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CESÁREO ESTÉBANEZ. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún

 
 
 

El actor Cesáreo Estébanez y el guitarrista Niño Elías en el último ensayo de LA CEGUERA 
(Foto: José Miguel Hermosín Martínez. Hacienda de los Ángeles, 2006)

 
 
 

Cesáreo Estébanez en su casa de Alcalá de Guadaira
(Foto: Olga Duarte Piña 2004)

 
 
 

   Respiramos un aire nutrido por los aromas que emanan las maderas y las tapias encaladas de este recinto, convento íntimo y laico orillado al borde mismo de una curva, al pie mismo de un escarpe, al que se agazapan higueras silvestres, cuyo perfume milenario y sagrado también nutre el ser de este aire que respiramos. Mientras la voz de Cesáreo va, también, con su aire, nutriendo esta atmósfera atravesada de luces muy antiguas y muy sabias.
Hemos venido a que nos hable de teatro, de él y el teatro. Le hemos dicho que con sus palabras queremos pergeñar una muy humilde didáctica sobre el arte dramático, principalmente para los lectores de estos textos y, también, para nosotros mismos.

   Aunque nació en Palazuelo, provincia de Valladolid, circunstancia de la que no tiene la culpa, según él mismo dice, sus primeros pasos, su primera novia, su primera juventud fueron en Palencia. Sus primeros recuerdos entrañables son de un río, afluente del Pisuerga y de la calle Mayor de Palencia.

   Cuenta que en su familia no hay ninguna relación con el teatro, sin embargo ello no ha impedido que a él le haya gustado el teatro desde que era un niño. -Desde que en un grupo, de estos de mayores, hice el niño de una obra de Miller, a los 9 años. Me cogieron, no sé porqué-. Luego hizo teatro durante el bachillerato y en la universidad de Salamanca y, finalmente, se fue a Madrid un año, a probarlo -porque no quiero que me den los sesenta, que ya tengo, y me haya quedado el gusanillo-, y ya no volvió. Cesáreo marchó a Madrid para convertirse en actor dramático después de haber casi concluido la licenciatura de Medicina, carrera de la que sólo le faltan por aprobar algunas asignaturas -Tengo la orla pero no terminé-. Se fue a la capital con el consentimiento de su padre, que siempre lo apoyó en aquella decisión suya, no así su madre que nunca aceptó que su primogénito, que iba para premio extraordinario, rompiera con siete generaciones de médicos en la familia. -Mi padre fue a Madrid a verme encantado, varias veces, como si yo fuera Lawrence Olivier. Yo les digo a mis sobrinos lo que me dijo él: Si eliges un trabajo, vas a tener que estar un tercio de tu vida en él: ¡que te guste, por favor!-

   En la Universidad de Salamanca, cada quince días, durante los primeros años de la década de los sesenta, Cesáreo Estébanez, leía y recitaba textos y poemas de los autores en aquella época comprometidos políticamente y otros, ya muertos, cuya palabra literaria era considerada contraria al régimen dictatorial instaurado por Franco en aquella España: León Felipe, Blas de Otero, Pablo Neruda, Gabriel Celaya, Miguel Hernández, César Vallejo… Pues Cesáreo precisamente perseguía como fin difundir la literatura comprometida en aquellos actos sucesivos llamados “Una hora con…” ante un nutrido público de estudiantes y profesores universitarios. Entonces conoció a don Fernando Lázaro Carreter que era rector de la Universidad de Salamanca y con quien tenía que mantener frecuentes contactos, por razón de la organización del programa:

   -Lázaro iba a todos los recitales míos. Después de hacer “Una hora con León Felipe” un señor del público me regaló la colección entera de León Felipe, para mí un regalo maravilloso. Lo tuve yo en mi habitación del colegio mayor un tiempo, y un día vino la policía, me la quitó, y hasta hoy, sin decirme nada eh!, cogieron la colección y se la llevaron-.

