo llevado a cabo por él, nos muestra la morfología de un típico túmulo de incineración, que presenta en el centro de la construcción y excavada en el “geológico”, una fosa rectangular de 0.30 metros de profundidad y en cuyo interior, presenta una losa sellada con arcilla, que a la vez, guardaba una segunda fosa también rectangular, con una longitud de 1 metro, 0.50 de ancho y 0.65 de profundidad, cuyas paredes testimonian un revoque de mortero y cal, como elemento alisador y que se conservaba en su mayoría, en el momento de su descubrimiento.

            En la fosa, aparecieron además de restos de incineración, un anillo de cobre y seis placas de marfil grabadas, sobre las que nos extenderemos en su descripción, ya que estos elementos, son unos ejemplares únicos, que colocan a Gandul, entre los yacimientos de referencia del sur de Europa. Bonsor, llevará a cabo unos dibujos de las piezas, que serán publicadas en la obra referenciada con una descripción somera de las mismas.

            La primera placa descrita, es la conocida como “El Guerrero del Bencarrón” (1). Se representa en ella, a un guerrero barbado, provisto de lanza y escudo, que cubre su cabeza con un casco apenachado y su cuerpo con una túnica con escote a “la caja”, el cual arrodillado, espera el ataque de un león, que con su pata derecha, toca la celada del personaje. El animal presenta la cabeza vuelta hacia atrás. Un “grifo”, a espaldas del guerrero, le protege, apoyando su pata delantera izquierda sobre su hombro. Junto al pie izquierdo del guerrero, aparece una flor de loto, en una clara referencia egiptizante. Las dimensiones de la tableta son de 0.127 de largo por 0.49 de ancho.

            Una segunda tablilla, la cual se halló en un estado de conversación deplorable, “no mereció la pena siquiera dibujarla”. Según es descrita, al parecer, se trata de una variación del tema anterior. En este caso, a la espalda del guerrero, se encuentra una gacela, a la cual parece proteger del ataque del león, que es repelido por el barbado personaje, que porta escudo lanza y casco. La tableta presentaba unas medidas de 0.13 de largo por 0.05 de ancho.

            De la tercera lámina, no ha llegado hasta nosotros la parte central de la misma. En la parte derecha, aparece un “Jinete”, que monta un caballo “a pelo” y al parecer sin riendas, blandiendo un látigo en su mano izquierda. El personaje presenta también rasgos egiptizantes tanto en el dibujo de su ojo izquierdo al igual que en su peinado. Las ropas que cubre su cuerpo, son semejantes en su representación a las del “Guerrero”. Al no poder contar con el registro central, no podemos “definir” completamente la escena, si bien, en la parte izquierda, podemos intuir que un “grifo”, actúa a modo de protector de una gacela que observa la escena.

            El cuarto ejemplar tampoco fue dibujado. De acuerdo con la descripción que se hace de ella, en el tema de la misma, se relacionan un toro entre un león y un “grifo”. Esta tablilla se recuperó muy fragmentada.

            La quinta tablilla, presenta la particularidad de estar grabada a “dos caras”. En la cara “A”, aparece un toro entre dos leones, que se defiende con fortuna del ataque de los felinos. La cara “B”, un león y un “grifo” parecen disputarse una gacela que ocupa el registro central, en donde el animal mitológico, parece proteger al herbívoro. Las medidas de este elemento son 0.13 de largo por 0.055 de ancho.

            La sexta, también grabada a dos caras, presenta el mismo tema en ambas caras. Una gacela, ocupa el lugar central del discurso flanqueada por un “grifo” a la izquierda y un león a la derecha del espectador. (2)

 

Panel con dibujos de diferentes piezas de marfil. En el centro una representación del “Guerreo del Bencarrón” y a su izquierda “el Jinete”. Castillo de Luna. Colección Bonsor
(F.1287 Legado Bonsor Archivo General de Andalucía)
 

            La mayoría de estas piezas, fueron vendidas por Bonsor a la Hispanic Society of America en 1906 por las siguientes cantidades:

DESCRIPCIÓN IMP.en PTAS.

Tableta del Guerrero del Bencarrón 1.200

Segunda tableta con tema análogo al del “Guerrero” en mal estado 0

Tableta del Jinete del Bencarrón 250

Tableta del toro y el león. Cuarta tableta 100

Quinta tableta. Tableta doble. Toro, Grifo, León, Gacela 300

Sexta tableta. Tableta doble. Mismo discurso que la anterior 250

TOTAL PESETAS 2.100

            En las proximidades de los dos túmulos superiores, Bonsor, describe la exploración se seis montículos funerarios de menor tamaño y que cubrían sepulturas de incineración. Entre ellas, se pudieron rescatar fragmentos de cerámica indígena, plomo fundido, clavos de hierro, hebillas de cinturón de cobre, fragmentos de placas de marfil , conchas de moluscos algunas de ellas decoradas con motivos concurrentes en la zona (“grifos”, gacelas y plantas lotiformes), una pequeña hacha de piedra pulimentada y dos cochillos de sílex.

            Bonsor, hace una descripción acompañada de un dibujo en planta, del mejor conservado de estos montículos, en el que se ubica, la posición de los distintos restos y objetos encontrados. Tenía una altura de 1.00 metro y fosa de incineración, de forma rectangular de 2.00 de largo, 1.010 de anchura y una profundidad de 0.30 centímetros. Se encontró en su interior un fragmento de cráneo, dos fragmentos de un hueso largo del brazo, una placa de cinturón, fragmentos de una placa de marfil, un “puchero” de boca exageradamente ancha, restos de una placa de marfil, fragmentos de un objeto indeterminado de cobre y unos huesos de pájaros.

 

Bencarrón: Marfiles y huesos fragmentados. Castillo de Luna. Colección Bonsor
F. 1326 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

 

           Esta campaña, además de los objetos rescatados, mostró y confirmó en Bonsor que Gandul, era el yacimiento con más potencial de los Alcores y al que más tiempo debía dedicar en sus acciones extractoras de antigüedades, llegando en algunos momentos, a convertirlo en una verdadera “barra libre”, en donde obtener objetos arqueológicos. Como indicábamos al principio, Bonsor y sus excavadores abandona Gandul el día 30 de Abril de 1895 a donde no volverán hasta Abril de 1902.

