PADRE NUESTRO [GLOSADO]. Francisco de Quevedo (1580-1645)

 
Capilla Sixtina La creación de Adán (Miguel-Ángel)

La creación de Adán

(Capilla Sixtina)

Miguel Ángel

1475-1564

 

Padre nuestro

   Padre nuestro te llamo, no de todos;
pues aunque eres de todos Padre eterno,
y cuida tu gobierno
de buenos y de malos,
ya dispenses castigos, ya regalos,
sólo los que tu santa ley creemos,
llamarnos hijos tuyos merecemos;
y si por el pecado
perdemos el ser hijos, Tú, sagrado
padre por tu bondad, que es infinita,
a quien nuestra miseria no limita,
ni pierdes el ser padre del gusano,
que llama padre al Hijo soberano;
atrévome a llamarte
Padre, porque tú me lo ordenas
con entrañas de amor y piedad llenas.
Óyeme en tus palabras, pues te pido
de tu boca enseñado y instruido.

 

Que estás en los cielos

   Tú, que estás en los cielos, que criaste,
y me criaste a mí para poblarlos,
si yo sé conquistarlos;
Tú, que los despoblaste
de la familia angélica, que, osada,
por la soberbia mereció tu espada;
a mí, que vivo en tierra y que soy tierra,
sombra, ceniza, enfermedad y guerra,
mírame con los ojos que miraron
a Pablo, a quien del suelo
arrebataron al tercero cielo,
y en Vaso le mudaron
de Elección, siendo vaso de veneno.
Aquel mesmo relámpago, aquel trueno
me derribe, me ciegue y me dé vista,
cuando más obstinado me resista.

 

Santificado sea el tu nombre

   Para que, renovado el primer hombre
en mí, santificado sea tu nombre
de padre de las luces,
que al más perdido hijo le reduces;
el nombre de mi padre,
que santifico en tanto
que te sé obedecer, tres veces Santo,
que reinas uno y trino.
Porque en las alas de tu amor divino

 

Venga a nos el tu reino

   venga tu reino a los que no podemos
entrar en él, si Tú no nos le envías
y a la entrada nos guías.
Grandes son los tesoros
de tu magnificencia soberana,
pues que permite a la flaqueza humana,
esclava del pecado,
por más engrandecella,
que pida que tu reino venga a ella.
Pudo el Ladrón decir que te acordaras
dél en tu reino, cuando en él te vieras,
pues con voces, piadosas como claras,
en las ansias postreras,
vio que de tus contrarios
te acordabas, pidiéndole a tu Padre
el perdón de sus yerros temerarios;
que quien contigo en cruz, como Tú, muere
cuando mueres por él crucificado,
por tu gracia y tu lado,
tal premio alcanza y tal corona adquiere.

 

Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo

   Hágase, pues, Señor, hágase en todo,
tu voluntad; y en mí, ceniza y lodo,
se haga de la suerte que en el cielo
se cumple y obedece, y en el suelo,
que afirmado en el viento,
yace firme en el mismo movimiento.
La tierra vivo, tierra al cielo miro;
por merecer su habitación suspiro;
de ellos aprenderé, la noche y día,
a hacer tu voluntad, y no la mía.

 

El pan nuestro de cada día dánosle hoy

   Mas, porque el ser humano
en el bocado del primer manzano
comió desmayo y hambre, que se hereda,
y la muerte que en vínculo nos queda,
cuyos efectos en mis obras muestro,
dadnos hoy el pan nuestro
de cada día, pues sin él sería
muerte y noche del alma cada día.
No vive sólo en pan el hombre humano;
mas en tu pan de vida
sólo puede vivir, pues es comida
en él, siendo verdad, vida y camino,
quien da su carne en pan, su sangre en vino.

 

Perdónanos nuestras deudas

   Y porque no podemos,
siendo viles gusanos,
pagar los beneficios de tus manos,
como ellas, infinitos,
te pedimos con lágrimas y gritos,
acreedor eterno,
que tu corazón tierno
nuestras deudas perdone en sus procesos;
si no, por deudas moriremos presos.

 

Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores

   Y por no parecer en la fiereza
(ingrata a tu piedad y tu grandeza)
A[l] deudor que pidió le perdonases
las grandes cantidades que debía,
y se las perdonó tu mano pía,
y encontrando, al salir, en el camino
un mísero doliente,
que le debía un dinero solamente,
porque no le pagaba,
sin querer esperarle le ahogaba,
por lo cual tu justicia,
juntando a su fiereza su avaricia,
le condenó a prisiones y rigores
y le arrojó a tinieblas exteriores,
nosotros, que pedimos
que nos perdones lo que a ti debemos,
porque en su culpa escarmentar queremos,
a los deudores nuestros perdonamos,
y, perdonando, [d]el perdón gozamos.

 

No nos dejes caer en la tentación

   Y porque es precipicios esta vida
y está en despeñaderos repartida,
y nuestro pie resbala
en la comodidad que le regala,
y nuestras penas y castigos veo
en concedernos Tú nuestro deseo,
no nos dejes, Señor, no nos consientas,
caer en tentaciones tan violentas.

 

Mas líbranos de mal. Amén

   Y líbranos del mal; no digo sólo
de aquellas cosas que por mal tenemos
los que pobreza y muerte aborrecemos,
desprecios y prisiones, que Tú, a veces,
por bienes nos ofreces,
sino de las riquezas,
de la prosperidad y las grandezas,
de los puestos y cargos,
que apetecen por bienes los mortales,
siendo castigos, siendo nuestros males
dulces al apetito, al seso amargos.
Líbranos, pues, de mal, Dios soberano :
que librarnos de mal tu santa mano
en tan ciegos abismos,
será librarnos de nosotros mismos.

 

[FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645).

Obras completas I (poesía original).

Edición, introducción, bibliografía y notas de José Manuel Blecua.

Editorial Planeta S.A. Barcelona 1963.

 Págs. 185 a 188]

 

One comment.

  1. ¡Qué inmenso patrimonio que la obra de D. Francisco de Quevedo allegara a nuestra lengua española!

    LGV

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