   -Con Manuel Dicenta, que fue actor y profesor, primero, fui alumno de la Escuela de Arte de Madrid, y luego, compañero, porque trabajé con él en el María Guerrero, en el Reina Victoria… En el teatro español del siglo XX para atrás se ha perdido. De los carros de los pueblos se pasó a los corrales de comedia, y de éstos se pasó a los teatros del XIX, a la italiana. En los años que siguieron a la Guerra Civil la tradición se perdió. Llegamos los modernos y nos cargamos la tradición anterior, de lo cual ahora estamos muy arrepentidos todos porque no supimos valorar lo nuestro. Cuando los de los Teatros Universitarios ingresaron en el teatro, digamos comercial, profesional, la época de Adolfo Marsillach, para entendernos, de Juanjo Menéndez, Fernando Delgado, Jesús Puente…, formaban una promoción que toda vino de la universidad, ocuparon el teatro. Y, entonces, como yo digo, sabían leer y escribir, y sabían literatura, cosa que no solían saber los actores… Y ocuparon sus puestos. Los de la generación siguiente, que fue la nuestra, les creímos más a ellos que a los otros y renunciamos a los otros. De hecho rompimos el sistema de tradición. Es así y algunos lo escribirán. A nosotros nos gustaba el teatro que se hacía en el Berliner alemán, en Paris o en Nueva York y considerábamos no ya viejo, sino estúpido el que teníamos, también vivía Franco, y todo lo que era luchar contra los establecido era luchar contra Franco, lo cual era favorecedor. Entonces, yo no valoré a Manolo Dicenta, aunque era de izquierdas, yo no le valoré porque representaba a esa época, sin embargo, yo le imitaba recitando hasta tal punto que él mismo no sabía si algunas grabaciones eran suyas o eran mías. No supimos ver lo que tenían de bueno. Eran los cómicos que venían de los cómicos de la lengua, eran ruines como personas, eran muy peseteros, tenían miedo a vivir. Nosotros no teníamos hijos que alimentar. En mi generación nos giraba papá si teníamos problemas económicos: ¡teníamos más pasta, joder! Si algo no nos gustaba por estética no íbamos, eso era impensable para aquellos actores. Debimos de haber guardado una espita para que salieran los de la época anterior porque no pudimos aprender todo lo que debíamos, ellos no pudieron enseñarnos todo lo que sabían; y lo digo yo que soy quizás de los que han mamado de ahí. Todo ese teatro hoy es irrecuperable.

   -El teatro es lo que más me gusta a mí en el mundo, sin discusión… O me gustaba. A medida que pasa el tiempo vas viendo que lo que más te gustaba en el mundo ya no te gusta tanto, a lo mejor ahora, en un momento determinado lo que más te gusta en el mundo es dar un paseo, o leer, o hacer otra cosa. El año pasado me llamaron para hacer “Luces de Bohemia”, lo del don Latino, y me fuí nueve meses de gira, o sea… aún me tira. Pero este año me han hablado de ir a Madrid a hacer otra cosa, y he dicho que no-.

   -Cuando me preguntan qué hay que hacer para ser actor, yo digo currar. La improvisación es contraria al teatro. El teatro es exactamente ensayo-.

   -Cuando interpretas piensas en lo que te da la gana: no hay ningún ensimismamiento. Te metes en situación relativamente: yo sé que no soy don Latino, yo sé que no soy Hamlet ¡qué voy a ser Hamlet yo! Si fuera yo Hamlet…-

 
 
 

El actor Cesáreo Estébanez, al centro,
hablando con el pintor Xopi
y el guitarrista Niño Elías,
un poco antes de que empezara «La ceguera»
(Foto: Enrique Sánchez Díaz. Hacienda de los Ángeles, 2006)

 
 
 

De derecha a izquierda, Antonio de la Torre,
Lauro Gandul, Cesáreo Estébanez y Niño Elías
(Foto: Enrique Sánchez Díaz. Hacienda de los Ángeles, 2006)

 
 
 


Cesáreo Estébanez con acompañamiento de la guitarra de Antonio Contreras
declamó poemas de Vicente Núñez
y de Antonio Medina de Haro

 
 
 