 

CAMPAÑA DE 1902: LA CUEVA DE LOS VAQUEROS Y EL PEDREJÓN

“Abandonamos Carmona el 03 de Abril de 1902. Me acompañan Rafael Pérez, José Sola y Miguel Santos, que trae consigo su asno. Hemos partido para Mairena a las 12.20 horas desde la Necrópolis, con una mula y un burro, para cargar nuestro equipaje. Tardamos 4 horas. He avisado a D. Elías Méndez propietario de los terrenos en donde se encuentran los túmulos que nos proponemos explorar, el cual nos indica el camino. Nos señala el camino viejo de la parte baja del olivar. Llegamos a lo túmulos del Bencarrón a las 17.00 horas. Pago al carretero 15.00 pesetas. Después hemos montado las tiendas y nos preparamos para pasar la noche. Cenamos lo siguiente: Guiso de “papas”, Ternera (vaca) mechada. Ensalada y Café.

            A las 21.30 nos hemos acostado. No hemos dormido del todo mal en nuestros catres de campo. Me despierto con insomnio a las 4.00 de la mañana.

            Rafael Pérez ha llegado temprano. Las tiendas están cubiertas de rocío. Me he levantado a las 6.30 horas y he mandado hacer café. Ya ciento (el olor) del pan caliente”. (3) (ortografía original)

            Con esta meticulosidad, que será una constante a lo largo de todas las páginas del diario de excavaciones titulado Exploración Arqueológica de los Alcores: Campaña del Bencarrón 1902”, que forma parte del Legado Bonsor, depositado en el Archivo General del Andalucía (4), nos irá relatando a lo largo de sus páginas, los pormenores de la campaña de extracción de objeto mas larga y ambiciosa, llevada a cabo por nuestro personaje hasta aquel momento.

            Con una duración de setenta y un día de actividad y un coste total de 804.76 pesetas, de las que 310 pesetas corresponden a salarios y 494.76 pesetas a gastos varios, será la campaña mas extensa y gravosa acometida por el propietario del Castillo de Luna hasta aquel momento. Seis obreros, que se instalarán sobre el terreno, participarán en distintas etapas en esta empresa, para la que Bonsor, cuenta con todos los permisos y parabienes para actuar en los terrenos con una verdadera “patente de corso”, teniendo vetado, solamente y por el momento, los terrenos del Marqués.

            Para algunos autores y biógrafos de nuestro personaje, esta fue una de las “acciones arqueológicas” mas brillantes de las por él llevadas a cabo -ver J. Maier- algo, que en realidad, no se desprende de la lectura del Diario de Excavaciones antes citado, por lo menos hasta el día 19 de Abril de 1902. En este período, además de las referencias a los descubrimientos, que se muestras escasos y sin gran importancia salvo excepciones, tales como, el hallazgo del denominado “Carro votivo del Bencarrón”, encontrado en una urna cineraria de una tumba que fue excavada en la campaña anterior (año 1895) y re-excavada por Rafael Pérez Barrera el día 11 de Abril de 1902, objeto que fue vendido a la Hispanic Society of America en Octubre de 1908, junto con una rueda de carro y la cabeza de un caballo en tierra cocida, que formarían parte de un elemento, también votivo, encontrado en el Túmulo de las Canteras, por la cantidad de 500 pesetas por la totalidad del lote.

 

Dibujo de Jorge Bonsor del “Carro del Bencarrón”, así como de la Rueda y Cabeza de Equino, del Túmulo de las Canteras. Material tierra cocida
F.7776 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             Abundan anotaciones sobre la ubicación de las tiendas, los menús que se consumen, las compras de víveres que se hacen, el estado de ánimo de los trabajadores, los cambios de organización y horarios de trabajo en donde-por ejemplo- se suprime la “siesta” y hasta el diseño ideal de un “campamento arqueológico”, sin contar las reseñas de inundaciones en las tiendas, o, la aparición en su interior de escorpiones, víbora, culebra y demás fauna. Además, aparece reflejada en este período, una correspondencia con el cónsul del Reino Unido de la Gran Bretaña en Sevilla mister D.J.W.Johnston, el cual, como buen “diplomático” inglés, se interesa, “por la adquisición” de unas antigüedades romanas aparecidas en un lugar cercano a la Puebla de Cazalla requiriendo de Bonsor, su “opinión de experto” y la recensión de un folleto de cincuenta y cinco páginas que le hace llegar D. Elías Méndez, propietario de los terrenos en donde opera, titulado, “Descripción de España por Abu-Abd-Alla-Mohamed-al-Edrissi (Obra del siglo XII). Versión Española. Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra 1901 (Editee por Antonio Blázquez)” (5).

            Los primeros días son en realidad desalentadores. Esta dura afirmación se sostiene, no solamente con la lectura del Diario de Excavaciones. Además de esta apreciación, que puede ser tildada de subjetiva, existen pruebas documentales-por cierto nada sospechosas- que así lo atestiguan. Un documento, del cual por el momento me reservo su referencia, en su página 109, encabezada por la fecha 12 de Junio de 1902, el mismo día en que termina la campaña de extracción, se lee: “… Mes y medio empleó en abrir tres túmulos por el sistema de zanjas cruzándolos de Este a Oeste hasta llegar al asiento donde no encontró sino carbón que empleó en hacer la cocina y sin esqueletos, ni huesos, ni objeto alguno notable según me ha manifestado (Bonsor) y que he podido comprobar en mi visita a dicho punto”. Quien esto escribe es su socio y amigo Juan Fernández López. El día 19 de Abril de 1902- sábado- y tras una “tormentosa noche”, no precisamente en su versión meteorológica, (6) se recibirán las primeras noticias de “la Cueva de los Vaqueros”. Hasta el momento, se conocen tres versiones de este hecho. La primera del propio Bonsor, el cual relata en su diario: “El guarda de la Dehesa ha venido a ver nuestro trabajo. Yo no lo he visto. Él le ha dicho a Rafael, que había descubierto por accidente en la Dehesa una especie de pozo debajo de una gran piedra indicándole dónde se encontraba. Fui a verlo mas tarde.”(7). Jorge Maier- biógrafo de Bonsor- se refiere al hecho en los siguientes términos: “Según nos dice Bonsor, los guardas de la Dehesa le informaron de la existencia de un pozo bajo una piedra grande que habían descubierto por casualidad y que como le había señalado dónde se encontraba, fue a inspeccionarlo el 19 de abril.”(8) La tercera versión se debe al ya mencionado Juan Fernández López, que en un documento ya citado con anterioridad escribe:… “En esta situación, uno de los vaqueros comunicó a José Sola que había uno, al parecer, pozo cerca de la vereda, a seiscientos metros del Campamento y en dirección Oeste ó de Sevilla= Lo que no tenía importancia, al perecer, escitó la curiosidad del Sola, yéndose a trabajar y sacar tierra de aquel al parecer silo, no tanto por curiosidad, como por encontrar algo que sirviera de pretexto para seguir trabajando, pues estaba acordado el regreso a Carmona visto lo infructuoso de las exploraciones= Empezó a sacar tierra, encontrando que la excavación semicircular tenía construida la pared por lajas de pizarra oscura, unidas entre si con barro arcilloso abriéndose una puerta ó salida á la derecha=Comunicando esto al señor Bonsor se procedió a limpiarlo…”(9) (se ha respetado la ortografía original). Elija el lector.

