Posts from octubre 2016.

«OH DULCES PRENDAS, POR MÍ MAL HALLADAS» (SONETO X). Garcilaso de la Vega (1501-1536)

 

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Fuego 1

[Foto: LGV 2009]

 

«La muerte de Dª Isabel Freyre, ocurrida, al parecer, entre 1533 y 1534, hallándose Garcilaso en Italia, le inspiró sus dos composiciones más famosas : la égloga I, “el dulce lamentar de dos pastores”, y el soneto X.»

 

[Obras de Garcilaso.

Edición de Tomás Navarro Tomás (1884-1979).

Editorial Espasa-Calpe, S.A. Madrid 1970]

 

  SONETO X

 

   ¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres, cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

   ¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

   Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto el mal que me dejastes.

   Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

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Garcilaso de la Vega en «CARMINA»:

SONETO V. Garcilaso de la Vega (1501-1536)

«ABRAZARSE A SU DOLOR COMO ÚNICO CONSUELO» (SONETOS XXXII Y XX). Garcilaso de la Vega (1501-1536)

APROXIMACIONES A LA POESÍA HUNGÁRICA (Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2008)

«CERCA EL DANUBIO UNA ISLA…» (CANCIÓN III). Garcilaso de la Vega (1501-1536)

 

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SONETOS EN «CARMINA»

 

LA VIRGEN DEL ÁGUILA Y ALCALÁ. Poema de Lauro Gandul Verdún (2016)

 
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La virgen del Águila

15 de agosto de 2008

(Foto: LGV)

 

   Saben que María, la madre de Dios, está aquí,
en esta cima del Águila.
Que aquí, si suben, llegan a Ella,
la virgen del Águila.
Saben que se trata de subir como sea:
con el brío de la juventud
o las fatigas de la vejez.
Los alcalareños saben que han de subir al Águila
para poder pisar el suelo de su patria verdadera,
la que está aquí,
muy por encima de la que caduca en sus estrechos términos.
En este monte santo para ellos está
lo más alto y lo más hondo.

   Así llevan siglos.
Con sus vidas cotidianas a cuestas
suben la cuesta del Águila
para encontrarse con el nombre libre y propio
de Santa María del Águila,
Señora de los que buscan su nombre.

   Con sus familias vienen, desde hace siglos.
También están los que han venido solos,
los sanos y los enfermos…
Basta que hayan llegado
para que ni se sientan perdidos
ni nada los asuste.
Sea cual fuere su condición,
sin que haya importado el linaje,
todos han buscado su nombre de cuerpo entero:
¡Virgen del Águila!

   ¡Muchos vienen a vos, Santa María del Águila,
a respirar,
a resucitar!
¡Cuán dulce les parece la existencia a vuestro lado
cuando llegan a veros!
Vienen a vos desde todos los barrios del pueblo,
como hijos que llegan a su Madre,
la que todo lo que ofrece cumple,
la que siembra de certezas las vidas afligidas.
Santa María del Águila,
Luz divina, Virgen Celeste,
cuando entorna la tarde los ojos
en vuestros dominios vivir
nunca será un delirio sombrío.
Reináis con pasión en vuestro primoroso espacio,
y las alturas acercáis a los labios de los que rezan.

  Descalzo llego a vuestra vera,
a alzar este cántico me atrevo.
Alumbrado de dicha por vos
pido que me escuchéis desde vuestro corazón inagotable,
no sé si yo lo mereciera,
aunque sí sé por mis hermanos,
que siempre sois hallada
dispuesta para la misericordia.
Así hoy vengo con muchas cosas que deciros,
tantas que no me caben en el decir.
Por eso hoy vengo cantándoos con verso nuevo y viejo a la par.
Vengo a tejer estos misterios
y nunca de perderos temo.
Tanteo en el abismo cuando la sombra cae de plano,
pero por mi afán, y por vos misma, a vos me asomo.
Os percibo como un pozo invertido,
un pozo,
porque lo que escucho y veo
de vuestro arriba
se me aparece como si viniera de lo profundo,
de lo hondo que tienen los pozos.
Subir es ahondar y el eco viene de un cielo
entrañado en el vientre de la tierra.
El agua siempre responde desde abajo
con un fervoroso frescor.