«POEMA A LOS REYES MAGOS»: EN LA HACIENDA DE LOS ÁNGELES DE ALCALÁ DE GUADAÍRA EL DÍA 28 DE DICIEMBRE DE 2018 A LAS 21 HORAS, LA REVISTA «CARMINA» Y LA LIBRERÍA ‘TÉRMINO’ LE INVITAN A UN ACTO LITERARIO Y MUSICAL

 
 
 
CARTEL POEMA A LOS REYES 2018 JPG
 
 
 

POESÍA Y MÚSICA EN LA HACIENDA DE LOS ÁNGELES

 

Por María del Águila Barrios

 

El 28 de diciembre a las nueve de la noche se va a celebrar un acto poético y musical en la hacienda de los Ángeles de Alcalá de Guadaíra. Lo organizan la revista literaria «CARMINA» y la librería Término. Se recitará el Poema a los Reyes Magos por su autor Lauro Gandul Verdún acompañado por el músico Alfredo Olías Aragón, que ha compuesto para percusión un poema musical a los Reyes Magos. En estos últimos meses han ido tejiendo un diálogo entre el verso recitado y los sonidos de los varios instrumentos que se tocarán. El acto será presentado por Olga Duarte Piña y Javier Jiménez Rodríguez.

   La hacienda de los Ángeles acogió las presentaciones de los actos de la revista «CARMINA» desde 2005 a 2007. A partir de entonces, la hacienda quedó como un espacio para el recuerdo en el imaginario de «CARMINA» hasta que, este verano, el reencuentro con Ángel Monge animó un nuevo acto.

   El Poema a los Reyes Magos fue declamado en la cena de Reyes la noche del 5 de enero de 2016 y siempre insistí al autor que debía conocerse esa epopeya. Le sugerí la librería Término y durante este tiempo, en los encuentros que tuve allí con Antonio García y Mariano Cruz planeábamos una presentación del poema.

   Fue este verano, después de un viaje de Antonio por Alemania cuando a su vuelta me comentó que iban a sacar una colección de libros con sello propio. Entonces, recordé el proyecto Poema a los Reyes Magos, así que haciendo de Alcalá un laboratorio de creación, como llama la artista plástica Cláudia Matoos a sus investigaciones sobre Arte y Territorio, los libreros contactaron con Gráficas del Águila donde se imprimirá el primer libro de la colección. Cláudia, a quien conocí en Lisboa, colabora en este proyecto con la ilustración de la portada y el diseño gráfico del cartel del acto.

   Bueno, esta vez he aprovechado para hablar de mis amigos que amablemente, cada quincena llevan mis reflexiones y trabajos a las páginas de este periódico. Más adelante seguiré con mis colaboraciones de esta nueva etapa, ya alejada de la crítica política. Abierta estoy a informaciones o comunicaciones sobre pequeñas acciones que hacen grande la cultura de este laboratorio creativo llamado Alcalá.

   Abusando de la confianza de todos los que aquí nombro, tomo la palabra para invitar a los lectores de esta bienintencionada colaboradora, al acto que se celebrará, como ya he dicho, el 28 de diciembre en la nave mayor de la hacienda de Los Ángeles.

 

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CARMINA Nº 1. Una revista de poesía. Presentación en «Los Ángeles Viejos» de Alcalá de Guadaíra el 4 de noviembre de 2005

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DEL ACTO DE PRESENTACIÓN DE «CARMINA» TEXTOS PARA UNA LECTURA Nº 1 EN LOS ÁNGELES VIEJOS. Enrique Sánchez Díaz (Alcalá de Guadaíra, 2005)

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DEL ACTO TITULADO «LA CEGUERA» OFRECIDO POR «CARMINA» TEXTOS PARA UNA LECTURA EN LOS ÁNGELES VIEJOS. Fotos de Enrique Sánchez Díaz (Alcalá de Guadaíra, 1 de diciembre de 2006)

DECENARIO DE «CARMINA» (II). DONDE CANTAR ANDALUCÍA EN LUSITANO. Acto de presentación de la revista «CARMINA» TEXTOS PARA UNA LECTURA Nº 3 (Hacienda de los Ángeles Viejos de Alcalá de Guadaíra (23 de noviembre de 2007)