            El descubrimiento de la Cueva de los Vaqueros, fue el salvavidas de esta campaña. Bonsor, empezó a trabajar en ella, el martes día 6 de Mayo de 1902. Este ítem, se localiza, en un rebaje llevado a cabo sobre el geológico de roca natural. Presenta en primer lugar, un corredor o galería de 10.65 metros de largo y una anchura media de 0.85 metros y paredes formadas por piezas de pizarra colocadas horizontalmente, que a modo de charnelas, fijan la tierra y piedras que conforman el conjunto y sobre las que descansan 7 piezas o losas de cobertura. Completa el conjunto dos cámaras circulares. La principal de mampostería y falsa bóveda de 2.60 metros de diámetro y 2.05 metros de altura. A la izquierda de esta pieza y comunicada con ella, una segunda semejante a la anterior y con un diámetro de 1.40 de diámetro.

         Inicia su excavación desde la cámara lateral o anexo, para pasar a la principal y desde ahí, remontar el corredor de dentro hacia fuera, hasta alcanzar según nos cuenta, la cuarta losa horizontal de la cubierta, que se encontraba descabalgada de uno de los apoyos en el muro, lo que obligó, a iniciar de nuevo la exploración, esta vez, desde la entrada hacia el interior. Bonsor, describió los daños ocasionados, señalando como el mas grave, la casi desaparición del suelo, al tiempo, que empezó a recuperar restos y elementos materiales. En el anexo o cámara lateral, que presentaba en su losa de cobertura un agujero natural, pudo constatar, que el suelo se hallaba formado de pizarra, encontrando una falange en aquel lugar. En la cámara central, además de apreciarse una oquedad en la pared a casi ras de suelo orientado al noroeste, y, una incipiente “bancada” al norte de la estancia, se hallaron restos de cerámica de borde engrosado (probablemente de unos platos), de una olla, algunos fragmentos campaniforme, restos humanos muy deteriorados y desordenados, dos colmillos de jabalí, un diente humano, huesos de conejo, un punzón de hueso, un trozo de cuarzo y puntas de flecha en sílex. En el corredor y en el tramo más próximo a la cámara, aparecieron, una concha, una punta de flecha y una lámina con denticulaciones, ambas de sílex.

  

Planimetría, dibujo, materiales y cuatro fotografías de la Cueva de los Vaqueros. Castillo de Luna Colección Bonsor
F1269. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía
 

            La tumba, debió se reutilizada en épocas posteriores, ya que, entre la primera y segunda piedra de cobertura partiendo desde la entrada, se encontró, la inhumación de un cuerpo en pose fetal, que apoyaba sus piernas en el muro oeste del pasillo, a 0.65 metros sobre la superficie del suelo, con un ajuar compuesto de un vaso tipo “Campo Real” (según Bonsor) y algunos elementos de cobre de morfología indefinida que se ubicaban, cerca de de las manos y la boca del esqueleto.

            Un vaso de cerámica negruzca de basta factura, aparecerá a la altura de la quinta losa de cobertura, análoga, a las que aparecían con frecuencia en las tumbas de incineración. El 27 de Mayo de 1902, los excavadores encuentran dos cráneos a la entrada de la galería, algunos huesos desordenados y fragmentos de “cerámica neolítica simple”. El viernes día 30 de Mayo de 1902, el fotógrafo carmonense Ramón Pinzón, vinculado a la Sociedad Arqueológica de Carmona, se desplaza hasta Gandul y lleva a cabo cinco fotografías de la Cueva de los Vaqueros. La primera de ella, la plasma por la mañana desde la entrada de la tumba y con vista de las losas de cobertura. Por la tarde, después de comer una “excelente carne” y cuando son las 14.00 horas, realiza cuatro fotografías mas. La primera de ella desde la cámara principal al anexo, en donde se ve a Bonsor en “tareas arqueológicas” pincel en mano y en cuclillas. La segunda recoge una perspectiva desde la cámara principal hacia la entrada a través del corredor, en donde se observa perfectamente, la morfología del mismo y los materiales empleados (de esta pose lleva a cabo dos tomas). La tercera es una toma exterior desde el “techo” de la cámara principal hasta la entrada y en donde se contempla la colocación de las losas de cobertura al igual que la primera toma. La cuarta y última de la tarde, es la de un operario apoyado en una de las losas de cobertura, tomada desde la parte exterior del techo de la cámara principal, A las 17.00 horas finaliza la sesión fotográfica.

 

Corredor de la Cueva de los Vaqueros vista desde la cámara principal hacia la entrada. Obsérvese la técnica constructiva. Autor de la fotografía Ramón Pizarro
F7677. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             Al día siguiente, que se presenta lluvioso, Bonsor emprende trabajos en el exterior de la cámara central en donde comprueba que entre los muros externo y el geológico, aparece una cavidad de algo mas de un metro, colmatado de piedras y entre ellas, aparecieron restos de cerámica campaniforme. Bonsor, además, llevó a cabo un dibujo, en donde reflejó, la disposición de los distintos materiales que conformaban las paredes, 11 capas de pizarra y 15 de piedra, tierra y mampostería. El día 30 de Mayo de 1902 los ya mencionados, Rafael Pérez Barrera y José Sola, consiguen explorar una segunda tumba de galería. La observación de una piedra de gran tamaño que afloraba a la superficie, fue el detonante, que decidió llevar a cabo unos sondeos. La gran piedra, era en realidad, una losa de cobertura que descansaba sobre dos ortostatos. Se había descubierto la Tumba del Pedrejón.