 Desde este alcor sagrado hemos aprendido a comprender
el lejano fondo de la vega,
y también a contemplar que la plata de vuestro perfil
es el espejo de los arroyos y los veneros que la riegan.
Nos hemos adentrado en el tiempo sin tiempo del niño,
con el ritmo sin tiempo del viejo
-tiempo de origen, tiempo final-,
y hemos alcanzado a ver
por la luz de Nuestra Señora del Águila,
por Ella,
lo que siempre con gloria aquí ocurrió:
La vida venciendo a la muerte sin darle tregua.
Cómo, dónde y cuándo moriremos, claudican,
se hunden estériles.
La mente mortal se desconcierta.
El espanto de morir y estar muerto huye
horrorizado por la claridad de vuestros ojos.
Lo que se fue regresa para que lo aprovechemos de nuevo,
amando a quienes no amamos suficientemente,
alargándoles abarcándolos nuestro abrazo
para reconciliarnos con lo desgarrado.

   Aunque a vos lleguemos heridos,
casi vencidos por tanto sufrimiento,
siempre seréis nuestra esperanza,
y siempre nos ofreceréis amparo.
En la duda llegamos
y dádivas se nos allegan de vuestro mirar.
Vuestro vuelo nos lleva a las estrellas del cielo.

   Sabemos que María, la madre de Dios está
en esta cima del Águila.
Que si subimos aquí llegamos a Ella,
la virgen del Águila.
Con el brío de la juventud, o las fatigas de la vejez,
sólo si subimos la vieja cuesta, como sea,
podremos pisar el suelo de nuestra patria verdadera,
muy por encima de la que caduca en sus estrechos términos.
En este monte santo para los alcalareños está
lo más alto y lo más hondo.

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[Este poema fue recitado por el autor en el Concierto-Meditación en honor a Santa María del Águila celebrado en el Santuario de la Virgen, con motivo del 125 aniversario fundacional de la Hermandad de la Patrona de Alcalá de Guadaíra]

 

CREPUSCULAR (ITINERÁRIOS DA ARRÁBIDA). Sebastião da Gama (1924-1952)

 
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San Pedro de Alcántara (1499-1562) orando en el convento novo da Arrábida

(escultura)

[Foto: Lorenzo del Término (Portugal 2016)]

 

   Aqui onde estou só, não estou só.
—Estão comigo todos os que eu amo
e não sabem nem podem
viver em si a sua vida;
estão em mim, os meus, e é com minh’alma,
por todos irmãmente repartida,
que conseguem viver a sua vida.
E eu vivo agora mais, que os vivo a todos.
E eles todos deixaram
de apenas existir…
Ah mistério inefável!…
—São seus lamentos meus ou alegrias.
Todo vibro de Amor. Abraço e beijo.
Sou a fogueira rubra a que se aquecem
aqueles que eu amei só porque os vi.
Sou noite de Natal.
Sou as lembranças dos velhos;
os sonhos das raparigas;
os olhos encantados do menino
que se parece comigo
quando eu era pequenino,
e também se debruça na fogueira.
Sou a tristeza de alguns
e o seu conforto.
E sou eu
que dei sentido à su vida e à minha;
o que fugiu do povoado
e no ermo da Serra se isolou
……(ai a dor de ver todos sem viver!
……sem reparar no seu Amor mendigo!
……ai simulacros de almas que o levaram
……a retirar-se consigo,
……desgostado,
……lá no deserto monte
……aonde, perdoando, o invocou!)

   Até aonde estou
vieram,
pelos caminhos longos da minh’alma,
os que me não quiseram
e me fizeram
fugir.
E logo tudo se passou
como se eu estivesse lá como eles
e não aqui no ermo,
só.

 

[ITINERÁRIOS DA ARRÁBIDA (COLECÇÃO DE 16 POSTAIS).