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DEL ACTO DE PRESENTACIÓN DE «CARMINA LUSITANA» TEXTOS PARA UNA LECTURA Nº 3, EN LOS ÁNGELES VIEJOS. Miguel Ángel Oliveros (Alcalá de Guadaíra, 23 de noviembre de 2007)

ÁNGEL MONGE PÉREZ Y LA HACIENDA DE LOS ÁNGELES VIEJOS. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2006

HOMENAJE A GLORIA FUERTES (1917-1998) EN LA LIBRERÍA «TÉRMINO». Fue en Alcalá de Guadaíra, un jueves 29 de junio de 2017 por Olga Duarte, José Antonio Francés, Reyes Bernal y Lauro Gandul

EN LA ARMADURA DEL ALA DE UN PÁJARO. POEMA DE «VIAJE» EN LA LIBRERÍA «TÉRMINO». Lauro Gandul Verdún

EN LA LIBRERÍA ‘TÉRMINO’ LA REVISTA «CARMINA» CON «CRÓNICA DE PARÍS»: LECTURA DE POEMAS CON SAXO. Por Lauro Gandul Verdún y César Herrera Serrada (Alcalá, 18 de mayo de 2017)

«CRÓNICA DE PARÍS/CHRONIQUE DE PARIS» EN LA LIBRERÍA «TÉRMINO»: LECTURA DE POEMAS CON SAXO. Por Lauro Gandul Verdún y César Herrera Serrada (Alcalá, 18 de mayo de 2017)

LECTURA DE POEMAS EN HOMENAJE A POEMAR, RAFAEL LUNA Y RAFAEL BALTANÁS. Molino del Algarrobo, domingo 1 de noviembre de 2015 a las 7 de la tarde

«POESÍA SACRA» EN LA IGLESIA DEL MÁRTIR SAN SEBASTIÁN DE ALCALÁ DE GUADAÍRA (*). 75 º ANIVERSARIO DE LA HERMANDAD DE LA AMARGURA

«DIÁLOGOS: CUERDA Y VERSO». Sobre poemas de Lauro Gandul Verdún y músicas de Niño Elías (Llerena, 31 de mayo de 2014)
 
 
 

ÁNGEL MONGE PÉREZ Y LA HACIENDA DE LOS ÁNGELES VIEJOS. De la serie «Historias de vidas» por Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2006

 
 
 

Espadaña y torre

Espadaña y torre de la Hacienda de los Ángeles
(Foto: Olga Duarte Piña 2006)

 
 
 

Leyendo al Padre Flores parece que el origen de esta Hacienda de Los Ángeles Viejos está en un suceso extraordinario que aconteció a Fernando III el Santo: «a distancia de una milla» de Alcalá «fue arrebatado en éxtasis, apareciéndosele la Virgen María Madre de Dios, acompañada de coros Angélicos y de Santos, animándolo y prometiéndole su favor y auxilio». Por este hecho el Santo Rey en 1249 funda en el lugar «un convento de San Francisco con advocación de los Ángeles».

   Sin dejar las Memorias Históricas de don Leandro nos encontramos con que  cuenta que los franciscanos «claustrados» allá por 1534 estaban próximos a su expulsión, y habían de entregar a los «observantes», de la misma orden, los conventos que aún conservaban, todo ello por mandato de Carlos V, «mas para que tuviesen algunos domicilios hasta que se fuesen acabando con el tiempo, les concedió para su morada entre otros este convento de Los Ángeles de Alcalá en el que se quedaron». Tal vez aquellos franciscanos viejos y seráficos, precaristas en sus moradas, sabedores de que no los desahuciaban porque no era mucho el tiempo que les restaba, parecieran a quien puso el nombre del sitio unos ángeles viejos.

   El edificio pasó de convento a hacienda de aceite, de los franciscanos a los jesuitas, y a la Casa de Alba tras la desamortización de Mendizábal. A principios de los noventa la Hacienda de Los Ángeles Viejos llevaba décadas abandonada y en ruinas, pero siete siglos y medio de historia no habían conseguido acabar con ella definitivamente. Quizá los restos inmateriales de tanta vida ocurrida entre sus nobles muros la mantuvieron lo suficientemente en pie como para que alguien que entró en su patio de labor, por primera vez, un cuatro de noviembre de 1992 todavía pudiera salvarla de su destrucción absoluta, de su desaparición, del olvido.