 

Planimetría, dibujo, materiales y una fotografía de la Cueva del Pedrejón. Castillo de Luna. Colección Bonsor
F 1268 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             Se trata de un modelo de tumba de corredor de 6.25 metros de largo por 0.70 de ancho y con una cámara circular, que será descubierta el día 04 de Junio, de 2.20 de diámetro. La estructura es de lajas de piedra que se sustentan en el geológico, el cual ha sido trabajado para adoptar la forma de la tumba. Bajo la única losa de cobertura, José Sola encontró los siguientes objetos según nos refiere Bonsor en el apunte correspondiente al día 02 de Junio de 1902 (10): Seis pequeñas arandelas de concha (J. Maier las confunde con 6 cuentas de collar de hueso). Un fragmento de cuerno de ciervo, probables restos de un brazalete de marfil (“marfil de ciervo”), las defensas de un jabalí, fragmentos de conchas, restos de objetos de huesos (aquí puede radicar la confusión de J. Maier), una lámina de sílex, una pieza deforme por fundición probablemente de cobre y numerosos fragmentos de cerámica. A destacar, que el elemento de metal, lo encontró, en un estrato superior claramente definido de tierra vegetal, de ahí que incluso se afirme por el propio Bonsor, que pudiera ser hierro. El resto de objetos se ubicaban bajo un pavimento de piedra en un lecho de tierra amarillenta.

            En el corredor, que presentaba una rampa en su entrada y a escasa distancia de ésta, aparecieron restos humanos de una inhumación y junto a ellos, algunos fragmentos de cerámica de borde engrosado, un punzón de hueso y una concha.

            La cámara de la tumba, que fue descubierta el día 4 de Junio, proporcionó el hallazgo de dos cráneos, un conjunto de huesos humanos desordenados, un par de puntas de flecha de sílex blanco, (una de base cóncava y la otra de base plana), una lámina también de sílex y dos fragmentos de astas de ciervo. Al igual que en el caso de la Cueva de los Vaqueros, se llevó a cabo, además de una mas que notable planimetría, un reportaje fotográfico de tres placas, en donde se contemplan a dos obreros trabajando (posiblemente Rafael Pérez Barrera y José Sola) en dos de ellas y una tercera en donde ambos trabajadores descansan sobre la única piedra de cobertura. El autor fue también Ramón Pinzón.

 

Vista de la tumba del Pedrejón. En la parte inferior se observa parte del corredor cubierta por la única pieza  de cobertura que presentaba la tumba. Al fondo parte de la cámara principal. Los obreros que aparecen son José Sola y Rafael Pérez Barrera
F.7680 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

            El día 6 de Junio, Bonsor hace grabar algunas monedas de cinco céntimos con las letras “JB” en una cara y “1902” en la otra, las cuales son depositadas en la Cueva de los Vaqueros y Tumba del Pedrejón, antes de volverlas a cubrir. El día 12 de Junio a las 16.00 horas Bonsor regresa a la Necrópolis de Carmona- su lugar de residencia- dando por finalizada la campaña hasta entonces mas larga emprendida por el anglo-francés. El resultado de tal esfuerzo, todavía, hoy en día, siguen envueltos en la controversia.

 

CAMPAÑA DE 1908: “RIEN TROUVE”

Por intermediación del médico de Mairena D. Antonio Díaz, que junto con otras personas, era propietario de unos terrenos baldíos ubicados a la izquierda el camino de la Huerta del Bencarrón, Bonsor obtiene los permisos necesarios para emprender una campaña de excavaciones, concretamente, en una elevación en donde se observa una agrupación de túmulos, en el que se destaca un ejemplar de “un metro 50” así escrito en el Diario de la Campaña de los Alcores 1908 (11). La Campaña, da comienzo el día miércoles día 10 de Junio de 1908, extendiéndose hasta el domingo día 14 del mismo mes. Un total de 5 días en donde colaboran con Bonsor, dos o tres obreros según el propio autor, aunque nos inclinamos por la primera posibilidad (12). Los resultados fueron absolutamente desalentadores y es sintomática la nota que aparece en un apunte del documento denominado “Libro de Compras y Ventas, Gastos de Excavaciones 1984-1929” (13); “rien trouvé” (14). En las estructuras excavadas se llevó a cabo con la técnica de “trinchera” consistente cavar una zanja, ó, corta que dividía el túmulo en dos por el centro. Lo más destacado de esta campaña fue, la apertura de un horno de tágulas romanas y el reconocimiento de una serie de restos de construcción del mismo origen. Bonsor supuso que el conjunto tumular completo conformaban una necrópolis pre-romana, algo, que ha quedado con posterioridad absolutamente descartado.

 

CAMPAÑA 1910-1911: DÓLMENES, NECRÓPOLIS Y GRAN NEGOCIO

El día 11 de Mayo de 1910 Bonsor inicia la campaña mas larga, cara y productiva-en el campo crematístico- de las llevadas a cabo por él en toda su historia como “arqueólogo”. Los costes, ascendieron a 1.181.80 pesetas, que incluían los salarios de los obreros (1.073 pesetas) y los gastos derivados (108.80 pesetas.). La duración de la “expedición” se prolongó hasta el día 14 de Febrero de 1911. Durante este período, se “faenó” a lo largo 225 ½ días, acreditándose la presencia de Bonsor en el “campo” durante 110 de ellos. En las excavaciones, trabajarán cuatro obreros de Mairena, “Silvestre”, Rafael Carrión, Enrique Carrión y Antonio (“Antoñito”) el hijo de Silvestre, que perciben los siguientes salarios diarios:

NOMBRE Salario Día

Silvestre 2.50 pesetas

Rafael Carrión 2.50 pesetas

Enrique Carrión (hermano del anterior) 1.75 pesetas

Antonio-“Antoñito”- el de Silvestre (hijo del primero de los obreros) 0.75 pesetas

            Además, Bonsor introduce una novedad. Implanta un sistema de “primas”, destinadas a premiar a los trabajadores, de acuerdo con los hallazgos que tienen la suerte de llevar a cabo al final de la jornada, estas bonificaciones, se hacen efectivas, por lo general, al día siguiente y una vez, que se ha comprobado la “calidad” del objeto rescatado, o, la importancia del ítem excavado.