Poemas de Sebastião da Gama (1924-1952).

Edição da Câmara Municipal de Setúbal.

Poema 7.

1987]

 

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DA SERRA DA ARRÁBIDA. Frei Agostinho da Cruz (1540-1619)

 

OTELO, ¿EL MORISCO? Por Pablo Romero Gabella

 
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Perfumeros

[Foto: LGV Arcila, Marruecos 2007]

 

Existe una fina línea que no todo el mundo ve y que une realidad con ficción. A ese nexo llamamos arte, en este caso unimos historia y literatura. Y lo que aquí expongo es lo siguiente: ¿y si el personaje de Otelo fuera de origen español? ¿Otelo un morisco, un español?

   Empecemos por responder a una primera pregunta: ¿Qué era ser un morisco? Por moriscos se conocían a los musulmanes que se convirtieron al catolicismo, o más bien fueron convertidos, en la España de los siglos XVI-XVII. Todo comenzó en Granada en 1492 tras su conquista por los Reyes Católicos. Aunque en las Capitulaciones firmadas  entre el último rey nazarí Boabdil y sus católicas majestades, a finales de 1491, se establecía que tras las conquista de Granada se respetarían las propiedades y religión islámicas, en 1501 se obligó legalmente a ser cristianizados los musulmanes que habitaran el Reino de Castilla. En 1526 lo serían los de la Corona de Aragón. Los que quedaron, dedicados principalmente a la agricultura, sufrieron una presión constante de las autoridades (sobre todo de la Inquisición) que derivó en una manifiesta discriminación, impidiéndoles, por ejemplo, ejercer profesiones ni tener cargos en el ejército ni en la administración. A la acción del poder se unieron la de sus mismos convecinos cristianos como dejó constancia Cervantes en El coloquio de los perros. Todo ello provocaría la sangrienta sublevación de las Alpujarras granadinas en 1568. Esta rebelión morisca degeneró en una guerra feroz donde se mató sin compasión a hombres, mujeres y niños. Felipe II pensaba que los moriscos eran la quinta columna de su principal enemigo: el imperio turco otomano, que había aprovechado el conflicto de las Alpujarras para conquistar la isla de Chipre, a pesar de que fueron derrotados en Lepanto en 1570. Un año después la guerra de las Alpujarras también terminó con la victoria cristiana.

   No obstante, el problema continuó ya que la convivencia entre cristianos viejos y moriscos estaba rota; el rechazo, la incomprensión y la exclusión aumentaron. A los moriscos ya no se les consideraba ni españoles ni cristianos, más bien traidores al servicio del Gran Turco. A aquellos españoles se «les heló el corazón», tal como lo diría siglos más tarde el poeta Antonio Machado. Muchos moriscos eligieron el exilio, la mayoría al Norte de África y otros al imperio turco. Miles de personas cruzaron el Mediterráneo de oeste a este, justamente al contrario de lo que hoy ocurre. Este proceso de exclusión culminaría, como en 1492 ocurrió con los judíos, con su definitiva expulsión por real orden de Felipe III en 1609. Salieron de España unos 300.000 moriscos (representaban el 4% de la población española) con destino principal al  mundo musulmán, aunque otros se decidieron por el sur de Francia, la costa del Livorno italiano, Venecia e Inglaterra.

   Es interesante destacar que las relaciones entre el mundo musulmán y la Inglaterra isabelina (la época de Shakespeare) fueron más intensas de lo que podríamos pensar. Por ejemplo, se firmaron importantes acuerdos comerciales entre la «Reina virgen» y el rey de Marruecos, e incluso, su embajador en Londres, Ahmad al-Mansur, llegó a proponer a la reina Isabel, en 1600, el proyecto de una alianza militar contra el enemigo común: España. Dicho plan consistía en arrebatar a España sus colonias americanas y recuperar Al-Andalus para el Islam. Sin embargo todo quedó en el aire y al poco tiempo Isabel I decretó la expulsión (anticipándose 8 años a Felipe III) de los «negars and black-mores», muchos de los cuales eran moriscos que llegaron de España buscando asilo en la anglicana Inglaterra. Como en España, se les consideraba una minoría étnico-religiosa cuanto menos incómoda, cuanto más peligrosa e indeseable para sus propósitos de forjar una monarquía fuerte basada en la unidad religiosa. Esta política sería reafirmada por su sucesor Jacobo I (o Yago) cuando firmó el Tratado de Londres con España en 1604.