   Ángel Monge Pérez nace en el municipio aragonés de Jaraba, a orillas del río Mesa, a pocos kilómetros de Zaragoza, adonde se traslada con siete años. Con veintitrés se viene a Sevilla. En 1992 vive en Nervión, que muchos consideran un buen barrio residencial «pero que a mí me ahoga porque han instalado El Corte Inglés y cambia el barrio que tenía una belleza peculiar. Me ahogan los sesenta mil socios del Sevilla todos los fines de semana; me ahoga la EXPO´92 y veo una transformación de la ciudad que no me gusta. La ciudad para mí empieza a ser muy incómoda. Se va configurando como un lugar que no me aporta sino que me resta, fundamentalmente, vivencia interior. En este año yo decido huir de la ciudad. Y busco, busco desesperadamente, un espacio en el campo».

   «Alguien me ha dicho que esta hacienda está en venta. Después de perderme durante horas por los caminos llego aquí un día frío. Un sábado. Nada más entrar en ese patio de labor, yo, inmediatamente, me enamoro del lugar sin necesidad de ver nada más. Ese patio me atrae con un magnetismo brutal. En él me planto y contemplo a mi alrededor las construcciones, su disposición, sus elementos, sus líneas… Siento muchas cosas: el paso de los siglos, el peso de la historia; siento de una manera inmediata lo que este lugar había significado durante mucho tiempo. Percibo almas de gentes, emociones, esfuerzo, sufrimiento, trabajo… Capto de una manera absoluta lo que este espacio ha representado y esa noche ya no duermo, no descanso, tampoco la siguiente; sólo espero a que llegue el lunes para confirmar que el precio que me dicen es el real. Como en ningún momento disimulo mi especial interés por la hacienda ante el vendedor, el precio sube un poco el día del trato. Pero la compro. Ese mismo lunes pongo en venta mi casa, pido ayuda económica a la familia y voy disponiéndolo todo para abandonar la ciudad como lugar de residencia. Me vengo aquí un cuatro de febrero de 1993, justo tres meses después de haber llegado por primera vez, un día muy frío también».

   Aunque a la vista estaba que la instalación eléctrica no funcionaba, que había goteras por todos lados, que todo estaba muy arruinado, que en verdad la hacienda estaba semihundida, que se encontraba en un estado lamentable; a Ángel Monge no le preocupa lo más mínimo. Es la relación con el espacio lo que le importa, pero había que recuperarlo y mantenerlo. En ningún momento se plantea alguna finalidad de naturaleza lucrativa: simplemente quiere conquistar el lugar para poder estar en él. Consiste en un deseo superior, propio de un artista. No en balde, él dice que ésta es su obra, que al no saber pintar, ni apenas ser un buen literato o un compositor de música, su capacidad y su deseo de crear se han concretado en Los Ángeles. Una  pregunta que se hace y a la que no halló, ni halla, respuesta es la siguiente: «¿Cómo es posible que estos sitios con esta belleza y esta armonía tan extraordinarias estén tan abandonados?». La Andalucía rural le había atraído desde la infancia. Cuando viene del norte, viene seducido, sobre todo por esa connotación agraria específica que tiene Andalucía y su repercusión en el conjunto de la cultura propiamente andaluza. A Ángel Monge no le encaja que los andaluces, los sevillanos, no tengan querencia por todo este patrimonio histórico rural, cuyos hitos se encuentran -tarea cada vez más difícil- rodeados además de parajes naturales de una belleza inseparable no sólo de lo puramente biológico o geológico, sino también de unas manos andaluzas que lo han creado generación tras generación.