            El mismo día 11, acometen la excavación del Túmulo “A”, que se encuentra ubicado en los aledaños de del camino de Mairena. Realmente, no se trata de ningún túmulo, al carecer la construcción funeraria, de correspondiente fosa de incineración y la ausencia de carbones y cenizas. A dos metros de profundidad, los obreros, encuentran restos cerámicos emparentados con el tipo “Cruz del Negro” (“+ del Negro” escribirá Bonsor). En los alrededores de esta construcción y en una prospección de superficie, hallará “Silvestre” el miércoles día 05 de Octubre de 1910 y mientras excava la tumba 165 los denominados “Ídolos del los Alcores”, dos figurillas humanas, probablemente exvotos, que nuestro personaje identifica como prerromanas y que en realidad, tienen, según los estudios mas recientes, un origen turdetano.

 

Ídolos de los Alcores

F.7875 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             Bonsor, llevará a cabo en esta campaña trabajos en elementos tumulares (2 construcciones), tumbas megalíticas o tumbas de corredor (3 sepulcros), dos necrópolis romanas, una de incineración (180 enterramientos), otras de inhumación (25 cárcavas) y lo que parece un “mausoleo”. Un total de 211 ítems arqueológicos. Prácticamente, excava una unidad por día efectivo de trabajo.

            En los túmulos, además de los ya referenciados “Ídolos de los Alcores”, en el siglado como Túmulo “C “, o también llamado Túmulo del “Mojón del Término Antiguo del Carmona (Túmulo del Vallado del Término), cuya excavación se inició el día 30 de Noviembre de 1910 y tras una “corta” de 4×4 que lleva a cabo en la cima, se encontraron restos humanos esparcidos, además de, algunos fragmentos de cerámicas neolíticas. Esta construcción, presenta una fosa escalonada o de poyete.

            Las construcciones megalíticas, o de “galería”, serán denominadas Cañada Honda “B”, Cañada Honda “G” y Tumba de la Casilla. La primera de ellas, Cañada Honda “B”, fue excavada entre finales de Mayo y Junio. La misma, presenta un corredor de 14.20 metros de largo y una anchura media de 0.80 metros formado por losas de pizarra de 1.59 metros de altura, que a modo de “tapiz”, recubrían las paredes naturales. El ancho de cada uno de estos elementos líticos y su ubicación se recogen en la anotación correspondiente al lunes día 23 de Mayo de 1910 del Diario de Excavaciones (15). En la cámara, que presenta una forma circular irregular, se encontraron restos de platos de borde engrosado de pasta negruzca, una lámina de sílex, fragmentos de cerámica campaniforme, una rueca de hueso, un abundante número de puntas de flecha y restos humanos muy deteriorados y fragmentados, según nos hace notar Bonsor. A la entrada del corredor, aparecieron dos tumbas superpuestas, en un claro ejemplo de reutilización de elementos funerarios. Una de las dos tumbas, era de inhumación y posiblemente datada en la Edad del Hierro, en donde apareció, junto al esqueleto, un ajuar compuesto por, un cuchillo férrico de hoja curva con mango de tres fijaciones, además de un anillo de plata. La tumba de incineración, es de origen romano, con una cobertura de tégulas y un ajuar formado por, una taza con decoración vegetal en relieve, una lámpara o lucerna, una pequeña vasija y unos clavos de hierro. En la parte media del corredor, aparecieron un número importante de fragmentos de cerámica campaniforme y un ejemplar de vaso-también campaniforme- exento de decoración.

 

Planimetría y materiales de la tumba “Cañada Honda B”. Obsérvese en la parte superior derecha un plano de Gandul con la ubicación de los yacimientos. Castillo de Luna. Colección Bonsor
F.1270 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             La segunda tumba de corredor, denominada Cañada Honda “G”, se empezará a excavar a mediados del mes de Agosto de 1910 y finalizó el día 03 de Septiembre. Ésta presenta una cámara circular y una anexa- al igual que la Cueva de los Vaqueros- pero con una pequeña rampa en elevación de acceso entre las mismas. La tumba, es excavada directamente en la roca y sus paredes, recubiertas con placas de pizarra, conservándose algunas de ellas. El conjunto funerario, no mantenía ningún elemento de cubierta. Los restos que aparecieron en esta construcción funeraria, fueron muy escasos. En la rampa de acceso a la cámara lateral, se encontró, la inhumación de un cuerpo y junto a sus despojos, un elemento campaniforme entero y decorado, fragmentos de una vasija (Bonsor nos ofrece un boceto de estas porciones), una lámina de oro de pequeño tamaño que se encuentra enrollada, puntas de flecha de base cóncava, un elemento inciso en cobre de un tamaño considerable-posiblemente un punzón- y un conjunto de cuentas de hueso que formaría parte de un collar.

            Otra inhumación, aparecida en la cámara, presentaba al lado de los restos un segundo vaso campaniforme decorado, un elemento lítico pulido, una lámina de oro enrollada (“una lámina de oro plegada como para un collar” afirmará Bonsor), puntas de flecha en sílex, otra segunda lámina de oro también enrollada, y un elemento de cobre, probablemente un cincel.

 

Planimetría y materiales de la tumba “Cañada Honda G”. Castillo de Luna. Colección Bonsor
F1267. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             El sábado día 3 de Septiembre de 1910, Bonsor “cambia de registro” y acomete la exploración de lo que designa como “Gran Tumba Mausoleo de Cañada Honda”. Lleva a cabo un detallado dibujo en planta del registro (16). Observamos, que el terreno natural, ha sido trabajado para conseguir una mejor ubicación de los sillares de base que conformarían el monumento. Un cuadrado de 7.80 metros de lado encajado en el rebaje antes indicado, que tiene una profundidad de 0.59 metros, que presenta una orientación NE/SO. Lo más importante que Bonsor hace notar de este hallazgo, es la presencia de restos de decoración parietal a base de estuco rojo y verde, que “esta decoración y colores se conservaban en el momento del descubrimiento”. (17)

            El 18 de Diciembre de 1910, se descubre una nueva sepultura de galería y el 22 de Diciembre, Bonsor, acomete los primeros trabajos gráficos de esta tumba, que se ubica cerca de la llamada “Casilla del Tren”. Presenta la particularidad, que carece de cámara circular, por lo que no hay diferenciación espacial entre el corredor y este último elemento, a no ser, por un pequeño ensanchamiento en el fondo y que el mismo está ocupado solamente, por una gran piedra. Desde la entrada hasta el final de la misma, presenta una longitud de 15 metros y su anchura, varía entre los 0.77 a 1.37 metros, según medidas tomadas por nuestro personaje y que se registran de forma profusa, en los apuntes tomados en el Diario de Excavaciones-Pág. 141-142- correspondientes al miércoles día 04 de Enero de 1911 (18).