   Lo morisco fascinaba y a la vez repelía a los ingleses de la época de Shakespeare. Fue en ese contexto, entre 1602 y 1604, cuando el «bardo de Avon» escribiría su obra Otelo. Utilizó como inspiración un relato del escritor italiano del siglo XVI, y discípulo de Bocaccio, de nombre Giraldo Cinthio. Dicho relato se titulaba Il capitano Moro o Il Moro de Venecia.

   Pero en opinión de algunos especialistas (*), Shakespeare también se dejó influir por la corriente de simpatía y admiración que existía entre la clase culta inglesa sobre la obra de un morisco español. La historia lo conoce como León el Africano (su nombre originario era Hassan Ben Muhammad).  A dicho personaje histórico dedicó una magnífica novela histórica, de título homónimo, el escritor libanés Amin Maaluf en 1986. La familia de John Leo Africanus (así era conocido en Inglaterra) era originaria de Granada y se exilió en tiempos los Reyes Católicos en el Norte de África. Al poco tiempo nuestro protagonista fue hecho prisionero, en 1517, por unos corsarios cristianos. Llevado a Roma, acabo siendo el protegido del Papa León X. En la corte papal escribió varias obras de diversas temáticas (destacando la de viajes) que le hicieron famoso en toda la Europa culta. A la muerte de su protector huyó de nuevo al Norte de África donde se convertiría de nuevo al Islam. Su obra fue ampliamente conocida en los círculos literarios que frecuentaba Shakespeare junto a John Webster o Ben Johnson. Todos ellos eran conocedores de la obra de León el Africano a través de las traducciones de John Pory. Todo lo expuesto ha llevado a decir a algún especialista que fue este personaje morisco quién fue la inspiración principal para que Shakespeare construyera su Otelo. Sin embargo, advertimos diferencias. Uno es un intelectual (León) otro es un guerrero (Otelo). Pero ambos les unía ser hombres de frontera, que era en aquel tiempo ese Mediterráneo que magníficamente historió Fernand Braudel en su obra capital El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe (México, 1953). También compartían ser servidores de altas instancias de poder (Roma y Venecia) y a la vez, a pesar de sus valías, fueron rechazados por el mero hecho de ser moriscos. ¿Se inspiró Shakespeare en nuestro morisco granadino para su inmortal Otelo? No lo sabemos a ciencia cierta, pero en absoluto parece descabellado  que estas palabras puestas por Maaluf en boca de su León el Africano pudiera haberlas dicho otro moro, el Moro de Venecia:

«Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de seda y a veces de las injurias de la lana, del oro, de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios.

   »Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano.»

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(*) Jesús López Peláez, «Othello y los moriscos: hacia una nueva lectura de Othello de William Shakespeare», XIV Congreso Internacional de Estudios Moriscos, Túnez, 20-23 mayo de 2009 (consultable en internet).

 

CELEBRAMOS EL DÍA DE LA HISPANIDAD EN «CARMINA»: “DE LA VENIDA DE PEDRO PECADOR AL HOSPITAL DE IOAN DE DIOS, Y DE SU MUERTE”. Francisco de Castro (Granada 1585)

 
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Eremitorio alcarreño

(que es cerca de Mondéjar)

[Foto: Olga Duarte Piña 2008]

 