   «Lo primero que me compro es una  hormigonera y un andamio, son las primeras adquisiciones. Yo solo empiezo a derribar las cosas que están en muy mal estado y a retirar los escombros los fines de semana, y así pasan dos o tres años. En un momento determinado aparece por aquí una persona, una psicóloga suiza, de setenta años de edad, muy culta, que se queda atrapada también por el patio de labor. Desea alquilar un pequeño espacio para quedarse a vivir. Ella vivió aquí seis años, hasta que ya no podía subir las escaleras. Así puede tener un jardinero un día o dos a la semana que, además, me ayuda en los trabajos de restauración. Al poco tiempo aparece otra persona que también quiere venirse a vivir aquí y me alquila otro pequeño espacio. Con ese dinero ya consigo tener a un ayudante fijo que además conoce algo de construcción y empezamos a trabajar. Luego me entero que las haciendas están empezando a ser demandadas para celebraciones y encuentros, y consigo que se empiecen a celebrar en la finca. Ello me permite tener a otra persona fija más y luego vienen los marroquíes. A partir de ese momento llegamos a una recuperación potente de la hacienda, pues eran conocedores de sus propias técnicas tradicionales de construcción, que se mantienen aún en Marruecos y aquí ya no, aunque sí son probablemente muy parecidas a las que aplicaban los albañiles que levantaron este edificio. Recuperamos forjados, cubiertas. Quitamos. Pusimos. Durante más de diez años continúa aquel proceso. Ellos son fundamentales y su contribución esencial. Una buena relación de convivencia y un interés recíproco entre dos culturas posibilita que diariamente salvemos este espacio».

   «Hay una ignorancia de la importancia histórica de estas haciendas y del territorio rural que las rodea. Además hay una dejadez absoluta, una insensibilidad de nuestros gobernantes en general por conocer o querer implicarse en la historia de los pueblos. Yo creo que el gran patrimonio de Alcalá está en el territorio del término municipal de 27.000 hectáreas rústicas y apenas 500 urbanas. Dependiendo de lo que se haga con esas 27.000 hectáreas, de ahí nacerá, una Alcalá diferente, o seguirá esa evolución de reproducción o copia de patrones urbanos, que no responden a modelos concebidos para los seres humanos, que hoy son un fracaso y que ya prácticamente en Europa nadie continúa aplicando».

 
 
 

LA IMPORTANCIA DE LLAMARLO «FASCISMO». Por Pablo Romero Gabella

 
 
 

Franco y Yagüe
Sevilla
1936
(Fuente: FOTOS Y VÍDEOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA)

 
 
 

Las  históricas elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018 han traído el fin de más de tres décadas de hegemonía socialista en la región, pero también la vuelta (otra vez) del miedo «al fascismo» que viene en forma del partido Vox. Como no podía ser de otra manera, junto al «fascismo» ha reverdecido el «antifascismo». Desde la misma noche electoral, con las papeletas aún sin ir al reciclaje, varios y varias políticos y políticas han manifestado la necesidad de «plantar cara» al «nuevo fascismo», bien en su forma institucional (Susana Díaz, con la cara desencajada) o bien en la calle (Pablo Iglesias y compañía). Y es que el término fascismo fascina, nos fascina a todos y a todas. Es uno de los términos políticos más utilizados y a la vez menos conocidos. Y en España sabemos mucho de esto.

   En general cuando se piensa en «fascismo» solemos simplificarlo y asociarlo a lo dictatorial, violento  y también a lo conservador o reaccionario. Así las cosas, todo puede llegar a ser «fascista» y por lo tanto, también todos y todas podemos ser «antifascistas». En España se ha utilizado el término con gran generosidad y se ha tachado de «fascista» al adversario político convirtiéndolo en  enemigo y por lo tanto, asimilable a ser erradicado por su maldad intrínseca.  Pero precisemos el concepto histórico y político de «fascismo».