            De acuerdo con la descripción de objetos hallados y la ubicación de los mismos, observamos, que aproximadamente a unos 6 metros de la entrada y en plena galería, se encontró, a muy poca distancia de la superficie, un deposito u hoyo de deposición que contenía una urna achardonada, que presentaba un notable deterioro en la boca y que era depositaria de los restos de una incineración. Junto al vaso, que estaba calzado por un círculo de piedra, apareció un cuchillo férrico de mango con solamente un remache y un plato llano. A escasa distancia del hallazgo anterior y también en el corredor, apareció, una inhumación en donde el esqueleto presentaba una posición fetal, junto a algunos fragmentos de cerámica de borde engrosado. En el fondo del enterramiento, aparecieron una gran cantidad de restos de ánforas romanas, cerámica y algunas tégulas, junto con una profusión considerable de, puntas de flechas en sílex, restos humanos-huesos y dientes- y algunos fragmentos de platos de borde engrosado. Este enterramiento, es un claro ejemplo de reutilización, en distintas épocas. Solamente la inhumación, guardaría relación temporal con la tumba.

            A las 3.00 de la tarde del martes día 24 de Mayo de 1910 cae un mas que fuerte aguacero que obliga a Bonsor y sus trabajadores a refugiarse e la tumba de galería Cañada Honda “B. Una vez cesó la lluvia, nuestro personaje se dirigió hacia “las ruinas de las tumbas romanas”, en donde descubrió un “ustrinum” o fosa de incineración (19).

           El viernes día 27 de Mayo, sobre el medio día, “Silvestre” descubre un “quemadero” recubierto de losas al que se le asignará el número 1 de los 180 elementos de necrológicos que se sacarán a la luz en el corto espacio de tiempo de 152 días (hasta el 22 de Octubre de 1910), llegándose a excavar, dos y tres elementos diarios, que nos lleva a pensar, que primaba mas la idea de rescatar objetos que la de llevar a cabo un estudio científico. Tal y como señala Jorge Maier, esta necrópolis nunca fue publicada. Creemos, que el no hacerlo, se debía a que el motivo de la exploración no era ése y sí, el de hacerse con los restos arqueológicos que pudieran aprovecharse. Un recorrido por la descripción que Bonsor nos hace en su Diario de Excavaciones (20), nos indica, que nos encontramos ante una necrópolis básicamente de incineración, en donde los restos, una vez quemados, podían ser recogidos en la misma fosa de cremación, o bien, las cenizas y residuos óseos, eran reunidos en un contenedor cinerario-urna o vaso- que se depositaba en la cárcava de incineración o en los alrededores de ésta. La cobertura del conjunto funerario, podía llevarse a cabo mediante tégulas dispuestas a aguas o planas y también con ladrillos, siempre colocados de la forma últimamente indicada. En algunos casos, la cobertura, se reducía a una capa de tierra o a una acumulación de piedras. El ajuar es variado y sería muy prolijo hacer un recuento del mismo, lo que merecería un estudio aparte.

            Comentar a vuelapluma y de una forma muy general, la abundancia de objetos de vidrios-especialmente “lacrimatorios”-, objetos y urnas de plomo, espejos, artículos de juegos de mesa, depilatorios, paletas de maquillaje y monedas, de tiempos de Claudio, Nerón, Vespasiano y sobre todo de Trajano, entre otros grupos de objetos. Esta campaña de excavaciones finaliza el sábado 20 de Octubre de 1910.

 

Conjunto de cerámicas procedentes de la Necrópolis Romana de Cañada Honda. Castillo de Luna. Colección Bonsor
F.7904. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

           La “producción” de este yacimiento, fue realmente espectacular. Gran parte de lo obtenido en el lugar, fue vendido a la Hispanic Society of América, el día 20 de Marzo de 1911 (21), solamente 35 días después de finalizar la campaña, que tuvo lugar el martes 14 de Febrero de 1911. Este detalle, ha hecho pensar a algunos investigadores, que estas excavaciones, fueron hechas “por encargo” de mister Huntington, el patrono de la sociedad cultural antes indicada, principal y casi único cliente de Bonsor. No compartimos esta opinión y más al comprobar por nuestros estudios, la meticulosidad del “mairenero” a la hora de tratar con números y dineros. Nos inclinamos a pensar, que las excavaciones, fueron llevadas a cabo por cuenta y riesgo de nuestro personaje, tal y como se refleja en los varios registros en donde se recogen los gastos ocasionados en sus exploraciones(22), pero con la “tranquilidad”, de saber “vendida” de antemano, gran parte de los objetos obtenidos.

 

Lámparas en tierra cocida procedentes de la Necrópolis Romana de Cañada Honda. Castillo de Luna. Colección Bonsor
F.7907. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             La operación “comercial” llevada a cabo con los objetos recuperados en la campaña de “Bencarrón Cañada Honda”, fue posiblemente la mas “productiva” económicamente hablando, de su vida sin contar aquellas en que mediaron la venta de los cuadros de Morales y Valdés Leal. Veamos unos números:

OBJETOS Número de Elementos Importe Pagado

Piezas de Cristal 89 9.190 pesetas.

Piezas de Cerámica 75 2.660 pesetas.

Lámparas y Mecheros 25 315 pesetas.

Otros objetos diversos 50 3.095 pesetas.

TOTALES 239 15.260 PESETAS

            El rendimiento económico es absolutamente exagerado. Recordemos, que la inversión de toda la campaña tanto en salarios, primas y materiales, ascendió a 1.181.80 pesetas.