«Llegóse el tiempo en que nuestro Señor tenía determinado de dar descanso a su siervo y el premio de sus servicios y trabajos; y porque se cumpliese bien el consejo que le habían dado de su parte, que era buen acuerdo acabar con obediencia, fuéle impuesta obediencia que tomase el camino; y fuese a Madrid a tratar ciertos negocios con el Rey, que importaban a la casa; a lo cual él obedeció sin hablar palabra, aunque se le hizo bien de mal: lo uno, por estar enfermo de vejez, que ella sola es enfermedad; y lo otro porque él era inimicísimo de tráfagos y de cortes cuanto era posible; y baxando la cabeza, fué llevando un asnillo, que el hermano mayor le mandó llevar, aunque según se supo, él poco subió en él, porque no lo tenía usado, sino de andar a pie toda la vida; y así en el comer se trató en el camino harto ásperamente; porque llegado a Madrid, se fué a acoger a su hospital de los hermanos, y allí, como era huésped, no quería comer en el refitorio de los hermanos, sino a un rincón comía algunos regojos de pan duros que traía en la capacha, y con esto pasaba. Comenzó a  negociar, y dióle una calentura que le duró algunos días y le puso en trabajo. Y conocido que aquella enfermedad era la postrera, salióse de la Corte y fuese a Mondéjar, que es cerca. Y estaban allí el Conde y Condesa de Tendilla, que ahora son Marqueses de Mondéjar, que ellos y sus padres y abuelos han sido siempre muy piadosos y cristianos, y tenido gran devoción con esta casa de Ioan de Dios y favorecídole, y al presente le favorecen muy largamente con sus limosnas. Como fueron mucho tiempo capitanes generales deste reino de Granada, y son alcaides desta fortaleza insigne del Alhambra, y vivieron aquí siempre, conocían mucho al buen Pedro Pecador, y así acogióse allá a morir; y entrando por su puerta fuese a ellos, que holgaron mucho de velle. Y díxoles en entrando: acá me vengo a morir; y agravándosele el mal le hicieron acostar en buena cama, y curaron dél con gran caridad de todo lo necesario, como a sus mismas personas, y él en lugar de los quexidos que otros enfermos dan, si hasta allí cantaba y decía canciones amorosas a Dios, entonces las decía con mucha más dulzura y amor, como el cisne cuando muere, que canta más dulcemente.»

 

[Historia de la vida y santas obras de Iuã de Dios,

y de la institución de su orden, y principio de su hospital.

Compuesta por el Maestro Francisco de Castro,

Sacerdote Rector del mismo hospital de Iuã de Dios,

de Granada.

Año de MDLXXXV]

 

DA SERRA DA ARRÁBIDA. Frei Agostinho da Cruz (1540-1619)

 
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Convento de la Arrábida

[Foto: Lorenzo del Término]

 

«Escritor de cariz manierista, compuso una variada obra lírica que testimonia el dramático conflicto entre el pecador, afligido por el remordimiento, y el hombre guiado por una profunda saudade do céu, que más se aviva y consolida en contacto con la naturaleza exuberante de la Sierra de la Arrábida (encarnación terrena de lo divino), indisociable de su vida y de su poesía.

»En el conjunto de ésta, merecen destacarse los sonetos y las elegías…»

 

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DA SERRA DA ARRÁBIDA

Frei Agostinho da Cruz

(1540-1619)

   Do meio desta Serra derramando
A saudosa vista nas salgadas
Águas humildes, quando e quando inchadas,
Conforme o vário vento vai soprando,

   Estou comigo só considerando,
Donde foram parar coisas pasadas,
E donde irão presentes mal fundadas,
Pois pelos mesmos passos vão pasando.

   Oh qual se representa nesta parte
Aquela derradeira hora de vida
Tão devida, tão certa e tão incerta!

   Em quantas tristes partes se reparte,
Dentro nest’alma minha entristecida,
A dor, que em tais extremos me desperta!

 

[ANTÓNIO MATEUS e DANIEL PIRES.

A Serra da Arrábida na Poesía Portuguesa.

Ed. Centro de Estudos Bocageanos.

Setúbal, 2014.

Págs. 21 y 23]

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Eremitorio arrábido

[Foto: L. del T. 2016]