   El término proviene del italiano «fascio» y significa «unión» o «liga» y era la forma con la que organizaciones radicales y sindicalistas se reconocían en la Italia de finales del siglo XIX y principios del XX. En 1919 esta denominación fue la tomada por el excombatiente y exsocialista Mussolini para llamar a su nuevo partido-milicia: los «Fasci Italiani di Combattimento». Había comenzado el fascismo. Como movimiento primero y luego régimen político, al alcanzar el poder, el fascismo fue un fenómeno específicamente europeo del periodo que comprende desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta el final de la Segunda (1919-1945). Sus ejemplos más significativos ya los conocemos de sobra (o no, quién sabe) y fueron la Italia mussoliniana y la Alemania nazi de Hitler. En cuando al régimen de Franco mucho se sigue discutiendo sobre si fue o no fascista, pero indudablemente no fue casualidad que gracias a nazis y fascistas lograra la victoria en la Guerra Civil y que se apoyara en el partido español más cercano al fascismo (FE de las JONS de José Antonio Primo de Rivera) para crear su partido único.

   Puestos a describir qué es el fascismo, podemos apoyarnos en las características que utilizó el historiador Stanley J. Payne en su Historia del fascismo, publicada en 1995. Algunos verán un sesgo «derechizante» o directamente «facha» en mi elección por la orientación que últimamente ha tomado este investigador, pero lo hago en virtud de un trabajo concienzudo y voluminoso de más de 700 páginas. Pues bien, en dicha obra se establece que todo movimiento o régimen fascista basa su ideología en a la adhesión a una filosofía idealista en la que se basaría un estado ultranacionalista autoritario, con una economía corporativista y dirigida, donde la violencia y la guerra fueran un rasgo fundamental y cuyo objetivo último sería la expansión territorial. Para ello se negaban los principios de la modernidad: era antidemocrático, antiliberal, anticomunista y anticonservador. Su estilo y organización estarían basados en una militarización de las masas entorno a un caudillo carismático («Führer», «Duce», etc.) y que haría exhibición de símbolos militaristas y de una exaltación de la juventud y de la «masculinidad».

   La urdimbre histórica del fascismo fueron los efectos de la Primera Guerra Mundial en cuanto se produjo una «brutalización» de las relaciones sociales y políticas y con ello un descrédito de la democracia liberal; los efectos de la Gran Depresión de los años 30 que llevó a muchos a ver en los fascismos la solución simple a todos los males y por último, el miedo a la Revolución comunista que provocó el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia. Todos esos elementos, en un tiempo y en un espacio concretos, hicieron posible el nacimiento, desarrollo y a la vez fin del podemos denominar como «ciclo fascista».

 
 
 

dolores y adolfo

Dolores Ibárruri (1895-1989) y Adolfo Suárez (1932-2014)

 
 
 

   En lo que se refiere a la actual querencia hispana por la palabra «fascismo» no piensen que voy a busca su origen en la época de la II República, aunque sea ésta la época del fascismo como ya hemos visto. No, comencemos en la Transición. El consenso de la Transición supuso un pacto basado en la no utilización del pasado fratricida en la dialéctica política de la nueva democracia. El historiador Santos Juliá, en su magnífica Transición. Historia política española (1937-2017), entiende que dicho consenso no supuso enterrar el pasado en el olvido, sino dejarlo para ser estudiado por los historiadores y alejarlo de las pasiones diarias de una nación en construcción.
Sin embargo esto duró poco. Al poco de aprobarse la Constitución de 1978 políticos e intelectuales, especialmente desde la izquierda y teniendo al periódico El País como referencia, difundieron la idea del «desencanto», de que el consenso encubría un pacto entre élites que mantuvo vivo al franquismo y por ende al fascismo. A veces con alegría se denominaba como «fascista» a todo lo que supusiera autoridad. Parafraseando a uno de aquellos intelectuales la crítica es la permanente desautorización de la autoridad, «un permanente poner a la autoridad fuera de la ley. Así nos reímos todos». Para muchos, como Haro Tecglen en 1980, el fascismo reaparecía «junto al otro terrorismo» refiriéndose a ETA, que en aquellos años alcanzaba sus cotas más sangrientas. Su objetivo era para provocar al «fascismo español» en forma de golpe Estado y que con ello se hiciera visible. Y casi llegó a conseguirlo el 23-F.