            El lunes 06 de Febrero de 1911 y mientras Bonsor y sus obreros se encuentran trabajando en el “Túmulo de la Casilla”, un carbonero apodado “Clarito”,“invita” a éste (probablemente buscando una “propina”), a explorar unos campos que se encuentra en la base del Puerto del Bencarrón (23). Enviado “Silvestre” al lugar, éste, encuentra una sepultura romana- que en realidad serán dos- cubiertas por un par de tégulas y sobre ellas una capa de carbón. Se llegaron a excavar 25 elementos funerarios, casi todos ellos de inhumación, en donde los restos descansaban, en la mayoría de los casos, de súbito supino, excepto una de ella, que contenía un esqueleto en posición fetal y con un más que notable ajuar, además, se pudo constatar, la presencia de un registro perteneciente a un niño. La mayoría de las tumbas, respondían a un mismo patrón. Receptáculos rectangulares excavados directamente en el geológico, cubiertos por tégulas y orientadas al S/E. En total, se excavaron 25 elementos funerarios, que presentaron un pobre balance de restos de ajuar, excepto el más arriba señalado. El yacimiento fue trabajado de una forma muy rápida y en un corto espacio de tiempo. Nos dará una idea el hecho, de que el último día de la campaña. el martes 14 de Febrero de 1911, se llevo a cabo el levantamiento de nueve enterramientos .Bonsor lleva a cabo las últimas anotaciones de la campaña “Bencarrón Cañada Honda. En la página 154 del Diario de Excavaciones, hace constar lo siguiente: “Todos los sueldos pagados a los obreros desde el 11 de Mayo de 1910 hasta el 14 de Febrero de 1911= 1.073 (pesetas)”.

            Tras la confección de un detallado dibujo planimétrico de la zona, en donde quedan señalados el emplazamiento de las tumbas del, “Camino de Mairena”, “La Villa Romana del Bencarrón” (Bonsor situará a “Lucurgentum” en la zona), La Necrópolis de Inhumación Romana (escrito “Romano”) del Alto del Puerto del Bencarrón”, localizando y señalando el grupo de tumbas y “La Mesa”. Terminan las anotaciones de la campaña con el siguiente texto: “Necrópolis Romana de Inhumación perteneciente a la época general de Incineración. Según las monedas romanas “quemadas”, que se encontraron en la tierra de relleno de las sepulturas. Puerto del Bencarrón. Tumbas de la derecha del Puerto”. (24)

            Bonsor no volverá a excavar en Gandul, uno de “sus territorios” favoritos y el que mas beneficios de todo tipo le proporcionó. Esta fue su última gran empresa pagada de su bolsillo (excepto una pequeña acción arqueológica en 1916 casi testimonial). La Ley de 07 de Julio de 1911 sobre Excavaciones Arqueológicas, que vino a clarificar y aunar de algún modo toda la legislación que existía sobre la materia desde 1844, terminó con aquella “viña sin vallado”, que permitió el expolio en “nombre de la ciencia” de una parte muy importante de nuestro patrimonio cultural.

 

… Y A MODO DE CONCLUSIÓN

A Bonsor, se le han asignado los adjetivos de arqueólogo científico y referente de la “disciplina” de principios del siglo XIX y principios del XX, de la Península Ibérica y al mismo tiempo, el de expoliador salvaje. Pierre Paris, le llamó el “Schliemann del Valle del Guadalquivir”. Pero para otros no es mas que un amateur, un esnobs con posibles, de cuyo hobby, la recuperación de objetos antiguos, obtiene unos beneficios económicos y sociales. Ha sido definido como el artista que evoluciona a científico y también como un chamarilero que engaña a incautos.

            Desde ya, he de manifestar que no estoy de acuerdo con las definiciones dadas o apreciaciones emitidas, pero al mismo tiempo, “yo estoy por negar la mayor”, aunque son absolutamente indudables sus aportaciones a la Arqueología Española. Si la Arqueología se define como, una Ciencia Social cuyo objeto de conocimiento es el hombre a través del estudio de los restos que este mismo hombre “amortizó” a lo largo de su existencia, hemos de convenir, que Bonsor, no se dedicó a este menester. Entonces, ¿Qué fue en realidad nuestro personaje? Alguien hace algún tiempo-con perdón un servidor- lo definió como un COLECCIONISTA AUTOSUFICIENTE, aquejado de un “Síndrome de Diógenes” intelectual y contrariamente- y al mismo tiempo- padecer la enfermedad del orden, del método, del apunte y del cuaderno de notas. Sin solución de continuidad, era capaz al mismo tiempo, de interesarse por una excavación arqueológica y por la compra de pintura española de los siglos XVI y XVII. De acaparar elementos textiles antiguos y a la adquisición de alfarería tradicional. De acumular de forma casi compulsiva elementos de artesanía, a formar una colección de muestras del papel de la época del Siglo de Oro. De todo ello deja nota escrita. Todo se anota. Todo se archiva. Pero casi nada se publica.

            Bonsor compra barato y vende caro. Es de los que piensa, que el primer “duro” lo ha de ganar él y el último que lo gane otro, pese a que es una persona con un poder adquisitivo casi insultante para su época. Muy pocas personas se podían permitir el lujo de comprar un castillo (2.000 pesetas) y restaurarlo durante casi toda su vida, tener cochero, dos coches, mantener un cuerpo de criados, viajar al extranjero mas de lo normal y al que no se le conoció profesión productiva de ningún tipo. Vivía de rentas y muy bien, siendo su nivel de vida, equiparable al de cualquier gran propietario de tierras o profesional liberal (notario, médico, farmacéutico) de la época.

            La arqueología es una mas de sus ocupaciones-“afición” dirá en algún momento- muy productiva por cierto. Bonsor gasto en todas las campañas arqueológicas a las que hizo frente durante el período 1894-1916, 4.934,23 pesetas. En el mismo período compro objetos arqueológicos-556 piezas- la mayoría de procedencia “alcoreña” por valor de 7.995.65 pesetas. En algunos casos, obtiene los permisos de excavación de los propietarios usando sus influencias -que hay que decir que son muchas e importantes-, manda a una persona de confianza-Rafael Pérez Barrera- a que lleve a cabo los trabajos de campo y él se limita a comprar los objetos recolectados. En cuanto a la proporción de lo invertido en la extracción y compra de objetos arqueológicos y lo obtenido por la venta de los mismos, es absolutamente escandalosa.

 

Jorge Bonsor posa con una parte de su colección de antigüedades. La fotografía posiblemente esté tomada en la Necrópolis de Carmona
F.7982 Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía

             Gandul es el lugar de los mejores descubrimientos de Bonsor. Las tumbas megalíticas, los túmulos de incineración e inhumación y las necrópolis romanas reunidos en un mismo lugar es algo absolutamente único por la diversidad de objetos que puede proporcionar. Es por ello, por lo que también es el lugar en el que mas invierte en su explotación. El 42.82% de todos los gastos de excavaciones invertidos por Bonsor en la explotación directa de los yacimientos en los que actuó, los absorbió Gandul. “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.

            Hoy, Gandul sigue siendo, pese a los expolios pasados presentes y esperemos que no futuros, el mas importante bien patrimonial con el que cuenta Alcalá, pese a que el deterioro del yacimiento, ha sido tremendamente importante. Aún así, ha aguantado, las “intervenciones científicas de Bonsor” y el uso militar de los terrenos en donde se localiza el asentamiento. No estoy tan seguro de que pueda resistir las expediciones arqueológicas de “piteros” y cofrades de la “hermandad de Tertis”. En nuestras manos- las propias y las de nuestras autoridades- está, conservar en lo posible uno de los yacimientos arqueológicos mas importante, pero también uno de los mas delicados del sur de Europa.

 

Dos fotos de la Campaña de la Cueva de los Vaqueros
Extraídas de la F1269 Legado Bonsor. Archivo general de Andalucía

 

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(1),- Si se entra en la página Web de la Hispanic Society of America y se busca su sección de Arqueología, podremos constatar, que el encabezamiento de antedicha página una representación del “Guerrero del Bencarrón”.

(2),- Sobre estas piezas, consultar el gran trabajo de la Doctora Maria Eugenia Aubet, publicado en la revista Pyrenae 1981-1982 titulado “Marfiles Fenicios del Bajo Guadalquivir III Bencarrón, Santa Lucia y Setefilla.

(3),- “Exploración Arqueológica de los Alcores: Campaña del Bencarrón y Gandul 1902”. Legado Bonsor depositado en el Archivo General de Andalucía (original en francés). Pág. 3 y 4 correspondientes al jueves 03 de abril de 102.

(4),- Legajo 1 Pieza 4 (L1.p4) Legado Bonsor Archivo General de Andalucía.

(5),- Se trata de una recensión que posiblemente lleva a Cabo Bonsor durante el fin de semana (el tipo de caligrafía así lo denota). Se trata de la descripción de distintas rutas, (Almería- Málaga, Cádiz-Sevilla y Sevilla- Córdoba) llevada a cabo por el personaje, un viajero árabe.

(6),- Durante la cena de este día. Se produce un fuerte enfrentamiento entre Rafael Pérez Barrera y José Sola por la actitud orgullosa de que hace gala el primero de ellos incluso a la hora de comer. Rafael y José pertenecen a clases sociales distintas (“clanes”), que según Bonsor se detectan. Rafael es un “artesano” (albañil) y José un peón agrícola.

(7),- Legajo 1, Pieza 4 (L1.p4) Exploración Arqueológica de los Alcores; Campaña del Bencarrón y Gandul 1902. Apunte correspondiente al sábado día 19 de Abril de 1902. Pág. 52/53/54.

(8),-Maier Jorge: “Jorge Bonsor (1855-1930) Un Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y la Arqueología Española editado por La Real Academia de la Historia (Madrid 1999). Pág. 191. La Tesis Doctoral de este mismo autor, relata el hecho de igual manera.

(9),- Apunte extraído de unas notas de Juan Fernández López, -Pág. 109- llevadas a cabo el día 12 de Junio de 1902. De gran interés, las anotaciones al margen de Jorge Bonsor cuando leyó este documento, hecho que se produjo posiblemente una vez fallecido el farmacéutico carmonense.

(10) Legajo 1 Pieza 4 (L1.p4) Exploración Arqueológica de los Alcores; Campaña del Bencarrón y Gandul 1902. Apunte correspondiente al lunes 02 de junio de 1902. Pág. 128/129/130.

(11),- Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor, Legajo 4 Pieza 3 (L4.P3) Archivo General de Andalucía.

(12),-En el apunte del primer día de excavaciones (10 de Junio de 1908, miércoles) anota “Pago a los obreros Rafael y Enrique Carrión”. L4.p3 Legado Bonsor Archivo General de Andalucía.

(13),- Diario de Compras y Ventas Gasto de Excavaciones 1894-1929. Legado Bonsor. Legajo 18, Pieza 10 (L18. p10) Archivo General de Andalucía.

(14),- Junto a la anotación de los gastos totales de la campaña, aparece una anotación que dice: “Campaña arqueológica llevada a cabo en el lugar. Se excavaron diez túmulos pequeños de incineración. ¡No encontrado nada! “rien trouvé”. (Legado Bonsor-L18.p10- Archivo General de Andalucía.

(15),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor. Archivo General del Andalucía.

(16),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor Archivo General de Andalucía. Apunte correspondiente al sábado día 03 de Septiembre de 1910.

(17),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía. Apunte correspondiente al sábado día 03 de Septiembre de 1910.

(18),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía.

(19),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía.

(20),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Campaña Arqueológica de los Alcores 1908. Legado Bonsor Archivo General de Andalucía.

(21) Legajo 18 Pieza 10 (L18.p10) Apunte correspondiente al día 20 de Marzo de 1911. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía.

(22),- Los registros de los gastos ocasionados en esta campaña se recogen por lo menos en tres documentos. En el titulado Campaña Arqueológica de los Alcores 1908 (L4.p3). Diario de Compras y Ventas, Gastos de Excavaciones 1894-1929 (L18.p10) y en la Libreta de Gastos Diarios (L5.p5). Todos ellos pertenecen al Legado Bonsor, depositado en el Archivo General de Andalucía.

(23),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) Apunte correspondiente al Lunes día 06 de Febrero de 1911. Campaña Arqueológica de los Alcores. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía.

(24),- Legajo 4 Pieza 3 (L4.p3) apunte correspondiente al Martes 14 de Febrero de 1911. Campaña Arqueológica de los Alcores. Legado Bonsor. Archivo General de Andalucía.

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JORGE BONSOR POR ENRIQUE GONZÁLEZ ARIAS EN «CARMINA»:

«JORGE BONSOR: EL COLECCIONISTA DE PINTURAS. Del «Morales» a los «Valdés Leal» del Convento de Santa Clara de Carmona»[fragmentos]:

             Fragmento 1: Introito y unos breves datos biográficos

            Fragmento 2: El coleccionista. El «Morales»