   Los ochenta, los años de la movida y del dominio del PSOE modernizador de Felipe González, fueron un paréntesis en la idea de que España seguía siendo un Estado con altas dosis de fascismo. La decadencia socialista de los 90 supuso la resurrección del fascismo con sus «dobermans» y desde entonces no ha habido año en que no apareciera su espectro. Pablo Iglesias así lo dejó por escrito en su Disputar la democracia. Política para tiempos de crisis (2014) cuando se refiere a que «el fascismo (…) siempre fue un dispositivo para neutralizar el contrapoder de la clase de “los de abajo” (en especial el movimiento obrero, pero no sólo) apelando a la alianza nacional entre clases. El Tea Party español es una realidad amenazante que podrá llamarse UPyD o Esperanza Aguirre y es con ellos con los que debe competir la izquierda para disputar los marcos que puedan hacerla vencer electoralmente». Hoy, siguiendo a Iglesias, bien podría llamarse Vox. Por tanto en el imaginario de cierta izquierda el «fascismo» sigue siendo necesario para definir su acción política y su justificación para alcanzar el poder y así salvar al país (no a España, un término que evita decir) de las fauces del fascismo. Tal amenaza es consustancial a esa mitología «antifascista», ya que de lo que se trata es de la necesidad de «mitos para construirte un país, y esos mitos, para la izquierda tienen que ver con la defensa del bando antifascista en la Guerra Civil, que vincula la democracia con la izquierda» (cita de Iglesias que utiliza Santos Juliá en su referido libro). Por tanto, Iglesias recoge toda esa tradición del “desencanto» por la Transición, considerada una traición a la democracia, y tacha de «fascista» a todo partido contrario ya sea PP, UPyD o Ciudadanos. La etiqueta de «fascista» parecía invalidar y deslegitimar esas opciones políticas. Y en este sentido también confluyeron los nacionalismos vasco y catalán, especialmente el segundo como ya se demostraría en el «cordón sanitario» contra el PP en el Pacto del Tinell (2003). Los acontecimientos del procés catalán siguieron esa senda en su asalto «nacional-populista» (término que vuelvo a utilizar de la obra de Santos Juliá) y que tuvieron su apoteosis en las jornadas golpistas de septiembre-octubre de 2017. Un hecho que no sería tachado de «fascista», sino de todo lo contrario: todos los opositores a él eran unos «fachas españolistas». Insultos que bien conoce Inés Arrimadas, por citar un caso mediático.

   Tal exuberancia de «fascismo» ha acabado siendo, de alguna manera, una profecía autocumplida cuando ha aparecido estrepitosamente Vox en el panorama político español, justamente un año después de la intentona de Puigdemont y compañía (nunca se habían visto tanta banderas españolas en unas elecciones andaluzas). Para los seguidores de la mitología «antifascista» Vox demuestra la realidad del hecho fascista y de la necesidad de movilizarse, como si no viviéramos en un Estado democrático con leyes e instituciones que deben velar por la supremacía de las leyes y de la convivencia cívica y en paz. Pero para estos políticos-milicianos, y he aquí lo mollar del asunto, estas instituciones del «Régimen del 78» no son fiables. Están contaminadas por el germen del franquismo-fascismo y bien que lo han publicitado en estos años. Por tanto, para ellos la historia vuelve como la admonición de un «corazón antiguo» que pide un paso más en la lucha entre el bien y el mal, desechando los aburridos y nada épicos cauces legales. En estos momentos inciertos donde aparecen nuevas formas de extremismo no podemos volver a una política «miliciana» sino en fortalecer nuestra confianza en el Estado democrático, que será mejorable, pero es lo único que nos separa de la barbarie. Como dejó escrito Ortega y Gasset en su España invertebrada (1922), «vivir es algo que se hace adelante…No basta, pues, para vivir la resonancia del pasado, y mucho menos para convivir».

 
 
 

DIARIO FOTOGRÁFICO DE LISBOA (XXXVIII). UN VEINTISIETE DE MARZO DE 2018 (Serie 3). Por Lauro Gandul Verdún

 
 
 
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DIARIO FOTOGRÁFICO DE LISBOA (XXXVII). UN VEINTISIETE DE MARZO DE 2018 (Serie 2). Por Lauro Gandul Verdún

 
 
 
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